lunes, diciembre 26, 2022

Deseos para el 2023

Fin de año, un día diferente en el calendario como casi todo el año y un número que cambia. Sin embargo, el ritual continúa siempre. Nos imaginamos que empezamos un nuevo ciclo y está bien que así sea. Las personas necesitamos la pausa, el festejo y el creer que lo que viene será mejor. Además, este año terminamos campeones del mundo y estoy seguro que tantos los deseamos allá en diciembre del año 2021 que podemos imaginar –y aceptar la ficción- que los deseos bien pensados se cumplen.

Pues les quiero compartir mis deseos con la secreta pretensión que ustedes puedan tomar letra para asumir alguno de ellos como propios. Así que vamos por la tarea. Deseo un 2023 que tenga uno de los trípodes más virtuosos que podemos concretar: en primer lugar, vínculos que nos permitan sentirnos en esa compañía que nos hace crecer y nos da el coraje para intentar siempre lo que nos permite sentirnos útiles, capaces, dispuestos cercanos; en segundo lugar salud, que no es sólo lo que el chequeo dice –aunque es tan importante hacerlo y valga como recordatorio- sino aquella que nos permite sentir que nuestras capacidades de hacer cosas y compartirlas sólo tienen el límite de nuestra decisión y, finalmente, que las emociones y los sentimientos se puedan expresar. La vida está siempre mejor cuando somos capaces de exteriorizar las emociones positivas y dejar que fluyan (el 18 de diciembre pasado hemos visto que todos y todas tenemos esa capacidad).

También deseo que el arte, esa capacidad maravillosa de tejer -con lo que tenemos de talento o intención-, algo para mostrar la sensibilidad que hace pensar o sentir y que eso sea el trampolín para cambiar el mundo. Nuestra vida siempre necesita del arte, ya sea siendo testigo de aquel o producirlo. Yo estoy convencido que las personas tenemos la capacidad de expresar con arte algo de lo que vivimos, sentimos y creemos. Así que elige el que quieras y acomete con ello con el entusiasmo del principiante y la convicción del decidido. Hay tantas posibilidades y lo que importa es asumir esa posibilidad y dedicarnos lo necesario.

Otra cosa que siempre debe formar parte de los deseos son los viajes, porque creo que somos nómadas por definición, aun cuando nos quedemos en el mismo lugar toda la vida. Lo creo porque esta, cada vida, es un recorrido permanente encontrando a tantas personas en el camino. Pero, soñemos que este año nos tocará ese viaje que hemos deseado desde siempre, como prueba de esperanza.

La comunicación como nuestro norte de aprendizaje que sea uno de los deseos de este 2023. Todos sabemos que, independiente de nuestras capacidades para comunicar, aún podemos hacerlo mejor siempre. Para eso sólo es necesario escuchar un poco más, ejercitar la empatía con seria disposición e intentar siempre en las formas de perfeccionar lo que queremos decir. La claridad en decir lo que sentimos, deseamos, necesitamos y no queremos es el camino más seguro hacia nuestra felicidad y, de ese modo, a la de los demás que nos acompañan. En esto valga que desearía que haya más mensajes personales y menos emojis y copy and paste. Para eso, libera el corazón y avive el seso (Manrique dixit) y que cada uno diga más de todo lo que uno quiere decir.

Porque esta columna tiene como tema central la sexualidad y, además, porque la creo axial para la humanidad van mi deseo también para que el sexo tenga la importancia que reúne la libertad, el consentimiento siempre, el placer como intención serena pero indiscutible, la intimidad como posibilidad cierta para ser más humanos y el cuidado como condición necesaria innegable. Pero también el convencimiento irrenunciable que sólo una educación sexual integral puede contribuir a crecer como sociedad siempre.

También deseo que la fiesta del 31 sea siempre como toda fiesta que nos merecemos: con la alegría de compartir, la sensualidad del baile, la diversidad en la comida, los abrazos que siempre nos acercan, los besos que ansiamos, las palabras que nos animamos a decir. Por eso que la fiesta se repita todo el año, regularmente, con las excusas que queramos.

