¿Algún consejo doc? Es una pregunta
que uno escucha. Como si el sexo fuera una enciclopedia. Como si saber
garantizará algo. Pues no, aunque saber siempre es bueno, positivo y eficaz. Combate
la ignorancia que daña, genera anticuerpos contra la negligencia e incapacidad
y potencia los recursos para un mejor desarrollo. Esto sin dudas. Pero el sexo
real, el que se tiene con él o ella –o pensando en él o en ella o con él y
ella- es aquel que se re-crea en el “aquí y ahora” que funciona produciendo
una cantidad indeterminada pero necesaria de placer. Ese donde uno se
satisface con las posibilidades que se permite de encuentro con el otro, donde
el otro toma importancia por ser ese otro que comparte ese momento con uno.
Hoy, como vale la pena hacerlo cada
tanto, pensé de nuevo en ese sexo. El sexo que nos motiva, nos entusiasma y nos
enriquece. Aquel que se hace como una versión moderna de una danza cualquiera –cada
uno busque la danza que le sienta mejor, donde se siente más cómodo- que se
danza para uno y para el otro. Donde se genera la sensación “rica” de sentirse
vivo, de sentirse pleno y con una energía que se trasmite. Una danza que
precisa del otro y de su ingeniosa creatividad –sean en posiciones o,
simplemente, en estar, acompañar, permitir y permitirse-. Y que en esa danza
que es una expresión milenaria de la mirada sobre la vida, los colores, perfumes,
sabores, sentires y experiencias modelan pasos, movimientos, gestos y demás.
Si, el sexo, aquel que busca
siempre, encuentra a veces y lo hace carne en ocasiones al placer es el rito
majestuoso que permite la magia maravillosa de saber que dos personas pueden
recrear, en ocasiones, la suma de los placeres de nuestra humanidad.