Besar es una de las acciones más intensas y rutinarias que
hacemos los humanos. Los labios, que no hablan en ese momento, expresan los
sentimientos más diversos. En ese gesto se pueden manifestar desde la
indiferencia, sin olvidar la traición, hasta esa alquimia perfecta que
sintetiza un todo. No hay gesto que tenga la posibilidad de distancia y de
intimidad, en el mismo movimiento, en idéntico comportamiento. Los labios que
se acercan a otro cuerpo, sea donde sea que se depositen, está allí el poder de
síntesis de la expresión humana.
Algunos besos recordamos, algunos ansiamos, otros deseamos y
volvemos a empezar. Entre el olvido y el deseo nuestros labios siguen el largo camino
que nuestros besos ya recorrieron. Somos, sin dudas, seres de encuentros y por
lo tanto, de desencuentros posibles. Los besos –sobre todo aquel beso- son esos
faros que necesitamos.
Besar es, quizás, la tarea titánica que debemos hacer para
acercarnos al otro. Esa sencilla capacidad que tenemos de poder intentar, y
volver a hacerlo, ofrecer la intimidad donde se trasmite compañía, sentimiento
y/o ternura.
Un beso, seguirá siendo, ese tatuaje que se hace con la tinta
de nuestros sentimientos. Algunos, lo sabemos, son indelebles. Para los demás y
para nosotros, aunque fueron hechos, allá, en la noche de nuestros tiempos.