Por todo eso, valga decir y brindar por un Feliz 2023.






jueves, diciembre 22, 2022

Regalos

 Un escritor americano, Gary Chapman, escribió un libro que se llama los cinco lenguajes del
amor. Dice el autor que ellos son: Palabras de afirmación, Tiempo de calidad, Actos de servicio, el Contacto físico y Dar regalos. Cada punto parece muy simple y obvio. Sin embargo, sabemos por experiencia que no lo son. Nos cuestan mucho o poco, pero nos cuestan. Es más, hoy que estamos en navidad, por ejemplo, pudimos ver el problema de los regalos, aunque también el placer de los mismos. El problema surge porque elegir un regalo es una prueba muy dura. Dura tarea, casi olvidada por algunos que encontraron dos salidas honrosas a este laberinto: no hacer regalos o pasarle la obligación al obsequiado con la famosa pregunta, “¿qué quisieras de regalo?”. Terrible pregunta, que al recibirla nos entierra en disquisiciones de todo tipo. Así, el obsequiado pretender salir de la encrucijada a través de respuestas desgastadas: "cualquier cosa", "no te preocupes", "no es necesario", "un detalle" o la más simple y alejada de la realidad: “nada”. Pero esas frases, tan vetustas y sin sentido, no nos liberan, sino que nos convierten en parte del suplicio que es elegir un regalo. Claro, no podemos responder lo que deberíamos: no me compliques la vida. Es tu decisión pues es tu regalo hacia mí. Así que resuélvelo tú. Tú lo debes elegir y tiene que producirme placer. Si no has conseguido saber lo que quería a través de nuestras conversaciones, a ti de decidir. Pero, irremediablemente, caemos en la trampa. Respondemos con evasivas, pero respondemos. Allí nos encontramos en medio de una situación complicada: decir que queremos que nos regalen.

La última vez que me pasó me dije que no podía soportar esta afrenta a la sorpresa sin decir algunas cosas al respecto. Es necesario reaccionar sino, ¿qué sentido tendrán los papeles de colores y los moños si ya no habría sorpresas? ¿Cómo podremos jugar con nuestro deseo si lo que pedimos se concretara sin tener que pasar por ese “ir y venir” que sólo el deseo produce?

Me resisto a ello. Pero al mismo tiempo comprendo que no todos piensan así y por ello uno termina, a veces, con regalos inconsistentes que se amontonan o que no tienen ningún recuerdo escondido en su contenido. Entonces, pensé que deberíamos tener nuestro propio manual de los regalos. Es decir, saber que queremos y que cosas no nos producen placer. Pero, sobre todo, saber qué es lo que le produce placer a esa persona que, apelando a la idea de Chapman, recibe nuestro lenguaje del amor.

Para pensar en los regalos, creo que debemos recordar lo obvio: un regalo es algo que se desea. Pueden ser algo que sea caro o sino, algo que sea practico o sino, un detalle que habla de mensajes, de recuerdos, de expectativas y de momentos compartidos.

Para saber el deseo, es importante haber compartido un momento, nunca más bien definido como una intimidad compartida, allí es cuando se aprende el color de los ojos cuando la otra persona desea, el anhelo que persigue un corazón, las ansias de un viaje que se construye. Los regalos caros, casi no son regalos, pues no se piden, se exigen (salvo algunos niños que todavía no reconocen que esos papelitos de color son el objeto del deseo de algunos indeseables). Los regalos prácticos son equilibrados, a la mitad de las personas les produce incomodidad pedirlos y al resto les parecen necesarios, pero no saben cómo darlos, por incomodidad. Los últimos, los que llevan mensajes, no se pueden enunciar se deben descubrir con la sorpresa y el aliento contenido cuando el papel se rompe con una pizca de desesperación y un anhelo que nos pide ser niños por un segundo más. Por eso, no preguntes que quiere alguien como regalo, sondea tu ánimo, equilíbralo con tu día, tradúcelo en el otro, acomódalo a tu billetera y apáñate como puedas.

