miércoles, enero 29, 2020

Nueva reflexión sobre el amor


No podemos definirlo, si sentirlo. Pero no dudamos en intentar lo primero; lo segundo lo esperamos con mayor o menos acción. No nos cansamos de escribir sobre él. Ese sentimiento especial, deseado, deseable y que consideramos la fuente de la mejor salvación. No por nada es tan famoso (aunque con variaciones en el sentido) el “hagamos el amor, no la guerra”. Es más, todos estamos convencidos, de un modo u otro, que el amor nos salvará y que, por lógica, salvará al mundo. 
Pero, sigue siendo difícil definirlo, identificarlo y reproducirlo, podríamos decir. No por nada no siempre se mantiene, no siempre se consigue, no siempre se reconoce. Pero allí está, como un grial, como un sentirse en casa, como una forma de ser con alguien. El amor existe, no lo dudamos y sólo podemos mostrarlos con palabras, imágenes o comportamientos. Pero allí también oscilamos. Lo que lo muestra es todo y es algo. No es univoco, por más que algunas cosas sean más “universales”.
Entre las múltiples preguntas que surgen por el tema, algunas aparecen con más intensidad porque tocan la piel, del lado de adentro, como dirían. ¿sólo tenemos un amor en la vida? Lo curioso es que la respuesta no es única. Pero al mismo tiempo es única para quien la vive. Esto sería sencillo de resolver diciendo que todas las respuestas son posibles. Si, un solo amor en la vida o no siempre hay un amor en la vida, o en la vida puede haber varios amores.
Estoy hablando, para especificar del amor entendido como la atracción hacia una persona con la cual quisiéramos compartir mucho más que lo que compartimos con el común de las personas que nos rodean y acompañan. Compartir intimidad, construir ese “ser testigo” del otro, ser guardián de secretos, sentir que su presencia, de alguna forma es vital y que nuestro deseo no sólo lo busca sino saborea el encontrarlo. Amor como una forma de sentir que está más que bien que al otro le vaya lo mejor posible. Amor que conlleva lo sexual, obviamente. Pero también el cariño, una presencia de algún tipo y las ganas de compartir algo de habitualidad.
Ahora bien, volviendo a la pregunta, uno solo o varios. Hoy, enero del 2020 (aunque desde hace tiempo, valga decirlo), estoy convencido que la capacidad del ser humano de este tipo de amor es amplia. Sin embargo, no siempre somos capaces de ejercitar esa capacidad. No siempre queremos ejercer esa capacidad. No siempre se dan las condiciones para ello. No siempre precisamos usar esa capacidad. Pero no hacerlo no quiera decir que no la tengamos y, lo que es más importante: que alguien la ejerza no es un mandato para que todos lo hagan. Porque el amor precisa dedicación, disponibilidad, habitualidad y esa “bancabilidad” (un neologismo que uso).
Así que el verdadero mandato es amemos. Hacerlo vale la pena. No nos privemos de ello y no privemos a nadie de ello. Lo hagamos sin hacernos daño –o el menor posible- y procurando que el placer no sea ni culpa, ni agobio. Amar es, sin dudas, la promesa efectiva que el mundo puede ser salvado por nosotros mismos.









domingo, enero 26, 2020

Bancabilidad (claro neologismo)



Las relaciones, sostuve en otros escritos, comienzan y se mantienen con la disponibilidad, se concretan con la habitualidad y, en algún momento, precisan la bancabilidad. 
Bancar es un término español muy utilizado en argentina como una toma de posición en defensa de algo o alguien. Es más terminante y conlleva un universo no claro de cosas que se aguanta por el otro.

