miércoles, diciembre 30, 2020

Horóscopo 2021

 

Luego de un 2020 que no sabemos cómo etiquetar, se prevé que este año que se inicia será un año de mucho trabajo, de mucho placer, con muchas oportunidades para ser feliz, con algunas lágrimas y, también, con algunos desencuentros, entre varios encuentros. Habrá que utilizar toda la creatividad que se multiplicará en la medida que se vaya utilizando. También será necesario mantener la templanza frente a las inevitables contrariedades que nos cruzarán. Será muy importante exaltar, utilizar y fomentar la ternura como un nutriente prioritario en nuestras relaciones próximas y en las otras también.

La asertividad será, sin dudas, el i
ngrediente que no deberá faltar en cada momento. Se estima que, a pesar del cansancio que puede surgir en varios momentos del 2021, las fuerzas se renovarán con los pequeños detalles que condimentan la vida, esas cosas cotidianas que están al alcance la mano, que suelen costar nada y que tienen el mejor valor del mercado: ya que hacerlas multiplica tu energía. Estoy hablando de una lectura enriquecedora, una conversación estimulante, una comida sabrosa compartida, una película del corazón, un baile del cuerpo y del alma, una risa convencida y profunda, porque no decirlo, un orgasmo pleno y unas caricias –ofrecidas y recibidas- sublimes, entre otras cosas. Por ello se debe estimular las mismas dejando que las situaciones fluyan y aparezcan. Sino buscarlas con la convicción que uno las merece.

Es importante, para este año que entra, protegerse de aquellos que no saben compartir y de quienes tienen una tendencia a ser un lastre y un freno para nuestras verdaderas ambiciones: ser felices, productivos y creativos. Pero, siempre recordemos que hay personas que precisan con más dedicación que la acompañemos y que se esconden bajo una apariencia de ser lastres o ser un freno. El desafío fundamental del año será diferenciar a ambas. Porque no es lo mismo evitar las personas que nos afectan por su forma egocéntrica que dejar de ser solidarios con quien lo necesita.

Este año, sin dudas, quizás por la experiencia del año pasado, deberíamos ser capaces de ser un poco justos –como Borges lo diría (Eso me recuerda que es un buen año para leer poesía y hasta intentar escribirla). Para ello, para ser justos, sólo será necesario procurar ser uno mismo y ofrecerlo como una ofrenda a los demás, a los que están cerca y a los que ocasionalmente lo cruzamos.

Sin dudas, habrá lágrimas, las que surgen de la emoción. Algunas de ellas serán de pura tristeza y, otras, también con total certeza, serán de pura alegría. De esa alegría que surge de la convicción de disfrutar. Por lo tanto, el objetivo será aprender o mejorar la forma de expresar las emociones. Esto implica que decir las cosas sigue siendo un deseo y estímulo importante.

También se prevé que este año que la ausencia de las personas que nos dejaron se sentirá con mucha fuerza. Es lo normal, toda persona que ha sido importante en nuestras vidas nos deja una ausencia que nos interpela. Sin embargo, es también cierto, como la otra cara de la moneda, que esas personas importantes nos dejan demasiados buenos recuerdos para poder seguir avanzando.

Se prevé que habrá encuentros mágicos, maravillosos, excitantes y pragmáticos. No está claro en qué orden y si serán separados o juntos. Dado esto, se recomienda vivamente que uno vaya dispuesto a los encuentros para no perder las posibilidades que seguro surgirán.

Vuelvo a lo dicho: No dejar pasar oportunidad para una buena conversación, una discusión que valga “Paris”, un viaje compartido, bailar como sea y con quien sea –con uno mismo hasta que alguien se prenda-, ver una película que tenga más de 40 años, porque lo valen muchas veces, recitar un poema o una hoja de teatro, jugar lo que se pueda, porque lo lúdico es regenerativo. Todo esto está dentro de lo que este año se deberá hacer para que sea mejor.

El 2021 también (como los años anteriores y posteriores al 2021) será un año para tener sexo de las formas que uno se debe. La única condición a cumplir será: que haya consentimiento de las partes y que este sea válido y que sea protegido de las formas necesarias y completamente. Así que, a prever fantasías, caricias, besos, prácticas, placer, orgasmos, charlas, pensamientos y lo que vaya saliendo. El año se lo merece. Valga también imaginar que el amor, que a veces lo incluye es fabuloso, estará presente, como una forma de construir el cotidiano o de buscar que el futuro sea mejor, para ello, recordemos que el amor se construye con una buena comunicación, con una real disponibilidad y con mucha dosis de autoconocimiento.

Sobre el trabajo el panorama, lo sabemos, es más deseo que otra cosa. Pero lo cierto que intentarlo con el mejor espíritu y creyendo que puede ser bueno. Vamos a confiar que será positivo, pero, por las dudas, nos abonemos a la solidaridad como norma.

Este año –deseo puro- se crecerá mucho, fruto de una dedicación suprema a nosotros mismos y a esas cosas que hacen de nosotros alguien mejor. Pensando en ello, se insiste en la necesidad de promover, desarrollar, estimular, buscar y convencerse que debemos potenciar los derechos como una necesidad permanente y abonarse a la certeza que lo podemos hacer mejor.

Por lo dicho no queda más que desearnos y confiar que será un ¡Feliz Año Nuevo!

miércoles, diciembre 23, 2020

Deseos para el 2021

Este año 2020, que casi pasó, fue tan complejo, complicado, diferente, duro, intenso y la lista de adjetivos briosos podría seguir. Nos toca pensar en lo que sigue. Un nuevo año todo nuevito para confiar que mucho se podrá hacer. Uno sabe que es una de las formas que tenemos de asumir la esperanza. No resiste ningún análisis, obviamente, el creer que así de fácil sería cambiar, que este jueves 31 de diciembre termina este año de pandemia y, al día siguiente, el viernes empieza uno nuevo. Pero en esa ilusión podemos descansar un poco y respirar una bocanada de aire fresco. No está mal imaginar que eso puede durar. La esperanza radica en creer posible, lo que parece lejos de nuestras manos.

Pero bueno como dice la sabiduría popular: a Dios rogando y con el mazo dando. Así que en este 2021 que se aproxima, desearía que dos palabras lo guíen. Dos palabras que las encuentro como una necesidad, una urgencia, una decisión, un deseo para todos y todas y que pueden servir para construir un plan.

La primera es la disponibilidad. Una capacidad que las personas podemos tener. Es la capacidad personal desarrollada, estimulada y activa hacia lo que está afuera, escuchando lo que está adentro. Tengamos en cuenta que la disponibilidad implica un esfuerzo concreto hacia otra persona que no implica, bajo ningún punto de vista, un sometimiento de ningún tipo, sino que incluye de un lado, la empatía, como condición tan necesaria y, paradójicamente no tan abundante, según lo que hemos percibido socialmente.  Pero también conlleva la certeza sobre los límites que cada uno tiene en relación a lo que desea, precisa, puede y lo que lo enriquece. Si la disponibilidad nace de uno (como consecuencia del autoconocimiento, de la auto aceptación, de la autovaloración –o sea de la autoestima como constructo real-), se dirige hacia el otro. La disponibilidad es una actitud proactiva, respetuosa, colaborativa, sumativa hacia el que está. En esta pandemia hemos visto que esta disponibilidad se ha ofrecido, no tanto ni siempre, pero mucho. Sobre ella se puede erigir con solidez la solidaridad, el cariño, la comunicación, el respeto, la intención de producir algo bueno, la protección y la compañía que acompaña.