En definitiva, el lenguaje del amor siempre debe traducir, lo que fuera en un te tengo tan presente porque tu existencia me hace sentir bien. En esto, es importante recordar lo que Fernando Pessoa sintetizo tan bien: “El valor de las cosas no está en el tiempo que duran. Sino en la intensidad con la que suceden. Por eso hay momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables”. Así que, por esas personas, valga decir siempre Felicidades con un regalo.

viernes, diciembre 16, 2022

Jugar la final del mundo….(y ganarla)


Hoy se juega la final y, aquí, en nuestro país, deseamos fervientemente que se dé el título. Que luego de tantos años seamos campeones mundiales. La pelota rodará y en ese momento pensaremos que es un evento fundamental para la vida. En esa situación siempre me acuerdo de una hermosa y profunda reflexión de Alejandro Dolina. El locutor –y tanto más- dijo que el secreto del futbol –como del teatro- es zambullirnos en la ficción de creer que eso que pasará durante noventa minutos y, por lo tanto, el resultado es trascendental, manteniendo la certeza mental que no lo es. Es decir, jugar a creer y al hacerlo permitirnos la emoción que emana de eso. Porque lo que sale de esa emoción es verdadero, necesario y poderoso. Así abrazarse por un gol, alegrarse a más no poder por el título es real y eso es algo que debemos comprender y disfrutar.


En esto me quiero detener. En esas situaciones que nos permitimos jugar, introduciéndonos en una pequeña ficción, que la reconocemos como tal, pero que nos permite vivenciar cosas que son deseables, lindas, buscadas, soñadas, como también necesarias para la vida cotidiana. Es decir, sumergirnos en el juego sin perder de vista la realidad nunca.  Esto es axial para el arte (el teatro y el cine están allí, debemos creer que este personaje vuela o que ciertas historias pueden ser verdad, por ejemplo), en el futbol (donde imaginamos que la alegría será eterna por haber ganado este mundial). Pero también en otras situaciones donde podemos disfrutar. En este caso me quiero referir a cuando nos permitimos participar, crear o proponer una fantasía sexual. Porque en el sexo también se debe jugar, ya que lo lúdico es lo que nos permite esa instancia donde nos imaginamos algo, nos divertimos haciéndolo y lo disfrutamos compartiéndolo.

Vuelvo, entonces a las fantasías sexuales que son escenarios que nos hacemos para disfrutar con alguien de una instancia sexual, apelando a una combinación persistente de imágenes eróticas, pensamientos y/o sonidos que aparecen en la mente para promover la excitación sexual. La fantasía, antes que nada, debe ser una instancia lúdica, donde nos creemos, por un momento que eso que decimos que haremos –no siempre hace falta concretarlo, alcanza con decirlo y creerlo- o lo que concretamente hacemos –a veces hay fantasías que se quieren, se pueden y se llevan a cabo- son útiles no por el juego específico, sino porque nos permite el deleite de lo compartido, del placer que sale de algo completamente circunstancial, pero sobre todo, porque eso nos permite que en ese instante podamos utilizar las emociones positivamente, la comunicación como la herramienta más útil para el encuentro y que la búsqueda del placer compartido tenga el sentido real que debe tener: una forma simple de encuentro, de compañía y de tejer vínculos. Por eso la fantasía es saludable en la medida que cumpla los tres requisitos básicos que la vida sexual debería tener como norte: 1- el consentimiento como medica central e imprescindible para participar; 2- la búsqueda del placer como intento de concretar la actividad como modo de deleite, siempre respetando en el otro y en uno mismo el punto (1), obviamente y 3- El evitar el daño como medida preventiva, activa y concreta, lo que incluye, innegablemente no tomar riesgos prevenibles, no afectar los valores que se sostiene y tener claro que el punto 1 está presente siempre.


