¿Por qué debería privarme de una buena paella si mi pareja es alérgica a los mariscos? Si no me privo de ella y la como con gusto, ¿soy realmente una mala persona? Esta pregunta es la que empecé a hacerme frente a la cantidad de jóvenes que están en la calle sin distancia, ni protección o quienes van a fiestas “clandestinas” o, mejor llamarlas, “no publicitadas por los canales oficiales”, o simplemente reunirse como si nada a tomar una cerveza. A ver, veamos: una persona joven que sabe, a ciencia cierta, que si se infecta será, casi siempre, asintomática o como hecho terrible una “suerte de gripe fuerte”, ¿Por qué debe privarse de vivir su juventud?
La primera respuesta seria “el ser solidaria”. Pero no es un
crimen no serlo o serlo de otro modo, aunque no nos guste la idea. Por ejemplo,
quienes comparten la navidad en la plaza, no dejan de ser solidarios por no ir
al Hospital de niños el día de la infancia. O sea, el ser solidarios es una
opción genial. Pero no conocemos la historia detrás de los supuestos “no solidarios”.
Una segunda respuesta podría ser “porque tienen familiares
cercanos” que si pueden ser un grupo de riesgo y podrían contagiarlos. Suena a
una respuesta suficientemente intensa y concreta. Pero, al final, todos creemos
que hacemos todos los cuidados, cuando estamos con esos familiares. Mientras no
sea intencional el contagio, no estamos librados de ello y no podemos cargar
con culpas a nadie.
Entonces, volvemos a la cuestión central: a pesar de todo,
la argumentación no es válida, puesto que cada cual hace lo que quiere o puede
en esta historia de la pandemia. Aunque parezca terrible, es un hecho humano,
universal y atemporal que no todos ni todas se comportan como debiéramos
siempre, sino cuanto se puede y oscilando entre el famoso y multi-usado “depende”.
Frente a ello, debí aprender a qué no me moleste tanto que
la gente haga lo que no puedo o decido no hacer. No será la primera vez que
alguien hace algo así, contrario a lo que creo, siento o pienso. Y,
seguramente, yo alguna vez hice algo contrario a lo que “se esperaba” por un
bien mayor. Al final, uno también forma parte de esa humanidad, tan caótica,
paradojal, inconsciente y personal que podemos ver, en uno u otro caso.
Ahora bien, una vez establecido eso como una cuestión asociada
a la “libertad” individual y a los derechos personales veamos otro punto. Una
aclaración previa: si creo que hay momentos que una sociedad puede determinar
comportamientos compulsorios para defender un bien superior. Así la imposición
de una cuarentena estricta, en algún momento, como decisión gubernamental es
lógica y atinada. Pero en eso ya no estamos, estamos en una libertad general o
cuasi general y con el pedido que cada cual se cuide según corresponde, acorde
al conocimiento científico disponible: distancia social, uso de tapaboca y
lavado de manos.
Vamos al punto que quería subrayar y que, realmente me jode: es que la gente quiera justificar su
comportamiento racional, libre, soberano y anti-protección con un falso y
mediocre gesto de empatía. Porque lo hace cuando intenta justificarse de hacer
lo que dice que no hay que hacer. Cómo para justificar su comportamiento. Esto me
molesta un poco. Porque allí suelen mentir, lo que siempre es un poco peor para
uno. En esos casos, el principio debería ser simple: que cada cual haga lo que les salga, lo que
crean mejor, lo que necesitan hacer. Compórtense como quieran, hagan la vida
que desean. Cada cual sabe sus límites. (estoy excluyendo a los que no tienen
opción de hacer otra cosa, por obligaciones, obviamente). Pero los que tienen
opción y optan por hacer lo que iría en contra de las supuestas medidas
sanitarias, simplemente porque no se sienten tocados por ellas, esas personas hagan,
literalmente lo que les salga, pero, por favor, asuman su decisión y nunca
jamás, lo cambien con discursitos sin valor. Tal vez así, seamos capaces de
seguir construyendo una sociedad más sincera y que nos permita ver con más
claridad cómo nos comportamos y, porque, ciertas cosas, sólo son utopías.
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