La segunda es una palabra que el feminismo nos lega como riqueza y que es una síntesis de un deseo para el futuro, de una puerta concreta para el presente: empoderamiento. Un faro, unas raíces, un plan, una metodología, una guía. Empoderarse no es más que comprender que toda persona tiene derechos y que debe asumirlos como propios y, por lo tanto, sentirse bien por recibirlos, exigirlos como una obviedad –contra viento y marea- y defenderlos como una noción de soberanía. Pero también comprendemos que el empoderamiento existe en la medida que se hace transversal: empoderar a todas las personas deja de ser una utopía en sí misma, para convertirse en una necesidad imperiosa como comunidad, como sociedad, como ambición de un futuro mejor. Por si no lo han notado lo subrayo, hablar de empoderamiento, conlleva comprender la verdad más imponente de nuestra humanidad: la diversidad como norma indiscutible e innegable de las personas.

Así que disponibilidad y empoderamiento para todas las personas. Con ello, quizás, haya mejores posibilidades que lo que deseamos: salud, compañía, sexo, música, educación, trabajo, democracia, respeto, prosperidad en todos los niveles, familia, diversión y los que se les ocurra será fuente de placer y tendrá mayores posibilidades de ser lo que creemos, necesitamos y ansiamos.

Porque creo en esto, espero que este 2021 la educación sexual integral debería ser un hecho, es la forma más concreta y eficaz que tenemos, para con el “mazo dando”, lograr que estas dos palabras puedan ser cada día más reales y, por lo tanto, seamos mejores como sociedad.

jueves, diciembre 17, 2020

La fe

El ser humano tiene entre sus intrínsecos como especie el poder y la fe. Dos de los incuestionables con los que andamos por la tierra todos y todas. Sin que, por eso, lo mostremos tanto, ni siempre. Pero forman parte de nuestro ADN humano y son inevitables. Por más que podamos obviarlos frente a otros que ejercen esas dos cualidades con más certeza, mayor claridad, mayor ostentación y/o obstinación. Del poder hemos hablado en otro momento y, seguramente, lo haremos nuevamente porque forma parte de una de las problemáticas centrales que me inquieta, me preocupa, me obsesiona, me cuestiona, me interpela. Pero, hoy, veamos la segunda cuestión que defino como específica para el ser humano, porque ella está, innegablemente asociada con la humanidad. Comprendamos a la fe, para mi explicación, a partir de una definición más amplia: la fe es una confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. Sé que, en general, entendemos que la misma se basa no en lo que es, sino en lo que creemos que es. O sea, en la convicción de algo con pruebas no fehacientes para todos, pero que nosotros le asignamos un valor definitivo. Para muchas personas, este concepto, valga señalarlo, está muy asociado a una creencia y esperanza personal en la existencia de un ser superior, lo que puede conllevar el seguir un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital. Todo ello porque las personas les dan a esas creencias un aspecto importante, hasta esencial en la vida.

La fe, de ese modo, nos genera un bienestar determinado. Pero aún más, esa creencia nos estimula positivamente. Una fe es válida porque nos da un poco o mucho de paz, nos promueve una tranquilidad y nos genera una sensación placentera. Descarto, por lo tanto, cualquier fanatismo que sea capaz de generar daño, un vicio más asociado con el poder que mencioné que con la confianza que surge de esta noción que planteó. Por ello, la fe es algo que nos ayuda. Simplificando, es creer que hay un mañana, además, creer que ese mañana puede ser un poco mejor, o sea, sentir que alguna noción de justicia y equidad es inevitable que llegue. Eso tiene valor per se. Independiente de cuan creyente, ateo o agnóstico uno se considere. En definitiva, nuestra vida cotidiana está llena de situaciones donde apostamos a la convicción de que algo es, no por las pruebas, sino por la confianza que depositamos y que nos permite pensar que es posible que sea mejor.

Ahora bien, subrayo que no es cualquier confianza: sino aquella que acepta que el otro es importante porque es otro, no porque cree lo mismo que yo. Una confianza que cree que es posible esperar que pasen cosas buenas, por más que, día a día, haya ejemplos que no es tan así; confianza que aún podemos mejorar a pesar de nuestros defectos, muchas veces ostensibles. Confianza que la paz, por más utópica que se juzgue, es también un deseo y una realidad posible. En esa actitud, de algún modo la humanidad, aunque a los tumbos, ha avanzado, progresado y, aunque no de forma constante, ha evitado algún sufrimiento. Quizás, la fe, ayuda a que el poder, ese otro inevitable, no pueda ser sólo una fuerza capaz de hacer daño, sino también una forma de ayudar a que el ser humano no sea un riesgo para el mismo.

Esta semana que pasó se celebró Hanukkah y esta semana se celebra Navidad. Dos actos de fe, dos actos de simbolismos, dos actos de confianza. En este año que pasó, con tantas cosas que nos vinieron de golpe. Con tanto dolor, con tantas situaciones nunca vividas, también hubo confianza, a pesar de todo. Quizás, por esas razones simples es que uno debe comprender que la fe es un hecho inherente a la humanidad, no por la religión –aunque cada uno la asume como quiera y la viva, si decide, como la siente- sino porque está basada en que el otro es importante porque es otro. En la medida que lo comprendamos, lo asumamos, lo vivamos, la utopía de la paz estará más cerca de nosotros.

 

16/12/2020

martes, diciembre 15, 2020

Pequeña nota sobre el 2020

El 2020 habla mucho de cambios. Todo lo que se modificó lo justifica. Pero, aun aceptando eso, quisiera pensar que para lo que viene no sólo se debe esperar cambios, como sinónimo de lo mejor. Efectivamente, creo gran parte de lo sucedido también mostró que mucho de lo bueno que salió, fue de adentro de las personas. O sea, nos permitimos ser, y al hacerlo, esa parte de nosotros que estaba allí se mostró con mayor intensidad, claridad y constancia. Se mostró más cotidiano que nunca y eso es maravilloso. Habla que, para exponer nuestra capacidad de ser mejores, a veces, se puede ir por el camino corto, ese que va de nuestro ser a nuestro hacer. En esta idea, ¡Ojalá!, lo digo con énfasis, ojalá que el gran cambio que exista sea dejar de inhibirnos en ser un poco más lo que esta pandemia nos obligó. O sea, estar más dispuestos hacia la introspección positiva, hacia la intimidad compartida, hacia la solidaridad equitativa, hacia los pequeños gestos cotidianos que hacen el verdadero universo humano; en definitiva, abierto y dispuestos hacia a quienes sentimos cerca. Porque al hacerlo terminamos haciendo lo que puede salvar a la humanidad desde siempre: poner en el centro la verdad esencial, esa que tiene un valor incalculable y ningún precio: el otro es importante porque es el otro.

martes, diciembre 08, 2020

Redes y encuentros

En los detalles se ve la calidad del vínculo y la calidez de las personas, es una obviedad que la olvidamos mucho en estas épocas de redes sociales. Hoy, se repite hasta el cansancio que los teléfonos celulares han modificado la forma de relacionarnos. Así, el otro está en la pantalla, la cual se transforma en un espejo. No es de extrañar, entonces, que sea una constante: las selfies a repetición, muchas con poses copiadas, los gestos uniformes enviados como mensaje al universo acompañados de frases rimbombantes y poco espontáneas que incluyen muchos mensajes de libros de autoayuda. A todo eso, nos devolverán con variados emojis o stickers, que, quiero creer, sólo son una forma triste elementar de pretender mostrar un rostro para decir presente. Si nos sentimos vulnerables, enfiestados o excitados, nuestra efusividad será puesta en evidencia multiplicando un emoji en particular, sin otro motivo de no dejar a nadie huérfano de un símil de compañía.

Pero lo sabemos, al lado de los celulares, la vida sigue. Una vida donde la gente, se busca, se extraña, se pretende, se desea, se tolera, se enoja, se ama, se habla, se sonríe y, aunque la pandemia nos cuesta tanto, se besa, se abraza o, por lo menos, se sueña seriamente con hacerlo. La vida, la que vivimos realmente sigue allí, pasando mientras hagamos lo que hagamos en nuestras inevitables pantallas.