Como sabemos, toda relación implica ser testigo de la otra persona. Así, de a poco, vamos conociendo formas, decires y "haceres" del otro. En la relación aprendemos cómo funciona el otro –o por lo menos creemos saberlo, esto es lo más frecuente-, descubrimos lo que verdaderamente le gusta, lo que le disgusta, lo que le molesta. Aquello que lo pone más agradable y lo que lo pone francamente desagradable. Nos damos cuenta que la otra persona no es perfecta o, si es más perfecta que uno, en que ocasiones la combinación con uno hace que el producto no sea no tan lindo.
Bancar al otro como forma de estar. Soportarlo, porque lo necesita, no dejarlo solo. Valga una aclaración, no implica aceptar el daño, sino la incomodidad. El límite de la violencia debe estar claro. Sin embargo, sabemos que toda relación implica cierta carga de cosas no tan agradables. Hasta una noche feliz puede terminar en una indisposición digestiva al día siguiente, siendo de lo más vulgar y no tan elevado.
Bancarse al otro cuando la conversación no está en su mejor momento, cuando el aburrimiento aparece como una posibilidad del día –jamás de la vida-, bancarse la tristeza sin sentido o alguna melancolía, bancarse lo que llamamos "bipolaridad" -por referirnos a los cambios de humor que aún no exploramos el origen-, bancarse por enemistades que no tienen ningún sentido, bancarse alguna oportunidad perdida, por una estupidez que no vale ninguna pena. Bancarse la pausa al caminar, la risa estúpida por un humor que no entendemos en el otro, bancarse que el otro sea diferente que uno. Bancarse que no pueda, no quiera, no necesita, no desee, no sepa. No como castigo sino porque valga la pena porque no es suplicio sino instantes que todos tenemos.
Bancárselo porque nuestro balance vale la pena, pero bancárselo. Eso porque al lado de eso tenemos el resto, lo que nos hace bien, nos gusta, nos protege, nos hace reír, es el eco del cariño que precisamos, del sentir que nos alberga y nos potencia. Está allí el testigo, la testigo que nos reconoce que bien vale que sea como dice la canción “Dance me to the end of love”.

viernes, enero 24, 2020

Nuevamente la Educación sexual Integral


 Falta mucho, pero se está haciendo. Se sigue discutiendo sobre contenidos, pero se está haciendo. Se siguen presentando tonterías en la legislatura, tanto para restringirla, como para adherirse a una ley vigente, nacional y que se ejecuta. Pero se está haciendo. La educación sexual integral está en marcha, con límites, con dificultades, con diferentes acciones, con errores, con varios aciertos. Pero lo cierto que se está haciendo. Forma parte de la educación. Se habla, se dice, se pide, se programa, se discute, se forma, se niega. Pero allí está ya presente como tema educativo, como propuesta educativa, como hecho educativo. Sería bueno que también ya sea parte de la charla familiar, de aquello que hace que cada familia sea verdaderamente responsable de la educación de sus hijas e hijos. La batalla, enhorabuena a quienes lo comprendieron y la están librando, no es contra contenidos que no me gustan, sino a favor de eliminar la ignorancia –para eso los conocimientos adecuados y actualizados y no las opiniones personales-, fomentar habilidades positivas en relación a la salud sexual –que implica educar en una comunicación positiva, asertiva, en la gestión de los conflictos sin violencia, en el respeto activo con la diversidad humana y la protección integral de uno y de los demás, entre otras cosas- y, también, estimular los valores positivos de nuestra sociedad -que valga remarcar están establecidos en relación a los DDHH.  
La educación sexual integral es una realidad que demoramos en hacerla cotidiana, pero ya es irrenunciable como sociedad y como decisión legislativa. Ahora bien, nuestra opción sigue siendo la misma: de un lado, seguir discutiendo, como si los hechos no existiesen, o, finalmente, hacernos adultos, responsables, participes y activos para que la educación sea realmente lo que pregonamos: la forma cierta que tenemos como sociedad de hacer, construir y realizar un futuro mejor. Para ello la educación no puede obviar la educación sexual. La educación del siglo XXI debe incluirla para hacer ese futuro que anhelamos. En este caso, –sí, esto es mi opinión- la ley 26150, ley nacional y vigente en todo el territorio de la república argentina, es una garantía que ese avenir es posible. Así que este año, sea realmente el año de la Educación sexual integral. Belgrano lo pedía, a mi entender, cuando dijo: „Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias”.

