martes, mayo 30, 2023

Intimidad

 La intimidad es una eternidad concentrada en un instante. Dura lo que dura. No más que ello, ni menos. Dado que la intimidad es acción, sería un verbo, pero que sólo se conjuga en presente. La intimidad es “aquí y ahora”. No existe intimidad en pasado ni en futuro, por ello no sería ni promesa, ni recuerdo. Hago una sutil observación sobre esto: toda intimidad nace teñida con los colores de las otras intimidades vividas, pero nunca es una reproducción y, valga decir, toda intimidad vivida alimenta el deseo de una nueva intimidad a vivir. Pero no confundirse, es sólo presente, porque la intimidad se la vive.

A la intimidad me gusta definirla como ese momento compartido donde la desnudez alcanza un nivel superlativo de humanidad. Cualquier desnudez, puesto que la intimidad es exhibir la fragilidad para descubrir la fortaleza de sentirse protegida. Aun siendo pasajera, aun siendo circunstancial, la intimidad nos revela naturalmente.

Hay personas que tienen la capacidad de generar desnudez y otras que tienen la capacidad de crear las condiciones para la intimidad. Fabuloso cuando van junto pero sabiendo que son dos cosas diferentes. Ni siquiera complementario, lo que no quita que es sublime cuando están juntos.

Quizás por ello creo que nunca se debe renunciar a la posibilidad de compartir intimidad, nunca jamás se debe intentar hacerlo. Sin embargo, la madurez del espíritu surge cuando aprendemos como protegernos, sin escondernos, como disfrutarla sin tomar riesgos, como producirla sin pagar cualquier precio.

Desarrollar intimidad sólo es posible porque nuestra humanidad está hecha para el encuentro, desde la alteridad inevitable. Comprenderlo es hacer un paso más en nuestra evolución. Dentro de esa intimidad, obviamente, tiene un lugar especial –o debería tenerlo- aquella en la que lo sexual forma parte de ese espacio que creamos. La intimidad sexual es ese pequeño lujo que nos podemos permitir como especie y que depende solamente de la cualidad más importante que tenemos a nivel sexual: la capacidad de consentir, que es una acción que surge de la habilidad de aceptar lo que deseamos, enunciando lo que queremos y disfrutando lo que sentimos.

Una vez que el consentimiento actúa y nos permitimos la intimidad por esa vía debemos comprender que aparece la necesidad imperiosa de la comunicación. Porque en la intimidad sexual, uno es el guía adecuado para la otra persona. Nadie en el mundo sabe más de su propio cuerpo, de sus sensaciones, de lo que disfruta que uno mismo. Pero allí surge el nexo esencial: la capacidad de comunicar con palabras y gestos, con la mayor claridad lo que nos gusta y no nos gusta en esa intimidad sexual. Sobre eso aparece el tercer factor clave: como nos permitirnos descubrir nuevos senderos pudiendo dejar que nuestro deseo se materialice en fantasías sexuales, que no es otra cosa que relatos que contamos porque nos produce sensaciones placenteras y estimula nuestra excitación. Nota aclaratoria importante: las fantasías no siempre son para ser realizadas, algunas cumplen su función sólo por ser dichas. La palabra es también un útil de excitación.

El punto importante, obvio, pero que debemos recordar es que esa intimidad incluye la desnudez, donde se expanden, se viven, se concretan las sensaciones. Esto nos recuerda que la desnudez es de nuestro propio cuerpo, por lo tanto, aprendamos a conocer esa desnudez, asumirla como una necesaria realidad y, principalmente, a apreciarla en sus infinitas formas.


Al final hemos construido un pequeño manual de lo obvio: la intimidad sólo es posible, porque, en primer lugar, somos capaces de aceptar que tenemos un cuerpo, que conocemos y descubrimos, que apreciamos y cuidamos; en segundo lugar, porque somos capaces de valorar la intimidad y decidirnos a tenerla, lo que sólo surge porque tenemos el poder de consentir, como acto personal, incuestionable e imprescindible; en tercer lugar porque aprendemos a comunicar que no es más que escucharnos, escuchar y decir lo más cercano y preciso, lo que deseamos, sentimos y queremos.

