Pocas festividades tienen tanto consenso como navidad. Hay en ello, lejos de creencias y otras cuestiones una idea que estamos más cercas de los demás. La idea de familia, de reunión, de placer y de emoción se conjuga en esas cenas que se organizan, independientes de las muestras de fe, de ateísmo, o de otras cosas que puedan aparecer. Es como si en esas cenas que nos esforzamos en preparar y de saciarnos, haya algo que nos permite ser un poco más cercanos al otro.
El cine nos vendió la idea de un espíritu navideño como algo real que hace que la magia aparezca y, de pronto, nos sintamos con una serena tranquilidad y una noción agradable de paz. Lo cierto es, lo creo realmente, que esa sensación no surge por algo esotérico sino por la capacidad que tenemos los seres humanos de generala cuando la solidaridad aparece como una idea más cotidiana; cuando somos capaces de ver al otro de un modo más cercano no por ser familiar, sino por ser humano y reconocer, por ello, que está hecho del mismo manojo de haces de emociones, de sentidos y de vivencias.
Tal vez por ello, siempre vale la pena celebrar, porque en días como esto, nace, en nosotros ese niño que supimos ser y que siempre anhelamos volver a ser: un ser feliz, en paz y en comunión con lo que nos rodea.
¡Valga esto como un deseo enorme de Felicidad para todos y todas!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario