viernes, enero 29, 2021

Fantasías sexuales


Imaginarse escenas de contenido sexual es, sin dudas, una forma de asumir que lo sexual tiene una parte lúdica que nos permite expresarnos, relajarnos, disfrutar y deleitarnos con la idea de los placeres que podemos vivir. El erotismo está a la base de ello.

A nivel de pareja las fantasías sexuales pueden ser una forma maravillosa de descubrir senderos del placer y de confirmar las bases angulares para la comunicación. Pero, recordando que esto no es un camino sin obstáculos. Efectivamente, siempre debemos comprender que la comunicación entre dos personas, aun cuando es fluida, es un proceso de crecimiento y que debe recibir un cuidado constante para evitar que se pueda estancar, dañar o volverse un déficit. Porque las parejas más sólidas y que llegan mejor al bienestar son las que se asientan sobre una comunicación adecuada. También sobre el uso del humor, pero esto lo dejemos para otras columnas, por ahora.

Volviendo sobre el tema de las fantasías podemos reconocer que hay tres partes. Cada una de ellas válidas en sí misma y, por lo tanto, no necesitan, necesariamente, del paso siguiente para poder ser una manifestación o una oportunidad clara para el placer. Sin dudas que es bueno poder, en algunos casos, hacer los tres pasos. Los veamos: 

El primer paso es permitirse imaginar. El dejar que la mente acepte que ciertas imágenes sexuales nos tengan como protagonistas. Todo lo que podemos imaginar debe ser estimulado en la medida que esa imaginación nos deleita. Esto tiene que ver con la alfabetización erótica que deberíamos procurar.

El segundo paso es permitirse el decirlas. Dejar que nuestras palabras verbalicen a nuestra pareja lo que nuestra imaginación ha escenificado. Aclaración importante, no todo se dice, aunque todo se pueda decir. Esto tiene que ver con la comunicación erótica que también es una habilidad que puede ayudarnos dentro del crecimiento de nuestra intimidad, como espacio de construcción personal.

El tercer paso es ejecutar lo que logramos decir. Llevar a la práctica esa imagen que construimos. La aclaración es fundamental. No todo lo que imaginamos se lo debe llevar a la práctica. Esto tiene que ver con la inteligencia erótica. El decidir qué hacer debería depender, sobre todo, de la protección, insisto, tanto corporal, como mental, como relacional.

Estos tres pasos no son pasos de superación. Es decir, no es que una vez hecho esto o aquello no podemos volver atrás. Siempre se puede. Lo esencial es comprender que el límite no está en lo que hicimos sino en lo que vamos sintiendo y como nos vamos sintiendo. Por ello siempre es difícil para los demás comprender que la vida sexual es una decisión personal que se debe construir cada momento con el otro/a y de la que cada uno es el único director.

Nunca olvidemos que el límite de nuestra fantasía debe ser lo que produce daño. O sea, lo que nos quite la posibilidad de acceder a la felicidad. Nunca debemos continuar con aquello que afecte nuestra identidad. Eso no quiere decir que no podemos intentar cosas que imaginamos. Siempre podemos intentar, pero no estamos obligados a hacerlo y al hacerlo siempre tenemos el derecho de decir basta.

La alfabetización, la comunicación y la inteligencia erótica son elementos que podemos desarrollar y que pueden contribuir positivamente a una vida sexual saludable, placentera y positiva que repercutirá sobre todo el resto, sin dudas. Las fantasías sexuales es uno de los recursos que podemos utilizar. Sí, creo, que es en la fantasía donde esa idea de consentimiento alcanza una nueva dimensión, dado que habla de la posibilidad de la comunicación, del encuentro, de la búsqueda, del conocimiento. Bienvenidas, entonces, las fantasías sexuales que imaginemos. Ojalá que ellas las podamos decir a alguien que alimente lo lúdico, alguien con quien las podamos compartir con confianza y, finalmente, será maravilloso que alguna de ellas podamos concretarlas para hacer que el placer sea el fruto natural que surge de nuestros sentidos.

sábado, enero 23, 2021

Un “abc” para la salud sexual

La salud sexual fue definida por primera en 1974 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde esa fecha hasta el momento la definición no se ha modificado mucho, pero si se ha desarrollado el interés por promoverla a través de acciones directas e indirectas, al ser incluida no sólo dentro de las propuestas sanitarias, sino dentro de la política de los Derechos Humanos en salud. La OMS la definió, en esos momentos, como “un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”.