Pero, no confundamos la supuesta condena. Para ello, recordemos que el ser humano desde siempre ha tenido la capacidad intelectual de construir instrumentos, recursos, avances, desarrollos tecnológicos que han facilitado su vida. Así, hoy tenemos elementos tecnológicos que nuestros ancestros sólo podían, en el mejor de los casos, imaginar cómo ciencia ficción. Indudablemente, el ser humano siempre puede intentar hasta hacer real lo que sólo era una ilusión. La historia tecnológica de la humanidad lo muestra. Pero, luego, lo sabemos, el que actuará, el que las usará, el que las disfrutará o la sufrirá, no será una máquina, sino un ser humano como vos o yo. Con defectos, errores, vicios y equivocaciones. En esta lógica, las redes sociales forman parte de esta inventiva del ser humano. ¡Lo que hubiesen dado nuestros ancestros para poder ver a alguien es importante para sus vidas a distancia, escucharla, sin tener que esperar meses por una noticia! Así que, seamos claros, el problema que tenemos no se trata de las redes sociales. Se trata de cómo nos pensamos actualmente como humanidad. Se trata de cómo hemos transformado nuestras relaciones con el otro, ese que está allí y que puede o no tener importancia para nosotros.  

Creo que es hora de volver a pensar sobre como construimos nuestras relaciones. Preguntarnos porque cuesta tanto el hablar fuera de las redes sociales, porque necesitamos tanto unificar las formas para pretender ser distintos usando un discurso repetido que hay en las redes. Indagar porque muchas veces nos animamos, únicamente, a ser tan valientes en el cruel anonimato que nos da la web. Básicamente es hora de preguntarnos porque no están en primer lugar de nuestras vidas el pensamiento crítico como estrategia de crecimiento, el dialogo como búsqueda de consensos desde el disenso, la solidaridad como acción en presencia, los vínculos como construcción permanente desde la disponibilidad real de estar. Porque, como humanidad lo sabemos, cuando lo están, las redes sociales, el teléfono inteligente o lo que fuera sólo son algunas herramientas maravillosas que sirven, ocasionalmente, para construir el cotidiano, cuando es necesario, nunca de forma omnipresente.

jueves, diciembre 03, 2020

3 de diciembre: día del médico, de la médica

 
Este 2020 el mundo fue atravesado por una realidad que no imaginábamos. Una de esas realidades que leíamos en libros de historia, en último caso. Algo que no podía pasar de forma universal. Si, podía seguir ocurrir epidemias en lugares lejanos, pero creyendo que estábamos protegidos más o menos por la modernidad en tantos lugares. O sea, sabíamos que existen enfermedades que matan pero que ellas ya no llegaban de forma indiscriminada. Como nunca, sin que medie catástrofe natural, la muerte, la enfermedad nos tocó bien de cerca, sin medir ninguna condición, casi sin excepción. La salud fue conmocionada, aún lo está. Así, llegamos a diciembre con un año que nos golpeó tanto, nos afectó tanto, nos dolió tanto. En este año hay gente que se enfermó como todos los años, algunas se curaron como todos los años.

En esta realidad es el día llamado del médico (médicas incluidas, aunque no se visibilicen con el masculino).

Un día para hacer el alto del camino y pensar en algo bueno sobre el estar en esta profesión. Sólo que, como lo sabemos en carne propia, este año, más que nunca, el dolor humano nos llegó de otro modo. Más directo, más personal, más cercano y más vivido. La incertidumbre nos puso en evidencia.

Así que, la fiesta se debe transformar en un recordatorio de lo obvio: somos humanos, frágiles y mortales. Sin embargo, porque eso es así, somos capaces de intentar siempre de procurar formas de aliviar el sufrimiento o intentarlo con la convicción de creerlo y de esforzarnos por eso.

Así que está bien tener un día para recordar que, en ocasiones, la profesión que uno tiene sirve para lo que hace falta: ser un poco más humanos o intentarlo con el mayor entusiasmo, aún con riesgo de no poder hacerlo siempre. Pero, vaya que tantas veces se consigue.

Por los que no están, por los que hoy ya no están y por los que vendrán. Por la convicción que seguir formando médicos y médicas es un intento serio de hacer que el mundo sea un poco mejor.

miércoles, noviembre 25, 2020

STOP la violencia. La pandemia que no siempre vemos

  Siempre en memoria de las Mirabal


 El 25 de noviembre es el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por las Naciones Unidas desde 1999. Se eligió ese día para recordar a las hermanas dominicanas Mirabal, Patria, María Teresa y Minerva, que fueron asesinadas brutalmente el 25 de noviembre de 1960 por órdenes del dictador de la República Dominicana. 

No existe ninguna ideología, creencia, saber respetable que considere que la violencia como actitud ante el otro sea positiva. Aun no compartiendo alguna idea con el otro, en general, aceptamos que la violencia no es el camino. Por ello, la humanidad no deja de pensar estrategias y decisiones para evitar, disminuir y erradicar la violencia. Pensando en soluciones, creo que para eliminar la violencia hay tres áreas sobre las que debemos trabajar de forma consciente e ineludible:

1-La educación sexual integral: no debería existir dudas de su necesidad, urgencia e irrevocable premura en realizarla. Es más, voy a sostener que no hacerla, o interferir en ello, es una de las formas que tenemos de evitar dotar a las personas de herramientas útiles para hacer frente a muchos problemas concretos que nos afectan, incluido la violencia. Lo diré: la Educación sexual integral si sigue una “ideología”. Aquella que toda la humanidad, a través de los siglos y de muchas manifestaciones espirituales y sociales, ha puesto como norte real: el otro es importante porque es otro. La alteridad y la diversidad como valor incuestionable de la humanidad. La Educación sexual integral realizada correctamente, compréndalo, sirve para dar conocimientos válidos, habilidades fundamentales y valores concretos para hacer frente a los problemas que el vivir nos plantea.

2- El desarrollo sistemático del acceso universal y completo a la salud como una de las formas esenciales de prevenir, resolver, tratar y promover cuestiones tan complejas como es la violencia, no solo por sus efectos visibles sino, también, aquellos que parecen intangibles pero que son reales y producen daño. Esto incluye la salud sexual como derecho postergado, pero imprescindible.

3- Un sistema socio-jurídico: que garantice que el acceso a la justica, pase por la noción de equidad y que no haya razón alguna para que la discriminación no sea una forma arcaica y que, utopía mediante, debe ser suprimida como comportamiento de nuestra sociedad. Esto incluye una lucha también contra la corrupción, que atenta, en democracia, principalmente, a los Derechos Humanos.

Combatir la violencia activamente, promover la paz, aún más efectivamente. Las Naciones Unidades han planteado desde hace unos años y, hasta el 2030, una campaña de los 16 días de activismo contra la violencia de género. Desde el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se extiende hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. La campaña de esta organización internacional está bajo el nombre ÚNETE y el slogan general es “Pinta el mundo de naranja”. Cada año desarrolla un tema global, el del 2020 es: ¡Financiar, responder, prevenir, recopilar!”

Si lo pensamos, esta campaña se orienta a lo que más deseamos como seres humanos y como sociedad: Sumar para la paz, que incluye eliminar toda violencia; Crecer en la solidaridad, que precisa aceptar la diferencia y respetarla; Desarrolla la inclusión que exige la equidad y la justicia No puedo entender que alguien crea, en nuestro país, que esto va en contra de valores que todos deseamos para nuestro país.

