lunes, septiembre 28, 2020

Expresiones humanas vitales

 Los seres humanos somos seres que usamos las palabras, generalmente. Con buen tino o no, pero lo hacemos. Procuramos encontrar la forma de canalizar con palabras emociones, vivencias, sentimientos, deseos, esperanzas, preocupaciones, anhelos, sueños, dificultades, cerezas y todo lo que podemos.

A veces, uno tiene el uso justo y dedicado para que las palabras se ordenen y digan lo que uno quiere. Pero no hablo de ello, hablo de esas palabras que condensan la esencia de la humanidad. Son, generalmente, expresiones que, al inicio, pertenecen a un grupo humano determinado: sea por pertenencia lingüística (“saudades” maravillosa del portugués”), sea por una síntesis de una forma increíblemente necesaria, saludable y deseada de enfrentar situaciones (“Hoʻoponopono” vital del hawaiano) o, por ejemplo, una expresión de deseo para el otro (el ¡Jatima tova!, una síntesis grandiosa del hebreo). Claramente pertenecen a un grupo determinado pero que son universales, o deberían serlo, aunque uno las conozca, porque alguna vez la vivimos, la sentimos y, espero que la vivamos.

En una palabra, o dos, va implícito un universo. De eso se trata. Eso es lo que debemos comprender. Quizás, si nos afanamos en trasmitir eso, tal vez, estemos haciendo pasos hacia el futuro que la humanidad desea: que la alteridad, inevitable, sea lo más deseable que exista para hacer de la humanidad lo que siempre soñamos, una forma permanente de encuentro con alguien, generando la calidad sensación que lo mejor siempre está disponible para todos y todas.

sábado, septiembre 26, 2020

Clases de zoom descalzo

 El zoom nos limita y nos expone. Así nuestro cuerpo queda limitado a una ventana donde se ve el rostro y se escucha la voz con más clareza. Al mismo tiempo, esa cámara sólo capta un poco de nuestro cuerpo. Pues si así lo sabemos, lo que importa es tu rostro, tal vez tu peinado y lo que lleves puesto en el torso. El resto no se ve. La pregunta cae de cajón, aunque no sea nada trascendente su respuesta: ¿está bien estar descalzo mientras uno da clases de zoom? (el descalzo valga para todo lo que no vea, valga la aclaración).

Esta tontera, debería saber que implica varias cosas. La primera, no es una pregunta objetiva sobre si la remera es roja o blanca. Estoy preguntando una opinión sobre algo que el que responda podrá darle una argumentación bien construida o no.  Entonces, lo primero a recordar es que una opinión es una observación sobre lo que pensamos de algo. Pero allí se agrega la primera complicación. ¿Cuándo pedimos una opinión, no estamos pidiendo de algún modo una que me digan si está “bien” o “mal”? Es decir, no pedimos sólo una opinión, sino una suerte de regla sobre lo que hacemos o pensamos hacer. Esto que parece verdad de Perogrullo, no siempre se tiene en cuenta, menos cuando, además le agregamos un detalle que pasamos por alta. Muchas veces, nosotros tenemos ya una idea sobre eso, esto implica que deberíamos preguntarnos realmente, si lo que queremos es una opinión o, una confirmación.

Ahora, esta pregunta sobre el zoom, que parece banal, tiene un trasfondo más trascendental: ¿qué lugar ocupa la imagen del otro en nuestro juicio? Más allá de los discursos sobre “ver el alma” o “que lo que importa es lo de adentro” (variantes de una naturaleza humana de carácter real pero invisible directamente), lo cierto que una gran parte de la humanidad, me atrevo a decir, sobre todo los que hacen una apología en redes sociales sobre lo contrario, les interesa mucho la imagen. Con la imagen, no sólo tienen una primera impresión, que sería algo bueno, sino que avanzan a nivel de juicio, casi sentencia. No en esos términos, sino en la acción concreta, como empiezan a buscar pruebas de lo que su “sentencia” ya sabe.

De allí, pienso, ¿no será qué frente a alguien, muchas veces, nos empeñamos en ver el recorte y llenamos los vacíos con nuestras propias limitaciones? ¿Para ello deberíamos pensar cuanta capacidad tenemos de pensar más hipótesis sobre algo, posibles respuestas que sean diferentes a las que se nos ocurren cuando establecemos sentencias? Más simplecito, ¿practicamos la empatía como una actitud o la declamamos sólo como una carencia de los demás?

La tolerancia, parece ser importante, pero debemos recordar que la misma es uno de los primeros peldaños de la alteridad como vivencia y como necesidad imprescindible para la humanidad. No es el fin ser tolerantes. El fin es ser capaz de exaltar la diferencia, la diversidad como una forma incalculable de riqueza: el otro es importante porque es otro y yo, soy el otro también.

Las mil cosas a hacer


 Hay gente muy ocupada. Que realmente tiene muchas obligaciones. Esas personas que son capaces de ordenar un día para que puedan caber todas las actividades que han diagramado. Sin embargo, nunca son mil cosas. Las que dicen esto me llamaron siempre la atención. Esa pequeña obsesión que tienen por aumentar actividades y darle a todo el mismo peso. Así casi es un acto heroico su vida. Como si todo lo que hacen es tan importante que no pueden no hacerlo ya. Y, si tienen un espacio libre de tiempo o lo llenan con cualquier cosa que inmediatamente adquieren el rol de “imprescindible” para la vida. En algunos casos cuando no consiguen hacerlo no hacen nada, pero sólo si se convencen que sólo es un descanso por haber hecho tanto, tantísimo y sabiendo que es algo merecido y al mismo tiempo pequeño, porque ya está la lista de lo que es infinito y a cumplir. Leyendo a Steven Pinker encontré que se le podía poner un nombre a estas personas. Textualmente, el psicólogo americano dice: “ la gente se queja cada vez más de lo ocupadísima que está (“quejas de yuppies”, según la expresión utilizada por un equipo de economistas)”.

