domingo, diciembre 24, 2006

Feliz Navidad

Saludos de Navidad. Llegan por todos lados. Internet facilitó todo. Podemos reenviar cosas recibidas y hasta crear otras que otros, a su turno, reenviaran. Se podrá ser muy originales o poco, sinceros, racionales, cursis, o lo que fuera y llegar hasta los confines del mundo, solamente es necesario una buena conexión. El mundo globalizado ha permitido que todo sea tan fácil como “universal”.
El 25 llega y el sentido nos permite un poco de redención que anhelamos o por lo menos, aunque siempre inconsciente, que buscamos. Pero lo cierto es que las fiestas de fin de año, como cualquier fiesta, nos permiten acercarnos un poco más a los otros, a los que deseamos fervientemente acercarnos y a aquellos que las circunstancias nos ponen cerca, y al hacerlo les deseamos, con dosis desiguales y poco constantes de protocolo, necesidad, satisfacción, interés, sinceridad, recuerdos, obligación y otras variables, una feliz navidad y hasta un prospero año nuevo.
Sea lo que fuera, lo cierto que llegado a estas épocas nos saludamos en general. Aprovechamos los mensajes lindos, los powerpoints ingeniosos y otras yerbas (los blogs en mi caso) para hacer una expresión de deseo, comprometida, sentida o lo que fuera, como una tentativa de espantar las malas nubes, los penosos recuerdos y los errores cometidos. Es algo bueno, realmente, pues nos da la posibilidad de devolvernos un poco de humanidad perdida, como diría Sabato, aquella que acredita realmente que lo mejor de la vida en esta tierra, lo que produce la felicidad, son las cosas simples que nos hacen compartir un gesto, hacer de lo simbólico una ocasión para estar cerca y buscar al otro de modo que esa persona sea importante por el solo hecho de ser.
Feliz navidad es únicamente una expresión que no siempre adquiere sentido. Tal vez, lo tenga si logramos transformarla en una actitud que dure más que un día y que se prolongue un poco después de la fecha fortuita del calendario. Quizás, así seamos capaces de salvar el mundo.

Domingo, 24 de Diciembre de 2006

viernes, diciembre 08, 2006

Reflexión sobre matrimonios

Lo que une a las personas durante años en un casamiento es, algunas veces, el amor. Pero, muchas otras es la lealtad. Una especie de compromiso que se adquirió, en general de forma tácita, con la otra persona. Acuerdos basados en gestos que fueron únicos en algún momento o renuncia a otros gestos únicos pero no convenientes. Gestos que, tal vez, en su momento, fueron la marca necesaria o la tentación resistida para torcer una historia. El punto de referencia inevitable en un curso de vida. Así, muchos matrimonios están condenados a sobrevivir los desgastes de la relación en honor hacia aquel gesto que la otra persona tuvo u otra cosa. Son más que gestos simbólicos, son gestos, palabras, promesas que fijan nuestra vida a un punto central y que las cadenas que tejemos nos hacen, siempre, dar vueltas sobre aquel epicentro.
El ser humano no está hecho para vivir toda una vida con otra persona y tampoco para lo contrario. Ni una cosa ni la otra son la verdad absoluta. No pongo, con esto, la formula del equilibrista, la que pretende establecer un espacio de “todo es relativo”, tan de moda en nuestro siglo. Lo que busco decir es que el ser humano es un personaje central en su propia historia, nunca escrita de forma consiente, sino siempre por escribir (de este modo, me protejo de la discusión sobre destino y esas cosas, porque aún existiendo no es algo que se pueda leer). Esa historia es dinámica por definición, ya que el ser humano vive. Parece una tautología en si mismo, pero, vivir implica muchas cosas entre las cuales sobresale la metamorfosis permanente sobre formas de sentir las relaciones, comprender la realidad, descubrir y simbolizar los fenómenos, determinar sentidos y significados, reconocer los escritos que se nos van apareciendo. 

Cada etapa, época, año tiene una forma diferente de ser vista, leída e interpretada, todo eso originado por una innumerable cantidad de fuerzas que entran en juego sobre cada uno de nosotros. Así, las explicaciones válidas para nuestra niñez pierden su fuerza e interés en la adolescencia y así sucesivamente en nuestras vidas. Nociones como ética, responsabilidad o interés van mudando permanentemente, no de una forma inconstante, sino como constante. Esto, claro está, con la sensación de seguir un camino marcado por ciertos principios, que pretendemos inmutables, para poder soportar los vaivenes. Los ejemplos son constantes en lo cotidiano: los abuelos permiten cosas a sus nietos que no permitían a sus hijos, independiente que muchos de ellos pretendan decir lo contrario. Los que son padres, también vale decirlo, también se permiten cosas que decían que no iban a hacer cuando fueran padres (y madres también, aunque ellas tienen, generalmente, más coherencia interna, por conocer, muchas veces, la fragilidad de la que los seres humanos estamos hechos).
Se modifican los tiempos, los intereses, el contexto, las informaciones que llegan hasta cada uno, las necesidades, los deseos, las preocupaciones y los miedos. El deportista que tiene un problema cardíaco, modificará hábitos o no, pero modificará la percepción de sus miedos (o debería hacerlo). 


El joven que se convierte en padre, el niño que es rechazado por quien no desea serlo,  el amante que debe resignar su amor -por la razón que crea, etc. etc. A cada momento, nuestra vida recibe nuevos estímulos que hacen que la fisonomía del mundo pueda ser modificada ostensiblemente.
La convivencia con alguien nos hace descubrir las cosas que los seres humanos hacen en diferentes situaciones. Al poder aumentar el tiempo de exposición, aumentamos las posibilidades de ver los aspectos negativos de forma más reluciente. Nadie puede tener un mismo papel todo el tiempo. Así en la convivencia van saliendo dudas, miedos, preocupaciones, limitaciones y todo eso que forma nuestra forma de reaccionar e interactuar con el mundo. Cuanto antes asumamos esta realidad, quizás podamos ocupar nuestro tiempo en buscar las formas de desarrollar estrategias, promover aptitudes y descubrir las actitudes que hacen que una relación persista durante la vida de la mejor manera.
Esto es lo que llamamos amor, amistad, o sentimiento: la capacidad que desarrollamos de acompañar los cambios del otro y dejar que el otro nos acompañe en nuestras mudanzas, inevitables. 




jueves, diciembre 07, 2006

Anécdota

El azar permitió que unos niños de abrigo llegasen a casa. Por supuesto fue un poco de fiesta. Unos galletas, una pelota, un poco de piscina, unas gaseosas. Detalles mínimos pero que son una maravilla para ellos. El tiempo pasaba y uno se daba cuenta que lo que estaba ofreciendo era poco, leído, como se suele hacer por nuestras incapacidades, por lo material que se estaba dando. Frente a ello, cuando iban a irse, atiné a buscar unos lápices que quedaron en algún sitio para brindar como un regalito final. Un detalle sin mucho más para mi. Los niños tomaron los lápices. Uno lo miro, lo aferró fuertemente y le dijo, a una de las maestras que les acompañaba, algo al oído. Luego me miró, me sonrió y siguió camino hacia la puerta. Yo encontré simpático el gesto de agradecimiento. La miré a la maestra con ese sentido, como haciéndola participe de ese “agradecimiento simbólico”. Ella se acercó y me trasmitió las palabras dichas al oído: “Yo vendía esos lápices en la calle”, luego agregó, por eso está en el abrigo, trabajaba en la calle.
Sólo atiné a mirarlo de nuevo y decirle que él merecía recibir ese regalo y nunca venderlos. El se quedó en silencio. ¿Cuál recuerdo se habrá colado en ese frágil lápiz? ¿Será sólo un lápiz o un trazo para escribir una nueva historia, mientras no venga alguien y la borré como si nada?
Esto que cuento puede ser sólo una pequeña anécdota. Pero creo que las pequeñas anécdotas siempre reflejan las cosas importantes que vivimos los seres humanos. Ese tejido de verdades, incertidumbres, miedos, recuerdos, sueños, deseos que somos los seres humanos se manifiestan “en carne y hueso” en el pequeño conjunto de historias mínimas que tejemos a lo largo de nuestras vidas. Si aprendemos a mirarlas, tal vez aprendemos un poco más sobre nosotros. Un aprendizaje que nos permitiría andar por este mundo con un poco más de ternura en los gestos, un poco más de humildad en los actos, un poco más de disposición en el espíritu. Quizás, lo que realmente hace falta para intentar salvar nuestro futuro.

Miércoles, 06 de Diciembre de 2006

Detesto la burocracia

Detesto la burocracia. Es una frase que juró haber pronunciado varias veces como también certifico haber escuchado hasta el hastío. Pero lo cierto es que la burocracia convive a diario con nosotros. Surge fuerte y firme en casi todos los actos de la vida, desde nacer hasta morirse. Siempre hay papeles, muchos o pocos, que llenar y, lo sabemos, donde hay papeles para completa hay funcionarios para recibirlos y donde hay funcionarios, por el sólo hecho de ser humanos, hay posibilidades de encontrar algún ser humano que sea tan escrupuloso como ineficiente por afanarse en respetar siempre más las formas detallistas que el fondo importante. Son los que se detienen en ver si el color de la tinta es igual en todo el documento antes que ver el resto de las cosas.
La burocracia, en este sentido, podemos decir que nos ganó. Todos la detestamos en mayor o menor grado, pero allí está, omnipresente en nuestras vidas. ¿Será que la batalla por la simplicidad la perdimos o, quizás, que nos hemos convertido en necesitados imperiosos de esa pila de papeles para completar?
Lo cierto que, como pasa muchas veces, no es una cosa ni otra, por ahora. Siempre hay muchas cosas desagradables que simplemente se hacen porque nos guardamos las fuerzas para otras batallas, las que consideramos importantes. Por ello cedemos frente a esos detalles ásperos que nos molestan y hastían en el día a día.
Sólo importa saber si estamos preparados para enfrentar a la burocracia con toda la fuerza de nuestro espíritu, si ella se convertiese en una muralla que nos separe de nuestra felicidad, de nuestra capacidad de estar cerca del otro. Por eso estemos atentos para que nunca la burocracia se convierta en nuestra excusa para evitar lo mejor que tiene el estar vivos, los demás.

