martes, diciembre 31, 2019

Nuevo año




Hoy es martes, mañana es miércoles. Hoy es 2019 y mañana es 2020. No cambia mucho. Es una soberana tontería creer que las cosas cambian por eso. Sin embargo, es tan fácil sumergirse en la magia de pensar que todo puede ser mejor. Es fácil caer en la tentación que una cuenta regresiva de 10 segundos nos abre la puerta para lo diferente, para lo renovado, para lo deseado. Si, definitivamente es muy tonto, bastante ingenuo y, casi sin fundamentos. Pero lo cierto que sobre eso edificamos futuro. Porque uno no hace otra cosa que renovar con lo que tenemos, con lo ansiamos, con lo que procuramos. Hacemos un intento de enmendar nuestras falencias y de creer que podemos avanzar mejor y disfrutar lo que tenemos por sobre lo que nos falta. No, no es una tontera, es la base misma de la humanidad que, sabiendo que es proclive a tanto falencias, debilidades y errores (tremendos errores), no deja de creer que aún puede hacerlo mejor, no deja de esperar que el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, la intención de hacer el bien logre modificar, paso a paso, el futuro para uno y para todos.
Así que vamos por esos 10 segundos que no separan nada pero que nos permitimos creer y con ello hacerlo realidad que el futuro es un poco mejor simplemente porque nosotros deseamos, lo pensamos así y, por ello, nos comprometemos para que algo de lo deseado, lo hagamos realidad.
Por ello, felicidades por la ternura que damos, por la sinceridad con la que nos manifestamos, con la convicción por la que luchamos y por disponibilidad con la que vamos al encuentro.
Porque lo que empieza mañana sea aún más parecido a lo que deseamos y somos capaces de ofrecer.

31/12/19


viernes, diciembre 20, 2019

Deseos 2020




Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcional aporta algo de magia. Tenemos tendencia a eso. Pues, pensando un poco sobre eso, imaginé que el 2020 podría ser ese nuestro deseo. Que la vida sea como viene siendo pero con algo excepcional. Todo lo que deseamos que se repita siempre: salud, sexo, amor, vínculos, dinero, viajes, placer, trabajo, familia, proyectos, creaciones, locuras, reflexiones, arte, teatro, lectura, música, caminatas, esfuerzo, relajación, gimnasia, deportes, poemas y ese largo etcétera de tantas cosas que pasan y que van llegando. Pero que, en cada uno de ellos, este año haya algo que nos sorprenda positivamente, que nos haga renovar con cada uno de esos eventos un compromiso de hacerlo aún mejor.
Si, deseo que en cada cosa aparezca ese “29 de febrero”, excepcional y maravilloso como forma que tiene de mostrarse la vida. Sorprendiéndonos, dejándonos sin palabras del diccionario para decir lo mucho que hay que decir. Obligándonos a reinventar lo cotidiano. Así, también, que la salud y el dinero estén lo mejor que se pueda pero, que en el resto nos venga en este año bisiesto un poco diferente. 
Así, por pensar, deseo que en el amor, se renueve aquello que aún falta renovar y que no nos animamos aún; que en el sexo, descubramos una nueva pista para el placer, que siempre está dentro nuestro; que los vínculos tengan una de esas pruebas que garantiza que son de la consistencia que necesitamos. Deseo que haya, como todos los años, tres viajes imposibles y uno que nos haga renovar la ansias de descubrir lo que pensamos conocer (¡sí!, lo saben, quiero volver a Paris a caminarla de otro modo, aunque sea imposible; pero vamos siempre a caminar un lugar diferente sea donde fuera). 
Deseo que el placer me sorprenda diciendo no pensé que así lo conseguiría. Que haya un verso de un poema o una línea que me anime a escribir y que emocione a quien fuera; o sea deseo que acierte palabras y verbos en la combinación que nos deja sintiendo que el arte nos permite un lujo. 
Deseo aún más este año que el teatro me siga sorprendiendo por lo imposible hecho real y que logre producir una emoción que sorprenda. Deseo que el baile siga siendo esa pasión que nace de uno y que se pueda compartir como si fuese un último tango, sabiendo que no lo será. Deseo que el encuentro sea el eco de esa disponibilidad que todos merecemos y que se pueda hacer en esa habitualidad que todos necesitamos.
Deseo que el trabajo genere esa inquietud que sólo surge cuando la creatividad se está gestando y que hace que la rutina inevitable tenga otra dimensión, la de preparar eso diferente. Deseo que las charlas sean habituales y simples, porque permiten gestar lo excepcional. Deseo que ellas estén tan bien que la vida parezca un cuento de hadas. Deseo, más que nada, que él, mi hijo, siga creciendo en esa línea que la infancia se va haciendo adolescencia, inevitablemente, pero, al mismo tiempo, increíble.
Porque cuesta tanto hacerlo realidad pero cuesta menos desearlo, valgan unas líneas para desear que la equidad no sea una utopía, sino una realidad concreta y, como falta tanto, que el camino hacia ella sea a buen tranco y sin desvíos.
Finalmente, espero que esto que escribo, cuando lo leas, seas quien seas, puedas sentir que bien podrías desearlo tú también. Por ello, quiero decir felicidades como deseo, como esperanza, como intención.

