jueves, marzo 28, 2024

Rituales

 


Las creencias de las personas son esenciales. Por eso, sostenemos que la fe de las personas, o comunidades, nunca las deberíamos discutir en sí mismas, sino respetar. Eso no quita que podamos –debamos- abrir debates sobre el valor que tienen y las implicancias que producen. Porque la fe es personal pero los comportamientos que generan son públicos y, en ocasiones, pueden generar algunos inconvenientes. Pero, insisto, jamás es el cuestionamiento a lo que se cree lo que está en juego. Pero siempre a las normas que nos permiten hacer una sociedad saludable para todas las personas.

Ahora bien, toda creencia –que los que las tienen las asumen, lógicamente, como verdades- generan rituales
. Un ritual, leo en internet, “es una secuencia de actividades que implican gestos, palabras, acciones u objetos venerados, realizados según una secuencia establecida, dicha secuencia generalmente es guiada por un valor simbólico. Los rituales suelen ser prescritos por las tradiciones de una comunidad, incluyendo en esto a las comunidades religiosas, quienes desarrollan muchos rituales.
Estos nacen de una lógica concreta, se sugieren y se enseñan como valor y se fundan en una simbología que se considera importante. Son consecuencia de una forma de ver el universo y se deberían constituir como una opción libre de las personas el asumirlos.


El filósofo BYUNG-CHUL HAN en su libro 'La desaparición de los rituales' recuerda que ellos "transforman el 'estar en el mundo' en un 'estar en casa'. Hacen del mundo un lugar fiable". Básicamente dan un poco de certeza, sino uno cree en esta afirmación del filósofo, que la comparto. Es más, personalmente defiendo que, e
n épocas de incertidumbre, como las que vivimos, ofrecer pequeñas certezas a los demás es un increíble tesoro y, por el contexto, también es un acto de resistencia y revolucionario. Dar pequeñas certezas, pero sabiendo que la incertidumbre es una realidad humana inevitable. Pero, siempre hay que diferenciar entre lo general y lo particular. En la interrelación humana es vital esas pequeñas certezas. Me refiero a esas relaciones que vivimos cotidiana, concreta y diariamente. O sea, con esas personas a las que no les importan las grandes elucubraciones filosóficas, sino el día a día, allí donde reímos, lloramos, hablamos, hacemos, a esas personas que nos permiten que el aquí y ahora, sea mejor o peor, siempre convendría ofrecerles algunas pequeñas certezas. Al final de cabo, vivir es compartir y sentir.

Por eso, tal vez, la alegría sea simplemente eso: tejer rituales, a los que le debemos dar importancia, por la fe que queramos, aun basada en lo impensado, pero con la convicción que aquí y ahora tiene valor porque podemos hacerlo. Mañana será otro día y ya se verá. Creer que el camino lo vale, aunque sea incierto cuánto durará es más que una fe, es la racionalidad en estado puro: vivir es lo que hacemos ahora.

Así que adoptemos libremente el ritual que decidamos, lo elijamos entre los que existen si nos parece bien o si el otro, quien nos acompaña en algún trayecto de nuestro andar, le parece bien. Por ello, tengamos el buen tino de desear, por ejemplo, Felices Pascuas, porque lo sentimos así, porque el otro lo siente así y al hacerlo, aceptemos que estamos haciendo lo que nos merecemos como humanidad: reconocer al otro como importante y creer que somos ese otro para los demás. Crear espacios de encuentro siempre será el sendero de la paz. Es, quiero creer, una certeza necesaria. Una revolución urgente.

martes, marzo 19, 2024

El buen sexo

 Muchas personas quieren tener buen sexo. Es algo lógico, deseable, hasta podríamos decir envidable. El buen sexo no es más que un encuentro de dos personas que aprovechan las posibilidades que el cuerpo (con su anatomía y fisiología) tiene, apoyándose en los sentidos que se dispone y motorizado por las emociones y, en ocasiones, por los sentimientos que se posee. Todo ello permite recorrer los caminos que generan bienestar y que producen el placer como recorrido y la satisfacción sexual como realidad posible. Tener buen sexo es algo que, los que deseen, deberían aspirar siempre. Curiosamente es algo que está al alcance de quienes quieran.


Dos cosas que debemos señalar, antes que nada, el buen sexo se gesta en la decisión de tenerlo. Es decir, se consiente como condición previa y esencial. Sin consentimiento no hay buen sexo, hay crimen. En segundo lugar, el buen sexo lo hacen las personas, no los cuerpos y su rendimiento anatómico-fisiológico, ni la destreza que es un elemento positivo –de todo se puede aprender a hacerlo mejor- pero que toma dimensión cuando el otro es considerado en la plenitud del ser.

Entonces, ¿Qué hace falta para que el sexo sea del bueno? Disposición en primer lugar. Parece algo ganado, pero en realidad es algo conquistado. Precisa no sólo estar, sino buscar estar. Es permitirse el tiempo para hacer esa travesía que implica el sexo. Básicamente ya estamos diciendo que el sexo –aún el rapidito- no es una maratón, sino una pequeña delicadeza que se muestra en los gestos que prueban que la otra persona está presente. 

