miércoles, diciembre 26, 2018

Deseos 2019

Puesto a desear es mejor pensar cosas simples y posibles, dirán. Pero las vistamos con los mejores ropajes de utopías que se renuevan y nunca, pero nunca, destiñen o se olvidan. Dicho esto, valgan mis deseos para el 2019. Son mis deseos y se los ofrezco, que cada uno tome de ellos lo que les plazca. No por generosidad, quizás, sino porque estoy seguro que deseos compartidos ya tienen mayores posibilidades de hacerse realidad.
Deseos encuentros, porque la vida es encuentro. Deseo sentimientos, expresados y compartidos, porque así prueban que lo son y no simples protocolos. Deseo comidas elaboradas y ofrecidas, desde un sándwich de queso en la cocina, hasta una paella de larga preparación. La comida podrá variar en lo nutritivo y saludable, pero nunca debería variar en la sutil manera de decirle a alguien que es importante.
Deseo sexo, carnal, pasional, melodioso, intenso, cotidiano, placentero, íntimo, sin horarios, como si nos bajásemos del mundo un instante o una semana. Si eso fuese mucho, deseo que lo ansiemos o lo pensemos como una posibilidad en cada intento.
Deseo “deseo” porque es fuerza motora y además porque tantas veces se enhebra con otros que lo hacen posible y te empujan un poco más y te permite llegar allí donde es necesario.
Deseo libros, esos que leeremos y otros, que todavía nos inviten a ser leídos. De todo tipo o de alguno, por lo menos; pero dado a pensar que, por lo menos, uno sea de poesía, o una poesía al menos leer. Porque no puede haber literatura sin un verso que valga la pena una vida eterna.
Deseo música, para sentirla con la emoción y vibrarla con el cuerpo. Tanto como deseo baile, como forma de acercarme y como forma de elevarme. Que el baile no pare, que el cuerpo invite y grite que la vida tiene esa alegría que nos permitimos y, que a veces, contagie. Baile de todo tipo pero dado a elegir un tango por lo menos, porque ese "abrazo" lo merece largamente. 
Deseo salud, por más que primero la de ellos, los que uno anda amando por sobre todo, un poco también para uno para poder acompañar todavía a quien aún necesita esa compañía. Deseo que si hay enfermedad puede disimularse sin riesgo, sin molestia, sin cambiar el cotidiano.
Deseo trabajo, ese trabajo que te permita el viaje y los pequeños lujos de vivir tranquilo pero también, ese trabajo que te permite ser útil, sentirte bien y ofrecer ese cotidiano que hace que el otro sea un poco más feliz con los detalles compartidos.
Deseo ver teatro, cine, música. porque al hacerlo escucho el maravilloso cantao de sirenas que me dice: vamos, vos podes, vos necesitas el arte. Y por ello, deseo más arte porque hay demasiado para decir y pocas formas más intensas que el arte para hacerlo. Que sea el que pueda y que el talento, aunque sea un amante pasajero, me acompañe cuando decida hacerlo. Que cuando lo pueda hacer alguien sienta que valió la pena a pesar que uno termine repitiendo lo ya dicho por tantos otros.
Deseo que el deporte sólo sea una excusa para divertirse, sentirse bien y encontrarse.
Deseo que la amistad siga siendo la posibilidad de no sentirse solo, nunca y de saber que encontrarse está siempre al alcance de la mano.
Deseos besos, como artesanía, como posibilidad, como realidad, como quimera y como gesto único aunque cotidiano. Valga también como promesa: prometo besar más, porque nunca es "mucho".
Deseo abrazos porque darlos es un lujo y recibirlos es necesario. Deseo que el abrazo sea una de esas formas que tenemos de decir aquí estoy, conta conmigo. Siempre recordando que los abrazos buenos son los que tienen nombre y apellido. No se abraza al azar, se abraza a alguien.
Deseo, nuevamente, educación sexual para todos porque estoy convencido que hacerla bien y completa permitirá dejar para el futuro un mundo mejor que espero que mi hijo pueda disfrutar.
Deseo que haya un poco más de equidad hasta el punto que la pobreza no sea esa herida interior que sufrimos, aunque la ignoremos.
Deseo que mi hijo sea feliz y ser parte de ello. Reirse con un niño ya es un monumento a la vida. Reírse un poco más es un ejercicio de vitalidad. 