Contra la violencia, hoy 25 de noviembre y siempre

La violencia contra la mujer, contra las niñas, contra las adolescentes son acciones que nos degrada como seres humanos. Pero también es un delito. Por cosas como éstas, entre otras, nos preguntamos, muchas veces, ¿Cómo una especie que es capaz de la belleza, del placer y del amor en todas sus dimensiones, sigo recurriendo a la violencia que mata, que destruye, que afecta al otro? 
Pero, lo resaltemos, hay una parte de la humanidad, una parte enorme, que cree que la violencia no es el camino, que no es la condición inevitable, que no es el destino. Así, por ejemplo, en 1991, un grupo de hombres canadienses, sacudidos por la llamada Masacre de Montreal, crearon una campaña que se llamó del Lazo Blanco (White Ribbon Campaing). Señalemos que adoptaron como símbolo ese color por ser el de la paz y, en este caso, “representa el compromiso público de los hombres que lo portan de no ejercer violencia contra las mujeres, no permitir que otros lo hagan y de no permanecer en silencio frente al problema”.

El 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aprobado por las Naciones Unidas en 1999. Así, este organismo desarrolla campañas que están bajo el lema, desde hace unos años, de 16 días de activismo contra la violencia (desde el 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre, día de los DDHH). El slogan es #pinta tu mundo de naranja.
En esta ocasión quiero revindicar que existen hombres que hacemos nuestra la lucha para eliminar este tipo de violencia. Lo hacemos convencidos que nuestra humanidad nos exige comprender que este tipo de violencia –y las otras también- son  algo que debemos enfrentar para lograr el cambio que alguna vez llamaron objetivos del milenio pero que, para la gente común siempre será la necesidad cotidiana de lograr la paz, la equidad y el bien común, para estar mejor, para sentirnos mejor, para vivir mejor.

Por ello, debemos ser más activos en esta época. Ya lo mencioné otras veces. Es hora de exigir una educación sexual integral ya que ofrece, entre otras cosas, herramientas para hacer frente a esto que, mucho antes que la pandemia de COVID-19 aparezca, ya se mostraba como una verdadera pandemia que no podíamos controlar. Si, la violencia contra la mujer es una pandemia, también es hora de de actuar frente a ella. Es hora de ser más activos en la construcción de una red de trabajo para que cada uno pueda ofrecer una parte de la solución a quienes sufren la violencia; ser sensibles para verla, dispuestos para acompañar a quien la sufre, equilibrados para apoyarlas y conscientes que el esfuerzo debe ser cotidiano, permanente y desafiante. Esforzarnos en erradicar este tipo de violencia seguramente, nos permitirá avanzar aún hacia lo mejor que tenemos como humanidad: la capacidad de crear belleza, de disfrutar del placer y de encontramos en el sentimiento.

martes, noviembre 24, 2020

Consentimiento

Consentir es uno de los actos humanos más desarrollados que existe. Su aparente simplicidad dada por el decir “si”, incluye la noción de complejidad que E. Morin puso en evidencia. Creer que es un instante es una ignorancia que desconoce la increíble articulación que está en el proceso del consentimiento. Consentir implica alteridad en su esencia más humana, conocimiento en la certeza del descubrimiento personal, comunicación como derecho inalienable de toda persona y el deseo como norma estricta para la satisfacción. Creer que el consentimiento que se debe manifestar por un “sí” sea simple y superficial habla de nuestra incapacidad de comprender el hecho humano, de desconocer la dignidad del ser humano y ser incapaz de ver lo obvio: el otro es tan importante por ser otro (no me canso de repetirlo, y yo soy el otro también).

Entonces, consentir no es simple, pero es imprescindible. No es innato, sino que es una construcción basada en una pedagogía que aliente el conocimiento, el autoconocimiento, las habilidades para la vida (concepto de la Organización Mundial para la salud) y los valores más concretos para este siglo XXI: el paradigma de los Derechos Humanos.

Consentir es, estoy convencido, la piedra angular para construir relaciones de cualquier tipo. Como tal precisa de varios elementos no se consigue solo porque querer, se debe no sólo desear, pensar, intentar, sentir, decir, revisar, expresarse, preguntar, responderse, aceptar, establecer, reconocer, percibir, disfrutar, satisfacer, satisfacerse, amigarse, disponerse, entregar, entregarse, recibir, recibirse. Una lista larga pero también inacabada.

Si, consentir será decir “si” o decir “no”, sin otro límite que la convicción y sin otra razón que la convicción o la duda. Pero llegar a hacerlo de modo que el consentimiento sea lo que nos permita estar, sentir y compartir de la mejor manera posible y que redunde en beneficios para uno y, por ende, para los demás, es una artesanía que se debe aprender, se debe realizar, se debe perfeccionar y se debe respetar.

Así que nuevamente, pidamos educación sexual para que haya más posibilidades que la violencia no sea tan fácil, para que la satisfacción sea un cotidiano y para que los encuentros sean lo que siempre deben ser: la certeza de algo bueno.

domingo, noviembre 22, 2020

El dolor del feminicidio

Duele Argentina, duele mi Tucumán, Duele Santiago. En este caso, por el mismo dolor: mujeres asesinadas por ser mujeres. El feminicidio como consecuencia de la violencia que no se puede controlar, limitar, eliminar. Nos debe doler, como tantas otras cosas que sentimos que, en este siglo XXI, deberíamos haber controlado mejor. Pero allí están, mostrando que, como alguna vez un profesor de historia me dijo: la humanidad no ha avanzado como creemos, aún sigue siendo el asesinato un recurso que tiene el ser humano frente al otro, por el simple hecho de ser otro. Alguien, en este caso, un varón, decide que ella debe morir amparándose en un código arcaico, en una noción perimida, asumiendo lo que es imposible: que otro ser humano sea una posesión.

El dolor no podrá evitarse, pero se tapará. La tristeza, la desesperanza, el peso de lo sucedido ocupara nuestros sentidos y muchas conversaciones. Cada cual lo procesará del modo que pueda. Se clamará por lo terrible que es. Lo que se hizo, lo que no se hizo, lo que se destruyó. Luego, poco a poco, por la “maldita” resiliencia, la “inevitable” adaptación, la “cuestionable” sobrevivencia se seguirá adelante, hasta la próxima violencia.

Pero, quizás, sea el momento para volver a pensar sobre lo que más dolor puede causar y lo que es lo más difícil de hacer: es momento de analizar y comprender que hemos hecho mal. Analizar la suma de factores que permiten que lleguemos a eso, para luego, darle un orden de prioridad para resolver. Allí radica la única y real esperanza que como sociedad seamos capaces de mejorar.

Pero, hoy, vuelvo a creer que es difícil. Porque, en definitiva, parece que es momento de repensar en cómo se da el poder, se lo controla y se lo canaliza. Como establecemos contratos sociales que sean mejores para todos y todas y que su control cotidiano sea un ejercicio de ciudadanía real y no de circunstancias. Básicamente es pensar que, dado que el ejercicio del poder es inevitable en el ser humano en general, el control del mismo debe ser una condición sine qua non para que el ser humano pueda aspirar a lo mejor que puede aspirar.

 La muerte de una mujer por ser mujer, llámese Paola, en Tucumán o Marisol en Santiago (por citar dos casos de una lista demasiado larga en nuestro país), debería implicar, como sociedad, un punto bisagra en la historia. Lo evitable pasó. Nos hace daño. Nos hiere mal. Pero también ya es parte del pasado. Del ayer. Ahora, con el dolor por lo vivido, por todo nos queda en pensar que hacemos para cambiar el camino que nos hundió. Hoy estamos con la tristeza sacudiéndonos, con el duelo inevitable y necesario para hacer, con las lágrimas que laceran el interior, aunque no se muestren omnipresentes. Pero también hoy es urgente que pensemos, de algún modo, como hacemos lo que realmente una urgencia: crear una sociedad que nunca jamás permita, acepte o pueda pasar esto que pasó.

