La vida es simple, me dicen. Como una forma de recriminar algo, ya que no hay que hacerse
problemas frente a algo o a pensar de cierto modo. Hay, para mi, en esa afirmación la sutil mentira que intenta ayudar. Pero, lo sabemos,
no resiste el análisis. La vida de la ameba, quizás, sea fácil. Sólo se trata para ella de nacer, crecer,
reproducirse y morir. Lineal y nada más. Pero, por su parte, la vida del ser humano es compleja en
si misma. Es un cúmulo de cosas, de relaciones, de estímulos, de interacciones, sólo, mencionando algo de todo lo que esa vida incluye. Así, a nosotros, los seres humanos nos pasan cosas cotidianas, geniales, aburridas,
espectaculares, reales, imaginarias y el listado se hace inmenso. Nos topamos, a diario, con decisiones de todo tipo: tontas, circunstanciales, trascendentes,
maravillosas, impredecibles y más. Se lo ve, por mencionar algo, en la sutileza del arte (me contaron que
Sábato se pasó una noche eligiendo donde poner la coma en un texto) y Picasso,
creo haber leído, decía que en la primera línea de su dibujo estaba el todo (no sé si lo leí o
lo imaginé).
Así es, el ser humano tiene ejemplos cotidianos y constantes que la
vida es compleja pero nos aferramos al deseo absurdo que sea simple. Lo decimos
como si fuese una salvación. Sobre todo, lo decimos frente al que piensa
(aunque piense tonterías sin valor). Pero lo completamente cierto e irrefutable, junto al hecho que somos mortales, es que la vida es compleja.
Pero esto no como un mesías o un lector del mensaje de las estrellas. Lo digo por la simplicidad de haber vivido como cualquiera de los que leen esto.
Piensen, por favor, en la suma desordenada de las torpezas y aciertos que tenemos (¡sí!, me
gusto esta frase) hace que seamos conscientes de esta realidad innegable: la vida es compleja.
A ver: desde que nacemos, necesitamos a otro y ya este hecho, el tener a otro agrega complejidad a la vida de cualquiera. Ese otro, en ese momento, imprescindible, no es moldeado por nosotros, sino al revés. Y lo que nos toca en suerte define senderos que luego, en tantas ocasiones, nos obligará a persistir o a renegar del mismo. En el medio nos desafía el agobio o la alegría y aparecen pérdidas y nuevos descubrimientos. La vida es la suma de todas las cosas que pasan con el simple hecho de andar por la vida. Así, la compararon con todo y con nada. Con arte, con estelas en el mar, con un escenario, con lo que quieras.
A ver: desde que nacemos, necesitamos a otro y ya este hecho, el tener a otro agrega complejidad a la vida de cualquiera. Ese otro, en ese momento, imprescindible, no es moldeado por nosotros, sino al revés. Y lo que nos toca en suerte define senderos que luego, en tantas ocasiones, nos obligará a persistir o a renegar del mismo. En el medio nos desafía el agobio o la alegría y aparecen pérdidas y nuevos descubrimientos. La vida es la suma de todas las cosas que pasan con el simple hecho de andar por la vida. Así, la compararon con todo y con nada. Con arte, con estelas en el mar, con un escenario, con lo que quieras.
El principito, que muchos hemos leído y casi todos hemos escuchado
nombrar no es simple por más que su mensaje sea tan directo y evidente que
enamora, en tantas ocasiones. O, ¿alguien vio alguna vez un niño venido de un
asteroide?
Lo que sí está claro es que frente a lo complejo del hecho de vivir
podemos hacer todo más complicado o llevarlo por el camino de la simplicidad. He
aquí, sin dudas, la clave que todos apelamos cuando repetimos eso que la vida
es simple. Ser menos complicado en una vida compleja necesita más dedicación.
Eso si que es un desafío hermosamente humano. Para ello, mucho tiene que ver el
dejar que las cosas fluyan y sumergirse en el placer del encuentro, en la
serena sensación de saber que aun compleja, la vida nos regala la posibilidad
de preguntarnos, de responder, de reír, de sentir, de viajar –a Costa Rica, por
decir algo o al simple espacio de nuestras propias imágenes oníricas-, que una
buena conversación -que siempre contempla una dosis de seriedad con otra de delirio-; que el
final de las caricias sean siempre el comienzo de esa misma posibilidad, que el
tiempo corra salvo cuando lo convertimos en momentos compartidos, que la
naturaleza sólo exista cuando la saboreamos un poco, por más que no necesite de
nosotros para estar.
La vida es simple. Sin dudas: nacer, crecer, reproducirse (o no) y
morir. Pero el ser humano viviendo eso es otra cosa. Es una maravilla que tiene
las dimensiones de todos los seres y que está tallada sobre un lienzo que es
capaz de adaptarse y con ello de hacer lo mismo haciéndolo aún diferente. La
complejidad es una de sus riquezas es lo que garantiza la diversidad, la
belleza, la creación, las relaciones, la majestuosidad elemental del placer, la
compasión, la tristeza como instante y la alegría como estado, la mágica
posibilidad de descubrir que estamos vivos a pesar de las tragedias inevitables
y la constante capacidad de poder caminar, la esperanza que nos motiva al leer
las cosas cotidianas y simples. Definitivamente cada una de esas cosas son
complejas pero, no quita, podemos vivirlas simplemente y, lo bueno es que
logramos hacerlo y para hacerlo, eso seguro, no necesitamos hacerlo complicado.