Vamos por la vida surfeando sobre elecciones. Tomamos nuestras tablas
y nos montamos sobre olas que nos dan el vértigo, nos revuelcan, nos sacuden.
Nuestra vida está frente a un vasto mar que contemplamos y que recorremos con
suerte desigual y con diferentes participaciones. No todos llegamos a todos los
puertos, no todos recorremos todos los mares, no todos nos quedamos en la
orilla que creemos la justa. Somos diferentes. Somos seres que vamos por allí,
intentando descubrir lo que pensamos que es la belleza, sobrevivir a lo que
creemos que es un peligro, persiguiendo lo que sentimos que son nuestros
sueños, transitando las crisis que nos tocan en suerte – o las que les damos
importancia- y, en definitiva, haciendo el esfuerzo de conquistar nuestra
felicidad.
Todo eso se hace en medio de una mezcla casera que surge de los
materiales que disponemos, de nuestras propias experiencias, de lo que las personas
que nos tocan en suerte encontrarnos, de aquello se nos ofrece y de los caminos que vamos
tomando y de aquellos que no tomamos. Todo salpimentado por nuestras elecciones. Elegir. Tomar decisiones
frente a lo que está al frente o pensamos que estará. Elegimos sin la certeza
de lo que viene, sino con la convicción de lo que está. Elegimos de forma
activa o de forma pasiva, pero la decisión nos aborda a cada paso.
Después constatamos el efecto de nuestra elección. Comprobamos que
ella es cierta o equivocada. Saboreamos lo valioso de sus frutos o nos queda el
gusto amargo que se desprende de ella. En algunos casos, ambos, los conocemos
de antemano. Si, porque no se elige por lo que consideramos mejor, sino por lo
que consideramos más justo, valioso, necesario, inevitable (el sacrificio
también forma parte de las elecciones que tomamos de forma voluntaria aunque no necesariamente, valga aclararlo). Esto
hace que las decisiones sean ese efecto personal que nos llega por la
convicción de un momento.
Ahora bien, cuando la decisión no produzca el efecto que queríamos, sería
importante que evaluemos no por el resultado sino por las certezas que
utilizamos para tomar esa elección. Quizás así, nos perdonemos más por los
errores y, también, seamos capaces de pensar las oportunidades de otra manera.
Elegir es parte del vivir. Así de simple, así de complejo.
Elegir es parte del vivir. Así de simple, así de complejo.