Leo: “Las cosas más útiles son las más evidentes, cuando las dice otra persona en cierto tono”1. Me regocijo con el descubrimiento de esta evidencia. Quiero agregar que también depende de la persona que escucha que sea útil. Efectivamente, aún lo evidente dicho en el tono exacto, necesita que nuestro oído –nuestro espíritu, se me antoja- esté dispuesto a escucharlo, a darle el peso de la verdad y la eficacia de lo importante y, por ende, de lo necesario para nuestra realidad.
En estas épocas de balances variados, de grandes promesas, de lamentos difusos, de expectativas pasionales, es bueno, pienso, preocuparnos para intetnar escuchar mejor, a pesar de nuestras diferentes limitaciones.
Eso sí, un detalle importante. Cuando se habla de escuchar, no se está hablando de interpretar al otro. Uno de los defectos más terribles que solemos cometer en las relaciones interpersonales. El creer que el otro dijo esto o aquello y asumir, por medio, de nuestras propios temores, de nuestras propias circunstancias algo que el otro, no quiso decir y, sobre todo, que no sintió.
El hacer que algo nos sea útil de lo que el otro dijo, en el tono adecuado y en el momento cierto para nuestro oído, sólo es válido cuando eso nos sirve porque lo elegimos. Nunca es válido para juzgar al otro, ni para condenarlo, obviamente.
Ojalá, escuchemos más, un poco más, al otro. Tal vez, no tanto con nuestros oídos sino con nuestro ser, que incluye el corazón, pero también el resto de nosostros.
1. ROTH, Philip (2010). Engaño. Buenos Aires: Debolsillo, p. 95.
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