martes, octubre 27, 2020

Frente a la cuarentena....

 La pandemia puso en evidencia dos elementos universales: somos humanos, independiente de nuestras diferencias y que no somos iguales, a pesar que todos somos humanos. Así, la pandemia nos mostró que el virus, que nos está amenazando, puede llegar a cualquier y, con una lógica no completamente clara, generar daño grave a cualquiera, aunque mayormente a una parte más concreta (varones, más que mujeres, mayores, más que menores, enfermos más que sanos). La infección, que se está estudiando a ritmo acelerado desde su aparición, afecta desde la nada hasta la muerte y, cuando lo hace no se puede hacer mucho con certeza, por más que, en varios casos, se hace tanto. Por otro lado, la pandemia con las medidas que se tomó –bien o mal, cortas o largas, adecuadas o inadecuadas- nos mostró con alevosía que hay tantas diferencias de recursos, posibilidades, circunstancias, contextos, realidades, necesidades, urgencias, prioridades, etc., que hace que claramente las diferencias sean tantas y demasiados evidentes. 

La mal llamada cuarentena, sólo puso en evidencia, el abanico enorme donde estamos situados. Si pensamos en esa variedad que existe entre las personas, quizás podamos comprender un principio básico de algo de lo que está pasando. Dicho simple: en general creemos que estamos hablando de lo mismo, pero es imposible que hablemos de lo mismo. De allí surge el problema más grave, al convencernos que estamos refiriéndonos a lo mismo no comprendemos porque los demás actúan de otro modo frente a lo que debería ser un comportamiento más homogéneo.

Pero lo cierto que como bien dice la sabiduría popular, “cada cual sabe dónde le aprieta el zapato” y esto tiene consecuencia concreta y formal que vemos el mundo desde nuestra realidad única y no siempre compartida. Esto da, en primer lugar, diferentes formas de ordenar lo mismo, donde uno primero cataloga lo que es más importante, urgente o necesario y luego lo prioriza. Encima, esto lo ordena cada día como se le antoja, no siempre caprichosamente, pero con una lógica personal. Aceptemos que esta actitud es común en las personas, casi siempre es así. Pasa que la pandemia hace que parece que estamos hablando de lo mismo, entonces se torna más traumático las diferencias.

Luego, en segundo lugar, creamos argumentaciones para defender lo que hemos priorizado. Argumentaciones que, muchas veces, sólo son sólidas porque decidimos cuales postulados serán reales, indiscutibles y válidos, recurriendo a lo que creemos para eso. Entonces, lo que hacemos es lógico, porque esto o aquello es verdad y, lo que el otro no hace, es ilógico porque aquello o esto no es verdad. Básicamente, la historia de la humanidad: a nivel de discusiones, toma de decisiones, elección de caminos, aciertos y errores, todo se estructura a partir de quien tiene el poder para imponerlo, aun cuando sea verdad, exacta y correcta la decisión.

Pero lo cierto, es que no podemos homogenizar porque las diferencias son notables. Hay todo un abanico de situaciones. No son iguales las situaciones. Así tenemos gente con recursos económicos sólidos hasta gente con recursos insignificantes o sin recursos. Personas solas y personas con compañía. Personas con teletrabajo, otras con trabajo sólo presencial. Personas con factores de riesgo, personas que saben – o lo creen por estadística- que no les pasará nada. Gente aferrada a la fe como vacuna, gente que vivió el duelo en la peor situación. Niños que no comprenden la gravedad (¡maravilloso que así sea! Que ellos estén preservados es una buena noticia). Personas que exigen trabajar para no gastar sus múltiples recursos para poder vivir, pero también para poder comprar dólares y, otras personas que patean la calle buscando trabajo para poder comer, quizás. Gente que va al gimnasio porque su salud o lo que fuera lo exige, pero además, porque no tienen fuerza de voluntad para hacer lo mismo en la casa y, de otro lado, gente que camina la calle tirando un carrito con cartones, aunque el ejercicio no esté dentro de sus prioridades. Gente que está haciendo aislamiento en casa con fondo y piletas y delivery, con gente que no sabe cómo hacer un aislamiento en una pieza con los demás que conviven allí. Gente que ansía bailar, cantar, reírse y compartir y la que, no sólo lo desean sino que lo hacen de cualquier forma. Gente que sólo quiere vacaciones y viajar y otras que sabe que ni uno ni el otro forman parte de su vida. Gente que puede acceder rápido a un test para evitar el stress y gente que sólo le queda aferrarse a “no saberlo” porque no puede. Personas, como vos y yo, que no saben que harán si pasa algo, pero están los que tienen donde rascarse y los que saben que sólo les quedará nada.

