jueves, enero 30, 2014

Cartas y whatshapp´s

La vida es esa que la contamos por hechos importantes pero que sabemos que pasa en los intersticios de lo cotidiano. En ese día a día donde hacemos cosas diversas y compartimos con tantas personas que están en el aquí y ahora. Sin embargo, muchas de las personas que son importantes –o importante- en ocasiones, está a una distancia más allá de nuestras manos. Es con ellas que los escritos se imponen como la expresión real del modo en el que intentamos compartir nuestras vivencias. Antes, hace casi una eternidad, la magia estaba en las cartas, lo comentaba a un pre-adolescente. En ellas se volcaba un poco de cómo sentimos este día a día y así, en ellas nos permitíamos hacer llegar a alguien no sólo nuestra vivencia, sino un intento sincero de recuerdo, de compañía, de anhelo, de deseo.

Hoy, la comunicación parece fácil, evidente, casi instantánea. Como si fuese, realmente una cosa del pasado la distancia. Pero aún en esta época, seguimos escribiendo para alguien, para una persona que recibirá el eco de nuestro cotidiano con la certeza de sentirse parte de uno mismo. Así, ya sea por correos electrónicos, whatshapp, blogs o lo que se nos ocurra, seguimos intentando, en ocasiones, escribir para esa persona que está lejos y, sin embargo, sentimos tan cerca como nuestro sentimiento nos lo exprese. Las cartas, esa melancólica figura de otrora parece que está en desuso, pero tanto como cocinar con fuego. Pero el espíritu, el que mueve a intentar hacer danzar las letras para que lleguen como mensaje veraz y concreto. Ese espíritu jamás de los jamases dejará de ser parte de nuestra humanidad.

martes, enero 28, 2014

Aquellos recuerdos

Siempre pensé que hay días como estos. Días que no son especiales en sí. No hay aniversarios, ni fechas conmemorativas; no pasa nada que merezca escribirse, ni recordar en bronce; no se conoció a nadie ni se visitó ningún lugar nuevo. Días que simplemente son raros por lo constante y pertinaz repetición de lo intrascendente. En esos días, donde todo pasa como si nada importase la serena voz de nuestra historia y nuestras vivencias susurra nombres, lugares, emociones y deseos de un modo que nos arrulla. Nos recuerda que estamos donde estamos porque vivimos lo que vivimos. Nos habla de pasados y nos sugiere andares. Esos días, esa voz nunca nos recuerda ni una fecha, pero si, nos habla de esos momentos, que compartimos, que nos dieron un poco de todo. Esos momentos vitales que nos permitieron vínculos, algunos saludables y otros diferentes. 
Donde los recuerdos de lo vivido y esa nostalgia de lo que no se pudo vivir aparece con una melodía que, como un blues, nos habla, nos emociona, nos alegra, nos hace llorar y, sobre todo, mantiene vivo, la esperanza de tantas cosas.
No existe forma de olvidar lo que el amor nos permitió dar y recibir, a pesar de todo, aún de nosotros mismos. Aunque queramos que nuestra memoria, empecinada en olvidar, tergiversar y demás, a veces, crea que logra su cometido.

