sábado, abril 30, 2011

Basta Ya, como un homenaje


"La sociedad está a tal punto golpeada por la injusticia y el dolor; su espíritu ha sido corroído tan a menudo por la impunidad, que se vuelve casi imposible la transmisión de valores a las nuevas generaciones".



Ernesto Sábato (1911-2011).


Las palabras enunciadas por el escritor en el 2002 están cada vez más vigentes. Por ello, sigue siendo la hora de decir Basta ya!
Basta de derechos humanos vejados, de corrupción enquistada, de negación de lo importante, basta ya de violencia, basta ya de nepotismos varios, basta de justicia dependiente, basta ya de legisladores que no legislan, basta ya de tantas cosas que nos asquean (que cada uno agregue su lista de basta0. Basta ya, en definitiva, de impedir que construyamos una sociedad más justa, mas equitativa, más inclusiva. 

Que escuchen nuestro basta ya dicho los que deben escucharlo: todos los partidos políticos, todos los ciudadanos que detentan un poder, todos los políticos de cualquier ideología que gobiernan o participan del gobierno o quieren gobernar. 
Basta ya, como un pedido, como una exigencia; basta ya de ....tanto dolor.....de tanta injusticia....de tanta impunidad.
Es hora de "recuperar cuanto de humanidad  que hayamos perdido"....Ernesto Sábato dixit.

Hacernos mejor

Leo en un libro de de Katherine Pancol[1]: “Hay gente cuya mirada nos hace mejorar. Son escasos, pero cuando los encontramos, no hay que dejarlos pasar”. Hay en este texto tres afirmaciones que, lo marquemos, no son un bloque compacto; Tres afirmaciones que nos muestran, a su vez, una realidad, una posibilidad, un deseo. Es decir, lo digamos por más que sea obvio para algunas personas, parece una única afirmación pero son tres y por ser diferentes no son, necesariamente, verdades para todos ni son una suerte de razonamiento inevitable en su conjunto.
La realidad, resumiendo, es lo que dice la primera afirmación: “hay gente cuya mirada nos hace mejorar”. Si, sin dudas, eso lo sabemos y, seguramente, lo hemos vivido. La mirada del otro es una cuestión esencial para el existir humano. La mirada del otro es fundacional siempre. Una mirada es una síntesis de un conjunto de cosas que nos permite el sentirnos parte de algo. En esto radica esta idea de realidad que planteo. Personas que nos miran y al hacernos, nos reconocen, nos bañan de cariño, de ternura, nos irradian confianza y nos devuelven la posibilidad de ser mejores porque nos hacen sentir mejores. Todos y todas experimentamos, muchas veces, el placer que nos produce encontrar a ciertas personas, cuando las vemos, nuestro rostro se ilumina, ese hecho que aparece desde que tenemos conciencia es algo que no debemos olvidar, ni tampoco olvidar que muchas veces nosotros somos también esa mirada que hace mejor a los demás. (Si, existen las otras, pero hoy permítanme descartarlas de este razonamiento).
La segunda afirmación es una posibilidad: “son escasos, pero cuando los encontramos”. En realidad por un lado no importa que sean escasos, importa que sean los necesarios. A veces, quizás necesitamos solamente una persona que nos mire para hacernos mejorar y, señalemos, que esa mejora repercutirá, sin dudas, sobre otras personas. También digamos que, es verdad, que “a veces, los encontramos”, pero lo importante no es encontrarlos, sino darnos cuenta que están. Es, quizás, uno de los grandes problemas que produce la baja auto-estima, no ser capaces de ver esas miradas que no necesitamos buscar, ni encontrar, sino simplemente reconocer.
La tercera es un deseo: “no hay que dejarlos pasar”. En realidad no siempre podemos retener las miradas que nos hacen mejores. No siempre tenemos capacidad, fuerza, o lo que fuera para pedir que se queden, para pedir que no dejen de mirarnos, a veces no creemos que debamos pedirlo, a veces nos sacrificamos y dejamos que esas miradas se vayan. Aunque sabemos que hay ciertas miradas que nos acompañan gran parte de nuestra vida, aunque no nos miren más. ¡Nadie puede olvidar ciertas miradas que nos hacen mejores. Esto también es un hecho!
Por ello, creo que es necesario, deseable, esperable y más, dejarnos sorprender por esas miradas que nos hacen mejorar; Nos dejemos disfrutar por esas miradas, es como un imperativo. Pero también lo es, el hacer lo posible para cada vez que miremos a esas personas, que creemos esenciales, vean en nosotros la mirada que los hace mejorar.