viernes, diciembre 06, 2019

¿La sexualidad o las sexualidades?


La sexualidad es exclusivamente humana. Este es mi punto de partida. Es una vivencia, un fenómeno, un sentir, un accionar propio del ser humano que algunas de sus manifestaciones podemos encontrar en otras especies, según una lectura estrictamente humana. La sexualidad es la historia del ser humano con todo lo que implica su biografía. 
Dentro de la sexualidad el todo es posible, aún lo que creemos inaceptable, intolerable o indeseable. Pero, al mismo tiempo, no todo es posible para cada uno. Porque la sexualidad se manifiesta mejor desde la libertad, desde el consentimiento, surgido desde el mejor conocimiento posible, de las mejores habilidades aprendidas y desde los valores más universales.
Utilizar el término "sexualidades" para romper el cerco normativo me parece una forma de ceder a ese cerco normativo, el cual considero inaceptable desde siempre, pero mucho más si pensamos que estamos en el siglo XXI.
Creo, definitivamente, que en salud sexual es hora de revisar ese concepto.
Si. Hay una sexualidad, la humana. Esta es la afirmación central. Esto implica una cuestión axial indiscutible: la sexualidad tiene infinitas de vivirse, expresarse, sentirse, manifestarse y verse. Esto conlleva otro elemento que no podemos ignorar: cómo toda actividad humana es fuente de lo mejor y lo peor que el ser humano puede hacerse y hacer a los demás. También significa que es lógico que aceptemos ciertas cosas y otras no, inclusive a nivel de todo lo relacionado con la sexualidad. Pero sigue siendo una que cada uno debe aprender a vivir de la manera más saludable, compartirla del modo más enriquecedor y bregar para que esa sexualidad pueda ser tan personal y válida para todos: esto se puede aspirar si existe una educación sexual integral concreta (sistemática y eficaz), si se desarrolla un marco legal que potencie el consentimiento como norma indiscutible y que acepte la salud sexual como una urgencia y una cotidianidad imprescindible, con una sociedad que se empeñe activamente en la eliminación de toda forma de violencia, que la diversidad como hecho que define a la humanidad sea aceptada y exaltada. 
Una sola sexualidad: la que cada uno vive con toda la libertad que podemos conseguir. Aceptar eso, sólo puede hacernos más humanos. Quizás lo que más nos hace falta.


