sábado, octubre 16, 2021

Sobre el sexo, el amor y demás









“No saber amar, no significa que no se ame”. Leo en un libro. Aprender es entonces la clave. ¿Pero se puede aprender a amar? Ya lo dije, se puede enseñar los recursos para hacerlo. Así, se puede mostrar la tonalidad de las emociones, las necesarias habilidades, se puede mostrar la paleta de colores, sonidos y sabores que nos rodean y ver como se combinan mejor. Además, se puede aprender a escuchar como laten los corazones y lo que los diferentes sonidos puedan decir. Si, son imágenes y evocan a poesía, aunque sea ya gastada y por ello no pulida. Porque el amor sigue siendo fuente de poesía o, tal vez, rime con poesía. Pero que eso no nos confunda. Amor sigue siendo real, concreto y de día a día. Amamos porque aprendemos a hacerlo y para ello, nunca mejor dicho “a dios rogando y con el mazo dando”.  Es decir que el amor existe no sólo porque lo sentimos sino porque lo “laburamos”. Porque nos empeñamos en que eso implique superación para intentar otra vez algunas cosas y, sobre todo, porque existe un deseo –como motor- para el intento sea un poco mejor, cada vez.

Ahora encima, lo complicamos, el amor incluye tantas versiones que cada una de ellas conlleva dimensiones o manifestaciones diferentes. Formas de comunicarnos, de hacer, de ofrecer, de pedir, de sentir, de conectar, de un largo etcétera que nos obliga a sintetizar con una sola palabra universos diferentes, que tal vez tengan la misma esencia –el bien del otro- pero que constan de tantos matices que sobresalen de maneras tan disimiles que la diferencia es notable. A eso, encima, le agregamos que utilizamos el amor para validar cualquier cosa que nos incomoda, en ocasiones. Así, hablamos de amor con la liviandad que nos permitimos tantas cosas, en ocasiones y, obviamente, “no en tu caso”.

Ahora, sobre amar y sexo. Es decir, amar a una persona con la que queremos y tenemos una intimidad que deseamos. Eso implica nuevos aprendizajes, puesto que el sexo, el sexo que se disfruta y el que siempre se puede disfrutar implica aprender y mucho….no se trata de inervaciones y flujos –aunque nunca viene mal para algunos aprender un mínimo- se trata de la utilización eficaz de los tres recursos que orientan la verdadera educación – aclaro: a esto sólo lo firmo yo-: la comunicación como forma de reconocer al otro y de ser reconocido por el otro; las habilidades como las capacidades de hacer que el otro conozca mis limites y conozca los suyos y decidamos conjuntamente como avanzar con ellos y, eventualmente, sobre ellos y el comprender que la diversidad conlleva, también, el creer que los valores no son únicos sino personales y colectivos y que la educación implica asociar límites para que respiren adecuadamente. Lo último siempre será la economía exigente del daño.

Si, amemos y “sexemos” como soñamos, pensamos o sentimos. Para ello, sólo queda el camino del aprendizaje. El resto, lo dejemos a los animales que les va bien por ser animales.

 

sábado, octubre 09, 2021

Quince años

 Quince años son muchos años. En quince años mucho puede pasar Por ejemplo, quince años son los años de educación formal en la Argentina en un trayecto educativo que se sabe obligatorio: inicial, primaria y secundaria. Efectivamente, dado que hay un jardín de 3, quienes en el 2006 empezaron la escuela, hoy con 18 años cumplidos recibieron una educación obligatoria, con posibilidad que sea gratuita, formal, oficial, estructurada y con objetivos para empezar la universidad o la vida adulta. Una educación que uno cree, confía y espera que haya sido lo suficientemente buena para desarrollar los mejores conocimientos posibles (y bien actuales, basado en la ciencia), hayan desarrollado algunas habilidades para gestionar la vida un poco mejor, fortaleciendo el marco de derechos y los valores más amplios que nuestro país propone que son los Derechos Humanos. Así, esa persona en 15 años recibió lo mejor que pudo en la escuela formal. Esto sería verdad, si hubiese recibido, entre otras cosas, Educación sexual integral, durante esos 15 años. Porque el pasado 4 de octubre se celebraron 15 años de una ley histórica, moderna, necesaria y conseguida por amplio consenso, no entre políticos, sino por una política educativa realizada dentro de un sistema democrático. Esta sutil diferencia hoy también nos debería llamar la atención.

Efectivamente, el 4 de octubre del 2006, se sancionó la ley 26150 que creó el Programa Nacional de Educación sexual integral. Un programa vigente que durante 15 años no dejó de hacer actividades, crear materiales, ofrecer capacitaciones, debatir sobre educación, producir propuestas, ampliar el diálogo, promover derechos, estimular la participación y actuar en un país federal pero único. En la acción cotidiana, lo sabemos, se ven los aciertos y en las dificultades, tal vez errores, como también se visualizan con mayor claridad la convicción en algo. Así se puede afirmar que el programa nacional de educación sexual es un orgullo para nuestro país. No sólo por pensar soluciones a problemas urgentes, sino por pensarlas no como urgencias sino como importantes lo que conlleva basarse en una planificación, en un cotidiano y en un mediano y largo plazo.

No pretendo con esto, afirmar que la educación sexual es un hecho conquistado en todo el sistema escolar y a lo largo de todo el país. Tampoco pretendo negar que existen aún dificultades en su amplia, verdadera y completa implementación. Menos que menos que existen resistencias a su implementación y esfuerzos para que no se haga. Más, lo que quiero celebrar es que, a pesar de las dificultades y demás, no se dejó de avanzar. El programa nacional de educación sexual integral, con las limitaciones que pueden surgir en un país heterogéneo, con esa capacidad innata y educada de crear “peros”, o de cultivar excusas, que muchas veces tenemos los argentinos, ese programa sigue haciendo con el mismo norte: ofrecer una educación de calidad a todos los educandos porque es su derecho. Esto ordenado por los ejes rectores del programa que son: el cuidado del cuerpo y de la salud, la valoración de la afectividad, el reconocimiento de la perspectiva de género, el respeto por la diversidad y el ejercicio de nuestros derechos.

Si lo vemos a esos ejes con una mente abierta y con una visión sin miedo, descubriremos que incluye, de un modo u otro, lo que ambicionamos para nuestra descendencia: que sean capaces de vivir en un mundo donde se cuiden, cuiden a los demás, sin violencia, con aceptación de la diferencia, con la certeza de estar protegidos y con la posibilidad de desarrollarse en paz, con la posibilidad más cierta de tener recursos para ser felices y disfrutar la vida.

Sigo pensando, afirmando y reclamando que es momento que comprendamos que no se debate el hacer educación sexual, porque siempre se hizo. Por ello, nuestro rol siempre debe ser de exigir que la misma sea de calidad y que debe ser ahora mismo, sin dilaciones. Porque, lo sé, con esa educación sexual integral vamos a garantizar, entre cosas, lo que siempre soñamos: un país más libre, con una capacidad de gestionar los conflictos sin violencia, con infantes y adolescentes –que serán las personas adultas del mañana- que tendrán una capacidad educada para comprender la diversidad, disfrutar el cotidiano, ser responsables en sus relaciones, empoderadas para pensar y construir una Argentina que no sólo respete, sino promueva los Derechos Humanos como un sistema vital.

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...