Así que si, en la realidad, somos tan diferentes, por circunstancias y contextos, de ese modo es lógico que actuemos diferente. Eso no debería molestar tanto, a veces, quizás envidia o algo peor, pero bueno, somos humanos. Lo que más me jode no es la diversidad de comportamientos, sino que dentro de las personas más “favorecidas” quieran llamar con otro nombre a lo que se hace o se pretenda justificar con argumentaciones totalmente arbitrarias lo que hacen por su decisión personal y limitada. A esas personas, a veces, quizás yo, sería bueno recordarles que “haz lo que quieras” está bueno, pero “no lo compares con nada, ni nadie”. Hazte cargo de tu realidad, de tus diferencias, de tus decisiones, de tus mambos.

Esto suena duro pero peor, es lo que más revela. Efectivamente, así nos comportamos y por lo tanto desnuda una de las verdades más crueles, la solidaridad es un concepto hermoso pero que cuesta vivirlo.

jueves, octubre 22, 2020

Duele, Tucumán

 Tucumán tuvo una semana que golpea como nunca. Se mezclan las sensaciones. El asesinato y vejación de dos menores que coincidían en el nombre fue el comienzo. Todo en un caldo de cultivos que es la pandemia, la pseudo-cuarentena, el aumento de casos sin control y otras yerbas. Dos niñas asesinadas vilmente. Ayer, jueves 21 de octubre, un grupo de ciudadanos encontró al supuesto asesino de una de las pequeñas y lo ajustició con toda la saña que pudieron. Como película sanguinaria, hasta fue trasmitido en vivo y luego reenviado por las redes. Hoy Tucumán, amaneció un poco más pobre, más golpeada, más atrasada.

El dolor no podrá evitarse, pero se tapará. La tristeza, la desesperanza, el peso de lo sucedido ocupara nuestros sentidos y muchas conversaciones. Cada cual lo procesará del modo que pueda. Se clamará por lo terrible que es. Lo que se hizo, no se hizo, lo que se destruyó. Luego, poco a poco, por la “maldita” resiliencia, la “inevitable” adaptación, la “cuestionable” sobrevivencia se seguirá adelante, hasta lo próximo.

Pero, quizás, sea el momento para volver a pensar lo que más dolor puede causar y lo que es lo más difícil de hacer. Comprender que hemos hecho mal. Analizar la suma de factores que permiten que lleguemos a eso, para luego, darle un orden de prioridad para resolver. Allí radica la única y real esperanza que como sociedad seamos capaces de mejorar.

Pero, hoy, vuelvo a creer que es difícil. Porque, en definitiva, parece que es momento de repensar en como se da el poder, se lo controla y se lo canaliza. Como establecemos contratos sociales que sean mejores para todos y todas y que su control cotidiano sea un ejercicio de ciudadanía real y no de circunstancias. Básicamente es pensar que, dado que el ejercicio del poder es inevitable en el ser humano en general, el control del mismo es una condición sine qua non para que el ser humano pueda aspirar a lo mejor que tiene.

 Ayer Tucumán, como sociedad, hizo un punto bisagra en su historia. Lo inevitable paso. La muerte de dos niñas es intolerable de todo punto de vista. Pero no podemos pensar que tolerar el ajusticiamiento popular sea algo que nos salva como sociedad. Nos hace daño. Nos hiere mal. Pero también ya es parte del pasado. Del ayer. Ahora, con el dolor por lo vivido, por todo nos queda en pensar que hacemos para cambiar el camino que nos hundió. Hoy estamos con la tristeza ahogándonos, con el duelo inevitable y necesario para hacer, con las lágrimas que laceran el interior y no se muestran omnipresentes. Pero también hoy es urgente que pensemos, de algún modo, como hacemos lo que realmente sería un paliativo para esas dos niñas que fueron sacrificadas: crear una sociedad que nunca jamás permita, acepte o pueda pasar esto que pasó.