Ahora bien, como una pequeña propuesta, sugiero un “abc” para una mejor salud sexual. Un simple ejercicio para plantear tres cuestiones que facilitarían, por definición, un mejor bienestar para las personas. Pues bien, veamos:

A – Auto conocimiento: básicamente implica aprender más sobre nosotros mismos, independiente de cuanto creemos saber. Partamos de la base que como seres humanos somos una entidad bio-psico-social. Tenemos un cuerpo, una forma de pensar (sintetizando el conjunto de nuestras facultades mentales) y un grupo humano con el que nos relacionamos (lo social y cultural que nos potencia y condiciona). Recordemos, en este punto, que la sexualidad como manifestación humana abarca la totalidad de las personas. Eso incluye, obviamente lo genital y el sexo, pero es mucho más amplio. Teniendo en cuenta estos elementos comprenderemos que el autoconocimiento implica un conocimiento real sobre nosotros mismos, sobre cómo funciona nuestro ser en esas tres dimensiones. Sobre lo corporal, podría parecer obvio, pero aún se puede constatar una gran ignorancia, no sólo por errores dentro de la educación en general y de la sexual en particular, sino también porque las personas no siempre se animan a preguntar lo que ignoran sobre su propio cuerpo. Eso genera que existan falacias, errores graves y ciertos estereotipos sexuales que perjudican el conocimiento. Pero, como dijimos, el ser humano no es sólo lo corporal, comprender nuestras facultades mentales que incluye, entre otras cosas, como nos comunicamos, como somos capaces de expresar nuestras emociones, como gestionamos los conflictos, como hacemos frente al rechazo, como sostenemos y promovemos nuestra auto-estima. Sobre esto también debemos aplicar el autoconocimiento. Saber cuáles son nuestros límites hoy, puesto que siempre podemos descubrir nuevas experiencias e intentar vivirlas. El autoconocimiento es una piedra angular para la salud sexual. Básicamente podríamos decir: si no sabe, pregunte al personal de salud capacitado, como norma.

B – Búsqueda del placer: parece simple y obvio. Pero, recordemos lo ya dicho: la sexualidad es mucho más que el sexo, aunque, insisto, lo incluye obviamente. La búsqueda del placer implica una concepción del mismo. Es decir, buscamos lo que consideramos que nos puede gratificar porque nos conocemos o porque nos permitimos explorar nuevos terrenos. Pero el placer, en primer lugar, no es una obligación, sino un derecho. La mejor vía para llegar a él es la tranquilidad, no confundir con el ritmo que es tema de otro día. El placer, simplificando, es una sensación positiva, agradable que nos genera el gozo por satisfacer un deseo. El placer es un derecho que tenemos las personas, a pesar que siempre hay personas que procuran evitarlo. Conlleva, en su modo positivo, la creación de momentos de deleite que nos energizan positivamente. El placer es consecuencia de desear algo, poder conseguirlo y vivenciarlo. Es, por lo tanto, un acto dinámico, activo y personal que se puede compartir y, esto, lo retroalimenta generando un grado mayor de satisfacción. La búsqueda de esos momentos está asociada directamente con la salud sexual, obviamente.

