Si, dicen que sobre gustos no hay nada escrito. Pero en realidad hay mucho, cada cual tiene su manual y su catalogo de lo que es o debe ser el buen gusto. Por eso debemos tener cuidado con este tipo de frase. Ellas parecen traslucir una gran tolerancia cuando en realidad son las responsables de la dificultad que existe para erradicar la incapacidad, tal vez innata, de los seres humanos de soportar lo que es diferente.
La realidad es que todo depende de la palabrita clave: poder (con cualquiera de las herramientas que utiliza normalmente: dinero, emociones, fuerza, bruta y la otra también, etc. etc.). Todos y todas tenemos una idea de los gustos que son aceptables y de los que somos capaces de permitir en nuestro medio cercano. Como así también sabemos cuales son los gustos que nos molestan y los que, si podríamos, eliminaríamos de la faz de la tierra. Por más que mantengamos un toque de respetuosa tolerancia, en algún rincón nuestro verdadero yo sale y dice que en realidad detestamos a los que tienen el gusto por una cosa u la otra.
Esto es muy habitual, sin embargo, generalmente no lo enfrentamos como problema, apelamos a las frases significativas. Creemos que con enunciados así ejercemos la llamada tolerancia. Lo cierto es que estamos tremendamente lejos de eso. Alguna vez, quizás, debamos dejarnos de joder y comenzar a comprender que no son los discursos y sus representaciones simplistas, en frases altisonantes, lo que genera el cambio que precisamos. Tal vez, así podamos darnos cuenta que el respeto por la diferencia, el reconocimiento de la alteridad como válida es algo que se aprende en lo cotidiano y que se enseña desarrollando aptitudes en las personas, mostrando que la verdad es que sobre gustos hay mucho escrito, pero no siempre lo correcto.
jueves, 31 de marzo de 2005
La realidad es que todo depende de la palabrita clave: poder (con cualquiera de las herramientas que utiliza normalmente: dinero, emociones, fuerza, bruta y la otra también, etc. etc.). Todos y todas tenemos una idea de los gustos que son aceptables y de los que somos capaces de permitir en nuestro medio cercano. Como así también sabemos cuales son los gustos que nos molestan y los que, si podríamos, eliminaríamos de la faz de la tierra. Por más que mantengamos un toque de respetuosa tolerancia, en algún rincón nuestro verdadero yo sale y dice que en realidad detestamos a los que tienen el gusto por una cosa u la otra.
Esto es muy habitual, sin embargo, generalmente no lo enfrentamos como problema, apelamos a las frases significativas. Creemos que con enunciados así ejercemos la llamada tolerancia. Lo cierto es que estamos tremendamente lejos de eso. Alguna vez, quizás, debamos dejarnos de joder y comenzar a comprender que no son los discursos y sus representaciones simplistas, en frases altisonantes, lo que genera el cambio que precisamos. Tal vez, así podamos darnos cuenta que el respeto por la diferencia, el reconocimiento de la alteridad como válida es algo que se aprende en lo cotidiano y que se enseña desarrollando aptitudes en las personas, mostrando que la verdad es que sobre gustos hay mucho escrito, pero no siempre lo correcto.
jueves, 31 de marzo de 2005