Es hora de corregir lo que estamos haciendo tan mal.

lunes, octubre 19, 2020

La realidad

 

La realidad es la que vivimos. Construida, como dicen los sociólogos, sin dudar que es así. Modificable, por lo tanto, lo suscribo, sin vacilar. Pero en el momento que pasa, en el aquí y ahora que nos toca, es la que hay. La que vemos, sentimos, vivimos, disfrutamos o sufrimos. Puede ser mejor o peor mañana, pero cuando la preocupación aparece es en hoy que existe, se impone y juega sus piezas. Al fin y al cabo, la promesa del mañana, depende del mañana y de lo que haya.

La realidad es lo que tenemos como momento actual. En esto, abris los ojos y ves a quien ves, aunque no sea quien deseas hacerlo. Tenes ganas de hablar con alguien y es quien te responde o a quien podes o, valga decirlo, a quien te permites llamar quien tiene la presencia. Por más que sea una otra persona a quien quieras decirle algo o escuchar un poco todo. Es, en medio de la noche, donde podes imaginar mejores sueños, pero cuando el insomnio está, lo que importa es a quien podes recurrir, no a quien desearías hacerlo. Esto no quita que puedas soñar y seguir aspirando, haciendo y procurando lo que deseas. Pero en el aquí y ahora, importa quien está y, sobre todo, quien puede estar. Si, reconozcamos que hay varias maneras de estar y eso vale la pena remarcar. No es la no-distancia física la que estamos hablando, es también la que permite la sensación de presencia. Algo que, cuesta mucho. Estar presente físicamente sólo necesita coincidir en el espacio, por más que sabemos, eso no es suficiente. Estar presente de otro modo, precisa otros sentires, otras formas, otras intenciones, otros estímulos y otras sensaciones. Pero, se comprende que se hace lo que se puede. Valga también, recordar que, si tuvimos la vivencia que responde a nuestro deseo, porque alguna vez la vivimos, nos puede permitir, hacer como un collage con las vivencias y armar algo un poco más real. De ese modo el deseo de quien no está puede ser más tangible. Pero, sólo es un paliativo. El deseo necesita presencia viva.

Es verdad, uno no recurre a todos los que pueden estar, porque, lo sabemos, no todos ni todas somos para toda situación. Pero, lo que cuenta, es el sentir que la disponibilidad concreta está.

Esto, podría ser leído como una recriminación. En ese caso, sólo certificaría una verdad elocuente: el plano de lo que deseamos, no es igual al plano donde construimos el deseo. El primero es ficticio aquí y ahora, el segundo, es el que permite, en ocasiones llegar al deseo. Porque es en piel, en intimidad, en estímulos, en sensaciones, donde el deseo real pasa. No sólo el sexual, por más que parezca el único al que me refiero.

Así que si, la realidad será lo que ustedes quieren, pero se vive aquí y ahora y con lo que hay, no lo que quizás haya en algún momento, a pesar mío y de mi deseo.


Decir verdades

 

Alguien me dice un día: No estoy con enojos, sino que digo verdades. Como si fuese una verdad verdadera. Con toda intención usé la redundancia. Es un comentario que, seguramente, uno escuchó muchas veces. Yo lo hice. Como si fuese una sentencia. Pero, lo cierto que la gente confunde franqueza, con verdad. Decir lo que creo, o sea emitir una opinión no le da a algo status de verdad debería ser algo que no necesita aclaración. Pero, hay personas que creen que "son verdades, cuando en realidad es que me da lo mismo decir o no decir lo que se me cruza por la cabeza, aunque, como pasa con la vida, de vez en cuando, acierte.

Pensé en esas personas que, por lo general, sacan de una fotografía, la idea de toda una película y van por la vida convencidos que son buenos y que su problema es hablar de más, por culpa que los demás no creen en la verdad. Lo llamativo, suele ser que están convencidos que son certeros, conocedores, sinceros y profundos. Como también que, no es inusual que sean lo contrario en cada uno de los puntos.

Aclaremos, todos tenemos derecho a tener una opinión, eso estoy convencido. Sin embargo, una opinión es otra cosa que un hecho y no tiene nada que ver con lo que el otro puede darle de valor a algo. Pero estas personas, curiosamente, creen que tener una boca presta a sentenciar es una virtud y que los demás son los atados a sus propias creencias equivocadas, a su incapacidad de percibir la epifanía de la palabra revelada.