domingo, noviembre 17, 2019

Tres cuestiones



La vida cada tanto nos hace pensar y decirlo. Como si fuera que tenemos que poner en palabra, escrita u oral, lo que nos guía. No como verdad sino como una síntesis de lo que hacemos o, mejor dicho, lo que aspiramos hacer. Las razones son las más variadas, conversaciones, aniversarios, entradas de blog, reuniones o, simplemente, el día (habitualmente la noche, por eso que inspira).
Lo cierto que eso me llevo a esta sentencia que me parecía útil verbalizar: tres cosas son las importantes en la vida. Esas que nos permiten pensar en felicidad, en necesidad de ocuparnos y de buscarlo hasta sin aliento. Las tres cosas son: alguien con quien compartir, alguien por quien preocuparse y alguien a quien darle cariño. Lo que uno espera, valga decirlo aquí, es que seamos ese alguien para otra persona, obviamente.
Pero esto merece un poco más de detalle. Alguien no implica una sola persona, pero si una persona como mínimo. No es la unidad perfecta con nadie, somos humanos, pero siempre está bueno que una persona reúna ese todo. Pero si es sólo una persona no está tan bueno. Debemos comprender que lo que reduce, quita, en cuanto a relaciones, en su sentido más positivo.
Pero me permito desarrollar más estas ideas. Compartir es permitirse que lo que nos pasa en lo cotidiano otro –varios otros- lo puedan percibir, soportarlo, tolerarlo o disfrutarlo. Porque lo cierto que no siempre pasan cosas buenas y ellas también se deben compartir. Si está claro que la regla es clara: el número de personas que comparte lo terrible es inversamente proporcional a lo terrible que sea. Para la alegría, es más fácil y, por ello, es directamente proporcional. Pero aún en estos casos, lo sabemos, lo que importa es cuales son las personas que queremos que estén en ese momento. Eso nos delata la importancia real de las personas. Compartir charlas, juntadas, besos, cama, cocina, risas y lágrimas. Cada cosa tendrá su nombre pero siempre hay alguna que puede ser el denominador común. Saberlo es importante. Valga decirlo, no es deseo de compartir, es la intención que conlleva un esfuerzo serio, constante y concreto de hacerlo.
Preocuparse es la forma de decir que lo que al otro le pasa nos importa. Por alguien nos interesa su bienestar. Nos inquieta y nos moviliza. No es sólo el decirlo es el intentar con los recursos que tenemos de cuidarlo. Cometiendo errores, quizás, somos humanos. Pero es la intención real que no va en contra del otro nunca. Aunque, debo remarcar, puede hacer daño. Cuidar al otro es complicado, complejo e increíblemente sanador. Porque abrimos un oasis en nuestro corazón. Cuidar al otro, lo que surge de preocuparnos, pero no como algo superficial, sino como algo que nos moviliza, nos interpela siempre.
Dar cariño es la forma elocuente de ser humano. Es permitirse el mejor boomerang que disponemos. Es dar y con ello energizarnos. Porque el cariño que se da nos alimenta. Pero valga decirlo, recibirlo implica también algo estupendo, innegociable, increíble y esencial para la vida. Pero el cariño se da y se recibe, pero uno lo hace, nunca jamás se puede obligar. Nunca jamás se debe dar como moneda de cambio. Por ello cuesta. Pero lo cierto que no siempre podemos darlo, es verdad. Pero saberlo y desearlo es lo que puede estar a la base de nuestra mejor motivación.
Dar cariño de todas las formas posibles, de las que sabemos y de las que podemos aprender. Porque dar cariño es buscar la forma de acercarnos al otro y de hacer que el otro sepa que existimos pero, sobre todo, que existe.
Si, sólo son tres cosas las que importan. Pensarlo, sentirlo y vivirlo quizás nos dé más vida o, lo que es seguro, nos dará una vida mucho mejor.

viernes, noviembre 08, 2019

El qué dirán





A mucha gente le gusta decir que no le importa “el qué dirán”. Lo plantean como un tema seguro, real y definido. Lo enuncian de un modo grandilocuente. Se afanan en mencionarlo despotricando contra aquellos que son más conservadores y que procuran hacer lo que creen lo mejor para que nadie hable de ellos. Es más cuando  hablan de esos "conservadores, reprimidos y preocupados por la opinión de los otros, o sea esclavos del pensar ajeno y que no son libres", suelen insistir mucho, ser muy locuaces para avanzar supuestos argumentos a como ese otro, esa otra se comporta.

