Pocas palabras representan tan bien el ingrediente que es necesario para la felicidad como la ternura. Ese sentimiento que nos surge y que nos motiva una sensación de tranquilidad, de relajación, de cercanía, porque no decirlo, de frescura. Es, quizás, el motor de los gestos que tienen que ver con la simplicidad de ofrecer a otro una especie de oasis.
En este fin de año propenso a balances incompletos y promesas que deseamos sinceras, pensemos en las veces que ofrecimos ternura, las veces que el otro la percibió y nos comprometamos, un poco más, a ofrecerla de muchas otras maneras. ¿quién sabe si al hacerlo cambiamos el mundo de alguien y nos acercamos a esos instantes de felicidad que nos fortalece?