Cada cual debería hacerse cargo de sus opiniones. Pero, no es lo mismo hacerse cargo si uno la considera una virtud, a hacerse cargo si uno asume que se equivocó. Debo insistir, todo ser humano debería ser capaz de dar su opinión sobre lo que se le antoje, aun cuando pueda equivocarse de cabo a rabo. No se trata de esa libertad. Estoy hablando de emitir opinión con alguien con quien uno tiene alguna relación. En esos casos, deberíamos recordar que las palabras son una de las formas que tenemos de brindar calidez, apoyo, empatía, cercanía, cariño y también franqueza, disidencia, ideas diferentes y lo que soporta una relación. Pero para hacerlo, uno debería aprender, practicar y desarrollar el abc de una relación buena: afecto para estar, bondad para recibir y comprensión para ofrecer. Eso, definitivamente son valores que hacen que la franqueza ilumine un poco más el camino hacia la verdad.

domingo, octubre 18, 2020

Cuarentena


 Argentina está pasando, como en el mundo entero, un año impensable: el virus del covid-19 nos afectó, nos afecta y nos afectará. La futurología decía que todo cambiará luego de esto. 50 % de posibilidades de acertar. Pero no sabemos cómo haremos cuando esto pase. Eso es lo cierto. Lo que está claro que afecta a las relaciones de modo que luego, veremos que queda en pie y en qué estado. La resiliencia es humana, la adaptación también.

Cada país, cada lugar, cada familia, cada persona toma decisiones que son medidas con otras. De allí, con los resultados puestos enunciamos que se hizo mal o no tan bien o mejor o peor, sin escatimar franqueza. Obviamente se hizo algo, quizás había otras opciones mejores. Quien sabe eso. De todos modos, está, en esta ocasión más lejos de ser analizado por mí, menos cuando aún estamos en un proceso tan complejo.

La cuarentena es nuestro tema, en esta ocasión. ¿Es muy larga? ¿Sirvió? ¿Sirve de algo? ¿Cuánto nos afecta? ¿Nos protege de algo? Parece ser de opinión variable y depende de un par de cosas esenciales. No tengo una respuesta, ni creo que me corresponda, es más, no creo que haya una única respuesta que cierre la discusión. Básicamente son decisiones de carácter político, con suerte, con una influencia de lo sanitario. Pero que la decide quien tiene el poder, o sea la capacidad de imponerla como medida en una población.  Ahora bien, la cuarentena es una decisión pública y general que no se la pudo cumplir realmente jamás. Ya de entrada los protocolos fueron disimiles, las excepciones necesarias fueron demasiadas y las otras, las que se consiguen burlando lo que se debe hacer y, también, las otras, las excepciones que toman los que creen que a ellos no les alcanza las generales de la ley.

