Neruda, el poeta que ha hecho pensar y emocionar al mundo, escribió
“confieso que he vivido”. Es una de las
formas de decir lo único que vale la pena al pensar que la vida ya es casi
pasado: confieso que he amado. Si, sin dudas, que nuestra vida en este mundo
tiene que estar signada por el amor. Ese sentimiento que todos y todas pensamos
que tiene un valor esencial y que, sin embargo, no sabemos definir con
claridad. Pero también, lo señalemos, todos y todas lo experimentamos de alguna
forma y creemos en él como algo que nos atraviesa varias veces en la vida. Si,
sé que existen algunos que son reacios a ello, reaccionarios y hasta
refractarios. Pero es, el amor, una evidencia omnipresente pero invisible. Lo
describimos con palabras (por eso viene tan bien la poesía), lo desarrollamos
con gestos (por eso viene tan bien el contacto), lo sufrimos con las lágrimas y
el silencio (por eso la indiferencia es tan cruel).
Confieso que he amado (y que me han amado, valga decirlo). Es más que
una declaración de fe. Es la experiencia masiva de haber realizado una vida
donde hemos experimentado la fragilidad esencial en la intimidad, la pasión
traslucida en la ternura, el compromiso ante la felicidad de otro/otra.
Confieso que he amado es, también, la demostración de nuestra humanidad, de la
creencia real que hemos pretendido lo mejor para alguien, es la convicción de
la felicidad de alguien como brújula, es la intención de maquillar nuestras
torpezas con los gestos posibles. Es la posibilidad cierta de sentir que aún
podemos, a pesar de nuestros inevitables defectos y nuestros seguros errores.
Confieso que he amado, porque también confieso que amo y prometo que
amaré. Efectivamente porque no es una idea de algo que termina. “Confieso que he
amado” es un presente continuo. Es como una invocación para invitar a que
procuremos que eso sea una constante que atraviese nuestra vida. Confieso que
he amado es más que una descripción de lo pasado, es la sensación de saber que
la vida sólo es presente y por eso vale en esta noción de algo que se renueva.
Es así que, quizás, no tengamos otra opción y estemos condenados a sentirnos
plenos. Reconocer que amamos, no es pasado, es el compromiso que aún podemos
hacerlo, de tantas maneras pero siempre con el mismo fin, hacer que quien es
amado esté un poco más vivo, un poco más feliz. Esté donde esté.