Martes, 05 de Diciembre de 2006

lunes, noviembre 20, 2006

Los que se creen jueces

Entre las categorías de personas que afectan mucho a mucha gente son los que voy a llamar “los jueces”. Allí van por la vida estos individuos con su idea clara del mundo y su justicia expeditiva. Estos a los que denomino “jueces” son aquellos que, aunque lo disfracen, no les gusta el diálogo, sino todo proceso, real o falseado, que lleve a que los demás acepten lo que dicen como verdad absoluta.
Son esas personas que enfatizan sus verdades terminando con un “no quiero respuestas”. Así deambulan por el mundo con su supuesto poder a cuestas, van sentenciando a los demás con sus enunciados. Enunciados, tantas veces sesgados y cargados de interpretaciones, que ellos, obviamente, presentan como verdad indiscutible. Leen sólo los hechos que les conviene y, a estos lo hacen exclusivamente del modo que les favorece. Con una soberbia galopante, ocultada bajo una tentativa de maquillaje con un impresentable interés por el otro, establecen su declaración de principios en cualquier tema y culminan con un “no quiero que me respondas”, que ellos creen como un gesto de apertura mental. Así como hacen algunos jueces, están convencidos que sus palabras implican que el diálogo debe terminar puesto que, todos deberían saberlo, más allá de sus sentencias no puede haber otra verdad, por ello sólo queda aceptar su palabra santa.
Es obvio que, algunas veces, pueden tener razón en sus apreciaciones. Eso es algo bueno. Pero mi remarca no es sobre la tasa de aciertos que pueden tener en sus sentencias. Mi observación pretende subrayar que estas personas, con su actitud están cerrando la posibilidad para que la palabra sea una posibilidad cierta y necesaria en nuestras relaciones.
La palabra, siempre individual y necesaria es quien nos humaniza y nos conduce a la felicidad posible. El resto sólo son las manifestaciones de nuestras limitaciones, de nuestras incapacidades, de nuestros miedos, de nuestros defectos. A cada uno es la tarea de procurar superarlos por uno y, si bajamos de nuestros pedestales, por los demás.
Yo creo que “estos jueces” no colaboran con la tarea imprescindible de permitir la palabra para la felicidad, para el encuentro, para la superación.

Miércoles, 15 de Noviembre de 2006

Felicidad y no felicidad

Entre las cosas que los seres humanos buscamos desde siempre están el amor y la felicidad. Sin embargo, esas dos cosas, tan procuradas, los seres humanos no las saben definir con certeza. Así pasamos por la vida, muchas veces, disfrutando algo que nombramos como tal sin tener seguridad que eso sea o perdemos una vida buscando sin saber bien como es lo que se busca. Es curioso, pero los seres humanos funcionamos así, buscando cosas que no terminamos de entender.
¿Qué será la felicidad? Cada uno intenta dibujarla en función de sus experiencias o vivencias y de ese modo crea una sensación que es muy válida, pero que no siempre es transmisible. No se puede decir a los demás qué es la felicidad que deben buscar, únicamente se pueden dar indicaciones tan generales como difusas: “¡sé tú mismo!”, “debes sentirte bien con lo que haces”, “lo mejor es sentirse a gusto con las cosas cotidianas” o cosas por el estilo. Ser feliz es algo que todos debemos aspirar, que todos podemos conseguir, sin embargo no siempre tiene que ver con lo que los demás pueden ver sobre qué es felicidad.
Puede ser que existan claves para acercarse a ella, sin dudas. Pero quisiera recordar que esas claves son solamente mojones en el camino, marcan sendas, pero no establecen caminos inequívocos para todos.
La felicidad es una sensación, tal vez sea como el agua. Existe una que es potable, pero se pueden beber muchas diferentes. Es cuestión de adaptarse a ellas. Será inodora, insípida y transparente, pero será de uno.
No sabemos como conseguir la felicidad, pero tenemos más ideas sobre que es lo contrario, la no felicidad. Tal vez porque son cosas que son más fáciles de saber cuando no están. Tal vez un indicador de no-felicidad sea el tiempo que pasamos viendo, escudriñando, comparando lo nuestro con lo que los demás hacen, dicen, piensan o creen: la comparación improductiva, por llamarla de algún modo. El tiempo que comparamos con los demás nuestras cosas como queriendo probarnos que tenemos o hacemos algo más.
Tal vez sea esto un marcador. Lo sugiero, aún sin tener la certeza absoluta. Lo sugiero porque si tengo seguridad plena que puede ser un buen comienzo para la reflexión. Una reflexión que nos urge porque, definitivamente, esta vida no es tan larga como para que no procurar la felicidad como una verdadera necesidad imperiosa.

E, viernes, 03 de septiembre de 2004

Frente a la injusticia, ¿Qué hacer?

¿Qué hacer frente a la injusticia que, tantas veces, produce el poder? Este es, indudablemente, uno de los temas más importante que todo sistema de gobierno tiene como desafío y como clave para su desarrollo. En teoría esto no es difícil. Alcanza y sobra con una suma elemental. La justicia sería = utilización de un compendio de reglas claras de juego + un juez independiente que permita definir ese uso correcto de las leyes. Sabemos, sin embargo, tanto por ciencia cierta como por experiencia cotidiana, que esa suma teórica tan simple en el papel (leyes adecuadas y conocidas + jueces independientes) no se realiza siempre. Así, en la realidad esta operación debe incluir, arbitrariamente, una serie de factores que se van agregando a la suma y que hacen que el resultado sea incierto y contrario a la lógica.
Así tenemos los que agregan despóticamente decretos o pequeñas normas para adecuar las leyes a sus intereses, jueces que son manipulados, ya sea por su propia moral estrecha o por maniobras de quien dispone del poder, tenemos, también, interpretaciones según lo que está en juego. La injusticia, por ello, parece una cuestión inevitable, sobre todo cuando las leyes iniciales chocan con los intereses de quien tiene el poder.
A este problema se le suma otro, tan grave o aún más como el mencionado. Nadie quiere abiertamente ser sindicado como el responsable de una injusticia y, entonces, para evitar esa responsabilidad, los que cometen la injusticia y tienen el poder, elaboran sentencias, dictámenes y/o enunciados para justificar, abierta y vigorosamente, que los cambios realizados, las interpretaciones arbitrarias y las normas no respetadas obedecen a una visión inmaculada de justicia y aquel o aquella que no piense así debe estar condenado por alguna razón.
Esto que acabo de pintar someramente es mucho más común de lo que quisiéramos pretender. Especificando que esta situación planteada no es exclusivo de sistemas de gobierno, existen, y mucho, en las familias, instituciones barriales, grupos de amigos, tal vez porque la sociedad comienza a gestarse en grupos menores.
Lo cierto es que esto es muy difícil de revertir sin una disputa fuerte. Pero para ello debemos saber que como toda disputa puede terminar en un quiebre definitivo. Ser firmes implica, necesariamente, tomar partido por algo, con convicción. Si esa disputa está relacionada con un principio esencial que uno pretende defender, debemos saber, que implica el resguardo del principio exige correr el riesgo del conflicto y con ello enfrentarnos con quien ataca ese principio. Un conflicto que, posiblemente no tenga una solución fácil.
Ahora bien, ¿estamos dispuestos a defender justicia o tranquilidad? Esta pregunta es clave porque, mal que nos pese, no siempre van juntas.

Domingo, 19 de Noviembre de 2006

jueves, noviembre 16, 2006

Cumpleaños

Un cumpleaños siempre es un día cualquiera. Uno pretende, muchas veces, enfiestarlo con halos mágicos y con festejos emocionantes o emotivos. Pero, lo cierto es que es un día más de vida, la que, generalmente, comienza y termina sin respetar nunca el calendario. Nacemos, metafóricamente hablando, 9 meses después que un óvulo y un espermatozoide se hayan acertado, con buena fortuna, en un encuentro de placer y amor; y nos morimos cuando la suma irreverente, de accidentes posibles, naturaleza mortal, riesgos asumidos, iatrogenias variadas – todo adornado por la voluntad divina-, dice que el momento ha llegado. Está es la verdad, aunque suene un poco fastidiosa y pesimista (¡Cómo les gusta a algunos utilizar esta palabrita cuando se dice la verdad cruda en reemplazo de ideas edulcoradas e irreales!).
Lo cierto es que las cosas son así, nacemos cuando nacemos y nos morimos cuando nos toca en suerte, las posibles programaciones de uno u otro son mínimas. Por más que existan otras formas más aceptables y hasta lindas de decir esto. Entonces, ¿de qué sirve el cumpleaños? De mucho para muchos y de poco para otros.
Una fecha de recuerdo, como siempre repito, es una fecha que nos permite disculparnos un poco por nuestras ausencias o, quizás, sirva para compartir un poco más la alegría que compartimos cotidianamente. Para algunos y algunas es un tibio intento de olvidar los días ya olvidados, para otros y otras es una excusa para poder expresar sentimientos que deberíamos tener pero que no nos nacen decir todo el resto de los días y, también, para algunos son días que nos permite expresar una vez más la alegría que frecuentemente sentimos cuando compartimos, sentimos, hablamos, escuchamos, disfrutamos de una persona.
Es bueno festejar cada día como uno nuevo en nuestra vida. Tanto, como es ideal y maravilloso deleitarnos con toda posibilidad que la vida nos ofrezca de poder estar y compartir momentos con quien deseamos y queremos, sea el día del aniversario o un día cualquiera del calendario. Pero todos sabemos que esto no es siempre posible. La geografía, en muchas ocasiones, hace del mundo una distancia lejana y la historia personal de cada uno, en otras situaciones, hace que las circunstancias, envuelta en diversas preocupaciones, una cadena de obstáculos que nos impide el ánimo y la cercanía.
Un cumpleaños no es más que un día, un día en que es bueno acordarnos de una persona, pero sin olvidar que es mucho más importante recordar a las personas en cada momento que nos sale de adentro sentirnos cerca. El resto, muchas veces, sólo son obligaciones o buenas intenciones. Las primeras no son buenas para recordar un cumpleaños, porque son rayanas con la hipocresía y las segundas, lo sabemos, son, tantas veces, el pavimento en el camino al infierno.
Celebremos los cumpleaños como celebramos cada día que podemos, con la alegría de poder estar, con el deseo de compartir, con la ambición de ser felices y con el amor que nos permitimos por esa persona.


17 de Noviembre de 2006

Saludar y no hacerlo



Saludar no es sólo un gesto mínimo, es un resumen de actitud. Saludar es una forma de probar que somos humanos. Sin embargo, no siempre saludamos y las razones por las cuales no lo hacemos van desde la timidez hasta la diferencia ideológica; desde la bronca indirecta hasta el resentimiento real. Así, encontramos en el privar de ese gesto a alguna persona una declaración de intenciones, un llamado de atención a nuestro “no-saludado” o a su entorno. Digamos que es como una declaración pacifica de guerra, autorizándonos el contrasentido.
Parece una buena solución, pero lo cierto es que si uno está pensando esto es porque le da importancia al saludo, algo que, definitivamente, no todos ni todas creen, sienten y comparten. Es decir, hay personas que creemos que el saludo es más que un gesto protocolar, creemos que el saludo es un gesto de certeza y de singularidad maravillosa. Si, muchos pensamos, que el saludo es una síntesis de humanidad, una síntesis elocuente y fabulosa. Pero lo cierto es que no todos piensan así. Algunos le dan el valor de “nada”.

