miércoles, abril 24, 2024

Defender la educación


Hay fechas que son importantes. En ellas se muestra algo. Puede ser que se conmemore, se recuerde, se subraye, se sensibilice, se indique. Pero las cosas importantes, trascedentes, necesarias no son cosas de un día, sino de trayectos, de historias y, sobre todo, de compromisos. Es obvio, lo que estoy diciendo, pero, no por obvio, deja de ser necesario decirlo con intensidad y claridad. Las causas importantes se las manifiesta un día tal vez, pero se la debe defender todos los días. Sin eso, estamos tomando el camino fácil el cual, siempre es el del no compromiso. Como la sabiduría popular resume: a Dios rogando, pero con el mazo dando. O sea, no es una opción u la otra, porque hay tiempos donde hace falta mostrar con claridad la posición. Sin dudas, pero al mostrarla, nuestro compromiso crece. Esto significa que debe incluir mucho más que una manifestación, sin que esa forma de expresión sea discutida, sino impulsada. Decir públicamente es siempre una necesidad. Pero, además, debe incluir el proceso complejo de revisar que lo que decimos en la marcha lo estamos cumpliendo, exigiendo y evaluando con las certezas necesarias, el criticismo reivindicado y el trabajo comprometido. Lo que también implica diferenciar entre la militancia fundamental para procurar derechos y lo necesario y el compromiso profesional con la causa que se defiende. Básicamente lo que para mi generación lo cantamos con esa famosa canción de Vox Dei “Libros Sapienciales”, la cual nos decía:

Porque habrá siempre

Tiempo de plantar y de cosechar

Tiempo de hablar, también de callar

Hay tiempo para guerra y tiempo de paz

Tiempo para el tiempo y un rato mas

Defender la educación siempre. Eso no se discute. Manifestarse cuando sea necesario y se lo considere justo. Pero, luego, en el día a día, defenderla en la acción, en el uso ferviente del pensamiento crítico, en el análisis de lo que la perjudicó ayer, hoy y mañana, en ver las responsabilidades que la caben a cada uno, en quienes la perjudican con la corrupción, la mala gestión y los abusos, quienes la han debilitado para que lleguemos a la necesidad de una manifestación como último recurso. 

En definiva, ser consistentes con lo que la educación de calidad debe realizar siempre: ver el cuadro completo, hacer un diagnóstico que no sea sólo emocional y pensar en soluciones no sólo para la contingencia, sino para corregir los rumbos equivocados o los defectos que dañaron el tejido y generan vicios. Defender la educación exige mucho, muchísimo más que lo simbólico –que jamás negaré que es importante- exige la decisión comprometida con la causa, la que se ve no sólo en un instante, sino en el aquí y ahora permanente. Porque la educación es un trayecto siempre y no el puerto.

 

Francisco J. J. Viola

Docente Universitario, con toda la convicción

24/4/2024

viernes, abril 19, 2024

La mentira

 En las redes sociales que procuran emparejar personas y, sobre todo, aunque no lo digan, ganar


dinero con la tentativa, es común que las mujeres digan en sus descripciones “no me gusta la mentira”. Es algo bastante obvio, podemos afirmar, ya que hasta los mentirosos lo dicen. Lo raro –tal vez, hasta atractivos para algunos- sería que digan “me fascina la mentira”. Una verdad incómoda que ni los mentirosos crónicos aceptarían. Pero lo dicen con ahínco, como si ese “no me gusta la mentira”, fuera una declaración contundente y una posición moralmente superior.  Para mí, y eso sólo es mi opinión, es una muestra de una rara debilidad, acompañada de una gran mentira, curiosamente. ¿Por qué?, porque si bien parece una enorme, lo repitamos, declaración de principios, no habla de las pequeñas mentiras por cortesías que la gente suele usar, las famosas mentiras menores, blandas o necesarias para lo cotidiano.

Sumado a un error constante que tiene mucha de la gente que dice “no me gusta la mentira”, a veces, se aprovecha de su supuesta superioridad moral para decir lo que piensa, aludiendo a que son sinceros y directos. Pero, se olvidan de otra obviedad: lo que uno piensa puede estar lejos de ser verdad, porque por lo general damos opiniones sobre las cosas. No por nada proliferan las fake news por todos lados. Información completamente mentirosa que las personas toman como verdad y la distribuyen sin tomarse el trabajo de confirmar, antes de enviarlas, si esa información es realmente veraz. Es un hábito excelente que lo deberían hacer, sobre todo, las personas que no le gusta las mentiras.

Pero en realidad se entiende la idea general de “no me gusta la mentira” porque parece que es lo peor que se puede hacer en una relación. Está claro que es algo espantoso que te enteres que el supuesto amor de tu vida que, valga decirlo, recién lo conoces, tiene otra familia, por ejemplo, que nunca mencionó en sus charlas agradables y románticas. Ahora bien, aun aceptando que hay mentiras grosas que son intolerables, creo que no es lo peor que hay en una relación porque es muy ambiguo. Lo es porque lo que se suele llamar como mentiras no siempre lo son. Efectivamente, en ocasiones son exageraciones, errores de razonamiento, intentos equivocados de proteger a la otra persona, miedo a las reacciones, un poco de desidia, mala información, pésimas experiencias, entre otras cosas, que hace que uno, aun sin pretender mentir, diga tonteras y hasta medias verdades.