Deseo que la vida sea eso que anhelamos, decimos como importante, elogiamos como esencial, aspiramos como algo simple, aunque la escondamos muchas veces, tras las excusas de la complejidad inexistente.
Deseo que la felicidad sea la forma de ver, sentir, estar y soñar en este 2019.

domingo, diciembre 23, 2018

Sobre lo que llamamos navidad




Un buen día te das cuenta que la navidad no es sólo una fiesta religiosa, aunque su contenido lo sea. Es un pequeño oasis en el caos de nuestro mundo. Es la palabra que hemos utilizado para decirnos que vale la pena pensar que el otro es importante siempre. Es tomarnos un espacio en el trajinar cotidiano para decirle a alguien, aún el que no compartimos lo cotidiano, que merece la pena ser feliz. Es un momento que nos podemos tomar para no pensar en el ombligo de uno sino que la vida está llena de pequeños gestos que están en nuestro ADN humano. Que pensar que la solidaridad, el celebrar la vida que existe, el ofrecer un presente (deseado, sentido o circunstancial, da igual) es un lujo para quien lo ofrece y que puede generar esa sonrisa que vale una vida entera: la que nace del corazón o del simplemente sentirse que uno vale, sin tener que hacer un listado, aunque mental, de méritos.


Si, nos merecemos tener 365 días como esos para que nuestra humanidad sea más humana que lo muchas veces demuestra ser. Pero, sin contentarnos con eso, celebremos que aunque sea por un día más que los habituales que “salvan a la humanidad” todos los días, la humanidad se acuerda que el otro siempre nos dará sentido. 
Así que feliz “navidad” que a algunos les recuerda una fe y a la mayoría sólo nos recuerda que celebrar, disfrutar, sentir, encontrarse, regalar, emocionarse, reír y compartir es una de las formas más reales que tenemos de crear porvenir, mucho mejor que el que tenemos.

miércoles, diciembre 19, 2018

El mundo gira



El mundo gira con nosotros o sin nosotros. La inevitabilidad humana es que todos somos prescindibles, innecesarios para la humanidad. Nadie, absolutamente nadie de toda la humanidad es vital para que esta exista. Mi ausencia será una ausencia más de los tantos millones de personas que ya están ausentes desde que existimos como especie. Aunque parezca insensible es una descripción manifiesta de la realidad humana.
El mundo continuo girando aunque se murieron las personas más trascendentes que uno puede imaginar. Sean estos científicos, santos, escritores, artistas, creadores, emperadores, reyes, mesías y lo que se les ocurra poner en la lista. Aun cuando Caín mató a Abel, el mundo siguió girando. Por eso ese hecho no tiene ninguna importancia para que el mundo gire, el tiempo siga su curso y todo lo que ello implica.
Si, así es. Pero también existe otra ‘verdad’. El ser humano existe porque hay otro. Este principio básico es, tal vez, el punto más fundamental donde la humanidad toma valor en lo cotidiano y no en ese macro incontestable. Es decir que para este ser humano (tú, yo y el del frente), lo que sigue siendo vital, esencial, contundente fue, es y será ese instante de eternidad donde uno se encuentra con el otro. Ese lapso brevísimo donde la presencia se hace infinita y, que produce, en consecuencia, que la ausencia pueda tomar el peso del vacío.
La vida de la humanidad no es la vida del ser humano. La vida del ser humano es ese camino donde somos capaces de recrear la humanidad entera en nuestro cotidiano. Donde podemos desafiar la eternidad y el infinito en el minúsculo gesto del encuentro. Donde podemos, sin más, percibir como real que el mundo deja de girar por esa alegría o aquella tristeza.

En esa inevitable capacidad de síntesis de la humanidad que existe, cual código genético, en todo ser humano es donde se depositan, tal vez, la esperanza de lo que aún nos falta mejorar para que el mundo siga girando pero que quienes están dentro “giren” mejor, cada día, en cada lugar, en cada encuentro.

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