Duele eso, nos debe doler como sociedad, sin distinción. Una muerte que se podría haber evitado nos debe doler. Porque en ese dolor, también radica la posibilidad de la esperanza, de multiplicar nuestros esfuerzos, de gritar, de exigir, de trabajar por lo que es una declaración de principios: NI UNA MENOS. Aun podemos ser mejores como sociedad, como grupo humano que se precie de pretender que la humanidad es mejor, mucho mejor, de lo que algunos se esmeran en denostar: no más violencia es quizás una utopía, el ser humano aún debe aprender tanto, pero no por ello debemos dejar de caminar hacia ella, porque como bien decían, la utopía sirve para seguir caminando hacia donde queremos. Entonces, a hacerlo, vamos hacia donde soñamos, pensamos y deseamos. El futuro siempre debe ser conjugado en presente.

martes, noviembre 17, 2020

Un cumple

 De repente una pausa. Como para ver lo que hay detrás. No hay forma de ordenar los recuerdos, de pensar rápida y claramente en todo lo que nos permitió llegar hasta aquí y lo que nos impidió, aunque no lo consiguieran. La vida son tantas cosas que o se resumen en “logros y fracasos”, como para decir alguna cosa o se saborea con lo vivido que fluye de diferentes formas. Además, como pensar, si todo sigue, que de ello todavía nos impulsará a buscar otras cosas y cincelar nuevos recuerdos y que será lo que intentaremos, esperando con suerte, esquivar en la próxima vez que esas mismas “piedras” aparezcan.

Pero, si bien no se puede ver todo, la vida en cierto momento, son un manojo de historias que tienen el valor exacto que uno le da, sabiendo que no será justo sino simplemente emotivo. Tantos recuerdos insignificantes que forjan el cotidiano no se puede enumerar sin caer en aquel mapa de Borges que eran tan igual al territorio que era infinito. Así que contar una vida con detalles sería eterno.

Así que vamos por los mojones que andan por allí y que sólo vamos a recordar unos cuantos porque estamos en esta onda. Una vida siempre conlleva un primer amor, una primera sonrisa cómplice, un primer beso deseado, un primer sexo maquillado en romance, una primera lágrima, sentida en la piel, una primera desnudez vestida de amor. Pero luego, todo con nuevos tonos, sentidos o vivencias, pero todo allí.

También podemos anotar un baile obligado, uno deseado, uno sentido, uno divertido. Una canción que ansiamos, una que nos dio lágrimas, una que permite el presente continuo. Una poesía que dice, una poesía que habla, una poesía que se envidia, una poesía que se escribe, una que se lee y una que se desea vivir. Un beso que resume ternura, uno que se sueña tantas veces, uno que se sabe el primero, uno que se sabe el eterno, uno que se sabe presente, uno que se necesita y uno que se desea repetir mil veces más aún. Muchas conversaciones de esas personas que comparten momentos en una historia de andares y estares. Esas personas por las que uno se preocupa y “soporta” que es una preocupación, porque esa sensación humana de preocuparnos viene incluida en el saber, sentir y vivir con la verdad que hay alguien importante para uno.

La lista puede ser tan largo como hemos vivido, pero lo que importa, no es tanto la lista que nos permite sentirnos de pie aquí y ahora y evocar lo que bueno que hay en lo vivido, en lo compartido, en lo sentido, en todo lo que nos toca.

Siempre y, sobre todo, las personas, porque no hay forma de vivir que si no es porque hay otros que importan: mi hijo, mi madre y mi familia, mis amigos, mis amigas, mis amores, mis amantes, los que no están, mis estímulos, mis metáforas, mis desvaríos, mis inciertas certezas que cobijo entre líneas.

Pero la vida es, sobre todo, lo que viene. Lo vivido nos da calma e inquietud, certezas y dudas, delicadezas y lo áspero, soluciones y problemas, remansos y tormentas. Un poco de todo y mucho de nada, pero con tanto valor que uno sabe que la vida no es otra cosa que ese andar que hacemos desde que alguien decidió darnos la vida hasta que el camino se termine. En el medio a hacerlo de la mejor manera que uno puede. Así que nuevamente, por más momentos, en el aquí y ahora, donde la vida no se cuenta, se vive.

lunes, noviembre 16, 2020

Pregunta de épocas de pandemia

¿Por qué debería privarme de una buena paella si mi pareja es alérgica a los mariscos? Si no me privo de ella y la como con gusto, ¿soy realmente una mala persona? Esta pregunta es la que empecé a hacerme frente a la cantidad de jóvenes que están en la calle sin distancia, ni protección o quienes van a fiestas “clandestinas” o, mejor llamarlas, “no publicitadas por los canales oficiales”, o simplemente reunirse como si nada a tomar una cerveza. A ver, veamos: una persona joven que sabe, a ciencia cierta, que si se infecta será, casi siempre, asintomática o como hecho terrible una “suerte de gripe fuerte”, ¿Por qué debe privarse de vivir su juventud?

La primera respuesta seria “el ser solidaria”. Pero no es un crimen no serlo o serlo de otro modo, aunque no nos guste la idea. Por ejemplo, quienes comparten la navidad en la plaza, no dejan de ser solidarios por no ir al Hospital de niños el día de la infancia. O sea, el ser solidarios es una opción genial. Pero no conocemos la historia detrás de los supuestos “no solidarios”.

Una segunda respuesta podría ser “porque tienen familiares cercanos” que si pueden ser un grupo de riesgo y podrían contagiarlos. Suena a una respuesta suficientemente intensa y concreta. Pero, al final, todos creemos que hacemos todos los cuidados, cuando estamos con esos familiares. Mientras no sea intencional el contagio, no estamos librados de ello y no podemos cargar con culpas a nadie.

Entonces, volvemos a la cuestión central: a pesar de todo, la argumentación no es válida, puesto que cada cual hace lo que quiere o puede en esta historia de la pandemia. Aunque parezca terrible, es un hecho humano, universal y atemporal que no todos ni todas se comportan como debiéramos siempre, sino cuanto se puede y oscilando entre el famoso y multi-usado “depende”.

Frente a ello, debí aprender a qué no me moleste tanto que la gente haga lo que no puedo o decido no hacer. No será la primera vez que alguien hace algo así, contrario a lo que creo, siento o pienso. Y, seguramente, yo alguna vez hice algo contrario a lo que “se esperaba” por un bien mayor. Al final, uno también forma parte de esa humanidad, tan caótica, paradojal, inconsciente y personal que podemos ver, en uno u otro caso.

Ahora bien, una vez establecido eso como una cuestión asociada a la “libertad” individual y a los derechos personales veamos otro punto. Una aclaración previa: si creo que hay momentos que una sociedad puede determinar comportamientos compulsorios para defender un bien superior. Así la imposición de una cuarentena estricta, en algún momento, como decisión gubernamental es lógica y atinada. Pero en eso ya no estamos, estamos en una libertad general o cuasi general y con el pedido que cada cual se cuide según corresponde, acorde al conocimiento científico disponible: distancia social, uso de tapaboca y lavado de manos.

