domingo, julio 19, 2020

¿La medicina frente al dilema o quien ejerce la medicina frente al dilema del otro?

A veces preguntan: “Como médico, ¿estás en contra o a favor del aborto, eutanasia o cualquier tema controvertido?”. Parece una pregunta atinada, pertinente, necesaria. Sin embargo, creo que no aporta nada a la realidad cotidiana del quehacer médico. La actividad médica es una actitud de atención, generalmente, hacia quien necesita una ayuda y que está basada en la posibilidad cierta de tener una serie de conocimientos y habilidades específicas que buscan reducir la situación de sufrimiento que otra persona puede tener en un momento dado. Esta actividad, perdón por la obviedad, está hecha por seres humanos que tienen sus ideas, valores, principios pero que deben actuar, insisto, “aquí y ahora” frente a una situación concreta.  La mayoría de las veces, aunque pretendamos que no es así, todo se soluciona de un modo simple, como si todo consistiese en la aplicación de una “técnica”. Pero, frente al dilema, propio o ajeno, es donde aparece ese plus que está asentado no en las declaraciones, sino en la forma que uno utiliza el arte para contener a quien está en una necesidad relacionada con la salud o la enfermedad con el fin de intentar que el trance que la otra persona vive no genere más sufrimiento y, al mismo tiempo, reducir el sufrimiento que ya existe.

Quien ejerce la medicina no es ningún dios que salva vidas. Es, quizás, una soberbia verlo así. Es un ser humano que tiene una formación específica para utilizar los recursos técnicos, el saber adquirido, y que sigue adquiriendo, y las habilidades, pocas o muchas, para que lo que le pasa a esa persona que, ocasionalmente, viene a pedir ayuda, se le puda ofrecer la mejor respuesta posible. Obviamente, esa actividad va a hacer que muchas veces la persona no muera, que mejore su calidad de vida, que deje de preocuparse por lo que le afecta físicamente o psíquicamente, entre otras cosas. Pero, el plus está dado por la capacidad de estar frente al dilema que esa persona vive y que necesita nuestra ayuda.

Ejercer la medicina siempre ha implicado el riesgo constante de tomar decisiones precisas y, en ocasiones, lejanas al ideal. En la urgencia, como me decía mi jefe, el saber que opera es el de bricollage con los recursos que disponemos. Frente a una persona que necesita nuestra ayuda, nunca jamás debemos decir “conmigo no cuentes”, por más que no seamos capaces de hacer todo, por limites formativos, técnicos, de recursos o de valores. Básicamente el único juramento que la medicina exige es decir presente cuando alguien, con su dilema, te dice necesito de ti.


lunes, julio 06, 2020

Decisiones

En la vida, mucho pasa por decisiones, quizás todo. Algunas decisiones completamente intrascendentes y otras que tienen el peso de nuestro universo mismo. Básicamente, elegir siempre implica una acción que se realiza y otra opción que descartamos. Una obviedad. Sin embargo, no son pocas veces que imaginamos que hubiese pasado si hubiésemos tomado la otra opción. Generalmente lo hacemos cuando lo optado tiene sus bemoles. Así, cuando nos inquieta lo que estamos viviendo pensamos en aquel punto donde había otra opción posible para avanzar hasta este momento que nos hace interpelar. Aunque lo sabemos, siempre nos genera una ilusión rara y un peso descomunal el imaginar esa opción que, finalmente sólo es una conjetura del pasado, como hipótesis real. Así, generalmente, nos pesa porque la imaginamos ideal. Entonces pensamos que la opción diferente nos ahorraría lo que estamos viviendo. Un pensamiento mágico nos envuelve y creemos en eso, generalmente para torturarnos un poco.

Pero, lo sabemos, no es verdad. Las decisiones se toman en presente, nunca en pasado, jamás en futuro. Por más que con la experiencia podamos mejorar lo que elegimos y que intentemos, y a veces lo logremos, planificar para lo segundo. Elegimos aquí y ahora y, luego lo volvemos a hacer otras tantas veces. Así somos. Así somos realmente.

No hablo solamente de decisiones que marcan una vida, sino de aquellas que uno toma en un día y que, obviamente, definen alguna cosa, a veces intrascendente. Sin embargo, decidimos desde ver una película que nos motivará, hasta ignorar alguien porque estamos “enojados” o, también, abrir la boca diciendo lo que creemos sentir en ese momento, para bien o para mal. Y, por definición, toda decisión implica una consecuencia.

La vida son decisiones, contando entre ellas las que implican nuestra omisión también. Es nuestra fortaleza como humanidad y, con su contraparte, que también es humana. Por eso, debemos pensar un poco mejor para nuestro próximo presente. Veamos las cosas que importan cuando tomamos las decisiones. Si pensamos nos pesa un poco más ciertas cosas, eso creo. Así, creo que nos pesa demasiado las palabras que no dijimos, los besos que no pedimos, los que no ofrecimos, las charlas que nos privamos. Estoy seguro que también son duro sentir los abrazos que nos sobran para alguien y que se decidió no darlo o no pedirlos (porque los abrazos, estoy seguro, tienen nombre y apellido siempre. Por su parte, creo que los besos no siempre y las caricias siempre son una decisión en presente, pero esto es sólo una teoría y, seguramente, un texto futuro). Básicamente los momentos que elegimos vivir y aquellos que, con las razones e/o excusas que fueran optamos por no tomar.

Esta es la regla esencial de la vida que nos toca. Así que a asumir que las decisiones son nuestras para lo que toca y que cada momento que se nos presenta es lo que elegimos que sea, aunque después no salga como uno cree, sienta o espera.


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