ATCG: bases para la diversidad



El ADN es la epopeya humana. De un lado, todos lo podemos entender esencialmente y, al mismo tiempo, es una fuente inagotable para el estudio científico. Hay 4 “bases nitrogenadas” que al combinarse dan la diversidad humana. Así esas cuatro letras parecen ser el universo de lo que nos hace diferentes, en los matices. Así que adenina (A), timina (T), guanina (G) y citosina (C) van en nuestro interior. Sin embargo, esa increíble posibilidad de la diversidad se restringe a los genes que vamos recibiendo. Somos parte de algo que nuestros antepasados tienen. Dicho brutalmente, la malformación genética nos priva de tener dos brazos, dos piernas y así cada detalle anatómico. Claro, las formas varían, los colores, las texturas y un montón de cosas internas. Pero la variación no es infinita.
Pero, genética probada, se agrega un factor más. Los seres humanos no quedamos en el laboratorio –real o el metafórico del vientre materno- salimos y, de allí, el fenotipo y la epigénetica le dan apertura a la diversidad que luego manifestamos. Ya no importa tanto si es ATGC o CGTA, importa lo que manifestamos –o no- y lo que los demás perciben. La diversidad humana más real, por ser más cotidiana debería aparecer con su majestuosidad. Así, la naturaleza se confronta con la cultura y genera lo que se puede. Pero por más que deseamos los materiales que nos componen culturalmente son finitos. Simbólicamente, diremos que también son 4 (¿), como las bases nitrogenadas: apego (A), tiempo (T), gusto (G) y Contexto (C). He respetado las letras de las bases nitrogenadas, pero, confieso, forzando un poco los términos y por ello precisa una explicación mejor.
Llamaremos (A) apego: a la tendencia humana que tenemos por sentir sentimientos, emociones y otros sentires en relación a las personas que nos rodean. Desde la neutralidad hasta el extremo opuesto los humanos generamos vínculos y, con ello, establecemos nombres para lo que nos impulsa. Por simplicidad lo unificamos, pero sabemos que aun para el famoso amor tan deseado no existe una sola forma de sentirlo, vivirlo y desearlo. Desde la teoría triangular del amor hasta la vivencia cotidiana que podemos tener. Cada uno lo sintetiza como puede, sin dudas.
Por su parte será para nosotros (T) tiempo los espacios donde se comparte con alguien con algún intercambio, desde lo superficial hasta lo profundo. Valga decir, aquí, que dentro del tiempo el espectro ideal sigue siendo para mí el momento, definido como un instante de intimidad compartida.
Gusto (G) vamos a definir como aquellos elementos que nos motivan particularmente. En esto está el deseo que conlleva una carga motora, la tentación que se liga al deseo y también a lo que funciona como aparente deseo, intereses, conveniencias y un largo etcétera que cosas que nos pasan frente a lo externo.
Finalmente, el contexto (C). Un elemento clave dado la característica innegable de cultura como estructurante, definidor y envolvente del ser humano, o sea, su verdadera naturaleza. No por hoy partimos de la idea central que el ser humano tiene una racionalidad contextual. En algunos casos con una lógica llana al alcance de todos y, en la mayoría de los casos, con una lógica que no siempre el otro logra comprender.
Lo que pretendo, con esta simplificación de la experiencia cotidiana del ser humano, es señalar que la diversidad surge no por lo infinito de los componentes sino por la sucesión infinita de componentes extremadamente finitos.
Esto nos convoca a una idea fuerte y crucial: la diversidad se basa sobre un hecho previo incontestable, innegable e ineludible: tenemos como seres humanos elementos comunes que nos asocian como especie. No existe ningún salto evolutivo entre nosotros. Somos iguales en tanto que especie. Si. Lo sabemos, como conjunto hemos librado una lucha ancestral para que esa igualdad no exista en el día a día. Como humanidad hemos bregado por la destrucción, humillación, desprecio del otro desde que hay memoria colectiva. Pero, valga como esperanzada realidad, también, desde siempre, hemos intentando combatir la cobardía, la destrucción y la imbecilidad que alentaba eso.
La diversidad es inevitablemente humana. Quizás comprender esto es lo que nos falta como seres humanos. Que el otro no solo tiene derecho a ser otro, sino que necesitamos que lo sea. Como siempre recordar que nosotros somos el otro también.