La intimidad, incluida la sexual, estoy seguro es un seguro para que nuestra vida no sólo sea satisfactoria, sino lo que ambicionamos, una creación excelsa.

jueves, mayo 18, 2023

Sexualidad y vejez

Los seres humanos tenemos la capacidad de envejecer. Está en nuestra naturaleza. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) define a envejecer como el "proceso fisiológico que comienza en la concepción y ocasiona cambios en las características de las especies durante todo el ciclo de la vida; esos cambios producen una limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con el medio. Los ritmos a que estos cambios se producen en los diversos órganos de un mismo individuo o en distintos individuos no son iguales”. Es decir que hay dos cosas que señalemos como claves: cada cual envejece de modo diferentes y lo más importante, envejecer no nos quita esencia, sino, lo máximo que puede hacer es generar limitaciones y, muchas veces adaptaciones a lo nuevo. Agreguemos como dato que según las Naciones Unidad
en 2030 habrá más mayores de 60 años que menores de 15 en América Latina.

Ahora bien, en relación a lo que nos toca, la vida sexual, el ser humano cuando envejece también debe, en ocasiones, adaptar su ritmo a la edad. Pero, no hay razón para que la vida sexual no continúe si uno tiene la intención. Valga decir una obviedad más: esto implica que los seres humanos viejos también desean, hacen y disfrutan la vida sexual o, siendo correctos, pueden hacerlo e idealmente, deberían hacerlo por sus múltiples beneficios, porque, sin importar la edad, las personas podemos desear tener sexo y disfrutarlo. Esa maravillosa cualidad humana es permanente: ¡qué maravilla la máquina humana! Podemos afirmar, aunque parezca reduccionista.

Sin embargo, hay varios factores que pueden afectar la vida sexual con la edad: cambios físicos obvios que muchas personas tienen por la edad. Además, nuestros cuerpos cambian y la mayoría de las veces no se asocian con la imagen que la sociedad dice de cómo deben lucir los cuerpos para ser deseables. Esta
distorsión afecta la autoimagen y, por ende, la autoestima, lo que puede limitar los contactos. Además, hay cambios metabólicos que pueden perjudicar el rendimiento sexual. La buena nueva es que hoy existen propuestas terapéuticas que pueden contribuir a que eso mejore. Pero tiene el potencial limitante clave, se debe consultar. Eso significa que la persona adulta debe asumir que desea tener actividad sexual, en una sociedad que solapadamente decimos que esas personas son “asexuadas”. ¡Minga que lo son!, no poder decir que uno es sexuado y deseante no es no serlo ni tampoco no desear. También, señalemos hay situaciones médicas que dificultan la vida sexual, sea patologías (como artritis y artrosis, el dolor crónico, prolapsos vaginales, hipotiroidismo entre otras. Como también la necesaria ingesta de varios medicamentos que pueden afectar la respuesta humana. Pero para ello, la solución sigue siendo la misma, asumir que se quiere tener la vida sexual, consultar sobre ello y ver las posibilidades reales que tenemos para, dentro de un abanico muy grande de opciones, disfrutar.

Lo otro que es un limitante es lo social que, muchos lo saben, nos cuesta ver, reconocer y actuar. Eso nace, sin dudas de la creencia, ya mencionada, de la a-sexualidad de los adultos mayores. Pero comprendamos que esa simplicidad conceptual la hacemos porque nos resuelve la vida, pero se opone totalmente a la realidad y por más que lo digamos y lo repitamos, no es así. Las personas somos sexuadas siempre y por lo tanto siempre podemos desear y vivir la vida sexual.

Esta perogrullada es importante porque genera una evidencia esencial, el envejecimiento mejora en la medida que desarrollamos los recursos en la vida para poder vivir mejor cada vez, sea en lo más tangible (la jubilación, el estado de salud, por citar ejemplos) como también en lo que parece menos tangible pero que es más importante: lo vincular, la intimidad y el placer. No aprendemos a ser viejos, aprendemos a adaptarnos porque identificamos núcleos esenciales de vital importancia, como también la importancia vital que tiene las actividades lúdicas, la intimidad y el placer. El camino sigue siendo el mismo siempre: autoconocimiento, priorizar lo importante, aceptar las posibles limitaciones, adaptarse y apoyarse en lo necesario y zambullirse en el lujo humano del placer. Entonces, como diría el viejo Tato: ¡Good show!, hasta que la muerte nos separe del placer.