Sin embargo, me he encontrado que generalmente a los únicos que realmente no les importa el famoso “qué dirán” son, precisamente, aquellos que no necesitan anunciarlo. Gente que vive las cosas con sus decisiones, acciones, omisiones y haceres. Y van por la vida acertando y errando en su andar sin que se modifiquen mucho por "el que dirán". Básicamente la opinión de los demás hasta escuchándola, la mayoría de las veces se la sudan.
Eso me hizo pensar que podría decirse que aquellos que andan haciendo gala de su “independencia del decir ajeno” se preocupan demasiado por lo que los demás dicen. Uno quiere convencerse que no deberían decirlo porque esa opinión está errada. Estas personas que enfatizan que no les importa "el qué dirán", son las que, tengan por seguro, siempre encuentran una buena razón, por llamar así a su rastra de excusas, para que en esta ocasión y “excepcionalmente o, sólo justito porque es este tema o es esta persona, será mejor no dejar que hablen los demás; así, están seguro que hay que comportarse según el manual implícito de las normas sociales aceptadas y el comportamiento considerado normal. La vida termina mostrando con evidencia esas cosas. Para peor, esas personas se convencen que son completamente ajenas al qué dirán. Se creen tanto su juego que se enojan simplemente porque le decís que no es así. Son como la fábula del rey desnudo.
Cada cual que haga su juego como le guste, sería lo atinado a decir. Pero creo que la vida nos va enseñando, para algunos rápido y para otros, como uno, muy tarde, que sólo importa lo que te dicen dos o tres personas, quizás. Aquellas que son capaces de decirte, cara a cara, lo que creen porque aprendieron que su palabra tiene valor para uno.


domingo, octubre 20, 2019

Día de la madre




Soy varón, no puedo nunca experimentar lo que una madre siente. Puedo–y debo- hacer muchas de las cosas que una mujer hace por sus hijos. Ninguna tarea doméstica o familiar me es imposible aunque, confieso, varias no me gustan. Las podré hacer bien o mal, pero no existe nada en mi constitución como persona que impida eso. Pero ser madre no está en mis posibilidades. Allí es donde mi humanidad encuentra uno de sus límites maravillosos. Donde la alteridad no es una palabra sino una necesidad innegociable de humanidad. El otro, en este caso la otra, es imprescindible para que la vida exista.
Puedo amar a mi hijo como el que más y como la que más en todo lo que se puede ver. Pero, existe un vínculo que no puedo tener porque no pude vivirlo. Eso, lejos de ser un problema, es un hecho de fe que acepto como una increíble sensación que lo comprensible no puede llegar al corazón mismo de lo sensible. En algún momento, algo, escapa de lo tangible y debemos confiar en ello porque lo experimentamos, no porque lo podamos ver.
Una mujer me hizo hijo, una mujer me permitió ser padre. Sobre estos dos hechos vitales esenciales es que mi vida teje puentes. La primera me permitió abrir los ojos y sostuvo –sostiene- mi andar con su entusiasmo y sentimiento. Nunca perfecta, nunca sin errores. Pero yo, con mis aciertos y errores hice lo que pude y no necesariamente lo que esperaron. Les debo, mínimamente, la posibilidad de estar. Pero yo sé, que es mucho más. Pero aún con lo mínimo, sé que no existe moneda de pago para una deuda que uno siente y que nadie, nunca jamás me reclamarán. Quizás en eso, radique la vivencia más excelsa, pura y significativa de humanidad: el poder dar, simplemente porque el dar nos hace.
No ignoró que los seres humanos no somos perfectos y que somos capaces de lo peor. Que una madre no está exenta de ser lo malo que existe. Pero, sin embargo, celebrar su existencia no es una edulcoración de la vida, es darnos cuenta que nuestra humanidad existe porque hay mujeres que tejen vínculos en su vientre y que, al hacerlo, muestran senderos para que todos vean un modelo de encuentro, de estar, de sentir.
Vaya, por ello y por lo que yo viví como un homenaje, como un deseo, como una ambición y, sobre todo, como una esperanza: que la humanidad aún puede ser mejor siempre.