Así que en este domingo nos comprometamos a creer que es posible el disfrutar a partir de tomar decisiones y, como los otros 45 millones (aproximadamente y con mucha confianza) ser campeones del mundo, otra vez. 

martes, diciembre 06, 2022

Derechos Sexuales, como Derechos Humanos


Ayer se celebró el Día de los Derechos Humanos, como cada 10 de diciembre. Se toma ese día como conmemoración por la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el año 1948. Ese documento fundamental proclama que hay derechos inalienables que corresponden a todas las personas, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Si lo pensamos podemos comprender que los principios que son enunciados en esa Declaración Universal, hace más de setenta años, son, sin lugar a dudas, un camino bien balizado para construir sociedades más equitativas, justas y pacíficas. Pero, lamentablemente, también podemos ver que aún falta tanto para recorrer este sendero hacia la utopía más humana de todas: la que nos dice que podemos –y merecemos- vivir en un mundo en paz, con equidad, sin tanto sufrimiento por la violencia, la inequidad e la injusticia.


Ahora bien, dentro de esos derechos Humanos reconocidos desde hace un tiempo se visibiliza que están incluidos los que se llaman los derechos sexuales, al ser
parte de los derechos humanos básicos. Son derechos tan importantes como el derecho a la vida, a la salud y a la libertad, con los que están directamente relacionados. Los Derechos sexuales, como derechos humanos fundamentales y universales, son declarados como tal, luego de mucho andar, en el 13ª. Congreso Mundial de Sexología, en 1997 (Valencia, España) y es revisada y aprobada por la Asamblea General de la Asociación Mundial de Sexología, WAS, el 26 de agosto de 1999, en el 14º Congreso Mundial de Sexología (Hong Kong, República Popular China). La declaración inicial enunciaba once derechos para conocer, defender y promover. Actualmente son enunciados 16. Ellos son: 1.- El derecho a la igualdad y a la no-discriminación; 2.- El derecho a la vida, libertad y seguridad de la persona; 3.- El derecho a la autonomía e integridad del cuerpo; 4.- El derecho a una vida libre de tortura, trato o pena crueles, inhumanos o degradantes; 5.- El derecho a una vida libre de todas las formas de violencia y de coerción; 6.- El derecho a la privacidad; 7.- El derecho al grado máximo alcanzable de salud, incluyendo la salud sexual que comprende experiencias sexuales placenteras, satisfactorias y seguras; 8.- El derecho a gozar de los adelantos científicos y de los beneficios que de ellos resulten.; 9.- El derecho a la información; 10.- El derecho a la educación y el derecho a la educación Integral de la sexualidad.; 11.- El derecho a contraer, formar o disolver el matrimonio y otras formas similares de relaciones basadas en la equidad y el pleno y libre consentimiento; 12.-El derecho a decidir tener hijos, el número y espaciamiento de los mismos, y a tener acceso a la información y los medios para lograrlo; 13.- El derecho a la libertad de pensamiento, opinión y expresión; 14.- El derecho a la libre asociación y reunión pacíficas.; 15.- El derecho a participar en la vida pública y política.; 16.- El derecho al acceso a la justicia y a la retribución y la indemnización.

Sugiero que pensemos en estos Derechos, primero, a partir de nuestras propias experiencias, ya sea para ver como estuvieron presentes y al estarlo, ver cómo fueron la fuente donde abreva nuestra felicidad y, caso contrario, si algunos de ellos no estuvieron presentes, imaginar cuanto hubiese crecido nuestra felicidad si hubiesen sido respetados. En este pequeño ejercicio que les propongo están los dos elementos necesarios para comprender, defender y promover los derechos sexuales: la certeza que los mismos no sólo son posibles, sino necesarios y la segunda que forman parte del legado que tenemos cuando pensamos en un mundo mejor para nuestros descendientes.

Si, existe la posibilidad que alguien al hacer el ejercicio que propongo no vean a estos derechos como esenciales. Si, sé que esto puede pasar, lamentablemente. Pero eso no me inquieta tanto. Es parte de la historia humana. Hubo una época que había gente que no creía que la esclavitud fuera un problema, por citar un ejemplo contundente. Por eso no pasa por allí el problema, sino por los demás, los que creemos que esos derechos, como tantos otros, son una necesidad indiscutible, porque en ese grupo de personas es donde radica la esperanza cierta de un futuro como deseamos: sin violencia, como mejor trato humano, con toda la dignidad que un ser humano se merece y, sobre todo, con la posibilidad cierta de hacer que el disfrutar y el amar sean posibles siempre.

 

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