La vida, se
escucha a veces, es injusta. Algo así como que no merecemos esto o aquello que,
casualmente, nos toca en suerte. Una suerte de horóscopo que, por una
alineación de astros incorrectas, nos hace recibir algo que no debería
corresponder con nuestro grado de bondad, simpatía o lo que fuera. Algo así
como no merecemos esto o aquello. Sin querer ser ni en un ápice un adepto a
estas teorías astrales creo que está claro que las personas nos merecemos
algunas cosas y que no nos merecemos otras. Por más que algunas de las primeras
las recibamos de carambola –o de suerte- y que de las segundas parezca que
algunos se ensañan con uno.
Creo que las
personas nos merecemos ser felices. Ergo, no creo que merezcamos la
infelicidad. Así de simple y contundente. Si me apuran, como decía un amigo,
podemos aclarar un poco más. Creo que las personas nos merecemos utilizar la
palabra en ese majestuoso gesto del diálogo. Nos merecemos la sonrisa
compartida, aunque sea por lo circunstancial. Nos merecemos la música, la que
podemos hacer o simplemente saborear de los otros. Nos merecemos la alegría de
compartir momentos que sean pletóricos de satisfacción. Nos merecemos el
intercambio amigable de cosas fútiles que sirven para transportar los gestos
profundos de reconocer al otro. Nos merecemos, sin más, que el cariño sea una
opción que podamos dar y recibir; que alguien se preocupe por nosotros y que
vele por nuestra salud, por más que no lo permitamos tan abiertamente; nos
merecemos enojarnos y que eso le preocupe a alguien y alegrarnos y que
compartirla sea un festín de sabores. Nos merecemos el sencillo placer de comer
un plato que nos encante y darnos el lujo de un placer prohibido. Una copa de
vino o un helado. Nos merecemos que haya otro que nos busque y que nos guste sentir
allí, en la distancia exacta que nos fascina. Nos merecemos la posibilidad
cotidiana de sentirnos útiles, capaces, respetados, deseados, amados,
dispuestos. Nos merecemos el baile, la osadía de lo diferente, el viaje que nos
encanta, el cuento que nos estremece, el libro que nos hace sacudir la cabeza
asintiendo o riendo.
Sí, creo que todo
nos merecemos un poco de eso y más, pero un mínimo de eso seguro. Pero, yo, tú
y el del lado sabemos que no todos los tienen. Algo no estamos haciendo bien.