Pero vale decirlo y recalcarlo: estoy hablando de mujeres. Nunca jamás, espero, deseo, y trabajo para ello, de niñas madres. 

domingo, octubre 06, 2019

Oportunidades




La vida es un andar por donde se va yendo. Parajes que se van haciendo conocidos y otros que aparecen como inevitables. De pronto los parajes de cambio surgen sin buscarlos. Así andamos entre caminatas, peregrinajes y pausas. La vida es eso, por lo menos como una buena metáfora. En ese andar vamos con distintos pasos, con desigual esfuerzo y con variado entusiasmo, según lo que nos toca. Así, en ocasiones, aparecen las oportunidades. 
Una oportunidad es simplemente eso que aparece en algún momento para compartir con alguien un instante de ese andar, a veces, valga decirlo, sólo una partecita tan pequeña que es insignificante en el todo. Pero, en esos segundos, es la suma de una eternidad. Está claro que no siempre nos damos cuenta de esas oportunidades y, todos, creo, hemos perdido sin darnos cuenta unas cuantas. 
Yo, por ese arraigado y, lamentable, esfuerzo reflexivo para tantas cosas sin sentido, tengo un listado de oportunidades perdidas. A mi favor, sólo hago una lista de las oportunidades de encuentros que no aproveche. No más que eso. El resto, pasa, va y vuelve. 
Pero lo cierto que creo que debemos pensar, en algún momento, sobre que hacemos frente a una oportunidad de coincidir con alguien y permitirnos el aprovechar ese encuentro para saborear un poco de humanidad. Permitir que un poco de cariño, algo de ternura aparezca como una forma de expresión. No porque sea fácil, no porque sea una inquietante urgente. Sino porque simplemente tenemos la oportunidad de permitirnos un instante, dejar salir lo mejor, dejar fluir lo posible y con eso ganar fuerza, deseo y energía para seguir caminando.
Ahora bien, todo encuentro son dos personas que se detienen en su andar para verse y sentirse ese momento donde coinciden (que, valga decirlo, puede ser constante y seguido, nunca permanente). Digo esto porque el encuentro no pasa porque uno quiere, sino porque dos lo permiten. O sea, podes desnudarte entero de alma, podes dejar toda la piel en el esfuerzo, podes hacer que el mundo gire de otro forma, podes hasta renunciar a caminar para el encuentro, podes hasta hacer “casi” todo lo necesario y más, pero, el encuentro siempre necesita que el otro haga lo que completa el “casi”. Encontrarse no es más que renunciar a algo para poder verse, escucharse y estar.
Por ello, brindemos por esas oportunidades imposibles que todo camino nos ofrece, siempre. Ya por ello hay brindis y sonrisas que siempre deben estar.

miércoles, septiembre 25, 2019

La intimidad


La intimidad es una eternidad concentrada en un instante. Dura lo que dura. No más que ello, ni menos. Dado que la intimidad es acción, sería un verbo, pero que sólo se conjuga en presente. La intimidad es “aquí y ahora”. No existe intimidad en pasado ni en futuro, por ello no es ni promesa, ni recuerdo. Hago una observación sobre esto: toda intimidad nace teñida con los colores de las otras intimidades vividas, pero nunca es una reproducción y, valga decir, toda intimidad vivida alimenta el deseo de una intimidad a vivir. Pero no confundirse es sólo presente.
La intimidad, decía hace tiempo, es ese momento compartido donde la desnudez alcanza un nivel superlativo de humanidad. Cualquier desnudez, puesto que la intimidad es exhibir la fragilidad para descubrir la fortaleza. Aun siendo pasajera, aun siendo circunstancial, la intimidad nos revela naturalmente.
Hay personas que tienen la capacidad de generar desnudez y otras que tienen la capacidad de crear las condiciones para la intimidad. Fabuloso cuando van junto pero sabiendo que son dos cosas diferentes. Ni siquiera complementario, lo que no quita que es sublime cuando están juntos.
Quizás por ello creo que nunca se debe renunciar a la posibilidad de compartir intimidad, nunca jamás se debe intentar hacerlo. Sin embargo la madurez del espíritu surge cuando aprendemos como protegernos, sin escondernos, como disfrutarla sin tomar riesgos, como producirla sin pagar cualquier precio.
Desarrollar intimidad sólo es posible porque nuestra humanidad está hecha para el encuentro, desde la alteridad inevitable. Comprenderlo es hacer un paso más en nuestra evolución.


lunes, septiembre 16, 2019

Sobre el orgasmo



El orgasmo tiene, tanto como palabra como acción, una sensación mágica. Lo sabemos porque lo vivimos y lo decimos sabiendo que trasmitimos una experiencia personal que, aunque equiparable, fisiológicamente, a tantas otras experiencias, es fruto de una vivencia tan subjetiva como la que más.
 El orgasmo es, sin dudas, una elegía de la vida. Como muchas otras, pero que tiene la particularidad de ser inequívocamente positiva para el ser. El orgasmo es la manifestación personal de un momento de intimidad que surge por una excitación adecuada y que se expresa como lo sentimos o podemos.