Vamos al punto que quería subrayar y que, realmente me jode: es que la gente quiera justificar su comportamiento racional, libre, soberano y anti-protección con un falso y mediocre gesto de empatía. Porque lo hace cuando intenta justificarse de hacer lo que dice que no hay que hacer. Cómo para justificar su comportamiento. Esto me molesta un poco. Porque allí suelen mentir, lo que siempre es un poco peor para uno. En esos casos, el principio debería ser simple:  que cada cual haga lo que les salga, lo que crean mejor, lo que necesitan hacer. Compórtense como quieran, hagan la vida que desean. Cada cual sabe sus límites. (estoy excluyendo a los que no tienen opción de hacer otra cosa, por obligaciones, obviamente). Pero los que tienen opción y optan por hacer lo que iría en contra de las supuestas medidas sanitarias, simplemente porque no se sienten tocados por ellas, esas personas hagan, literalmente lo que les salga, pero, por favor, asuman su decisión y nunca jamás, lo cambien con discursitos sin valor. Tal vez así, seamos capaces de seguir construyendo una sociedad más sincera y que nos permita ver con más claridad cómo nos comportamos y, porque, ciertas cosas, sólo son utopías.

martes, noviembre 10, 2020

No es magia


 Nos gusta las relaciones donde hay magia. Sin embargo, las relaciones buenas, es curioso, no usan magia. Entonces, ¿a qué llamamos magia? A una sintesis no detallada de lo 
que permite que las cosas funcionen más aceitadamente. Magia es una palabra linda, porque nos permite sorprendernos que lo cotidiano parezcan sólo espacios donde es posible sentirse a gusto con poco y, a eso, darle sentido de plenitud. Así, por citar algunos ejemplos, podemos decir: una sonrisa que sale de la nada, construida sin que se perciba el cómo, pero que emerge con la sinceridad del gesto; el hacer que una tormenta perfecta se transforme en una brisa que refresca; cuando el dolor de algún fracaso se pueda convertir, en un segundo, en el lugar donde se construye un futuro que parece prometedor; hacer que lo aburrido y tedioso sea, de repente, un momento de esos que se atesoran. Son, ejemplos de cosas que pasan en algunas relaciones. Las podemos llamar “la magia de la relación”, pero estamos utilizando una palabra que sintetiza un montón de actividades más concretas, mas trabajadas, mas dedicadas y más reproducibles.

Las relaciones no son buenas porque hay magia, sino porque hay intentos serios de mejorar la comunicación, esfuerzos sistemáticos por conocer los pequeños detalles que construyen el día a día de la otra persona, una convicción en que la percepción de las asperezas y fragilidades que todos posseemos nos ofrece un mapa para acompañar, una certeza que el placer no se descubre de la nada, sino que se recorre por las sendas que la otra persona menciona quedamente, muchas veces sin palabras.

Tal vez, cuando uno se da cuenta que la magia es dedicación, trabajo, entrega, disposición, presencia, escucha, confianza y serenidad, uno empieza a sentir que uno navega donde va descubirendo, conociendo y sintiendo. Allí, cuando uno sabe lo que sabe, la magia, sólo es una palabra para sintetizar lo que ya se descubrió: que el otro, no es un enigma, sino encuentro que deseamos de tal modo que la intimidad no es más que una forma especial de comunicación.

Ojalá que la magia nos espere en todo camino que hagamos.

domingo, noviembre 01, 2020

Heridas y cicatrices

La vida son tantas cosas que nos pasan que uno va escogiendo como medirla sin caer en la simplicidad de cronos. Siempre pensé que la vida se mide realmente por momentos. Encuentro en ese instante de vida la síntesis elocuente de la existencia. Un momento, decía hace tiempo, es un espacio de intimidad compartida. Pues cuando pasa, uno puede condensar en alguna arista, en algún instante, en alguna actividad o pensamiento, un poco mucho de lo que somos y nos permitimos ser. Un momento no como una cuestión trascendente, sino puede ser como una sonrisa compartida al pasar. Esos momentos se van juntando como si fueran perlas que condensan la belleza y la pureza que nos habla de nosotros. Así pensé que la vida es un conjunto que de perlas con las que hacemos collares de perlas y que con diferentes hilos vamos juntando las perlas.

Pero, también la vida, es importante recordar, heridas y cicatrices que vamos teniendo. Las heridas son parte de la vida, algunas sólo son golpes, otras son corte, donde fluye sangre y dolor. La vida es andar y al hacerlo, pasan cosas. Sería bueno creer, desear y aspirar que no habrá esas heridas, pero lo sabemos, no está en el menú del ser mortal. Por lo tanto, es inevitable que las cicatrices formen parte de nuestro propio mapa vital. No hablo de las que se hacen en la piel y algunas recuerdan algún trance que se resolvió con el amplio abanico que existe: desde una anécdota ya motivo de alegría hasta la que nos hace doler en la noche. Estoy hablando de las cicatrices que se hacen en el interior. Aquellas que no dejan marcas en la piel sino del lado de adentro, metafóricamente. También son inevitables. Las cicatrices son consecuencias del poder sentir, del poder compartir, del poder andar, del poder vivir.

Lo que cambia siempre será que hacemos con esas cicatrices. Que hacemos con ese dolor que nos interpela tantas veces. Es allí donde está la diferencia, pues sobre eso es que nos edificamos.

No existe receta tan conocida, pero hay, sin dudas formas que tenemos de hacer frente a eso. La resiliencia aparece como un bien preciado para estas cuestiones. Cultivarla, parece una apuesta segura a la vida, al futuro, a lo mejor que podemos dar.

Lo segundo, saber que toda cicatriz, de las que hablo, precisa el paliativo del testigo. Porque tener un testigo siempre es una forma de sentir que el dolor se disipa un poco. Un testigo no es más que alguien con quien podemos hablar libremente de lo que sentimos para poder sentir que no sólo nos comprende, sino que podría hablar a favor nuestro. Porque, a veces, es necesario saber que alguien puede defendernos de nosotros mismos.

A la noche, porque siempre es a la noche cuando pasan estas cosas, nuestras cicatrices son el recuerdo tallado en nosotros que algo hicimos. Ojalá, no mucho de lo cual nos arrepentimos y bastante de aquello donde fuimos un poco más nosotros, un poco mejor.

La vida sexual

Con vida sexual me quiero referir a todo el tiempo que usamos para disfrutar la actividad sexual y lo relacionado. Esta vida incluye, por ejemplo, el orgasmo, pero es menester tener en cuenta que es mucho más que eso. Para que lo tengamos en cuenta, una relación sexual coital promedio, según los estudios realizados, dura entre 3-7 minutos y sería deseable, según esa referencia, que dure 7 a 13 minutos. Pero todos sabemos que el placer y la intimidad no se miden en minutos sino en otros elementos que se perciben, se viven y se expresan. Pero si tomamos esa lógica, aún limitada, deberíamos ser justos e incluir más “minutos” en esa vida sexual. Por ejemplo: el tiempo que imaginamos lo que va a pasar, el tiempo que invertimos en preparar “el evento coital”, el tiempo que, luego, hablamos sobre ello, el tiempo que utilizamos para recordarlo y, quizás, así estimularnos, el tiempo empleamos para retozar luego de esa actividad, el tiempo que logramos sonreír por haberlo hecho. Hasta aquí, sólo diciendo que la actividad sexual es el coito.

Ahora bien, si vamos a la vida real y, sobre todo a la saludable, comprendemos que la vida sexual es mucho más que eso. Implica una paleta de opciones que hace que lo sexual pueda ser una de las actividades más maravillosas que integran el cotidiano de nuestra vida de modo, lo que daría como resultado que la misma nos enriquecería mucho más de lo que nos permitimos. Pensemos, para ello, que el acto sexual incluye el pensarlo, el imaginarlo y el decirlo. Tres verbos, tres acciones diferentes que, a su vez, cada cual incluye múltiples posibilidades de gozo, placer, satisfacción y encuentro. Agreguemos que, al avanzar en esa dirección incluye, por lo menos, tres verbos más, por lo menos, preparar, buscar y hacer el momento. Tres acciones más, tres posibilidades más, tres pequeños conjuntos de opciones. Ya en escena, las acciones son muchísimas más: acercarse, acariciar, hablar, besar, tocar, desvestir, respirar, susurrar, pedir, ofrecer, rogar, jugar, por decir algunas que aparecen espontáneamente. Esas, y las otras acciones que pueden aparecer, en el orden que uno quiera y repitiéndose del modo que se les antoje. Muchos verbos, que son muchas acciones y, aún, no agregamos, ni sentidos, ni sentires. O sea, estamos al inicio de lo que la actividad sexual pueda ocupar en tu vida.