viernes, enero 10, 2020

Límites del humor


¿Existe el límite para el humor? No. No lo existe. La respuesta debería ser rápida y contundente. Pero los matices aparecen después cuando el análisis es un poco más detallado. ¿Nos reímos de todo? La respuesta es categórica también: ¡No! Ya de entrada hay diferentes tipos de humor y nos enganchamos más con uno o con el otro. Así, hay hasta un humor simple que no todos entienden y, por consiguiente, no se ríen o, a lo sumo, se contagian de la risa cercana. Si aún indagamos más cuestiones aparecen otros elementos. ¿Ofende el humor? Pues claro, uno tiene el derecho de ofenderse con aquello que le resulta hiriente. Es lógico que eso pase. No sólo con el humor, valga decirlo. 
Pero agreguemos algo más: ¿un buen chiste siempre causa gracia? No, depende mucho de quien lo cuenta. El famoso sentido del humor o el famoso "timing" que se puede tener o no. Definitivamente, más variables y más preguntas. Todo reducido en una gran máxima: el ser humano y lo que le acontece es muy simple vivirlo, pero muy complejo de analizarlo. Las simplificaciones son formas de hacerlo explicable, entendible y transmisible.
¿Se debe permitir todo tipo de humor? Esta es la pregunta. Primero uno no puede evitarlo. Cada uno puede hoy reírse de lo que quiere y netflix, youtube o google te permiten acceder a cualquier humor. Hasta el más desagradable para gran parte de la población. El permiso implica un poder, implica una forma de censura sobre un hecho que representa una forma de arte que, valga decirlo, también incluye el mal gusto.
Sin embargo, como sociedad tenemos deseos y obligaciones de hacer más vivible el día a día, protegiendo a quienes necesitan protección y garantizando que todos puedan hacerla valer. No obstante, sabemos que eso es, por lo menos irregular en la mayoría de las sociedades, ya que siempre está establecido en función de algún tipo de poder. A partir de ello reformulo mi sentencia. Toda sociedad debería establecer límites donde el daño se debe evitar o circunscribir. Limites tan claros que no quepan dudas. Esto sin discusión, con una búsqueda cotidiana de formas de hacerlo.
Pero, no creo que el humor sea quien deba tener límites. Por más que claramente cierto humor no me produce, ni me producirá gracia. Creo que sería importante que los delitos que dañen, las actitudes que produzcan perjuicio deban ser valoradas no según la escala del humor, sino del encuentro. Ejemplificando: reírse de la gordura no debería ser un problema, el bullying sí, siempre y, allí, no debemos ceder y hacer todo lo posible para que quienes sufran algo tengan formas de evitarlo, de protegerse y de ser incluidos.
De allí surge el otro elemento clave de todo: el contexto. El boxeo delimita un contexto donde tiene sentido el golpear al otro. Aún más, en las artes marciales mixtas aceptamos como válido lo que nos produciría horror ver en la calle y que sería causa de denuncia. El contexto lo marca, definitivamente. La cercanía al hecho, o como bien dijo Mark Twain: "El humor es igual a tragedia más tiempo", alguno también parafraseándolo agregan “distancia”, que incluye la física o la temporal. Nos reímos porque nuestro cerebro reacciona a algo que lo estimula en ese sentido y porque los inhibidores mentales no lo impiden, quizás.