Ahora bien, es importante señalar,  una evidencia y una obviedad, que, en ocasiones, pasa desapercibida y hasta ignorada: El orgasmo es de uno. 
La capacidad de tener un orgasmo es de uno. El otro, con su disponibilidad, habilidad, (¿técnica?), capacidad de escuchar lo que uno precisa y otras cualidades; todo eso puede generar, en el mejor de los casos, las condiciones óptimas para que el orgasmo se muestre, se genere, se exhiba. Pero aun en esta situación, sigue siendo de uno mismo. Es la persona que “orgasmea” la que lo ofrece, lo deja salir, lo muestra. Por eso el orgasmo, por más que precise algunas condiciones fisiológicas básicas –estudiables, diagnosticables y hasta tratables- siempre es una experiencia que nace del consentimiento, ese núcleo central de la sexualidad saludable.
Por eso vuelvo a esa idea que ya desarrolle cuando escribí ese neologismo que todo el mundo vive sin, necesariamente, nombrar: orgasmear. Este es un verbo que debemos aprender a conjugar mejor y más. Siempre a partir de uno mismo. Orgasmear es una de las formas de empoderarse. Es asumir que somos sexuados, eróticos, integrales, soberanos y humanos, maravillosamente humanos. 

lunes, septiembre 02, 2019

Día de la salud sexual 2019



Un puente siempre es una imagen poderosa. Es poder cruzar dos orillas que están separadas. Un puente es una construcción que se hace para optimizar algo, para mejorar el encuentro, para favorecer los caminos, para desarrollar nuevas formas de conocer. Un puente es, metafóricamente, una de las formas más inteligentes de pensar la vida. Cuando más sólido, mejor ubicado y más adecuado sea el puente, más garantías existen que su fin sea un avance, un logro, un desarrollo innegable.
En este sentido este año, el día de la salud sexual celebra uno de los puentes más tontamente cuestionado y más urgentemente necesitados: la educación sexual. Pensar en educación ya conlleva pensar en puentes que permiten atravesar el río de la ignorancia, el río de la desidia y avanzar desde donde estamos a algo mejor. La educación, en eso hay consensos casi universales, es la opción que hace falta para que el mundo sea mejor para todos. Dentro de ella está la educación sexual. Esta no es más que una de las formas más contundentes de defender la esencia humana: la diversidad como belleza, la comunicación como modo de encuentro, el deseo como motor humano, el placer como una necesidad, el encuentro como decisión personal, la paz y el bienestar de todos y todas como un compromiso insoslayable.
Hoy, en este día de la salud sexual, sigamos construyendo puente donde se están haciendo y dejemos claro una verdad no negociable: la educación sexual es una exigencia de nuestra humanidad que no podemos postergar más. Educación sexual integral aquí y ahora, para que podamos avanzar hacia esa utopía que deseamos: el encuentro libre, equitativo, placentero y sin violencia entre los seres humanos.