Pero para acotar un poco, nos quedemos con estas acciones mencionadas. Falta agregarle ahora el factor. Sí, claro, toda “actividad humana” tiene siempre un factor que la modifica. Su presencia o ausencia le agrega o le quita amplitud o dimensiones. Al factor lo llamaremos “factor no coito-céntrico”. Si el factor está ausente, la suma de las acciones se multiplica por 0. O sea sólo ocupa el tiempo disponible. Si el factor está presente, el factor toma un valor inmenso y entonces todo se multiplica por sí mismo.

Pero aclaremos un poco esto. El factor no coito-céntrico implica que la actividad sexual se expande en todos los sentidos y con varias actividades diversas entre las cuales, una de ellas, puede ser el coito (pero no con carácter de imprescindible). Lo que cambia cuando está ausente este factor es el lugar que toma el coito: si es central y todo orientado a ello, obviamente la actividad sexual está restringida. Si el coito es una de las tantas opciones que hay para disfrutar, satisfacerse y gozar, la actividad sexual puede tomar mayores dimensiones.  Entonces, la actividad sexual pasa a ser multidimensional, con una posibilidad –y una ambición- de percibir los estímulos en el cotidiano. Así, el placer, el gozo, la satisfacción encuentra nuevos senderos para crear momentos, donde, todos deberíamos saber, la intimidad se hace fortaleza, deseo, alegría y la tranquilidad que genera la paz interior.

Si, la vida sexual es una de las posibilidades más increíbles que tiene el ser humano para poder hacer que la humanidad sea lo que se imaginó, encuentro, diversidad, paz y placer, orientados para sacar lo mejor que tenemos para el otro el mayor tiempo posible. Definitivamente, creo que la vida sexual es uno de los caminos hacia el futuro que anhelamos, sin dudas.


martes, octubre 27, 2020

Frente a la cuarentena....

 La pandemia puso en evidencia dos elementos universales: somos humanos, independiente de nuestras diferencias y que no somos iguales, a pesar que todos somos humanos. Así, la pandemia nos mostró que el virus, que nos está amenazando, puede llegar a cualquier y, con una lógica no completamente clara, generar daño grave a cualquiera, aunque mayormente a una parte más concreta (varones, más que mujeres, mayores, más que menores, enfermos más que sanos). La infección, que se está estudiando a ritmo acelerado desde su aparición, afecta desde la nada hasta la muerte y, cuando lo hace no se puede hacer mucho con certeza, por más que, en varios casos, se hace tanto. Por otro lado, la pandemia con las medidas que se tomó –bien o mal, cortas o largas, adecuadas o inadecuadas- nos mostró con alevosía que hay tantas diferencias de recursos, posibilidades, circunstancias, contextos, realidades, necesidades, urgencias, prioridades, etc., que hace que claramente las diferencias sean tantas y demasiados evidentes. 

La mal llamada cuarentena, sólo puso en evidencia, el abanico enorme donde estamos situados. Si pensamos en esa variedad que existe entre las personas, quizás podamos comprender un principio básico de algo de lo que está pasando. Dicho simple: en general creemos que estamos hablando de lo mismo, pero es imposible que hablemos de lo mismo. De allí surge el problema más grave, al convencernos que estamos refiriéndonos a lo mismo no comprendemos porque los demás actúan de otro modo frente a lo que debería ser un comportamiento más homogéneo.

Pero lo cierto que como bien dice la sabiduría popular, “cada cual sabe dónde le aprieta el zapato” y esto tiene consecuencia concreta y formal que vemos el mundo desde nuestra realidad única y no siempre compartida. Esto da, en primer lugar, diferentes formas de ordenar lo mismo, donde uno primero cataloga lo que es más importante, urgente o necesario y luego lo prioriza. Encima, esto lo ordena cada día como se le antoja, no siempre caprichosamente, pero con una lógica personal. Aceptemos que esta actitud es común en las personas, casi siempre es así. Pasa que la pandemia hace que parece que estamos hablando de lo mismo, entonces se torna más traumático las diferencias.

Luego, en segundo lugar, creamos argumentaciones para defender lo que hemos priorizado. Argumentaciones que, muchas veces, sólo son sólidas porque decidimos cuales postulados serán reales, indiscutibles y válidos, recurriendo a lo que creemos para eso. Entonces, lo que hacemos es lógico, porque esto o aquello es verdad y, lo que el otro no hace, es ilógico porque aquello o esto no es verdad. Básicamente, la historia de la humanidad: a nivel de discusiones, toma de decisiones, elección de caminos, aciertos y errores, todo se estructura a partir de quien tiene el poder para imponerlo, aun cuando sea verdad, exacta y correcta la decisión.

Pero lo cierto, es que no podemos homogenizar porque las diferencias son notables. Hay todo un abanico de situaciones. No son iguales las situaciones. Así tenemos gente con recursos económicos sólidos hasta gente con recursos insignificantes o sin recursos. Personas solas y personas con compañía. Personas con teletrabajo, otras con trabajo sólo presencial. Personas con factores de riesgo, personas que saben – o lo creen por estadística- que no les pasará nada. Gente aferrada a la fe como vacuna, gente que vivió el duelo en la peor situación. Niños que no comprenden la gravedad (¡maravilloso que así sea! Que ellos estén preservados es una buena noticia). Personas que exigen trabajar para no gastar sus múltiples recursos para poder vivir, pero también para poder comprar dólares y, otras personas que patean la calle buscando trabajo para poder comer, quizás. Gente que va al gimnasio porque su salud o lo que fuera lo exige, pero además, porque no tienen fuerza de voluntad para hacer lo mismo en la casa y, de otro lado, gente que camina la calle tirando un carrito con cartones, aunque el ejercicio no esté dentro de sus prioridades. Gente que está haciendo aislamiento en casa con fondo y piletas y delivery, con gente que no sabe cómo hacer un aislamiento en una pieza con los demás que conviven allí. Gente que ansía bailar, cantar, reírse y compartir y la que, no sólo lo desean sino que lo hacen de cualquier forma. Gente que sólo quiere vacaciones y viajar y otras que sabe que ni uno ni el otro forman parte de su vida. Gente que puede acceder rápido a un test para evitar el stress y gente que sólo le queda aferrarse a “no saberlo” porque no puede. Personas, como vos y yo, que no saben que harán si pasa algo, pero están los que tienen donde rascarse y los que saben que sólo les quedará nada.

Así que si, en la realidad, somos tan diferentes, por circunstancias y contextos, de ese modo es lógico que actuemos diferente. Eso no debería molestar tanto, a veces, quizás envidia o algo peor, pero bueno, somos humanos. Lo que más me jode no es la diversidad de comportamientos, sino que dentro de las personas más “favorecidas” quieran llamar con otro nombre a lo que se hace o se pretenda justificar con argumentaciones totalmente arbitrarias lo que hacen por su decisión personal y limitada. A esas personas, a veces, quizás yo, sería bueno recordarles que “haz lo que quieras” está bueno, pero “no lo compares con nada, ni nadie”. Hazte cargo de tu realidad, de tus diferencias, de tus decisiones, de tus mambos.

Esto suena duro pero peor, es lo que más revela. Efectivamente, así nos comportamos y por lo tanto desnuda una de las verdades más crueles, la solidaridad es un concepto hermoso pero que cuesta vivirlo.

jueves, octubre 22, 2020

Duele, Tucumán

 Tucumán tuvo una semana que golpea como nunca. Se mezclan las sensaciones. El asesinato y vejación de dos menores que coincidían en el nombre fue el comienzo. Todo en un caldo de cultivos que es la pandemia, la pseudo-cuarentena, el aumento de casos sin control y otras yerbas. Dos niñas asesinadas vilmente. Ayer, jueves 21 de octubre, un grupo de ciudadanos encontró al supuesto asesino de una de las pequeñas y lo ajustició con toda la saña que pudieron. Como película sanguinaria, hasta fue trasmitido en vivo y luego reenviado por las redes. Hoy Tucumán, amaneció un poco más pobre, más golpeada, más atrasada.