Luego de ello vendría una segunda cuestión: el sexo precisa el descubrimiento de uno, no llegamos sabiendo todo, pero si somos los únicos que podemos saber sobre nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestras respuestas. El sexo del bueno conlleva que nuestro cuerpo participe y para ello debemos saber escucharlo. Lo tercero sigue siendo clave: el buen sexo también es comunicación: queres disfrutar del sexo más y mejor: pues desarrolla más la comunicación, sobre lo que deseas, quieres, pides, ofreces y también lo que no. Lo cuarto, comprende que el buen sexo no es sólo el que usa el cuerpo y la función, sino que estimula la imaginación y los sentidos. Profundizar nuestras propias posibilidades eróticas nos garantiza más placer, más disfrute porque nos crea sensaciones positivas y mayores estímulos. O sea, ¿hacerlo con alguien con quien tenemos cierta constancia es mejor? Es lo que sugiere Sue Johnson. Esta psicóloga clínica desarrolló la Terapia de Pareja Centrada en las Emociones con el fin de ayudar a que las parejas puedan reconectarse. Esta autora dice: “Las parejas que se aman desde hace mucho tiempo tienen más y mejor sexo”. 

Al fin de cuentas terminas siendo lo mismo que cualquier actividad humana. Quieres hacerla bien, pues dedícate, piénsala como importante, sé lo suficientemente activo para que la rutina no aparezca, concéntrate en quien está presente, sé consciente de tus límites, de tus posibilidades y de lo que aun quieres mejorar. Luego de todo eso, desmelénate. El sexo es una aventura posible, un juego necesario, un compromiso vital, una necesidad maravillosa, una decisión activa y una actitud que enaltece. Hacerlo es más que algo anatómico, es una posibilidad cierta de hacer que lo efímero parezca eterno.

viernes, marzo 08, 2024

Día de la mujer


Que nadie olvide que el 8 de marzo recordamos el dolor, aunque hablemos del futuro, puntualizando este presente. No se trata de otra cosa por más que quiera sacar provecho la veta comercial con los chocolates, las flores, los restaurantes y todo lo demás. Este día conmemoramos un pasado doloroso. Recordamos que la humanidad demoró demasiado tiempo en darse cuenta que había dejado de lado a una parte suya, al resistirse estúpidamente a aceptar la evidencia más obvia que tuvo jamás: la humanidad es la suma de las personas y no quienes algunos "iluminados" decidan. Aceptar –aún cuesta que todos lo sepan- que es la diversidad de los seres humanos lo que es la única humanidad real. Lo sabemos, el obviar esa verdad inmensa como el mundo entero, acarreó dolor, muerte y sacrificios.
Un pasado que aún se mete en este presente. En esta época se cuestiona lo que se llama “agenda feminista” (insisto, para mi es la agenda de la humanidad: que todo ser humano tenga los derechos al día). Pero se habla sobre eso, para alabar, reclamar, cuestionar y lo que sea. Pero ese hecho implica una realidad: en el 2024 todavía tenemos que proponer cosas obvias para hacer en el futuro, o sea que aún hoy no llegamos a concretarlas. Porque hablar de futuro significa que hay camino recorrido, pero aún mucho para recorrer; personifica que hay derechos ganados, pero todavía derechos a ganar; pero, sobre todo, equidad a conquistar, defender y promover. Porque lo sabemos aún hoy es moneda corriente la inseguridad, la violencia, las inequidades, la incapacidad para aprovechar todo lo que todos deben aportar por la paz, por el cotidiano Y, sobre todo, visualizar que el único camino viable es asumir con todos los recursos que vivir en paz es más que un deseo lindo, es el único norte que nuestra humanidad debería tener.
Este 8 de marzo valga celebrar también que tanto sufrimiento que recordamos ya da frutos. Recordar que hubo sacrificios pero que hay éxitos en el presente: hoy hay más derechos, no para todos ni para todas, pero hemos avanzado un poco. Es importante decirlo porque debemos honrar a quienes han permitido ese avance. No para descansar, sino para tomar fuerza hacia adelante.
Hoy, hay mayor equidad, aunque de un modo tan irregular que es lamentable. Hoy respiramos pensando que la tarea tiene la ventaja que nace de la convicción que conseguirla es garantizar la posibilidad total que sea posible ser una sociedad que logra lo que generaciones no pudieron: que la paz sea una realidad inapelable.