miércoles, julio 31, 2019

Una reflexión filosófica









Es común escuchar argumentar que “estás filosofando” para referirse al hecho que lo que se habla no es muy práctico. Así, filosofar (hacer filosofía en la vida cotidiana) es algo que se opone al día a día. Una división que manifiesta otra muy utilizada: lo teórico y lo práctico. Como si ambas fueran no sólo diferentes (¡que lo son!) sino que, además, no podrían convivir. Hoy vengo concretamente a defender esta idea que “filosofar” es, esencialmente, pensar para hacer y hacer en base a pensar. Lo que importa realmente no es el pensamiento, sino cuan asociado está en una secuencia temporal el pensar con el hacer. No filosofar es una amenaza para la acción, tanto por no hacerlo como por hacer que el tiempo para ello sea incalculable.
Para mi reflexión conviene las preguntas que realiza Imanuel Kant son de mucha utilidad. El filósofo alemán plantea que hay tres preguntas esenciales que la filosofía debe procurar dar respuesta. Ellas son:
1. —¿ Qué puedo saber?
2. —¿Qué debo hacer?
3. —¿Qué me cabe esperar?
El luego dice, con la limitación que da la ausencia del género como perspectiva, que todo se puede resumir en la pregunta 4: ¿Qué es el hombre? … responde la antropología. Dice el autor: “En el fondo, todas estas disciplinas se podrían refundir en la antropología, porque las tres primeras cuestiones revierten en la última.”
Es decir que, si pensamos que actuamos responsablemente en cualquier actividad, esto conlleva tomar decisiones prácticas con el mayor conocimiento posible. Hacer cosas sin medir consecuencias, o sea sin tomar en consideración lo que puedo saber es un signo de irresponsabilidad pragmática.
Si no sabemos nuestros límites en las acciones que ejecutamos es decir lo que “debo hacer”, nuestras acciones serían un juego de azar sin control y, sobre todo una invasión intrépida a los demás que la sabiduría popular condensó con: “el comedido sale jodido”.
La tercera pregunta tiene que ver con una verdad oculta siempre. Hacemos para algo. Hacemos por alguien, pero hacemos también por nosotros mismos. Aun la actitud más filantrópica nace de nuestra tendencia construida de ver el mundo y nuestro rol. Tenerlo en claro, quizás ayuda a la paz, satisfacción y serenidad que genera la tarea que uno hace.
La última pregunta, tan personal, tan definitiva, tan asociada a la identidad necesita una respuesta para que nuestras acciones no sean un boomerang permanente que nos regresa para golpearnos, sino lo que la da razón a un hacer.
Definitivamente es verdad, “a Dios rogando y con el mazo dando”. O sea no podemos quedarnos en palabras cuando la acción nos exige hacer. O sea, claramente podemos tomar un tiempo para saber dónde vamos, pero en algún momento debemos avanzar. Creer que el avanzar sin preguntarnos el fin es lo que hacen los activos, los prácticos, es sencillamente una tontera indefendible.
Sí, creo que la diferencia está en cómo optimizo las preguntas filosóficas para que no sean un freno para la acción sino un motor para ellas. Eso sí está claro. Pero, por favor, que las acciones nazcan de filosofar no sólo lo defiendo sino lo espero de quienes deben decidir cosas que me atañen, desde la política hasta el acto médico.


domingo, julio 28, 2019

Argumentos



Parece que es muy difícil usar argumentos que apunten al tema que se discute. Argumentos que desarmen la estructura de pensamiento y que no apunten al otro como persona. Está claro que es algo a lo que se recurre habitualmente. Lo curioso es que, muchas veces, teniendo argumentaciones mejores, se cae en esto de “matar al mensajero”. Pero la emoción nos juega siempre como una tentación de satisfacción rápida. Sin dudas, motivado por la sensación que el argumento que nos dan es de una pobreza enorme o, en ocasiones, de una injusticia flagrante.
Veamos el ejemplo que motiva mi reflexión. Una persona manifiesta públicamente una opinión que debería ser insostenible. Esa opinión va en contra de lo que un grupo particular defiende (defiendo también). Claramente esa opinión está no sólo en las antípodas de este grupo, sino que, además, está hecha por un varón contra un colectivo de muchas mujeres, no exclusivamente. Dos respuestas vertidas en este colectivo  me llaman la atención: 1- “Claramente tiene algún tema no resuelto con las mujeres porque no se cansa de atacarnos” y 2- “Si... probablemente tiene casi nada y necesita demostrar poder. O no se asume”.
Dos elementos me parecen importantes destacar en estos argumentos expresados. El primero, que aun pudiendo ser verosímiles, implica una ficción argumentativa. Es decir, se basan más en la construcción del que está argumentando que en lo que el opinador expresa. El segundo que conlleva una fuerte presunción de sexismo y discriminación –que quien lo dice no lo percibe-. Esto es paradójico porque en el afán de defender una postura frente a un machismo utiliza uno de los argumentos más comunes en este grupo: la homosexualidad reprimida como una fuente de comportamientos nocivos. El “asumirse” es la causa de todos los males.
Me parece importante visualizar esta preocupación que deseo plantear y que se traduce en la siguiente pregunta: ¿Frente a qué argumentamos y cómo lo hacemos? Lo primero tiene que ver con una convicción actual: no todo debe ser contestado, porque al hacerlo estamos dando entidad a cosas que no lo tienen o no merecen tenerlo. Una estupidez malsana, construida sin raciocinio no debería ser respondida, salvo como conducta pedagógica en contextos de educación. Nunca en el debate. Y, sobre lo segundo, es una gran inquietud si realmente pensamos antes de hablar. Y, aún más grave, si en algún momento revisamos nuestra argumentación para corregir nuestros errores de construcción y no dilapidar oportunidades cuando defendemos aquello que consideramos justo, equitativo, noble. Defender lo que se considera verdadero es un desafío. Porque la verdad que vemos como imprescindible, necesaria e innegociable necesita nuestras mejores formas y no sólo el vómito intelectual. Nuestra mejor verdad necesita que seamos inteligentes, críticos y fuertes para no ceder ante el peor enemigo que puede tener nuestra razón: nosotros y nuestra mala argumentación.