El dolor no podrá evitarse, pero se tapará. La tristeza, la desesperanza, el peso de lo sucedido ocupara nuestros sentidos y muchas conversaciones. Cada cual lo procesará del modo que pueda. Se clamará por lo terrible que es. Lo que se hizo, no se hizo, lo que se destruyó. Luego, poco a poco, por la “maldita” resiliencia, la “inevitable” adaptación, la “cuestionable” sobrevivencia se seguirá adelante, hasta lo próximo.

Pero, quizás, sea el momento para volver a pensar lo que más dolor puede causar y lo que es lo más difícil de hacer. Comprender que hemos hecho mal. Analizar la suma de factores que permiten que lleguemos a eso, para luego, darle un orden de prioridad para resolver. Allí radica la única y real esperanza que como sociedad seamos capaces de mejorar.

Pero, hoy, vuelvo a creer que es difícil. Porque, en definitiva, parece que es momento de repensar en como se da el poder, se lo controla y se lo canaliza. Como establecemos contratos sociales que sean mejores para todos y todas y que su control cotidiano sea un ejercicio de ciudadanía real y no de circunstancias. Básicamente es pensar que, dado que el ejercicio del poder es inevitable en el ser humano en general, el control del mismo es una condición sine qua non para que el ser humano pueda aspirar a lo mejor que tiene.

 Ayer Tucumán, como sociedad, hizo un punto bisagra en su historia. Lo inevitable paso. La muerte de dos niñas es intolerable de todo punto de vista. Pero no podemos pensar que tolerar el ajusticiamiento popular sea algo que nos salva como sociedad. Nos hace daño. Nos hiere mal. Pero también ya es parte del pasado. Del ayer. Ahora, con el dolor por lo vivido, por todo nos queda en pensar que hacemos para cambiar el camino que nos hundió. Hoy estamos con la tristeza ahogándonos, con el duelo inevitable y necesario para hacer, con las lágrimas que laceran el interior y no se muestran omnipresentes. Pero también hoy es urgente que pensemos, de algún modo, como hacemos lo que realmente sería un paliativo para esas dos niñas que fueron sacrificadas: crear una sociedad que nunca jamás permita, acepte o pueda pasar esto que pasó.

Es hora de corregir lo que estamos haciendo tan mal.

lunes, octubre 19, 2020

La realidad

 

La realidad es la que vivimos. Construida, como dicen los sociólogos, sin dudar que es así. Modificable, por lo tanto, lo suscribo, sin vacilar. Pero en el momento que pasa, en el aquí y ahora que nos toca, es la que hay. La que vemos, sentimos, vivimos, disfrutamos o sufrimos. Puede ser mejor o peor mañana, pero cuando la preocupación aparece es en hoy que existe, se impone y juega sus piezas. Al fin y al cabo, la promesa del mañana, depende del mañana y de lo que haya.

La realidad es lo que tenemos como momento actual. En esto, abris los ojos y ves a quien ves, aunque no sea quien deseas hacerlo. Tenes ganas de hablar con alguien y es quien te responde o a quien podes o, valga decirlo, a quien te permites llamar quien tiene la presencia. Por más que sea una otra persona a quien quieras decirle algo o escuchar un poco todo. Es, en medio de la noche, donde podes imaginar mejores sueños, pero cuando el insomnio está, lo que importa es a quien podes recurrir, no a quien desearías hacerlo. Esto no quita que puedas soñar y seguir aspirando, haciendo y procurando lo que deseas. Pero en el aquí y ahora, importa quien está y, sobre todo, quien puede estar. Si, reconozcamos que hay varias maneras de estar y eso vale la pena remarcar. No es la no-distancia física la que estamos hablando, es también la que permite la sensación de presencia. Algo que, cuesta mucho. Estar presente físicamente sólo necesita coincidir en el espacio, por más que sabemos, eso no es suficiente. Estar presente de otro modo, precisa otros sentires, otras formas, otras intenciones, otros estímulos y otras sensaciones. Pero, se comprende que se hace lo que se puede. Valga también, recordar que, si tuvimos la vivencia que responde a nuestro deseo, porque alguna vez la vivimos, nos puede permitir, hacer como un collage con las vivencias y armar algo un poco más real. De ese modo el deseo de quien no está puede ser más tangible. Pero, sólo es un paliativo. El deseo necesita presencia viva.

Es verdad, uno no recurre a todos los que pueden estar, porque, lo sabemos, no todos ni todas somos para toda situación. Pero, lo que cuenta, es el sentir que la disponibilidad concreta está.

Esto, podría ser leído como una recriminación. En ese caso, sólo certificaría una verdad elocuente: el plano de lo que deseamos, no es igual al plano donde construimos el deseo. El primero es ficticio aquí y ahora, el segundo, es el que permite, en ocasiones llegar al deseo. Porque es en piel, en intimidad, en estímulos, en sensaciones, donde el deseo real pasa. No sólo el sexual, por más que parezca el único al que me refiero.

Así que si, la realidad será lo que ustedes quieren, pero se vive aquí y ahora y con lo que hay, no lo que quizás haya en algún momento, a pesar mío y de mi deseo.


Decir verdades

 

Alguien me dice un día: No estoy con enojos, sino que digo verdades. Como si fuese una verdad verdadera. Con toda intención usé la redundancia. Es un comentario que, seguramente, uno escuchó muchas veces. Yo lo hice. Como si fuese una sentencia. Pero, lo cierto que la gente confunde franqueza, con verdad. Decir lo que creo, o sea emitir una opinión no le da a algo status de verdad debería ser algo que no necesita aclaración. Pero, hay personas que creen que "son verdades, cuando en realidad es que me da lo mismo decir o no decir lo que se me cruza por la cabeza, aunque, como pasa con la vida, de vez en cuando, acierte.

Pensé en esas personas que, por lo general, sacan de una fotografía, la idea de toda una película y van por la vida convencidos que son buenos y que su problema es hablar de más, por culpa que los demás no creen en la verdad. Lo llamativo, suele ser que están convencidos que son certeros, conocedores, sinceros y profundos. Como también que, no es inusual que sean lo contrario en cada uno de los puntos.

Aclaremos, todos tenemos derecho a tener una opinión, eso estoy convencido. Sin embargo, una opinión es otra cosa que un hecho y no tiene nada que ver con lo que el otro puede darle de valor a algo. Pero estas personas, curiosamente, creen que tener una boca presta a sentenciar es una virtud y que los demás son los atados a sus propias creencias equivocadas, a su incapacidad de percibir la epifanía de la palabra revelada.

Cada cual debería hacerse cargo de sus opiniones. Pero, no es lo mismo hacerse cargo si uno la considera una virtud, a hacerse cargo si uno asume que se equivocó. Debo insistir, todo ser humano debería ser capaz de dar su opinión sobre lo que se le antoje, aun cuando pueda equivocarse de cabo a rabo. No se trata de esa libertad. Estoy hablando de emitir opinión con alguien con quien uno tiene alguna relación. En esos casos, deberíamos recordar que las palabras son una de las formas que tenemos de brindar calidez, apoyo, empatía, cercanía, cariño y también franqueza, disidencia, ideas diferentes y lo que soporta una relación. Pero para hacerlo, uno debería aprender, practicar y desarrollar el abc de una relación buena: afecto para estar, bondad para recibir y comprensión para ofrecer. Eso, definitivamente son valores que hacen que la franqueza ilumine un poco más el camino hacia la verdad.

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