Se hizo, pero falta mucho y además, recordar como tatuaje en el alma que el trabajo es constante. Hoy conmemoremos, pero sabiendo que la inequidad debe ser eliminada, que la violencia de género debe ser combatida sin pausa. Yo, por mi parte, vuelvo a sostener que hay muchas cosas que se hacen para que éste presente próximo sea mejor, sin embargo, hay algo que, confío, creo y “sé” (no como experiencia mística, sino como conocimiento de formación) que puede hacer la diferencia en nuevas generaciones: la educación sexual integral como se hace en algunos países y como se puede imaginar desde la ley argentina (la 26150), no se puede retroceder: no hay dinero que pueda pagar el error de retroceder. Tal vez por eso, Naciones Unidas Woman insiste este año que el slogan para el día de la mujer es INVERTIR.
Vuelvo, entonces a elevar mi voz e insistir, sin miedo de ser reiterativo, sino obligado a serlo: la educación sexual integral como decisión educativa nos garantizará que lo que deseamos como equidad, sea una posibilidad cierta más próxima, así los niños y niñas tendrán mayor claridad que la que tuvimos como humanidad: todo ser humano merece lo mejor posible y, por lo tanto, saber que la violencia contra quien es diferente es una afrenta a nuestra especie que jamás se puede justificar. Tal vez así, hagamos el paso definitivo que nos merecemos: seremos libres como fuimos “imaginados”.




miércoles, marzo 06, 2024

Responsabilidad afectiva

 El concepto de “responsabilidad afectiva” surgió durante la década de 1980, curiosamente, en


las comunidades poli amorosas. Allí comprendieron que, aunque no siempre está presente el amor, eso no debe impedir la existencia del compromiso con el otro. Sobre esto, actualmente, se construyó el concepto de la responsabilidad afectiva y, también, el de los buenos tratos. Parte de lo obvio: lo que decimos, lo que hacemos siempre produce un efecto sobre los demás. Ya el premio nobel de literatura Jose Saramago lo expresaba así: "Las palabras no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos”. Si sabemos eso, es lógico procurar ser cuidadosos en el trato con los demás. La consecuencia de eso, a veces puedes ser muy positiva y otras, negativa. Esto es lo que debemos evitar.


Entonces, la responsabilidad afectiva es el cuidado que ponemos en los sentimientos y
emociones, propias y de la otra persona. Un cuidado que debe basarse en un imprescindible consenso, en un diálogo sincero sobre los sentimientos y emociones y en el procurar acompañar teniendo en cuenta esos elementos. Obviamente, eso conduce a poder generar vínculos más saludables y, consecuentemente, más duraderos. Pero es necesario aclarar, la responsabilidad afectiva trata seriamente de evitar el dolor innecesario en las otras personas, pero jamás significa que debamos anteponer los deseos y los sentimientos del otro, sino más bien saber que nuestras acciones tienen impacto en los otros y comprender que eso es reciproco. Porque una relación, cualquiera sea, es la conjunción de deseos, expectativas, necesidades, valores, emociones y sentimientos de las dos personas. Nunca de una sola. Por eso para asumir esta responsabilidad afectiva, es imprescindible definir acuerdos, evidenciar necesidades, explicitar deseos y tener empatía. Así, es más fácil, hacer que las relaciones puedan ser más equitativas, respetuosas y transparentes.

Esto implica que para que nuestras relaciones sean saludables –cualquier tipo de relación:
duradera o circunstancial, romántica plena o sólo sexual, de pareja, de amistad, familiar o laboral- debemos tratar de tener claro nuestro lado afectivo, que incluye aprender a gestionar nuestras emociones (¡bienvenidas nuestras familias saludables y la educación sexual integral eficaz!). Eso solo podremos hacerlo si aprendemos, en algún momento a hablar de emociones. También debemos conocer y asumir nuestros estados emocionales, que incluye nuestras heridas emocionales, obviamente, como también nuestras fortalezas. Porque eso es lo que nos da nuestra memoria emocional y establece los patrones con los que respondemos cuando estamos contentos o nos sentimos lastimados. O sea, para tener una relación saludable, primero debemos trabajar con nosotros mismos. Luego, incorporar algunos elementos esenciales. El prioritario, estoy convencido, es la Comunicación asertiva que no es otra cosa que la forma de expresar qué queremos, qué nos molesta, qué sentimos, entre muchos otros aspectos. Lo segundo es comprender que una relación no es magia, sino dedicación y disposición. Por eso es fundamental establecer acuerdos, llegar a consensos. O sea, una pareja saludable negocia, a través del diálogo. Esto debería ser ineludible por lo evidente: una pareja es más que una persona. El otro es vital y yo, soy el otro para la otra persona. Un punto clave, es tener claro que cualquier relación tendrá complicaciones: no es ocultando los problemas que se resuelven, no es dejando de lado lo que sentimos, tolerando lo que nos afecta. 
Esto es importante recordarlo porque también es responsabilidad afectiva, con el otro y con uno mismo, también separarse cuando la relación está haciendo daño a uno, al otro o a los dos y hacerlo, valga señalarlo, conlleva también acuerdos, negociación y conducta asertiva. Una relación no es una condena, es una salvación.
En definitiva, la responsabilidad afectiva es pensar que somos seres importantes que merecemos ser cuidados y que tenemos la capacidad, me gustar pensar que es un lujo, en ofrecer con el trato la prueba que la otra persona es importante también. No pidamos lo imposible, hagamos posible lo necesario. 

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