También es cierto que hay algunas personas con las que uno debe esforzarse en poder saludar. Pero aclaro, ese esforzar es simbólico, porque no es porque eso “queda bien”, sino porque al saludarlas uno recibe de ellos una “corriente eléctrica” de ánimo, y eso es algo que es una bendición real. Son esas personas que saludan como si fuese con el corazón en la mano.
Hay momentos que uno deja de saludar. Es, quizás, una declaración de algo. Pero, lo cierto, es que pocos y pocas lo comprenden, porque para poder interpretar esto deberían utilizar el mismo código de uno. Un código muy complicado por ser tan simple. Un código en el que saludar es dejar una puerta abierta al otro, es el esfuerzo para estar cerca, aunque sea efímeramente, es la expectativa de la posibilidad, minimamente, de la comprensión, es una señal de nuestras necesidades y de nuestra disposición.
Un saludo siempre debería ser una forma de compañía, a veces efímera, a veces circunstancial, pero siempre una demostración contundente de cercanía. Cuando deja de serlo, quizás, la única alternativa válida sea, dejar de saludar, no como un mensaje que alguien debe decodificar, sino como la aceptación de alguna de las cosas que nos superan.

Jueves, 16 de Noviembre de 2006

miércoles, noviembre 15, 2006

Una idea sobre la felicidad

¿Dónde está la felicidad que buscamos? ¿Dónde se encuentra ese oasis que deseamos cuando nos vemos, tantas veces, en el desierto que nos toca en suerte? ¿Es posible creer que ella se encuentra tan cerca que podemos percibirla con algunos de nuestros sentidos o con todos ellos?
Lo cierto es que tantas veces en nuestras vidas la creemos tan cercana como si fuera una fruta sólo para nosotros. La asumimos como propia en esos momentos que nos encontramos sonriendo por el sólo hecho de tener lo que tenemos, sea mucho o poco. Creemos, como ciencia exacta, que esa felicidad que nos llega en migajas es nuestra y que sólo depende de lo que suele depender la verdadera felicidad, de unas cuantas cosas que siempre caben en la palma de la mano, en un par de pensamientos y un momento que se comparte.
La felicidad siempre está cerca, pues aún en situaciones extremas uno la puede encontrar en esas pequeñas cosas que hacen siempre la diferencia, dicen los optimistas. Pero, aún aceptando esta verdad como una realidad sincera y tangible, no podemos negar que en este mundo hay mucha gente que, directa o indirectamente, se esfuerza para que esa felicidad se reprima, se mantenga oculta para muchos y muchas.
Ser feliz nunca es un acto solitario, necesita de, por lo menos, la idea de otro.

Miércoles, 15 de Noviembre de 2006

jueves, noviembre 09, 2006

Reflexiones entre conchas y caracoles

El mar se presenta como siempre, dinámico e intenso. La arena regada conchas y caracoles y también otras cosas. Todo es como la vida o se me ocurre a mí. Las metáforas tal vez no sean metáforas cuando son demasiadas reales. “Solo es cuestión del cristal”, se me viene a la cabeza esa idea, el cristal con que se mire. Será tal vez, pero solo importa el sufrimiento que se siente, no las cosas como se miran. También es como la vida, las cosas solo se sienten de un modo verdadero: el que pasa por la piel, por los sentidos de cada uno y nada más. El resto solo es cristal, el cristal ajeno. Si, estoy de acuerdo, uno puede cambiar la visión y con eso tal vez repercuta en como siente, pero sea de un modo u otro, sigue importando ese sentir que bajo la piel se hace carne y expresión. Solo hay vivencias en la vida, las que nos pasan, las que tenemos que compartir, las que nos sacuden, las que son nuestras. He allí el secreto o la evidencia. Más allá de la arena, del mar, de las conchas y los caracoles, está lo simple, nuestras pisadas sobre la arena. El mar puede deshacerla, pero nada quitará a nuestros pies los pasos dados.

E, miércoles, 21 de julio de 2004

martes, octubre 10, 2006

Generalizar

Generalizar implica, necesariamente, eliminar y/o alterar detalles. Una alteración que se consigue de diversos modos: se eliminan algunos, se potencian otros, se ensalzan o se menosprecian otros. Todo esto según una forma “x” de leer la realidad. Todo esto se hace en función de lo que se quiere generalizar pero, sobre todo, hacia cual de los dos polos que consideramos (el positivo o el negativo) se pretenda ceñir la generalización.
Generalizar es fácil y, en este mundo tan enfrentado consigo mismo, es hasta imprescindible. La generalización es siempre discursiva y niega la posibilidad de alterar los razonamientos que, supuestamente, gobiernan el proceso de generalización.
Para generalizar se utiliza siempre alguna animosidad. Para bien o para mal. Se interpretan los hechos, los datos o, mejor dicho, se le da credibilidad a ciertos datos y se le niega esa opción a los que expresan lo opuesto. La generalización nunca es neutra y, casi siempre, es nociva.
Lo terrible es que se la utiliza como un recurso de credibilidad y de manifestación de alguna experiencia, casi como una exhibición de conocimiento. Es más, es utilizada por algunos con la pretensión de ser una muestra de sabiduría o de experiencia de vida. Lo cierto es que la generalización es una estrategia de poder y que, difícilmente, sea originada por el conocimiento, el análisis crítico y la procura de la verdad. Aún en los casos que se llegue a una verdad consensual.
Creo que generalizar sobre las personas siempre nos aleja de ellas. No estoy hablando de la generalización como parte de un proceso de construcción en alguna disciplina social, sino de aquel tipo de proceso que se esmera en establecer dos bandos opuestos y contrarios, sentenciando un grupo al oprobio, formado este último por una generalización basada en un rasgo externo del individuo y no por características propias del sujeto.
Generalizar es, en este sentido, definir estereotipos basándose en cualquier principio que se considera como cierto. Para generalizar no hace falta información sino exhibición de elementos desordenados. Se exponen argumentaciones, siempre parciales, que se los considera creíbles por el solo hecho de ser enunciados.
Lo que define una generalización es una visión del otro y del propio ser, tejida por diversos elementos, entre los cuales se cuenta, primordialmente, una experiencia antigua, que marca el punto inicial de la generalización y una sistematización del sesgo con una manipulación de datos, los que, generalmente, no son nunca constatados y que, particularmente, están muy mezclados, lo que permite tener siempre la razón en la generalización. Así, sin un orden racional se utilizan, arbitrariamente, razones de diferentes niveles y que no tienen coherencia en su estructura. Se recurren a argumentos de experiencia personal, se les suma mitos populares, todo se lo barniza con mucha ideología, eventualmente, se puede esgrimir alguna información, sin precisar fuentes, y, puede ser oportuno, referirse a alguna voz, supuestamente autorizada. Todo esto permite crear esa masa informe que garantiza en el discurso, lo correcto de la generalización. En definitiva, todo se resume en “tengo razón por que he hablado mucho”.
Generalizar implica más que un error conceptual, es una trampa en la que caemos los seres humanos y donde la presa, curiosamente, son otros humanos. Perdemos en ello más de lo que ganamos. La generalización nos permite orientar la bronca contra algunos, al mismo tiempo, que nos impide la procura de soluciones de los problemas reales que tenemos.
Generalizar, en estos términos, a los demás es mucho más que una equivocación es un lastre que llevamos en nuestro largo camino por esta vida.
Martes, 10 de Octubre de 2006

jueves, septiembre 28, 2006

La exclusión: sentimientos e ideas

Manejar la exclusión es difícil. Es difícil porque ella surge de cosas que son muy complicadas de compartir. La idea es más fácil, pero la vivencia es sensiblemente personal, subjetiva y por ello, generalmente, complicadísima. Por eso los excluidos son aquellos que tienen una vivencia particular que los demás no pueden compartir, ni aún teniendo la misma. Tal vez porque la comprensión puede leerse como compasión y, en ese sentido, eso hace aún más daño pues fortifica la idea de exclusión. Así, la compasión es sentida como una prueba más que uno es un excluido.
Sin embargo, las causas de exclusión todos las podemos racionalizar y comprender la profundidad de la vivencia. Pero no es traducible en la piel, que es la cuestión esencial del sentirse excluido. Todos podemos comprender la idea de tener una enfermedad terminal, de ser pobre, de estar desempleado, de estar ilegal, etc., pero sigue siendo una vivencia individual que se vive bajo la piel, no en los hechos que se hablan. Es mi “cuero” el que padece la exclusión, no es la idea de exclusión, ni una vivencia semejante. Siempre es algo individual, algo particular, algo que esta bajo mi piel y no bajo otra.
He aquí la cuestión esencial, sentir bajo la piel. Bajo la piel es un universo casi desconocido para todos y aún para uno mismo. Es una combinación de múltiples cosas (si todos seremos hidrogeno y oxigeno –en la metáfora simplista de ciertos holistas- pero el orden de todo siempre altera el producto de lo que somos). Porque no podemos olvidar que son muchas cosas las que nos han pasado, que hemos vivido, que hemos aprendido, que hemos sufrido, que hemos conocido. Todo eso es lo que hace que ese “bajo esta piel” sea mucho más que una simple observación particular, para convertirse en la constatación directa de una realidad, la propia.

lunes, 21 de marzo de 2005

sábado, septiembre 23, 2006

Sobre gustos no hay nada escrito pero....