[1] (2011). Los ojos amarillos de los cocodrilos. La esfera de los libros. España, p. 238.

jueves, abril 14, 2011

Retiro

Por razones laborales estuve fuere de mi lugar habitual, de mis cosas cotidianas, de los estímulos de mis stresses y mis deseos que me acosan, de la fuente natural de nutre mis sentimientos, mis temores, mis preocupaciones y mis esperanzas. Es decir, estuve en un retiro espiritual, si entendemos como espiritual la dimensión humana de encuentro consigo mismo y el sentido de trascendencia que alberga todo ser humano. En resumen, nada de rezos, pero si mucho aire diferente. Eso es, respirar otro “aire” eso es un buen retiro.
Un retiro es una buena forma de al mismo tiempo alejarse de un cotidiano que nos agita, que nos incomoda, que nos acosa, que nos afecta. Aunque al hacerlo, lo debemos recordar, siempre nos aleja un poco de los que nos alientan, de los que nos sostienen, de los que nos reconfortan, de lo que nos permiten el amor, por ejemplo.
Cuando uno se retira, por la razón que sea, tiene la opción de ver las cosas con otra perspectiva, de renovar las fuerzas que se consumen en la rutina que todos necesitamos, en dejar de lado, aunque sea por un tema circunstancial, las rencillas a las que el vivir nos confronta, de los conflictos que, necesariamente, el ser humano debe aprender a gestionar. Alejarse es, por ello, una forma de cambiar el aire de ese cotidiano.
Pero también, al retirarse, uno tiene la posibilidad de confrontarse con su propia realidad, su propia miseria, con su propia estima, con sus propias posibilidades, con sus propias habilidades, con sus miedos, amores, deseos, ambiciones y una larga lista de opciones posibles. Es allí donde, quizás, aprovechando el cambio de aire, aprenda a respirar.
Creo que los seres humanos desde sus inicios busco “retiros” cada cierto tiempo. Como formas de tomar distancia y, al mismo tiempo, acercarse a uno. Para luego, volver y procurar brindarse.  Obviamente, el retiro no es sólo viaje, sino momentos de encuentro con uno mismo, podemos decir. No se retira el que viaje, sino el que hace el movimiento en el propio laberinto. Luego uno siempre vuelve. Volver a lo cotidiano es imprescindible. Al hacerlo veremos si sólo tomamos un respiro, un poco de aire o logramos aprender a respirar mejor. En esa diferencia radica la esperanza de algo mejor.

miércoles, abril 13, 2011

Urakoze (gracias)

En Rwanda hubo un genocidio. Un genocidio como esos que nos quitan esperanza en la humanidad. Un genocidio que elimino a muchísima gente y que hizo que el país entero formara parte de dos grupos, aún sin pretenderlo; de un lado quienes mataron o conocieron a quienes mataron y, de otro lado, quienes sufrieron las muertes. Un 11 % de la población fue eliminada por ser el otro. La eliminación por el sólo hecho de ser otro; por más que la disfracemos con cuestione sociales, políticas, religiosas, ideológicas o as que fuera. Eliminar al otro. Cuando uno escucha eso algo de la humanidad se desvanece, sin dudas.
Sin embargo, hay otra cara de la moneda que nos devuelve un poco de esa humanidad que la fortifica, que nos hace creer en ella, a pesar que siempre parece condenada a ejecutarse en el término más terrible. Lo confirmé con una mujer de Rwanda que, por razones laborales, discutíamos el tema y que al final de nuestra plática me dijo urakoze, urakoze cyane. Que significa gracias, muchas gracias. En realidad no estaba en juego en la charla compartida el valor profundo de nada, estaba en juego el espíritu humano en la medida que la palabra gracias surge espontáneamente como el recurso que tenemos para ofrecer al otro.  Agradecer es la otra cara de la moneda porque no sólo reconoce al otro en su pluridimensión, sino que además le da un valor de un bien.
Vivir es, quizás, el tener fe que aún somos capaces de hacer el bien por alguien y de recibir el bien de alguien. Para esa operación tan elemental, tan necesaria, sólo una cosa existe para pagar el decir Urakoze, siempre de un modo dulce, siempre de un modo sincero, siempre de un modo de acompañar el corazón. Hacerlo, como diría Borges, tal vez ayude a salvar el mundo.