En definitiva, el humor no es universal pero el reírse es humano. Quizás, valga subscribir a Sigmund Freud en esto: "El humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo”. Sin límites al humor, sin censura, pero con la libertad de nunca tener que aceptar lo que no se quiere, lo que no se desea, lo que hace daño. Quizás por allí está el camino a una sociedad más evolucionada. 

lunes, enero 06, 2020

Cultura patriarcal





Todos, todas, todes estamos envueltos en una cultura que tiene siglos de patriarcal. En medio de ella, con muchos idas y vueltas, con mayores y un poco menos de dificultades, la diversidad existió, existe y, cada vez, existirá más. También, debemos decirlo, hubo, hay y, ojalá cada vez menos, habrá víctimas. Siempre habrá hombres haciendo de hombres con diferente tipo de tontera –en varios casos, -hoy claramente criminalidad- encima. Igualmente, seguirá habiendo mujeres aceptando y desafiando el mundo que se les plantea con excelentes y, a veces, con paupérrimos resultados. Una parte de ese mundo viviendo allí con muchísima evolución positiva y con una convicción que la violencia no es, ni podemos tolerarlo como el recurso. En este mundo, como en toda la historia, también hay personas que aún alejados de las teorías del feminismo, del uso del lenguaje inclusivo e incluso de las leyes modernas vivieron y viven sin violencia, sin dominación y comparten el día a día, codo a codo procurando que la felicidad sea compartida porque aprendieron, vivieron y sintieron que sólo se es verdaderamente feliz cuando comparten.
Simplificar todo a una cultura machista patriarcal como origen de todos los males es un riesgo. El mismo que se cometió hace años cuando, sin otro fundamento que tener la voz cantante, se dijo que la mujer era esto o aquello. Cuando una mujer no podía decidir lo que quería, sobre todo si no respondía al mandato social aceptado y gritado.
Esto implica que debemos retroceder. NO. NUNCA. Con mayúsculas y sin atisbo de duda y sin margen de discusión ni polémicas. Así que olvídense que hay en mis argumentos una reivindicación de la violencia, de la dominación, de la sumisión. No para nada. Es imposible eso. Lo que pretendo señalar es otra cosa. Que creo que es hora de pasar a una instancia donde creamos y sintamos que estamos en el siglo XXI y esto, entre otras cosas, implicaría aceptar que abogamos por dos principios fundamentales que deberían gobernar a las personas:

1- La libertad personal, simplemente entendida como la capacidad de elegir lo lo mejor para uno, aquí y ahora, procurando evitar todo daño evitable.
2- El consentimiento, definiendo esto como la decisión personal, esclarecida y concreta de hacer algo aquí y ahora.
Aceptar esto, la libertad y el consentimiento como verdades inclaudicables, implica dos condiciones que no pueden ser obviadas: a] el conocimiento como puerta de inicio y b] la puerta de salida como constante innegociable. Que las personas puedan elegir lo que quieran, lo que deseen y, al hacerlo, puedan optar por ello es más que esencial –hoy significa que debemos batallar a brazo partido por ello- en este momento de la humanidad. Es la lucha que nos debemos. Lo que conlleva, obviamente, la urgencia de la educación sexual integral que nos da conocimiento, habilidades y valores que puedan hacer frente a lo que se opone a ello. Debemos recordar y remarcar que el objetivo final de una educación sexual integral va asociado con el “empoderamiento” (palabra majestuosa introducida por el feminismo) y con el desarrollo de una capacidad que puede gestionar los recursos para tener una sexualidad (esa que cuenta nuestra historia, parafraseando a Fraise) que sea capaz de alcanzar el máximo nivel de placer, tranquilidad y creatividad.



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