Si, dicen que sobre gustos no hay nada escrito. Pero en realidad hay mucho, cada cual tiene su manual y su catalogo de lo que es o debe ser el buen gusto. Por eso debemos tener cuidado con este tipo de frase. Ellas parecen traslucir una gran tolerancia cuando en realidad son las responsables de la dificultad que existe para erradicar la incapacidad, tal vez innata, de los seres humanos de soportar lo que es diferente.
La realidad es que todo depende de la palabrita clave: poder (con cualquiera de las herramientas que utiliza normalmente: dinero, emociones, fuerza, bruta y la otra también, etc. etc.). Todos y todas tenemos una idea de los gustos que son aceptables y de los que somos capaces de permitir en nuestro medio cercano. Como así también sabemos cuales son los gustos que nos molestan y los que, si podríamos, eliminaríamos de la faz de la tierra. Por más que mantengamos un toque de respetuosa tolerancia, en algún rincón nuestro verdadero yo sale y dice que en realidad detestamos a los que tienen el gusto por una cosa u la otra.
Esto es muy habitual, sin embargo, generalmente no lo enfrentamos como problema, apelamos a las frases significativas. Creemos que con enunciados así ejercemos la llamada tolerancia. Lo cierto es que estamos tremendamente lejos de eso. Alguna vez, quizás, debamos dejarnos de joder y comenzar a comprender que no son los discursos y sus representaciones simplistas, en frases altisonantes, lo que genera el cambio que precisamos. Tal vez, así podamos darnos cuenta que el respeto por la diferencia, el reconocimiento de la alteridad como válida es algo que se aprende en lo cotidiano y que se enseña desarrollando aptitudes en las personas, mostrando que la verdad es que sobre gustos hay mucho escrito, pero no siempre lo correcto.

jueves, 31 de marzo de 2005

viernes, septiembre 22, 2006

La incoherencia cotidiana

A los seres humanos nos resulta difícil ser coherentes permanentemente. Nos cuesta realmente. Frente a esta dificultad decidimos simplificar las cosas. Así zanjamos la cuestión con una técnica infalible: continuar siendo incoherentes pero llamarla de coherencia. Sin dudas es más fácil. No cambiamos ni hábitos, ni pensamientos, ni realidades, únicamente cambiamos palabras y se terminó el problema. Una técnica curiosa que es cada vez más utilizada, aunque no sea nueva. En función de esto, solamente importa es tener el poder del rotulador y con eso se acabaron los otros problemas.
Así, por ejemplo, el alcohólico únicamente necesita ser capaz de llamar a su situación con otro nombre, digamos bebedor social, para dejar de ser un alcohólico que son los otros. Esto que parece patético cuando lo exponemos crudamente es, en realidad, un principio que sirve para todas las instancias sociales, desde las familiares y cotidianas hasta las gubernamentales y especiales. Lo que llama la atención es que, en general, todos somos capaces de hacer eso en menor o mayor grado como que también somos capaces, al mismo tiempo, de negarlo rotundamente. A veces pienso que este tipo de actitud es tan humana que puede ser innata al ser humano y eso desespera, porque únicamente nos queda, para contrarrestar esa terrible realidad, un ideal soñado, ya bastante descolorido.
Mantener la coherencia es difícil sobre todo cuando se debe unificar tres manifestaciones: el acto, la palabra y el discurso. Mantener una unidad racional entre estas tres cosas es lo que dificulta, muchas veces conservar la coherencia. Aclaremos estas tres manifestaciones: el acto es acción, la palabra es la comunicación interpersonal y el discurso es una toma de posición pública. En un ejemplo podemos comprender más la distinción:
-discurso: Tenemos que estar en contra de todo tipo de violencia contra la mujer, sin excepción
- palabra: bueno comprende, el esta muy nervioso y por eso reacciona así. El no es violento, ahora tiene esas reacciones
- acción: Mejor espero, no vale la pena hacer la denuncia ahora.
Si palabra, discurso y acción son tres cosas que sólo se unifican con el uso de la primera como soporte de la coherencia. Lo terrible es que los seres humanos somos tremendamente duros cuando esa incoherencia que no tenemos la encontramos en los demás. Allí somos impiadosos. Mientras que en otros casos somos inocentemente permisivos.
Un futuro no muy promisorio nos espera según esta lectura. Efectivamente, tenemos una humanidad repleta de falsos amigos y de inocentes enemigos. Esto es la consecuencia de nuestra incoherencia. Pero no lo evitamos, simplemente seguimos camino sobre nuestra incoherencia. Así, a los primeros los disculpamos aún en sus flagrantes incoherencias de todo tipo y a los segundo castigamos hasta la destrucción por sus deslices.
Después de eso, nos preguntamos inocentemente, ¿adonde va el mundo? Pues vamos sabiéndolo, va adonde lo estamos dirigiendo.

Miércoles, 20 de Septiembre de 2006

Lamento de humanidad

¿Denunciar lo que todos saben? ¿Hablar de los atropellos del poder? ¿De qué sirve repetir las ideas que tantas palabras dijeron durante siglos y siglos? El ser humano sigue siendo el mismo de siempre, una especie que alberga depredadores voraces, seres indefensos, sacrificadas dadoras de vida, crueles sembradores de muerte, analfabetos y cultos que construyen culturas de emoción y letrados e ignorantes que erigen culturas de destrucción, seres capaces de crear la felicidad desde la nada y, también, seres que son capaces de quitar todo para conseguir nada. No existe otra especie conocida capaz de albergar en su seno tantos opuestos llenos de destrucción y de creación.
Así vamos por una vida, caminando por sendas maltrechas de recorridos dispares, conjugando esperanzas y desesperanzas. Haciendo del odio el fruto diario y buscando sembrar amor a pesar de eso. ¿Qué círculo cruel nos mantiene presos de esta sucesión inevitable de llanto y risa?
¡Oh, humanidad! ¡Cuánta incoherencia, disfrazada de coherencia, alberga tu destino imposible de describir! No se sabrá, hasta el último latido, del último ser humano, si estás llamada a destruirte o a hacerte dueña del universo.
E, jueves, 17 de marzo de 2005

miércoles, septiembre 20, 2006

Pilares para una sexualidad plena

El ser humano dispone de la capacidad de ser feliz. Esta capacidad está relacionada con las posibilidades que tiene de desarrollar sus actitudes en el medio en el que vive, de relacionarse con sus semejantes y poder creer firmemente en sus potencialidades físicas, psíquicas y sociales.
Dentro de todo ello, la sexualidad ocupa un lugar primordial para su felicidad como también para su salud. Esto debería ser una redundancia pues debemos aceptar que las cosas están íntimamente ligadas.
La sexualidad es la capacidad que tienen los seres humanos de interrelacionarse con otras personas a través de actos sociales que incluyen los actos sexuales, eróticos y otros. La sexualidad no se restringe a los actos sexuales, sin embargo, encuentra en estos un modelo de relación promocionada y deseada por la mayoría de las personas.
Es necesario comprender que una relación sexual es un acto psico-socio-fisiológico y por lo tanto debemos considerarlo como algo que necesita una serie de condiciones para ser saludable para las personas.
Un acto sexual saludable es aquel que nos permite a cada uno sentirnos bien física, psíquica y socialmente. Es un acto que cada individuo sabe o va aprendiendo a disfrutar. Se puede tener más habilidades para el sexo o menos pero debemos comprender que esas habilidades se pueden desarrollar para que siempre sea una situación placentera.
Debemos remarcar, sin embargo, que las mejores actitudes y aptitudes para disfrutar una relación dependen de los mecanismos comunicativos y no de las habilidades sexuales en si mismo. En otras palabras, y como ejemplo, saber donde esta el clítoris no es lo que produce el orgasmo en el 100 % de los casos, sino la capacidad de poder comunicar la mejor forma, la forma personal de satisfacer al otro con el clítoris.
Por ello, debemos comprender que la erección, la lubricación, siendo muy importantes para la consecución del acto sexual, no son los elementos únicos y suficientes para que una relación sexual, sea placentera.
Las tres claves son las siguientes:
a- el conocimiento: que incluye la información sexual, como también el auto-conocimiento. Es decir, cada uno debe aprender sobre su cuerpo, saber como son sus genitales, saber sus reacciones, aprender a escuchar la forma que su cuerpo pide, habla, dice, espera. Es un proceso que comienza en la niñez pero que permanentemente debemos hacer. Descubrir, conocer, comprender y escuchar nuestro cuerpo es el primer elemento clave para una buena relación sexual
b- la comunicación: la comunicación es mucho más que decir palabras, es la capacidad de expresar ideas, emociones, sentimientos, miedos, dudas, deseos con todo nuestro ser. Se utiliza las palabras, se muestra en los gestos, se aprecia en los silencios y al revés también. Ser comunicativos no es hablar mucho sino desarrollar la capacidad de escuchar lo que el otro dice sobre lo que siente, espera y desea. Es desarrollar todo lo necesario para que se construya un espacio de tranquilidad, de placer y de interrelación
c- el momento: compartir un momento no es una cuestión de tiempo. Un momento lo defino como la mínima unidad de intimidad compartida. Eso exige cierto tiempo, obviamente, pero sobre todo una gran disposición y la capacidad de desnudarse. Aclarando que esto no es un strip-tease erótico (aunque bien pueda ayudar tantas veces). Desnudarse es la capacidad de dejar que nuestra piel se encuentre con otra piel a través de nuestros sentidos.
Estos tres elementos permiten una mayor capacidad de goce en la mayoría de las parejas. Ahora bien como ustedes podrían preguntarse: ¿esto iría en contra de las relaciones pasajeras? No necesariamente, existen relaciones de una noche (o de una tarde o de una mañana) que son fabulosamente placenteras, sin dudas.
Lo que quiero insistir es con el hecho que la suma de estos tres elementos permitiría que, aún habiendo la mejor química en el primer encuentro, se logre superar ese primer encuentro, por más espectacular que haya sido. En otros términos, la intimidad puede favorecer el desarrollo del placer sexual, sin dudas.
El uso de las fantasías como elemento complementarios, la búsqueda de los juegos sexuales, la utilización de juguetes eróticos son algunos elementos complementarios que pueden ser de mucha utilidad para las parejas, siempre y cuando funcionen esos tres pilares que permiten descubrir siempre nuevas sendas para avanzar en el disfrutar, en el placer y en la felicidad de cada uno y de cada una.

Hartazgo y dolor

Me duele el alma. Me mata la terrible sensación de vivir en un mundo, a la par, tan cruel y con tantos sueños hermosos. Me quita las fuerzas darme cuenta que lo que tenemos es lo que todavía no nos quitaron los que tienen el poder. Duele que la bondad, por más que exista, tiene tan poco peso en este mundo. Atormenta constatar que los intereses de los poderosos siempre pueden más que cualquier buena intención.
Me dan bronca los que engañaron a los jóvenes llevándolos a guerras que esos individuos necesitan. Detesto a quienes se llevaron a artistas porque decidieron hablar de lo que siempre hablan los artistas, aún sin sentirlo, sin creerlo o sin vivirlo, de libertad, de creación, de sueños de otros, de utopías, de igualdad, de sentirnos cerca.
Me da una pena de rabia los que empuñaron las armas, pero sobre todo los que en parapetados escritorios empujaron a las armas a los demás. A los que desde púlpitos, desde escenarios, desde estrados impulsaron el enfrentamiento donde dejaban la piel y el alma los que valen la pena, siempre los otros.
Me da tristeza los que solo persiguieron utopías y su crimen fue ajusticiado por ese delito que jamás se debería condenar, el de tejer sueños donde la felicidad sea un fruto siempre maduro y permanentemente al alcance de todos.
Me rebela, desde el alma hasta las músculos, desde el sentimiento hasta las ideas, la incapacidad que tenemos para darnos cuenta que no importa el color del poder, no importa el sino de la opresión, no importa la ideología del dominador, no importa el credo que manifiesta, solo importa una cosa, que haya personas que no sean capaces de aceptar que puedas pensar distinto, que puedas creer diferente, que puedas sonreír por otras cosas, que te conmueva otro sentimiento, que te alienten palabras opuestas a las suyas, que no tienes poder y que su poder no debe servir para hacer daño.
Falta tanto camino es lo cierto, porque la libertad es algo que todavía no conquistamos, la independencia aún es una utopía. Ya que el camino aún es una senda difícil en medio de una selva espesa y el horizonte está todavía muy lejos.
¿Porque no comprenden de una vez los pastores, políticos, autoridades, revolucionarios armados, terroristas reconvertidos, Mesías de todas clases y tipos que no tienen la capacidad de dirigirnos a nuestro norte, sino a nuestro abismo? Acepten de una vez que el camino no es el que nos dicen, sino aquel que surge cuando nos permiten elegir, aquel que se abre cuando nuestras manos trabajan, aquel que nos permite el eco de nuestras sonrisas, aquel que facilita la palabra compartida y la palabra escuchada.
Basta. Basta de de todos los falsos profetas, de los antiguos inquisidores, de todos aquellos que pregonan la libertad que nace desde la esclavitud, que solo pretenden hacer una sola cosa: hacernos olvidar que somos quienes somos, cada uno y cada cual, que la única locura permitida es poder vivir y que lo difícil no es la revolución armada de cualquier sino o ideología, pues todas se tiñen de la sangre de los inocentes. Lo difícil es la revolución de darnos cuenta que la verdad no existe, sino que la vamos construyendo, que la vamos moldeando y que solo puede hacerse realidad con el único material real que sirve para construirla: la felicidad de todos.