C – Consentimiento: esta noción es, para mí, el corazón mismo de la sexualidad. El consentimiento que tiene que ver con la emancipación del individuo y con la protección de la autonomía es un concepto esencial para la salud sexual. Obviamente, es importante como concepto jurídico, pero quiero resaltar otros elementos en este concepto que es la piedra angular para las personas. Consentir conlleva la noción de derechos. Tengo derechos y por eso puedo decir sí o decir no. El decir es dinámico. No es una fotografía, es una película. Por ello, siempre podemos rectificar. Otros elementos que se necesita desarrollar para esta capacidad es la de ser asertivos en la comunicación, lo que se sostiene con una auto estima positiva y con la capacidad de gestionar los conflictos. El consentimiento es más que decir sí o decir no, es la manifestación propositiva y activa del deseo de vivir un momento. En la evaluación humana es la garantía del camino a la no violencia, una de las utopías que debemos buscar sin vacilar.

Este ABC, insisto, es un ejercicio. Pero debemos comprender que nuestra salud sexual se merece un diccionario completo, donde cada uno, vaya ordenando, seleccionando, valorando las palabras que va descubriendo y comprobando que le permiten el mejor bienestar que uno puede alcanzar. Así que animarse a hacer ese diccionario. Seguramente, el resultado será excelente para cada uno.

lunes, enero 18, 2021

Sobre el deseo

La palabra deseo nos evoca una paleta de sensaciones que las consideramos positivas. Lo entendemos como un motor que nos lleva a conseguir algo. No por nada la idea genérica que se asocia es energía. Ahora bien, valga decirlo, el deseo incluye el hacer algo, pero el deseo no es la acción, sino ese conjunto biológico, cognitivo y emocional que nos empuja a intentar convertirlo en realidad, muchas veces. El deseo, por lo tanto, se genera y se vive a nivel de la persona. En esta complejidad podemos encontrar dos propiedades inherentes a este: que existe una fluctuación de frecuencia e intensidad y que la capacidad de desear puede parecer desconcertante, al motivar tanto y de forma tan diverso. O sea, debemos tener en cuenta que al ser una condición que se genera en las personas es lógico que el deseo oscile durante la vida, también en relación a la calidad de las relaciones que tengamos o los momentos que estamos en esas relaciones y, también, en función del apego a las reglas que consideramos que deben regir nuestro comportamiento. En segundo lugar, comprendamos que el deseo se puede potenciar positivamente a partir del desarrollo de nuestras diferentes inteligencias.

Ahora bien, si lo dicho vale para la expresión deseo como general, calza mejor si nos referimos al deseo sexual. Esa fuerza motora toma no sólo otra dimensión, sino también un sentido particular y define una de las aristas importantes de la vida sexual de las personas. Su presencia potencia lo que podemos vivir, su ausencia entorpece la dinámica de la intimidad, del encuentro, de la disponibilidad. Sabemos que hay parejas que pueden convivir sin deseo durante mucho tiempo, sin que los afecte demasiado, según podría apreciarse. Es como que pactaron su relación bajo otras aristas. Pero, me quiero referir a las parejas en las cuales el deseo tuvo un rol importante en la vivencia de la intimidad de la pareja o, creen que debe tenerlo porque comprenden que la vida sexual en la intimidad es un derecho que se debe buscar. Cuando una pareja ha sentido el lujo del deseo compartido, vivenciado y experimentado, es muy difícil que ante su ausencia no exista un deterioro creciente de la relación. Si esto parece un poco apocalíptico valga decir que el deseo sexual se puede estimular y generar nuevamente en una pareja, o sea hay solución para el problema. Pero para eso, hay que diagnostica el problema y, a partir de ello, proponer soluciones.