De allí, me pregunté porque se vive ese calvario. ¿Porque esas personas sufren el “mil cosas a hacer” que siempre “es la ilusión de las mil cosas”? Pero nunca jamás hay mil cosas en un día. O sea, usan una imagen exagerada que genera una mayor exigencia, no es una imagen benévola para con uno mismo. Lo dicen como una suerte de letanía que deben repetirse y repetir. No para que sean vistas como víctimas, sino para que puedan ser disculpadas porque no se debe exigir mucho a esas personas, porque, como insisten, están todos tan ocupadas y todo con un nivel de importancia que uno no debería ser tan egoísta de distraer “al reloj que hace girar al mundo”.

Pero lo sabemos, no pueden con su genio. Es más, si uno les dice, no se sienten ofendidos, sino dolidos, incomprendidos y, sobre todo, abandonados. Porque uno está para ayudar porque están desbordados. Hasta tal punto que uno procura no pedirle algo porque es como agregarle una tarea más.

Es verdad, no lo dudo, que hay gente muy ocupada y que tiene plazos perentorios. No hablo de esas personas, hablo los que hablan mucho sobre ese tiempo siempre pleno de actividades. En algunos casos, una simple ficción en otros, la consecuencia de hacer algo no muy bueno, creer que todo es ahora o nunca y por lo tanto contener todo lo que surja y un poco más. Pero, lo sabemos por la sabiduría popular: “quien mucho abarca, poco aprieta”.

Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato, para seguir con esos refranes que sintetizan verdades. Pero también cada cual debe aprender cómo hacer que la vida cotidiana, la que se comparte no sea una sucesión de mil cosas a hacer, sino de unos cuantos momentos a compartir, el lugar donde radica la esencia de la felicidad y de lo mejor que tenemos.

lunes, septiembre 14, 2020

La Salud sexual








Salud sexual

 

Más allá de la importancia que tiene todo lo realizado y los servicios esenciales que actualmente se genera en torno a las cuestiones sobre la salud sexual y la salud reproductiva, creo que la salud sexual necesita independizarse de la salud reproductiva tanto a nivel de políticas públicas como de la atención sanitaria, como, también, en enunciados sociales, incluyendo las reivindicaciones públicas y las investigaciones acordes.

No digo nada nuevo cuando señalo que son dos universos diferentes que, si bien se pueden relacionar son dos esferas diferentes, con lógicas, con contenidos, cuestiones abarcativas, propuestas terapéuticas y diagnósticas, entre tantas cosas, diferentes. Para visualizarlo mejor, vemos, por ejemplo, que existen formas de relacionar la salud sexual con la salud vascular, pero nadie duda que son dos espacios sanitarios diferentes y con iniciativas propias y definidas. Pues la salud sexual y la reproductiva es la misma idea: aun cuando se relacionan son diferentes aspectos de la persona.

Desde que la píldora anticonceptiva contribuyo a generar y/o expandir una de las revoluciones sexuales, quedó más evidenciado una de las certezas humanas: que lo sexual es diferente que lo reproductivo, aunque en algunas ocasiones su asociación es obvia. Hoy, 2020, hemos avanzado muchísimo –aunque no de forma homogénea- en la noción de la salud sexual y de sus componentes, de los Derechos sexuales como parte de los Derechos Humanos, en la reivindicación de una vida sexual libre de violencias, en la diversidad sexual como norma de la humanidad y podríamos continuar, porque lo cierto que la salud sexual como hecho concreto tiene identidad, visibilidad y acciones concretas. Por eso, es llamativo que en este 2020 se siga manteniendo la noción de salud sexual asociada a salud reproductiva. Definitivamente es, para mí, un error que debemos corregir porque no es menor y repercute sobre la vida sexual de las personas.

Valga decir lo obvio, es excelente que la salud reproductiva tenga todo lo que necesita a nivel social y sanitario. Que se procure todos los recursos para que ella nunca produzca problemas a nadie y que se resuelvan, día a día, lo que sea necesario. Esto no se discute tampoco. Pero aclarado esto, quiero revindicar que la salud sexual es otra esfera de la humanidad y, hoy, luego de tantos esfuerzos de profesionales, de actores sociales y de personas comprometidas con una visión más amplia en relación a la capacidad de vivir, experimentar, desarrollar y promover la sexualidad es hora que se produzca la separación efectiva de estos espacios.

Por ello defiendo la creación de espacios sanitarios, sociales, políticos y legales que sean sólo de la salud sexual. Las leyes no deben incluir las dos cuestiones juntas, por más que varias veces se puedan asociar como iniciativas compartidas y acciones conjuntas. Particularmente creo que los servicios de atención sanitaria públicos deben tener servicios de salud sexual de un lado y servicios de salud reproductiva de otro lado. Dos espacios definidos y concretos, con todo lo que ello implica. Lo intersectorial es, sin dudas, una necesidad del siglo XXI para construir futuro, pero el futuro es concretar lo que vamos consiguiendo como certezas, como derecho, como realidad.

La salud sexual siempre lo fue, pero ahora más que nunca, la posibilidad cierta que tiene la humanidad de avanzar hacia donde queremos: una vida sin violencia, más plena, más comprometida, más feliz. No es una utopía, es un norte.

 

12/9/2020

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