domingo, 30 de enero de 2005

Los celos, el tabaco de la pareja

Para evitar malos entendidos digamos que estoy convencido que el tabaco es perjudicial para la salud. Por ello, nuestra analogía implica que los celos son dañinos para la pareja. A corto, mediano o largo plazo.
El tabaco está comprobado que produce daños inevitables en las personas fumadoras, tanto en las activas como en las llamadas pasivas. Sin embargo aún genera la sensación de ventajas personales y sociales para las personas. La gente encuentra en ello reconocimiento social, placer, satisfacción, hábito común, entre muchas otras cosas. Sumemos a esto que no siempre produce la muerte, y cuando llega lo hace, muchas veces, después de una larga vida; agreguemos, además, que los problemas secundarios que produce el tabaco parecen ser fácilmente asumibles: algunos problemas respiratorios, el olor a tabaco, la piel y los dientes amarillos, el aliento con ese olor particular, tal vez algún carácter irascible, etc. Para terminar también digamos que los que fuman defienden la hipótesis, que no necesita probarse, que pueden dejarlo cuando quieran. Si, el hábito de fumar es tan natural, aceptable, valorizado como los celos, y, según lo evidente, tan perjudiciales.
Efectivamente, los celos son algo que funciona como el tabaco: son aceptados, hasta bien vista su presencia. Se podría llegar a prohibirlos, aceptar que producen daño, sin embargo, no se los cuestiona abiertamente. Todos conocemos gente que sufre por ellos, pero también aceptamos normalmente que hay un mínimo tolerable y hasta socialmente aceptable. Los casos de muerte por los celos, no impacta pero como algo dramático pero externo a nosotros. Siempre nos escudamos en la convicción que a nosotros no nos afectará. Para terminar digamos que, los efectos secundarios, no son tan molestos en definitiva y es parte de la libertad que tenemos de aceptarlos. Veamos, a continuación, algunos elementos para intentar desmontar esta supuesta normalidad y alentar a la consideración de los celos como algo que indefendible.
Lo primero que tenemos que considerar es que los celos son una realidad personal que repercute sobre la otra persona. Esta realidad produce múltiples efectos sobre las dos personas implicadas y puede repercutir negativamente sobre terceros ocasionales. Exactamente como el tabaco. De esos efectos, algunos son considerados hasta simpáticos, otros son considerados deseables por ser apreciados como una representación de algo positivo.
Esta falacia esta basada en lo normal (estadística) que es esta realidad y en los “limitados casos de daño visible que son conocidos” que además el daño surge por la suma de otras cosas. Sostenemos que el daño, imperceptible muchas veces es daño también puesto, como reza el proverbio, “la gota orada la piedra”.
Los celos son una de las tantas patologías que se aceptan como normales, pues por siglos han sido aceptados como una manifestación del amor más profundo. Los celos son normales como el tabaco. Ambos pueden conducir a la muerte, tanto de una persona (la tragedia pasional) como la de una relación (sin la tragedia de sangre). A pesar de esta evidencia no se ha demistificado a los celos y se continúa manteniéndolos como una representación del amor verdadero. Es más, para poder mantener el sistema válido, se ha creado el artificio de dividirlos en “normales” y “patológicos” para defender su existencia. Tan artificial la separación que no se puede establecer un límite preciso. Esto permite, por esa imprecisión, disculpar demasiadas cosas y aceptar muchas situaciones.
Puntualicemos, antes de continuar, que los celos no tienen nada que ver con la traición, la infidelidad o la deslealtad, situaciones que pueden fomentar los celos posteriores, pero no son la causa. Siguiendo con nuestra alegoría, ejemplifiquemos diciendo que una persona puede fumar más en el período de preparación de un examen, pero no por ello se puede acusar que los exámenes son una de las causa del tabaquismo. Los celos son una realidad personal debido a lo imaginario. Los ejemplos se construyen a partir del sentimiento con retazos de la realidad: es sobre el pañuelo de Desdémona donde Otelo crea la infidelidad probada. El pañuelo existe, el resto se siente y no se domina.
La gente fuma porque le gusta y porque no puede evitarlo. Necesita hacer terapia para dejarlo a pesar de la fantochada de muchos que dicen que pueden abandonar el hábito cuando quieran (digo fantochada pues en realidad, son la excepción limitadísima quienes pueden dejarlo de verdad). La sociedad lo impulsa, lo vende, lo muestra y lo favorece, porque conviene esa “normalidad”. Tanto como con los celos.
Mientras no comprendamos que los celos son una manifestación patológica, aún cuando no produzca daño evidente, estamos dejando que las personas sufran por experimentarlos o por recibirlos y estamos evitando prevenir un daño que les impide a muchos disfrutar la verdadera felicidad que siempre pasará por el reencuentro con el otro, en la libertad de la decisión, en la confianza de la comunicación y en la entrega de la intimidad compartida.
Texto publicado en la página del Dr. Sapetti www.sexovida.com

La violación: crimen contra la integridad sexual

La sexualidad es un proceso dinamico de interrelacion entre el individuo y el medio ambiente. Y en esa constante interrelacion el individuo sufre de forma aislada, circunstancial o permanentemente abusos que atentan contra su sexualidad. Dentro de esos abusos, la violacion ocupa un lugar importante. Puesto que la violacion esta innegablemente ligada a la sexualidad entera.
Hablar de violacion es hablar del ultraje mas antiguo que sufre la humanidad, puesto que no existe civilizacion que no hable de la violacion como acto importante, ya sea en su historia o en su mitologia. Sin embargo hubo que esperar hasta mayo de 1993 para que la violacion sea reconocido oficialmente, por la primera vez como crimen contra la humanidad. (Consejo de seguridad con relacion a los crimes de guerra en la exygoslavia). Declaracion que se respalda en particular, en el caso de la mujer con numerosas declaraciones internacionales como ser el Documento de la ONU de 1994, donde se establece que la violencia contra las mujeres se relaciona directamente con los derechos humanos y es incompatible con la dignidad humana.
En nuestro pais se rrealizan diversos esfuerzos aisaldos para considerar esta situacion. Dentro de ellos la reciente modificacion del codigo penal a traves de la ley 25089 referida a los delitos contra la integridad sexual es un ejemplo (dejemos para otra intervencion la discusion sobre la necesidad de clarificar la definicion de violacion). Sin embargo, existen diversas cuestiones que se relacionan con la violacion que debemos tener en cuenta. Puesto que al pensar en los alcances de la violacion uno se confronta con diversas prioridades: la salud fisica, la salud social, la salud psicologica, la salud sexual, la salud espiritual. Estas diversas prioridades se ve reducida, según numerosos trabajos relacionados con el tema de violacion, en la experiencia cotidiana, a los aspectos puramente ginecologicos y medico legales.
La violacion es un suceso no esperado, que se transforma en un punto de inflexion en la vivencia de la persona. Puesto que en esa relacion no consentida, se situan el nucleo donde surgen, miedos, angustias y sobre todo la perdida de puntos de referencia. No olvidemos que la violacion es un suceso que realiza una triple negacion: la del sujeto (el o la abusada es tomado/a como objeto); la de la persona (la palabra es negada =el no consentimiento; no olvidemos que el ser humano se hace presente a traves de la mediacion del lenguaje en sus diversas manifestaciones) y la del individuo (su identidad a sido reducida). La clinica (lease intervencion) debe intentar dar nuevamente relieve a estas tres dimensiones. Puesto que despues de la violacion, la persona debe tratar de elaborar lo no-elaborable, reconstruir o reencontrar una identidad, todo esto implica al mismo tiempo un trabajo de duelo, una rehabilitacion de si mismo y de su propia palabra y la restauacion de los polos masculinos y femenino.
Para realizar esto hay todavia mucho camino que recorrer. La modificacion reciente de la ley y los numeros esfuerzos de Organizaciónes gubernamentales y no gubernamentales son intentos validos y que deben realizarse. Pero debemos actuar en nuestra vida cotidiana. Se debe intentar convencernos que se debe aunar esfuerzos. Esfuerzos para, por un lado, sensibilizar a la sociedad sobre el alcance de este delito, a traves de campañas claras, realizacion de talleres, etc. Trabajar sobre la imagen de la mujer en la sociedad, evitando los estereotipos. Por otro lado, ofrecer una educacion sexual que trate de erradicar los numerosos mitos que rodean a la sexualidad y que estan muchos de ellos a la base del problema de violacion. Otro elemento fundamental es generar espacios donde la victima pueda expresarse y de ese modo pueda producir una reaccion para realizar ese trabajo de elaboracion del suceso.
En definitiva debemos realizar el esfuerzo por comprender que la sexualidad es la esencia de nuestra naturaleza humana (el hecho de ser hombre o de ser mujer). La violencia contra ella es la violencia contra nuestro futuro, en definitiva contra nuestra esperanza.