Entonces, para mí, la pregunta más importante, porque es una decision de caracter personal el hacerla, es si ¿hemos sido capaces de cumplir las medidas sanitarias que nadie discute que funcionan? Las recuerdo: la distancia social, el uso del tapabocas (al inicio de la pandemia fue controvertido, hoy se sabe que su uso es necesario) y el lavado de las manos. ¿Hemos sido capaces de cumplirlas con cuarentena dispuesta o no? Lo cierto es que los hechos demuestran que no hemos podido hacerlo. Frente a ello hay muchas razones, no únicas, sino concurrentes. Así podemos reconocer algunas de ellas: Porque nos supera, porque son ignorantes o no comprenden las consignas, porque a veces es imposible cumplirlas al 100 %, porque la gente tiene necesidades más importantes, o las que fueran. Por supuesto, la culpa es del otro, uno no es de esos, también decimos. O sea, frente a esto hay razones y excusas que usamos. Algunos cometemos errores, sin intención en muchísimas ocasiones. Otros se abonan a las teorías simplistas o conspirativas y, también están, los que saben que a su franja etaria no les pasará nada, por lo que creen que no les corresponde. Además, vemos, en algunas ocasiones, el ejemplo de las autoridades como una forma de tomarnos el pelo pidiéndonos lo que ellos no hacen, como si fueran inmunes a la infección. Así que ese combo es el que tenemos delante de nuestras narices. Al final cada cual se inventa la verdad que le conviene más. Lo puedo entender. Una persona, por ejemplo, al contarme que se fue a una reunión social (una de las tantas que tuvo en cuarentena), me dice: “Yo fui porque estaba cansada de guardarme la verdad. Necesitaba un poco hacer algo”. Como definición explicita está bien. Uno puede decir lo que quiera. En eso los seres humanos somos constantes: al final hacemos lo que queremos o podemos y lo justificamos del modo que nos sale. Nadie debe juzgar, podemos decir. 
La cuarentena no funcionó, nos costó y para eso, encontramos razones, excusas o urgencias, porque las hubo y serias. Parecería que sólo queda intentar lo que se puede y que, lamentablemente, parece decir que cada uno haga lo que se le antoje. Básicamente, de eso estamos convencidos. Ojalá, sirva para los que van quedando; para los que ya no están, las pruebas muestran que no sirvió realmente.
Tal vez la opción es recordar que ser humanos no es fácil, creemos, tantas veces, que el problema no es nuestro. Pero, la pandemia nos muestra que sigue siendo un problema para todos. Así que es hora de volver a pensar en la solidaridad como una norma no del poder, sino de uno para con el otro: respetar y cumplir lo que, insisto, está probado que sirve, es el camino para hacer que esta pandemia la logremos superar. Lo saben todos y todas, sólo es cuestión de cumplir, sin buscar tantas excusas o razones. La solidaridad es, valga señalarlo, el ofrecer un poco más para que el otro pueda estar un poco más tranquilo. Es hora, entonces,  de responder, independiente de lo mucho o poco que hagamos,  ¿podemos ser un poco más solidarios en esta época tan compleja que vivimos?

domingo, octubre 04, 2020

Coincidencias del 4 de octubre

 El 4 de octubre es el día de San Francisco. Para los católicos y para otros, pues es un santo que es muy aceptado por creyentes y no creyentes. Hay en su historia personal, en su dedicación particular y en su presencia algo que genera una verdadera simpatía o reconocimiento. Después de todo, todos deberíamos apostar por la ecología como un deseo, compromiso y acción. Además, está claro que ambicionamos que cierta dosis de humildad nos acompañe y facilite el día a día.

También, se puede agregar que lo que se conoce como la oración de San Francisco –atribuida al santo, pero escrita de forma anónima mucho después de su muerte- implica una verdadera sensación de humanidad a la que aspiramos de algún modo. En ella está contemplado la paz como producto del quehacer humano, la necesidad de confrontar lo malo con virtudes y creer que podemos aportar al otro de una manera constante, consciente y dedicada. Sin dudas es un poema que genera una sensación de vivir la alteridad y de comprender que el camino hacia lo mejor parte del encuentro positivo, del creer que la virtud, en su sentido más terrenal, puede ser una alternativa, a pesar de los eventos negativos. Pero, si eso fuese verdad, ¿Cómo podemos lograrlo?

Allí surge una curiosa coincidencia. El 4 de octubre, pero del 2006, el parlamento argentino sanciona la ley 26150 que crea el programa nacional de Educación sexual integral. Si lo vemos a esto, como la ley lo promueve y como los trabajos actualizados, científicos, ponen en evidencia, tenemos una respuesta clara sobre cómo se puede conseguir a mediano y largo plazo lo que ambicionamos como sociedad: hacer realidad una educación sexual integral en los términos que la ley y la ciencia coinciden: sistemática, integral, modulada, activa, con retroalimentación y pensada como un hecho educativo para dar herramientas para producir conocimiento (bien Freireano) y, obviamente, con perspectiva de género.

Hace educación sexual integral es una necesidad imperiosa para los que creen que la humanidad necesita hacer el esfuerzo real y concreto para eliminar todo forma de violencia, para contribuir a que la felicidad sea una posibilidad que no dependa de tantos factores externos, sino de nuestra capacidad de construir sentido, vivencia y encuentro.

Así que este año, en este 4 de octubre, quiero reivindicar especialmente este mantra: ¡Sí! A La Educación Sexual Integral. Es Necesaria. Es Importante. Es Un Derecho. ESI, hoy, por el futuro que ansiamos sea ya.

                                                    

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