 

 

 

viernes, mayo 05, 2023

Sexualidad y discapacidad


Soy hipoacusico. Es decir que tengo una discapacidad. No escucho bien y sé que eso me ha privado de algunas cosas. Es una realidad descriptiva. Soy, además un ser sexuado y como tal, confieso, me gusta el sexo y lo puedo disfrutar. También es descriptivo. Ahora bien, cuando se combinan estas dos realidades aparece una dificultad: no siempre escucho, por ejemplo, lo que me pueden decir en la intimidad. Pero, no obstante, con hipoacusia y todo, puedo disfrutar la vida sexual si se da la oportunidad. Algo tan obvio como humano. Disfrutamos con los sentidos que tenemos, no con las carencias. Disfrutamos con las posibilidades que desarrollamos, no con las que nos faltan. Algo tan evidente como que mi discapacidad no impide ni el deseo, ni la actividad, ni el placer. ¿Porque estas obviedades? Podrían preguntar. Pues la respuesta es simple: La relación entre discapacidad y sexualidad ha sido ignorada, maltratada, condicionada, limitada, estigmatizada, imposibilitada, silenciada muchísimo tiempo y, por más que hoy hay voces, pedidos, exigencias, intenciones, motivaciones, acciones, leyes y compromisos, aún sigue siendo un tema que nos cuesta ya que aún genera una controversia, independiente de lo que diga la ciencia. Por ello, vamos con algunas aclaraciones.

A] La sexualidad es una cualidad humana irrenunciable porque forma parte de su identidad que se manifiesta de varios modos. Es decir, podemos renunciar a tener actividades sexuales, como decisión propia pero no dejaremos de ser sexuados nunca. Este es el punto capital para pensar la asociación de la sexualidad con cualquier contingencia humana, sea natural (edad), adquirida tanto por herencia o por circunstancia circunstancia (discapacidad o alguna enfermedad –que no son lo mismo). La sexualidad siempre está presente.

B] La vida sexual activa es una de las posibilidades ciertas para todo ser humano que permite una mejor calidad de vida ya que genera bienestar, entre otros beneficios. ¿Esto hace que estemos obligados a la actividad sexual? Obviamente no. Señalemos que eso es una decisión personal, no podemos imponerla como conducta (es más, el hacerlo es un delito). Pero es lógico que todo ser humano pueda querer tenerla, porque el deseo por la actividad sexual existe. A lo largo de la historia se sostuvo, contrario a la verdad, que las personas con discapacidad no querían y/o  no debían tener interés sexual, por eso hemos actuado de modo injustificadamente restrictivo, ilógicamente condenatorio, excesivamente paternalista y absurdamente anticientífico. Lo que, sobre todo, ha hecho que neguemos que las personas con alguna discapacidad tengan derecho a ser todo lo humano que son.

Frente a lo dicho tenemos tres cuestiones a pensar y hacer:

1-      A nivel social como hacemos para fomentar que la sexualidad y discapacidad se la favorezca positivamente. En este punto entra en juego las leyes que van a favor de la autonomía de las personas, la protección de las mismas y los recursos que se consideran necesarios implementar para que las personas con discapacidad puedan disfrutar de la vida sexual. Un punto importante en esto es establecer un sistema de protección ante la violencia que puede aparecer en este grupo en particular.

2-     


A nivel familiar: La pregunta clave a hacernos es ¿cómo hacemos frente a la inquietud que genera que alguien que tenga una discapacidad cualquiera, pueda vivir la vida en todas sus dimensiones? Se puede comprender dos cosas: que la familia se preocupe por eventos o situaciones en las cuales quien tiene una discapacidad se exponga es lógico y que sabemos que la vida sexual, como la vida relacional, siempre son un constante carrusel de situaciones. Pero no por eso la evitamos, sino que aprendemos a tener los cuidados y a desarrollar actividades a favor. Aquí entra el rol de la educación sexual integral, también frente a la discapacidad y frente a quienes conviven con personas con esa situación.

3-      A nivel relacional. La pregunta básica sería ¿Cómo vemos a quien tenemos al frente? ¿Esa persona que nos genera inquietud por lo que le pasa, como nos afecta? ¿Nos genera preocupación, miedo, ansiedad u otras cosas? Esto, básicamente tiene que ver como manejamos lo que es diferente, la diversidad, lo no formateado según nuestras ideas.

    Resumiendo: la discapacidad no elimina el deseo de una vida sexual. Existe y es importante. Tener inquietudes sobre eso es normal porque no sabemos y, entonces, hagamos lo que hacemos cuando no sabemos, aprendemos y no simplificamos la realidad con estereotipos, mitos y mentiras. Porque como seres humanos nos merecemos siempre ser más humano y contemplar al otro, en sus necesidades y sus posibilidades, con el más completo respeto, con la convicción de sus derechos y con la intención del bienestar.

 

 

 

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