martes, septiembre 19, 2006

Depresión: Sensaciones

Buscar. Revolverse en el fondo del abismo, que surge inapelable e intangible. Querer imaginar algo más que el borde la nada, que se antoja tan presente. Los fantasmas no existen pero espantan. Surgen inverosímiles sin poder sujetarlos de las solapas para pedirles explicaciones por su presencia, fuera de lugar.
La cama siempre parece el lugar perfecto. Mezcla de sueño y ataúd, el cuerpo se extiende en sus límites ya marcados y la mente deambula en sus sensaciones de ceguera, procurando con otros sentidos los caminos y las salidas que, inevitablemente, parecen que nunca se llegarán a encontrar.
Uno intenta hablar. Las palabras están ausentes, como extraviadas entre la mente y la garganta. Algunas ideas se esfuman y las otras se difunden sin entusiasmo, pero no llegan casi nunca al verbo. Se quedan en pensamiento, como haciendo tiempo, mientras se espera el sueño, que no es reparador sino excusa para que la cama sea lógica y no martirio.
Exorcizar el momento parece lo indicado. Ver horizontes y ver más allá de las líneas, para intentar esbozar proyectos. Pero la bruma no deja ver ni sol, ni norte, ni nada. Se titubea sin titubeos. Se presiente que el tiempo se ha perdido, se evapora y se acumula en los frenos que se hacen de piedra, de cemento, de muerte.
Los gritos, supuestamente salvadores, sólo son más piedras en el túmulo que se presenta lógico, palpable e inevitable. Se intenta la sonrisa, sin el entusiasmo de la alegría, sino con la obsecuencia de la desesperación. Se hace mueca de excusa. Otro momento se va, vaciado por la fuerza centrífuga del peso que endurece músculos y algo más. Las fuerzas parecen aún más silentes, áfonas de cualquier frenesí, se desintegran en la idea que no tiene otra cosa que el eco del vacío permanente.
No existe ayuda a pedir y, sin embargo, se clama con la insistencia del naufrago solitario que quiere ver, en la naturaleza, ayuda, y no desencanto e indiferencia. La desidia se hace parte del cuerpo, como tumor, que inerte en otros tiempos, cobra vida y se agiganta. Los demás no tienen más que palabras que la mente ya utilizó. Palabras, ya descoloridas, de empuje, que se escuchan como ecos antiguos de tantas mañanas intentadas con las mismas palabras.
Intentas reaccionar para que te dejen en paz. Fórmulas matemáticas de exasperante estupidez intentan hacerte comprender y tú sigues con los incentivos fugaces y las explicaciones sosas sobre las realidades imposibles. Escuchas la denigrante exaltación que realizan de las virtudes que no existen envueltas en falacias, definidas a simple vista. Es imposible de creer y los demás se mienten impiadosos.
No se quiere mencionar la palabra y ella está sentada en el trono de la realidad, su presencia está extendida como manto real, que se hace presente de forma total. Ilusos desvaríos de humillaciones se acumulan en esos intentos condenados a la peor de las muertes, la de la desidia imperiosa.
Sábado, 06 de Mayo de 2006

lunes, septiembre 18, 2006

Morirse

Morirse es terminar. Así de simple. Terminar lo que estabas haciendo, sea eso la creación revolucionaria o la nada más rústica. Morirse es poner un punto final sin vueltas. Es decir hasta aquí llego, mejor dicho, que alguien diga hasta ese punto llegas y listo. Los puristas dirán que tu obra continuará. Pero, lo cierto que la persona que la hizo, la creo o la plagió desaparece y libro cerrado. Podrán criticar su obra o recordar sus cosas, pero no hay vueltas atrás, el muerto no se enterará.
Si, algunos llamarán reencarnación al proceso que nos permite perpetuarnos de forma saludable en nuevos cuerpos con nuevas relaciones y todo ello. Pero, el cuerpo que tenemos, con la mente que nos permitimos formar, con las cosas que saboreamos, sea materiales o espirituales, termina en el túmulo donde dejan las osamentas.
Verdad inevitable, adornada de mucho maquillaje para hacerla pasable. Un maquillaje creado, fantaseado y modernizado en años de raciocinio y también en elocuentes rituales que lo único que permiten es que los vivos construyan imágenes validas para mantener una aparente presencia de los muertos. ¿Sirve? ¡Vaya que si! Son tremendamente útiles y, valga decirlo, maravillosamente concebidos. Muestran la capacidad innegable del ser humano de rebuscársela frente a su finitud inevitable. Muerto estarás y esa es la verdad.
La trascendencia que existe, o que deseamos que exista, está realmente en la vida que logramos desarrollar. El resto sólo son chismorreos de vecinos o angustiantes ambiciones de aquellos que ansían que las cosas sean de otro modo de lo que manda la realidad chocante.
Los ejemplos que existen de ese paso después de muerto son importantes y cumplen, tal vez su función más preciada, darnos la posibilidad de morir con dignidad y crear esperanza, ya que eso permite que el ser humano sea capaz de hacer un poco el bien durante su vida, a pesar de su naturaleza que, según las constantes demostraciones del ser humano a lo largo de la historia, es una naturaleza egoísta y violenta.
Celebremos la vida de la mejor manera que creamos, sintamos y podamos. La muerta nos espera seguro y luego, quien sabe.

Lunes, 18 de Septiembre de 2006

sábado, septiembre 09, 2006

Opuestos pero semejantes

Burgueses, bohemios, burdos opuestos de una misma línea. Se enfrentan a sus opuestos mientras mantienen rígida la recta que los sostienen. Sus ideas son contrarias pero no el principio esencial de las mismas: no importan los demás. Unos humillan a los otros y nunca se sabe si los unos son los otros, o los otros son los unos. Van por la vida convencidos de sus logros, de sus orgullos, de sus conquistas y de sus odios. Pasan de un bando al otro en forma cíclica, sin reconocerlos nunca, y hacen discursos pesados y comprometidos con la teoría que les gobierna. Pero, nunca encuentran, en la vida que les toca en suerte y que la explotan, los ejemplos cotidianos que muestran que no es lo opuesto lo que nos separa sino el ánimo impío de imponer nuestra verdad como la verdad absoluta.
Aclaro, estos solo son un ejemplo de los muchos y constantes que la humanidad se esfuerza por amontonar. Definitivamente, no son los únicos opuestos que persiguen un mismo fin: adueñarse del poder para sojuzgar al contrario.
Por esto, creo que la única revolución válida es la que pregone la diversidad como elemental y esto implica el espacio para que se exprese, la generosidad para acogerla, la seriedad para comprenderla, la disposición para aceptarla como opción admitida, el empeño en usar la palabra frente al discurso, la seriedad para comprender las diferencias, la encomiable e irrenunciable búsqueda de la capacidad de aceptar al otro y dejar que el otro nos acepte.
Pero estamos lejos de eso, seguimos siendo seres humanos empeñados en buscar el poder para mostrar que el otro estuvo, está y estará equivocado.

Sábado, 09 de Septiembre de 2006

La variable importante en salud

De repente, hipertenso. Así de fácil. Los números, como dicen, no mienten. Por casualidad se hizo la medición y allí aparecieron los valores asustadores. Luego, repetir las mediciones días tras días, dos veces por cada uno de ellos y esperar milagros de errores, pero los valores se mantienen. El rótulo aparece y se hace realidad inevitable. Esa que nos toca, más o menos, pero siempre nos toca. Una realidad que nos hace humanos, o sea mortales, limitados, pasibles de enfermedad, necesitados.
Uno se pregunta, frente a ello, donde estuvo el error que hizo que la normalidad, que teníamos sin esfuerzo, nos abandonara dejándonos un nuevo estatus. Uno indaga sobre cual fue el punto donde el camino de la salud dejó de serlo. Sin tragedia, porque uno pasa a ser parte de la multitud de personas que, dispersadas por los cuatro puntos cardinales, tienen ese u otros rótulos semejantes y que, sin embargo, nunca han sentido que su vida sea diferente.
Cuando esto pasa, las recomendaciones se imponen como manual: basta de sal, basta de comidas copiosas, basta de cigarrillos, basta de alcohol, basta de drogas, basta de excesos. Lo fuerte es que uno se da cuenta que todo ese lastre que tiene que dejar (cigarrillos, alcohol, drogas, excesos, etc.), en realidad, no lo tiene y, en ese momento, la verdadera realidad de la salud impacta, toda entera.
Los factores de riesgo pueden estar o no, pero no importa. No importa porque, he aquí mi hipótesis observada y hoy vivida, lo que interesa para la salud, particularmente, no son los factores que se hablan, se miden, los que son externos. Lo que tiene una importancia, verdaderamente definitiva para definir la salud y la enfermedad, es una variable fundamental a la que, todavía, no le damos importancia, porque no resulta posible medirla, como la presión.
Así, fumar 30 cigarros por día y no fumar nada pueden conducir a lo mismo. Tanto como cualquiera de los otros factores de riesgo. Lo que cambia no son ellos, sino esa variable que desconocemos aún. Una variable que, insisto, al no poder ser mesurada, al ser tan subjetiva, todavía no se la considera prioritaria. Una variable intangible para lo material pero que define cualquier situación para un lado o el otro.
La medicina todavía no sabe como hacer para considerar esa variable: la subjetividad, esa vida interna. Lo curioso que es ella quien decanta cualquier riesgo para que se transforme, efectivamente, en enfermedad.
Es allí donde se plantea el desafío sanitario de nuestra humanidad para este nuevo siglo. No en descubrir la panacea medicamentosa, ni en encontrar el análisis genético imposible de imaginar actualmente, sino en descubrir como hacer para manejar lo invisible a nuestros ojos y que es lo que define nuestra posibilidad de ser feliz: la variable del ser personal. El peso de lo que transforma factores de riesgo en enfermedad y que, seguramente, pasa por una parte espiritual, por llamarla de algún modo, que todavía no sabemos medir y por eso, la tenemos en cuenta de forma secundaria.
Quizás, aventuro una idea peregrina, solo la felicidad completa y no las tentativas maquilladas, sean la verdadera vacuna para que los factores de riesgo queden como datos inútiles en una ficha y que no se conviertan en el yugo inapelable de las limitaciones.