Día de playa

Un día de playa, de esos que se llaman realmente días de playa. Esos con un sol presente, un cielo sin ninguna nube, una arena con gente, sombrillas por aquí y allá y demás; un día así, es una bella metáfora de muchas cosas. De un lado, como se dice por todos lados, la humanidad aún siendo diversa sólo tiene 6 o 7 emociones para mostrar. Con ellas tejen las relaciones que se tiene. Así que, podemos decir, por un lado, que en un día de playa podemos ver, también, varios caracteres humanos -¿todos?. Como si fueran representaciones, no como otra cosa. 
Así, hay gente que deslumbra por el cuerpo y es ufana en mostrarlo, colores y formas que son una muestra de la desnudez que se sueña como perfecta. Cuerpos que se muestran y con ello va el deseo y la escenificación del mismo. Se dicen símiles de piropos entre grupos, símiles baratos porque nunca llegan al destinatario. Así que no son ni piropos, ni deseos, sino una muestra limitada de un erotismo barato. Por otro lado, se puede ver, también, personas leyendo, concentrados en historias que lo transportan a diferentes mundos. Niños jugando con la magia de la niñez aún no perdida en videogames y demás sino exuberante en la simplicidad de la arena, de las olas o de los movimientos. En estas playas, mate y galletas como la necesidad de lo compartido, como lo cotidiano de creer que las cosas esenciales pasan por la cadencia de las olas y la tranquilidad del estar. 
Un poco de eso y de muchas otras cosas y al final, gente mirando el horizonte y sintiendo pleno con casi nada. Vaya, que hay algo de momentos vitales, reales y necesarios en eso.

lunes, enero 06, 2014

Lectura

Leer es, en ocasiones y para algunos, momentos de intimidad que nos permiten magia. Así, frente a un libro que nos invita, nos "coacciona", nos seduce para que pasemos sus páginas nos podemos permitir el descubrir lo nuevo, lo viejo, lo anticuado, lo maravilloso, lo inquietante. 
Yo, particularmente, me fascino cuando la lectura de algún texto me posibilita el reírme sólo, por ejemplo. No todo el tiempo sino que salta, de sólo estar una risa espontánea por la lectura. Eso, en mi caso, me crea una complicidad que me excita. Es como si ya fuese una larga conversación. Aquella donde el autor pone sus letras y yo mis pensamientos. Por ello, también, me fascina cuando encuentro un pensamiento que resume una idea que identifico. Un pensamiento que en una frase, en una expresión da cuenta de lo que estoy sintiendo, creyendo, pensando, imaginando o deseando.
Si, leer es un acto de fe. Creemos que en esas páginas donde nos sumergiremos encontraremos un espacio tan personal que será como un diálogo con alguien que, en ocasiones nos comprenderá, en otras nos sorprenderá o, a veces, sólo nos deleitará.
Cuando pienso en ello, no puedo evitar preguntarme lo elemental: ¿no nos estará faltando un poco de lectura para conseguir la paz?

viernes, enero 03, 2014

Disentir

Disentir debería ser habitual, aunque sea molesto. Disentir debería ser una forma cotidiana de intercambiar –obviamente acompañada de innúmeros consensos, que hacen todo vivible-. Pero al disentir nos desafiamos, internamente, a las destrezas esenciales de ser humano. Efectivamente, el disenso, el verdadero nos debe invitar, impulsar a repensar las cosas, a ser creativos en la búsqueda de formas de decir las cosas, de procurar imágenes, emociones, verbo y sentidos. En modo de pretender convencer y, sobre todo, de preguntarnos si lo que el otro, la otra plantea no tiene un asidero en la realidad más contundente que lo nosotros planeamos.
Si, disentir nos permite la oportunidad divina de elegir, de proponer, de pensar, de imaginar y, porque no decirlo de soñar. Pero también, nos da la opción de mantener el disenso y al hacerlo, de tomar posición sobre el conflicto que se genera y de ser gestores de nuestra agresividad latente y, con ello, de ser promotores de paz. Un desafío para todos y todas, pero que pocos logran manejar con la sutileza de la eficacia.
El arte de disentir sería esa sencilla capacidad de transformar lo cotidiano en espacios de una intimidad pacífica, constructiva y de encuentro. Esto, sin dudas, es la epopeya máxime de un ser humano. Encontrarse con el otro y a pesar de los disensos construir futuro.

¿Cómo hacerlo? Ojalá lo supiera. Creo que asertividad e independencia, son dos herramientas útiles. El resto, es la simple práctica y la introspección permanente. Algo que parece muy caro para estas épocas. Pero, vale la pena intentarlo, aunque, en el camino, no lo consigamos tanto como queremos.

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