domingo, abril 10, 2011

Primer boceto para el Amor

Todos amamos. Yo amo, tú amas, él ama. Lo hacemos, aún sin llegar a definir que es el amor muchas veces. Disfrazamos la definición agregando acciones particulares, versos propios o prestados, intenciones explicitas y otras, experiencias personalísimas, comparaciones odiosas, raptos de enamoramiento y lo dejamos fluir en la cotidianidad, en el sexo, en la compañía, en el ideal, etc. Todo eso lo hacemos para procurar decir lo que “aquí y ahora” es el amor. Nosotros lo hacemos y lo hacen los teóricos.

Entre las teorías propuestas para hablar del amor hay una que, con simplicidad, nos da buenas pistas sobre el asunto. Me refiero a la establecida, a partir de sus estudios, por el psicólogo estadounidense Robert Sternberg: la teoría triangular del amor. La misma dice que en los distintos de amor se pueden encontrar, en diferente cantidad y presencia, tres elementos que forman las aristas del triángulo. Ellas son: intimidad, compromiso y pasión.
Estas tres experiencias que nos tocan vivir pueden sintetizar el mejor amor que sentimos. Pero, bien vale recordar que esas palabras representan una idea particular en cada uno. Ninguna de ellas se vive de la misma manera y muchas veces, las consecuencias de las mismas producen efectos de los más diversos.
La intimidad siempre la consideré como el constituyente privilegiado del momento. La intimidad tiene que ver con el ofrecer al otro la desnudez de nuestras inevitables imperfecciones. Sólo se es íntimo cuando nuestra cotidiana humanidad se muestra. Con sus constantes e inconstantes bellezas. El compromiso tiene que ver con la compañía que es, curiosamente, lo que permite que la soledad del otro sea posible sin que le pese. Acompañar a alguien no es otra cosa que permitirle que todos sus silencios emerjan, que su libertad sea omnipresente y que, aún sin que las palabras aparezcan, la sensación de ser escuchadas se imponga como una presencia real. Obviamente la noción de compañía tiene que ver, en definitiva, con estar como podemos estar mejor para nosotros y para el otro. El segundo elemento es complejo, pues tiene que ver con la sucesión de elecciones que tomamos donde el otro está presente como una constante que orienta nuestras elecciones, aún cuando eso nos pueda llevar a la equivocación, obviamente. Tener presente al otro es, siempre, una zona de riesgo que es propia del amor en si mismo.
La pasión, nos moviliza, efectivamente. No siempre se muestra, no siempre se expone, pero se basa, sin dudas en la idea plena de adoración. La pasión está representada, sin dudas, por el adorar al otro de una forma que no humilla, ni reduce, sino exalta, eleva.
Somos los únicos jueces del amor que sentimos. Nosotros sabemos, a ciencia cierta, si amamos o no, y también como lo hacemos y, hasta cuanto lo hacemos. Esto es tan verdad como que los efectos del amor que sentimos los mide el otro: el amado, para bien y para mal. A veces, hacemos elecciones, por ejemplo, que por más que reflejen nuestro amor, para nosotros, los demás, quizás, no lo perciban así (elegir algo por amor, no quiere decir, bajo ningún punto de vista que estemos inmunizados al error).
Lo único que puede hacer que la distancia, entre nuestra certeza y la percepción, se reduzca al máximo posible es nuestra capacidad para desarrollar una forma de comunicar más plena con el otro. Eso, sin dudas, es sólo posible, cuando la intimidad, la pasión y el compromiso, fueron –lo son-  experiencias plenas que descubrimos, compartimos y osamos, sobre todo, sentirlas.

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