E, Sábado, 12 de Agosto de 2006

Egoístas de alma

Los egoístas son comunes. En general, son muchos más de los que aceptamos como tal. No porque no les veamos o porque no sepamos reconocerlos, sino, porque a veces no somos capaces de aceptar que alguien tan cercano sea realmente un egoísta. Así los padres no ven a sus hijos egoístas, los maridos no ven a sus mujeres, las mujeres no ven a sus maridos, los amigos no ven a sus amigos como tales, y la lista puede continuar.
Para ver y reconocer al egoísta se tiene dos posibilidades: la proximidad con el observador o la vivencia del acto egoísta. En el primer caso aceptas que alguien es egoísta por que alguien, en quien no necesitas, no puedes, o no quieres desconfiar, te lo ha dicho. En el segundo caso, directamente sufres el acto egoísta.
Lo curioso de este “no ver al egoísta” es que este tiene, habitualmente, características muy particulares, digamos específicas, que podrían identificarse a leguas. Sin dudas, debemos reconocer que las personas egoístas tienen cierta habilidad para rodearse o generar a su alrededor dos cosas: una simpatía que hace que muchos no sean capaces de asumir que son egoístas y, lo que llamaré, un reflejo inverso moral. Me refiero a aquellas reacciones que tienen algunas personas sintetizado en la frase de “no pagar con la misma moneda” o sus variantes aceptadas. Este tipo de cosas permite que las personas egoístas vayan por la vida recibiendo, como pago por su egoísmo, muchísimas ventajas, no solo aquellas de las que privan a los demás, sino también aquellas que reciben como compensación, precisamente, por ser egoístas.
Dentro de estos egoístas los más complicados son los que voy a llamar de egoístas-perversos. Son aquellos que esconden su egoísmo bajo una supuesta generosidad. El ejemplo más representativo, pero no el único, son los políticos. Hacen de la generosidad un acto central de su trayectoria. Sin embargo, nunca ofrecen lo que es suyo. Nunca ofrecen su esfuerzo, nunca ofrecen su patrimonio (salvo cuando eso implica mayores beneficios, exclusivamente, para él). Siempre quedan bien con todos, los externos, nunca el círculo interno, mientras consigan que los demás hagan las cosas, siempre protegiéndose al máximo para que nada salga de sus bolsillos o de su esfuerzo. Muchos aceptarán claramente la existencia de estos tipejos, sin embargo, no son capaces de observar, muchas veces, que están rodeados en la familia también por este tipo de egoístas, aquellos que parecen que hacen todo por los demás pero que en realidad nunca observan a los demás. Los beneficios que se obtienen están en función de su propio plan o limitación. Por ello son capaces de sacrificar a quien sea, para mantener su propio status quo.

Dicen la leyenda, para consolar a los estúpidos, que un día pagarán. Si, cuando no valga la pena el pago.

Lunes, 04 de Septiembre de 2006

lunes, agosto 28, 2006

Sobre el aborto, la ley del aborto y las personas

El aborto y quien está por abortar no es lo mismo. Como no es lo mismo el hambre que quien tiene hambre. Lo primero permite el debate colérico, tantas veces, o sesudo, las menos que lo segundo. Lo primero, genérico, nos habla de moral, ideologías, razones, rencores, rabia, esperanza o lo que fuera. Lo segundo, la vivencia real, nos grita de acciones, de necesidades, de respuestas. Si, me dirán, pero una cosa implica la otra. Pues en realidad no, eso es lo cruel. El aborto se discute y se discutirá con ley o sin ley. Lo segundo se sufrirá, con ley o sin ley. No se acallarán los debates, ni tampoco el dolor que implica la decisión.
Debemos ser conscientes que existe la diferencia. Lo primero, como cuestión abstracta, se decide como eso, abstracto, utilizando datos de la realidad. Lo segundo se vivencia en función de una experiencia que es personal, con el trasfondo socio-económico tan real, se permiten salidas fáciles o complicadas. Se realizan millones de abortos clandestinos dicen ciertos datos. Otros datos dicen que se realizan muchos abortos en condiciones de insalubridad total. También se expresa claramente que hay una gran cantidad de muertes que existen por culpa de esos abortos realizados en condiciones atentatorias contra la salud de la mujer, que es quien tiene que sufrirlos en ese momento, y según otros datos, luego, en el tiempo.
Se habla, claramente, de la libertad de decidir de la mujer y de evitar que el fruto de situaciones vejatorias sea un permanente mensaje de su violador o que se soporte como faro permanente embarazos no deseados. Se utilizan en estos casos los datos de las experiencias más difíciles vivenciadas por algunas mujeres. Del otro lado repelen la idea con otros datos y con otros argumentos, que se oponen en número y forma a los primeros. Las respuestas se contradicen en las vivencias. Las preguntas de cada respuesta no encuentran refutaciones en el otro bando. Se amontonan réplicas, objeciones, contradicciones, testimonios, alegatos y más, siguen haciéndose discursos y escritos. No se perdona pasado en esto y se procura venganza por lo sufrido, aunque sean otras circunstancias.
Se dejo el ajedrez sesudo de las ideas discutidas y se paso al deporte torpe de la confrontación violenta. Todo vale para que mi idea primordial sea aceptada y ganadora. El triunfo de la razón sobre la sinrazón. De lo evidente sobre lo contrario, independiente de cual posición uno defienda.
Detrás de ello, la mujer que tiene que hacer un aborto. Llega a ello por error, eso lo sabemos. Nunca quiso estar embarazada y lo está. Quiere decidir sobre su cuerpo, pero necesita ayuda para esa decisión. Quiere recuperar la palabra que, tal vez se la quitaron, cuando fue abusada. Quiere que puedan tirar la marca a fuego que le hicieron y que se mantiene sobre la piel, aún caliente. Ella está ante el aborto sola. Presionada o no, por familiares, amigos, sociedades, organizaciones, personas moralistas de un lado y, también del otro, personas con ánimo de venganza contra otros, etc. etc. Puede tomar la decisión pero depende de otros u otras porque no tiene el dinero para comprar esa dependencia a precio del mercado, donde las convicciones, muchas veces, desaparecen tras el precio pagado.
Una mujer está frente al aborto. Llegó a ello por los errores de la sociedad: la falta de una verdadera educación sexual (que es lo mismo que una información sexual sin educación sexual), diálogo reprimidos, silencio frente al abuso, falta de protección frente a los crímenes sexuales, incentivación de la dominación masculina, desarrollo de una cultura machista, represión de los sentimientos, fomento de los dobles discursos, falta de redes sanitarias, silencio.
La ley del aborto se conseguirá. No diré Loado el Señor, porque sus portavoces dicen que Él esta en contra. Pero el problema no estará resuelto. No importa, nuevas discusiones se seguirán con debates más enardecidos y violentos o, quizás, más civilizados. Así funcionó la humanidad siempre. Sin embargo, seguirán habiendo mujeres solas frente al aborto. Legales pero solas. Todavía nos falta aprender mucho mientras hay seres humanos que sufren nuestras indecisiones para enfrentar la realidad.

Lunes, 28 de Agosto de 2006

Günter Grass: la incoherencia a prueba

“Uno nunca desconfía lo suficiente de los artistas” leo en un periódico. El autor habla de Gunter Grass y de su pasado nazista recién rebelado cuando la historia del artista está consolidada. Ni antes ni después. El debate comienza y están equivocados alternativamente. Lo atacan por haber defendido la izquierda, teniendo un pasado nazista. Lo defienden por su obra supera su moral discutida. El debate se hace sentenciador: “es malo”, “sería bueno”, se suceden con epítetos diversos. El artista escondido tras sus peroratas discursivas para ocultar su pasado nefasto. El nazista que se pretendió lo opuesto, ultimando a los tibios de espíritu. Se hacen hogueras y altares con sus enunciados. En los primero se buscan condenar sus obras como hipócritas y en los segundos entronizar sus opiniones como palabras bíblicas, por lo indiscutible.
Lo curioso, para mí, es que en esto se sigue el mandato ancestral de olvidarnos de lo esencial y que, actualmente, es moneda corriente: la incoherencia terrible a la que el ser humano esta sometido, casi siempre. Los seres humanos vamos por la vida desafiando nuestra propia lógica. Encontramos nuestro pensamiento a través de los laberintos en que vivimos, según la época que nos va tocando en suerte, la geografía que el destino, siempre incierto, nos va ofreciendo y matizando esas cosas por las vivencias que nos caen en suerte, pensando en los movimientos universales, generalmente caóticos que nos obligan, nos regalan y nos sorprenden con vivencias diversas. Nuestra coherencia no existe, existe un camino errático, muchas veces, en los que vamos, paso a paso, avanzando por nuestra vida.
Un artista representa la realidad según su visión. Utiliza las herramientas que su manifestación artística y/o su creatividad le permiten y expresa cosas. Uno se puede identificar con la obra y encontrar en ello la síntesis provocadora o fundamental de un pensamiento acorde con lo que percibe en la obra. Es parte de nuestra realidad, encontrar en la visión una representación de nuestros deseos, miedos, ambiciones, temores, angustias y esperanzas. Un artista puede plasmar en su obra lo que nuestros sentidos desearían ver representados. Así una obra nos impacta, un verso nos emociona, una melodía nos sensibiliza y una prosa, quizás, nos haga sentir que nuestra visión del mundo está representada.
Eso es bueno. Pero no lo es tanto creer que la coherencia que puede estar en la obra suple a los laberintos que la persona suele tener. No es bueno hacer de la obra la síntesis de la vida que debemos defender. Seamos cautos en glorificar a los artistas o a cualquier personaje público más allá de lo que debemos. Al transformar una historia en la representación monolítica de un ideal estamos apostando nuestra coherencia a nuestra naturaleza frágil. En este mundo tan idealizado implica tener que defender esa coherencia a golpe de espada, porque termina siendo más importante, según parece, evitar que nuestro ídolo se haya equivocado, aunque para ello tengamos que sacrificar nuestros ideales. Termina siendo más importante negar los ideales que aceptar que defendimos, durante años, a quien no los defendió.
La humanidad todavía tiene que aprender que las frases que realmente son capaces de darnos la esperanza del futuro son “no sé, enséñame”, “me equivoqué, perdóname”, “en esto, estás equivocado, rectifiquemos” y “él o ella, llamados enemigos siempre, son capaces de hacer lo mejor para mi” y las acciones que deben surgir por ello: la disposición al aprender, el análisis crítico de las actitudes, el respeto a la diversidad y la resistencia completa y total a las etiquetas y generalizaciones.
Lunes, 28 de Agosto de 2006