Personalmente, insisto dejando de lado la verdadera mentira que es cuando sé que estoy diciendo algo que quiere confundir al otro para aprovecharme de la situación, lo peor que puede haber en una relación de pareja es la lástima. Personalmente ese el gran delito de una relación. Cuando hacemos algo por lástima estamos siendo crueles al despreciar al otro. Hacemos algo por lástima es dudar plenamente de la capacidad de la otra persona. Subestimar su resiliencia y creernos superiores. La lástima rebaja al otro, confiriéndole una fragilidad insuperable. La lástima, el actuar por lástima es despreciar que el otro tiene un universo y reducirlo a migajas.

Cada cual puede elegir lo que considere peor en una relación. No puedo, ni debería meterme en esa opción, pero, por otro lado, si puedo asegurar que lo que ensalza a una relación, actual, futura, real o potencial es la capacidad que pueda desarrollar de comunicar directamente. Simplificando, quieres una relación fíjate cuan bien puedes comunicar desde tu realidad, con tus verdades, tus pequeñas mentiras, tus miedos y tus deseos. Así, comienza el camino del encuentro y la posibilidad de alguna felicidad.

martes, abril 09, 2024

La libertad


El ser humano es un animal político, decía Aristóteles. Esto va en contra de los que se quieren

presentar como a-políticos, cuando lo que pretenden decir es a-partidario. Pero, aun a pesar mío, somos seres políticos. El significado de esto es simple. Somos seres políticos porque vivimos en una sociedad que se organiza de manea política y todos y cada uno, participamos, en mayor o menor medida, en la búsqueda del bien común: la felicidad de los ciudadanos. Hasta allí compartimos la idea, pero resulta que la idea de felicidad y de bien común varían según quien la piense. Si está a cargo de un estado su forma de ver el mundo se traslada a posiciones discursivas, a un plan de acción concreto y a un camino que considera ideal para llegar a los objetivos que se propone. Es allí, donde entra en valor otro elemento previo al ser político, la inevitable diversidad del ser humano, como también, para mí, la belleza y la dignidad que tenemos en nuestra esencia. Sobre ella debemos pensar las acciones políticas, creo y lo sostengo.

Ahora bien, puede llegar a haber un consenso que la noción de felicidad y de bien común están asociadas de algún modo con la idea de libertad. Sin embargo, tampoco eso está tan claro para todos y menos si pensamos en consensos. Pero, aún en estas diferencias, podemos coincidir que luchar por la libertad es algo elogiable, deseable y hasta muy aceptable.

Ahora bien, la lucha por la libertad, tal vez, sea, también, una lucha con muchas paradojas, pero, valga decirlo claramente, también con varias certezas. Cada cual podrá poner las que quiera o crea necesarias, pero es imprescindible entender que siempre tiene como norte la dignidad humana. La libertad como premisa y la dignidad como norte y camino.

Dentro de esa libertad uno puede decidir y decir cosas. En esta ocasión y, motivado claramente por varias declaraciones públicas, debo decir que si puedo imaginar que la libertad incluye, siempre, cualquier opinión, aún la que sea o me parezca más descabellada, también las ideas que creo que van contra mis principios más sagrados igualmente deben esta; además, creo que también están permitidas las que opinen contra los derechos que, personalmente, creo inalienables. Si, creo que todo se podría decir, si hay libertad. Eso no estaría mal si, al mismo tiempo y de forma activa la sociedad y quienes están a cargo hacen un esfuerzo mil veces superior para que se favorezcan los derechos de los que no pueden, ocasionalmente, defenderse. Que cada cual diga lo que quiera, mientras exista una protección efectiva y eficaz contra la vulnerabilidad de la dignidad humana en cualquiera de sus posibilidades. Que nunca exista la censura para decir, pero que hacerlo no incluya la impunidad oral. Cuando se dice algo que la ley prohíbe, o que el saber rechace (fake news, como ejemplo) o que genere acciones negativas (discursos que generen odio o discriminación, por mencionar temas urgentes), que nadie sea impune, independiente de sus atributos. La libertad no debe estar condicionada por casi nada. El “casi” para mi es dignidad humana.


Definitivamente, sin dignidad como tema ineludible, no hay libertad como idea, como propuesta, como mensaje, como política. Tal vez, se trata de eso, en definitiva, el único mensaje que deberíamos tener: ¡Viva la dignidad humana, carajo! Porque con ello, todo el resto surgirá como consecuencia inevitable.

Sentir y pensar

 Pensar y sentir no son opuestos, por más que nos enseñaron que así es. Estoy convencido que son las partes posibles de nuestra humanidad. No son una contradicción, sino nuestro universo posible.

El pensamiento más fino y personal nace de un sentimiento concreto y el sentimiento más intenso sabe que debe pensar para que el sentimiento no sea sólo burbujas de jabón. Si dejas de pensar, no sientes y si sientes no dejas de pensar.

No somos delirantes, pasionales o fríos y cerebrales. Somos seres imperfectos que hilvanamos pensamientos como podemos, le ponemos nombre a sentimientos que vamos percibiendo en nosotros y procuramos decirlo del modo que sea, para que quien deseamos lo entienda, lo acepte y lo devuelva como pueda.

Pensamos porque es la forma que tenemos de canalizar miedos, preguntas, convicciones, inquietudes, sensaciones, certezas, deseos, tal vez, súplicas y eso, será sentido como uno quiere, para así conseguir que podamos construir espacios de intimidad, donde sabemos que el sentimiento, aún aquel que puede ser peligroso, delirante, incoherente, no contestado, no respondido, reciproco, constante, circunstancial y todo eso y más, se encontrará razonablemente protegido.

 

Francisco Viola (Elucubraciones nómadas – Inédito)

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