Buena
época para saludar. Hacerlo al pasar, hacerlo con tiempo. Hacerlo por inercia,
hacerlo por motivación, hacerlo por interés, hacerlo por conveniencia. Hacerlo
porque creemos, porque queda bien. Hacerlo por emoción, hacerlo por nostalgia
de otra época. Hacerlo por protocolo, hacerlo por convicción. En esta época se
saluda. Casi como regla, podríamos decir. Todos y todas saludamos a alguien o
entramos en esa lógica. Un gesto simple al que ponemos, en dosis variadas, un
poco de entusiasmo y, en varias ocasiones, un sentimiento más que profundo.
Será,
tal vez, porque el saludar es algo contagioso, como otras cosas. Esto es una
simple maravilla. El ser humano puede todavía contagiar, en ocasiones, cosas
simples, sencillas y agradables. Quizás es una evidencia que nos debe alegrar.
Allí hay esperanza. Si, como especie, y a pesar de ser tanta violencia que
generamos, tanta desazón que producimos, tanta desolación que gestamos, aún
somos capaces de contagiar un poco de alegría, de crear espacios donde el
saludo puede aparecer de manera espontánea, quizás, podemos decir, sin sombra
de dudas, que hay esperanza.
Así
que celebremos que aún somos capaces de saludar, de saludar a quien cruzamos, a
quien nos saluda, a quien queremos y aún sin cruzarlos a quien sentimos como
propios de nuestra vida. Confiemos entonces que “no todo está perdido”. Somos
seres humanos, carajo, seres invitados a crear felicidad, sembrar esperanza y
compartir alegrías. Hoy, a pesar de todo, tal vez podamos intentarlo nuevamente.