Pero primero recordemos que es deseo sexual. Según uno de los estudiosos del tema, Stephen Levine “el deseo sexual es la energía psicobiológica que precede y acompaña a la excitación y tiende a producir un comportamiento sexual”. Insistimos en esta noción de energía no de acción. Veamos un poco más en detalle los componentes de esta “energía”. De un lado está lo biológico, de otro lado lo cognitivo y en tercer lugar lo emocional. Los tres elementos, obviamente condicionados por nuestra noción cultural sobre el deseo, sobre cómo aprendimos y desarrollamos nuestra capacidad de relacionarnos. Entonces para pensar los problemas de deseo no podemos simplificar, ya que pueden existir problemas relacionados con lo biológico (desde patologías hasta efectos colaterales de ciertos medicamentos, por ejemplo), cognitivos (relacionados con las ideas que tenemos sobre lo que debe generar deseo o sobre quien podemos tener deseo, entre otras posibilidades) y problemas emocionales (por causas individuales, de pareja, o externas a la pareja). En la actualidad los problemas de falta de deseo han crecido mucho. Insisto, los problemas se diagnostican y, luego a partir de ello se pueden tratar.

La vida sexual saludable es importante para las personas, o debería serlo. Debería nacer siempre de la decisión personal y consentida y construirse desde el autoconocimiento y el desarrollo de la asertividad. Potenciar el deseo, ver los problemas y resolverlo, necesariamente va a redundar en beneficios para uno y para los demás. En definitiva, el deseo, sólo es humano y sólo los humanos podemos hacer que la humanidad sea aún mejor, si, permítanme la redundancia, lo deseamos realmente.

miércoles, enero 06, 2021

Reyes Magos


Los seis de enero se celebra la fiesta de los reyes magos. Es una fiesta propia de los países iberoamericanos, creo. Lo cierto que es una de esas fiestas que retienen, como pocas, a la infancia. Son días para celebrar que existen niños cerca y que, estupendamente, podemos sentirnos niños por un momento. Como si nos pudiéramos tomar licencia sin sentir, por ello, que abandonamos la cordura, ni la responsabilidad. Permitirnos el lujo de sonreír ingenuamente, de jugar con ansías de divertirnos, de imaginar mundos felices. En definitiva, de ofrecernos una pequeña alegría; de regocijarnos con un regalo mínimo, tal vez, pero que tenga toda la ilusión de esa niñez, en algunos casos, ya lejana.

No importa ni la convicción en una religión, es más pocos la asocian algunos a algún ritual litúrgico. Uno se imagina tres reyes magos que llegan para dejar sus regalos. Pocas rimas infantiles jugaron tan fuerte en la memoria de tantos como “Melchor, Gaspar y el Negro Baltasar” (con la ingenuidad que abre los brazos y el cariño de una época en que el racismo no era percibido, obviamente). Pero lo cierto, es que en esa rima la diversidad se impone como una marca; como una necesidad, como parte de la magia. Porque hay algo de magia en esa relato infantil. Esa  que recreamos en este mundo porque la necesitamos para sentirnos un poco niños/as. Para respirar un poco.
Si, la fiesta de reyes es una idea que no resume una realidad, sino crea y recrea una ilusión. La de creer que ser niños significa ser un poco más abiertos a las cosas simples, a la alegría espontánea, a los juegos donde todos nos divertimos, sean de cualquier tipo-, donde el accidente es una cosa fortuita y una buena anécdota para el futuro, donde el vecino, sea de donde fuera, importa para saludarlo, donde el dinero no es lo más importante que nos mantiene vivos y felices, donde los colores obedecen casi nada a la moda y mucho a la imaginación, donde las nubes no son otra cosa que imágenes utópicas que las tomamos en serio para permitirnos el asombro.

¡Si!, ¡Que vengan los reyes magos a visitarnos y que toquen nuestra puerta! Quizás, por un momento, podamos extender al máximo esa infancia. Quizás al abrir la puerta a esa fantasía creamos que la esencia de la niñez es algo que no se abandona por la edad sino que es algo que resiste en nuestro corazón esperando siempre que nos acordemos que está en nosotros.
Si lo hacemos, aunque sea un par de veces por año (la otra es el día del niño) quizás podamos ser, el resto del tiempo, 
un poco más esos adultos que soñábamos cuando eramos niños: felices, comprometidos, justos, amigables, sonrientes, trabajadores y capaces de hacer del mundo un lugar donde podemos vivir felices todos.

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