28/7/19

sábado, julio 20, 2019

Día del amigo, de la amiga

Día del amigo, dice el calendario comercial y nos permite recordar en esta fecha a muchas personas. Personas que circunstancialmente están cerca y reciben el “felicidades”, otras que están más lejos y que no pueden ser felicitadas. Hay, además, otras personas con las cuales en otro tiempo celebrábamos este día y hoy están lejos en el recuerdo, alejadas en el sentimiento, olvidadas en nuestros gestos.
En días como estos cada uno de nosotros se encuentra bombardeado por los gestos simbólicos que recuerdan una forma de ser y de vivir, que nos insisten sobre ese sentimiento esencial para tener la felicidad: el hecho de encontrar un eco para nuestra necesidad en otra persona; poder tener la sensación de contar con alguien cuando llegue alguna de las muchas necesidades que siempre tenemos a lo largo de nuestras vidas.
No soy adepto a estas fechas colectivas, a este tipo de celebraciones que movilizan el sentimiento por empujones sociales, en ocasiones más que por otra cosa. Pero, no puedo negar que, muchas veces, son esos oleajes, los que permiten que algunas personas sean capaces de expresar los sentimientos que muchas veces, no se autorizan a decir a los demás, el resto del tiempo.

Sobre ser amigos, recurran a otros y otras. Muchos y muchas han escrito cosas muy lindas y, hoy, los "S-pam nuestros de cada día" nos permiten conocer, sin mucho esfuerzo, muchas de esas ideas o sus plagios pobres; también te bombardearán por whatshap con un montón de fotos lindas, donde esos pensamientos casi iluminados y demasiados sensibleros parecen hasta más lindos o, en realidad, en estos días hay que aceptarlos como monedas de cambio; se filtrarán, seguramente un mensaje ingenioso que genera una sonrisa, hasta que el mismo mensaje te llega por la "millonésima vez de nuevo" en los diferentes grupos -o en el mismo- y ya vuelve a ser una simple cursileria sin sentido. Pero bueno, todo sea por estas 24 "horas locas".

Sólo sé que la amistad es algo que supera las circunstancias que la vieron nacer. Uno es amigo no cuando se conoce casualmente, aunque toda amistad nace por azar. Se transforma en amigo cuando, luego de ese inicio, 
es capaz de tomar distancia de aquellas circunstancias iniciales y podemos reencontrarnos y recrear antiguos momentos siempre con nuevas cosas. Ser amigos es la capacidad de permitirnos comunicarnos sobre nuestro cotidiano y saber que existen personas que pueden darnos algo, cada uno una cosa diferente, cada uno algo que nos produce el secreto placer de estar acompañado de algún modo muy precioso para cada uno en el momento que se precisa o, cuando sea. O sea, creo que cuando la película de nuestra vida se acabe, también seremos juzgados por el amor de la amistad.
Felicidades para aquellos que, como dije en algún momento, siempre fueron olmos y nunca perales, pero sobre todo a los perales que siempre tuvieron, tienen y tendrán peras deliciosas. 

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