jueves, agosto 17, 2006

Ley de Educación sexual en Argentina

Finalmente llegó (o casi, pero seamos optimistas de todos modos). Si, finalmente, los legisladores decidieron acompañar la realidad y movilizarse para transformar en ley el mayor proyecto de desarrollo humano que nuestro país tuvo en toda su historia. Luego de tanto tiempo, los gobiernos de nuestra nación tendrán una herramienta que permita implementar, con la fuerza que otorga la ley, el principal cambio hacia una sociedad mucho más equitativa y libre. Estoy hablando de la sanción en la cámara de diputados de la “Ley de educación sexual integral” que, confiamos, el Senado acompañara, por convicción o, en el peor de los casos, por no quedar como quienes se opusieron al momento histórico de sembrar el futuro.
Si sé, para muchos lectores parecerá exagerado definir esta ley en estos términos. Para muchos parecerá recargado este elogio sobre esta situación. Después de todo, podrían decir, no es nada en especial, no va a cambiar mucho. Me permito dudar, por eso pongo las cosas en estos términos. Es verdad que la ley no implica convicciones en los usuarios, no implica cambios sociales vertiginosos, tampoco implica solución a los problemas inmediatos que la sexualidad está mostrando (violencia contra la mujer, embarazos no deseados, abuso sexual, etc.). Sin embargo, es una puerta de esperanza, pues la ley promueve la utilización de una herramienta esencial y clave para contrarrestar estos problemas y es esto, lo que debemos tener en cuenta específicamente.
Pero veamos, un poco más en detalle, lo que pretendo decir entre líneas y, para ello, permítanme decirlos en otras palabras. La educación sexual se hace desde que el ser humano existe. Una educación sexual basada en la represión, en la dominación masculina, en la violencia, con las excepciones del caso, fue hecha desde hace siglos. Es decir, que, independiente de la ley, existe una educación sexual que se está haciendo actualmente por más que no se hable de “información sexual”. Establecer una ley para que esa educación, en la mayoría de las ocasiones informal, se estructure y promueva un compromiso y una postura concreta frente a los problemas de las relaciones humanas, llamadas sexuales en algunos casos, es lo que hace que esta ley sea una innovación.
Repitamos una verdad que debe ser mostrada claramente: la educación sexual no es información sexual. La educación sexual implica el desarrollo de actitudes y aptitudes en las relaciones de género que las personas tenemos y tendremos siempre, con el objetivo de promover, entre otras cosas, libertad, placer, respeto, diversidad. Por eso, una educación sexual integral tiene que partir de tres principios: establecerse a partir de la lectura de género como hecho innegable, propiciar todos los elementos para evitar y contrarrestar cualquier tipo de violencia y apoyarse en el desarrollo de la comunicación para poder expresar sentimiento y para poder aplicar la información, veraz, cierta y adecuada que se debe ofrecer.
El desafío es mucho más grande de lo que algunos imaginan. La ley de educación sexual integral no se reduce al aprendizaje sistemático y único de preservativos, anticonceptivos y MTS de forma teórica o práctica (sin dejar lugar a discusión sobre la importancia que tienen). Esta ley implica hacer el esfuerzo, sostenido, real e intenso, por una educación formal que desarrolle en el ser humano actitudes para gestionar los conflictos, evitar la discriminación, fomentar la diversidad, permitir el placer, realizar la prevención de los abusos sexuales, beneficiar la comunicación, liberar las relaciones de represiones negativas y, sobre todo, promover la felicidad como meta real del ser humano.
La educación sexual no es información sexual. Por ello, este tiene que ser un proyecto mucho más ambicioso sobre el futuro de nuestras sociedades. Porque la educación sexual integral, solo es así cuando genera, principalmente, la erradicación de la violencia de género, la prevención de las enfermedades a través del uso de la información, la gestión de situaciones fisiológicas de forma adecuada y respetuosa y, sobre todo, la posibilidad cierta de protección, desarrollo de la libertad de decidir, de elegir, de sentir, de gozar y de amar.

miércoles, agosto 16, 2006

Celos profesionales

Los celos son emociones que se sienten frente a la percepción de que alguien, que consideramos importante para nosotros, no nos está ofreciendo el espacio, la consideración ni el valor que merecemos. Eso nos produce una sensación de agresividad orientada hacia la otra persona o, hacia quien, en nuestra percepción, no nos reconoce como desearíamos. Una percepción que no está basada en la realidad sino en una construcción equivocada de hechos, merecimientos y otros elementos. Señalemos, por más que nuestra cultura tienda a presentarlos como positivos en ciertos casos, los celos nunca son correctos. Son una limitación que tenemos, fruto de un error de adaptación a situaciones de interrelación con los demás. Los celos, esa emoción de querer algo que no tenemos, son traducidos en lo cotidiano, de alguna forma. Para esa traducción utilizamos los recursos personales que disponemos procurando afectar a quien celamos. Porque en definitiva, esto es lo que no debemos olvidar, los celos, al buscar exteriorizarse, producen daños en uno y en los demás. Remarquemos: los celos nunca son inofensivos y no se restringen a las relaciones amorosas, por más que allí se encuentren las escenas más conocidas e intensas. Los celos se pueden presentar en todas las situaciones de la vida, inclusive obviamente, las de la vida profesional.Entre los recursos que utiliza el celoso siempre está la violencia verbal. Así, se recurre a la difamación del que tiene las ventajas y favores profesionales que, en nuestra percepción, deben ser para nosotros; la obsesión permanente por marcar los errores de esa persona, con una rigidez arbitraria; la utilización pervertida de la comparación, y el análisis conscientemente sesgado de la realidad, son algunas de las formas de violencia que utiliza el celoso. Es verdad, que algunos profesionales al sentir celos de un compañero, haciendo algún tipo de sublimación, pueden intentar mejorar su trabajo. Así, una emoción negativa es transformada en algo positivo. Aclaremos para no equivocarnos en los conceptos: si bien la sublimación es un mecanismo que produce beneficios, la realidad es que la sublimación nace de una dificultad, de un error de lectura de la realidad, de una incapacidad personal, porque los celos son un defecto de adaptación en los procesos de relación entre las personas. Ellos pueden ser explicados por el medio ambiente, por las circunstancias, por los procesos educativos y por las realidades personales. Pero sigue siendo un problema personal que tiene que ser resuelto. No podemos justificarlos bajo ningún punto de vista, aunque se puedan explicar las razones de su aparición.Los celos son una de las limitaciones que tenemos para el desarrollo individual, familiar, profesional y social. Este mundo tan competitivo y altamente expuesto a la imagen ganadora genera caldos de cultivo para que los celosos encuentren motivos para exteriorizar sus dificultades. Pero la solución no la debemos buscar afuera, sino en el análisis personal e individual. Al hacerlo, quizás, podamos avanzar en lo único importante: la procura de la felicidad como un bien individual que sólo existe compartido.
Artículo publicado en "La Gaceta" el 23 de julio de 2006

martes, agosto 15, 2006

Erradicar la violencia: el desarrollo humano real.

 Hablar de algo "actual" significa referirse a una determinada realidad en el momento en que se hace evidente de manera insoslayable. Por ello, hablar de "violencia" tiene esa actualidad por más que ella sea tan antigua como la humanidad misma. La violencia física exhibida en imágenes tiene un impacto social enorme que nos permite hablar de ella, pero debemos remarcar que la violencia es un fenómeno que va más allá de la sola expresión física. Ella posee una variada gama de expresiones: las que nos golpean en las imágenes crudas donde la sangre se vierte, pero también aquella velada, la que sacude las entrañas de la persona al sentir la imposibilidad de expresarla. Por ello el desafío de nuestras políticas (sanitarias, económicas, educativas y sociales) es de generar espacios donde los individuos puedan expresarse. Puesto que el ejercicio de los derechos humanos siempre será fruto de educar y desarrollar la capacidad de rebelarse frente a lo que nos coarta la expresión.
Digamos que el desarrollo es la dinámica por la cual una sociedad, a través de sus miembros y medios, consigue potenciar sus recursos generando espacios donde las aptitudes de sus miembros puedan expresarse y favorecer la creatividad. Si aceptamos esto, podemos comprender que todo lo que atente contra ello va en contra del Desarrollo (del individuo, de la familia, de grupos sociales - clubes, instituciones, empresas - y de la sociedad toda). Dicho por medio de un "silogismo": El desarrollo se favorece por la expresión de los individuos. La violencia va en contra de la expresión de los individuos, ergo, la violencia va en contra del desarrollo.
La segunda premisa que quisiera exponer es que toda sociedad está constituida por la presencia de personas reconocidas como de género femenino o masculino. Verdad incontestable, no tanto como qué es lo que nos hace ser varones o mujeres que implica un debate mucho más amplio. Dicho de otro modo, la sexualidad, es decir la manifestación permanente de una forma de ser varón o mujer en un lugar determinado, en un tiempo definido y según una vivencia personal, es una constante propia de toda sociedad (la sexualidad es comunicación, para que quede claro este concepto). Consolidemos esta idea afirmando que son hombres y mujeres (sintetizando a la sociedad) quienes deben expresarse para poder fomentar el desarrollo de una sociedad. Por lo tanto todo proceso que evite esto, iría en contra del desarrollo de esa sociedad. Simple pero contundente.
Si lo dicho es verdad significa que, para favorecer el desarrollo ,deberíamos, en primer lugar, tratar de comprender los mecanismos que regulan, constituyen y estructuran las relaciones entre los hombres y mujeres. Eso nos permitiría, mediante la educación, la búsqueda de la equidad, la prevención de la violencia y por ende, el desarrollo. Pues, mientras la violencia encuentre recodos en el camino de las leyes, arbitrariedades en las normas del mercado, prerrogativas basadas en el sexo; mientras la educación esté velada a parte de la comunidad, la violencia tendrá un espacio para desarrollarse a costa del desarrollo de la sociedad. ¿Cuál violencia? Comprendamos que para quien la sufre, la violencia es una sola, es aquella que afecta al individuo, altera su mundo, le impide ser dueño de sí mismo y lo convierte en alguien que ve limitado su horizonte por el miedo.
G. Canguilhem dice que “la biología define normas biológicas y no normas de comportamientos....” ésta es la esencia de todo el problema de la violencia. Existe un aprendizaje y una puesta en sociedad de actitudes toleradas, aceptadas y permitidas. Existe una serie de matices que "obligan" a aceptar conductas violentas como "permitidas" y son esas las que nos deben preocupar, pues ellas se erradican a través de la educación. Los sistemas educativos actualmente, más allá del entusiasmo individual y de la preparación personal, están limitados a brindar respuestas, puesto que la sociedad mantiene una incoherencia flagrante sobre lo que aspira, cree y encuentra como positivo.

La violencia es una conducta aprendida por el individuo, que nace de un sistema socio cultural que facilita este aprendizaje valorizándola como necesaria para defender sus intereses de forma positiva. La violencia puede encontrar dentro del individuo condicionantes que favorezcan la presencia de ella, o que la eviten. Remarquemos, no obstante, que la violencia es un aprendizaje inadecuado que uno utiliza para resolver situaciones en las que se ve inmerso. Si la violencia es una reacción inadecuada en el marco de una interrelación no existe ningún tipo de violencia que una sociedad deba fomentar. Dicho de otro modo, el fomento de la violencia implica el fracaso de los mecanismos de comunicación de los individuos.

Aceptemos que el último enunciado sugiere la existencia de un mundo ideal donde la comunicación tiene su sitial de preferencia y el recurrir a ella es la única vía aceptada. No existe tal sociedad, ahora bien, la tendencia a ella es la que nos hace desarrollados y no los factores económicos. Entenderlo es hacer el esfuerzo por comprender que la sexualidad es la esencia de nuestra naturaleza humana (el hecho de ser hombre o de ser mujer) y que la violencia contra ella es la violencia contra nuestro desarrollo, contra nuestro futuro, en definitiva, contra nuestra esperanza.

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