martes, abril 30, 2019

Reflexionando sobre relaciones



Una relación son dos personas que establecen un “vínculo” por algo. A veces coinciden en sus intenciones, deseos, propósitos o lo que fuera. A veces, simplemente complementan sus necesidades. El ser humano por definición vive con la maravillosa necedad de relacionarse. Poco o mucho, pero allí está la relación como inevitabilidad para el ser humano. Si, pueden apelar a algunos casos donde lo ermitaño aparece como realidad. Pero aun así, el otro por su urgente ausencia está presente.
Hoy, por ese loco “azar” que me frecuenta, pensaba sobre las relaciones. Ese devaneo me hizo llegar a una conclusión simple. Deberíamos medirnos en las relaciones por el esfuerzo que hacemos para tender puentes o en lo que hacemos para evitarlos. Recordando siempre que un puente funciona si se lo transita. No hay forma que una relación se concrete, crezca, se haga verdad, fructifique si al puente lo hace uno solo y, obviamente, lo recorre solo uno.
Pensaba en ello y comprendí que lo que da paz en una relación es terminar el día haciendo algo para que ese puente exista y que, eso, no sea una deuda, es decir, que lo hecho no te pese. Recordando que tener un poco de paz en una relación facilita que el camino sea un poco mejor.
Hacer algo para tender el puente no es una ofrenda, es mostrar la convicción de uno en una relación. Reconocer en el otro lo que hace, aunque sea mínimo para que el puente exista, se mantenga es una necesidad imperiosa para la relación. Esto es, pienso, la verdadera reciprocidad que permite la relación.
El reconocer lo que uno hace para que el puente no se construya o sea intransitable es fundamental, porque de allí hay dos caminos posibles: el primero, el pedir disculpas sinceras, que nos devuelve paz y el aceptar las disculpas del otro que nos permite convicción. El segundo, asumir que ese puente no lo deseamos.
Por ello, ante una relación nos preguntemos ¿Qué has hecho por el puente? Y ¿Cómo lo transitaste hoy? Quizás, así, nos descubramos que la paz y la felicidad son nuestras y se comparten con el otro. Sin olvidar que en una relación nosotros también somos el otro.





domingo, abril 21, 2019

Pascuas





Se celebran las Pascuas (las de resurrección y las de “Pésaj”). Una reunión que tiene, como toda actividad religiosa un simbolismo concreto y real. En eso es maravilloso la capacidad del ser humano de crear rituales que evoquen historias, sentidos y cercanía. Porque el ritual implica una comunión de ideas que evocan hechos y que nos permiten saborear el compartir. 
Por eso, quizás, es tan importante las celebraciones, porque es una de las formas que tiene la humanidad, desde siempre, de acercarse al otro para no sólo mostrar compañía sino para generar los gestos mínimos que nos identifican como especie: el creer en el otro, en dar sentido a las cosas, en comprender que venimos de una historia, de proponernos, cada tanto, en hacer algo para salvar la humanidad toda.

Si, no se trata de creer en una u otra religión, se trata de aceptar el desafío permanente de salvarnos como humanidad toda, aportando el pequeño “salto” (paso por la idea original de las pascuas) de quien somos a alguien un poco mejor en el día que sigue.
¡Así que si, Jag Pesaj Sameaj y Felices Pascuas!

martes, abril 16, 2019

Disquisiciones sobre el amor



 No hay, seguramente, otra palabra tan universal como el amor. Tampoco debe haber una palabra que sintetice una idea de humanidad como ella. Es fácil pensar en esa palabra y acudir a ciertos conceptos, así, ante su enunciado podemos pensar en: encuentro, felicidad, deseo, satisfacción, compañía, entrega, por citar algunas. Una palabra que parece central para todos y, sin embargo, con una definición difusa, una forma de vivirla variada y con constante equivocaciones. Lo aclaro no son pocos lo que llaman amor a algo que dista mucho de ello. El amor termina siendo un ovillo de ideas, sentires y haceres que los seres humanos vivimos de diversa manera  y ejecutamos de muchas otras. Vale como una forma de casi todo. Defendemos acciones indefendibles en su nombre, aceptamos condiciones injustificadas apelando a eso y así vamos por la vida.
Simplificando un rato, es sencillo pensar que en el amor hay un amado y un amante (Si, idea tomada prestada libremente de Khalil Gibran). Amado y amante conforman el amor. Quizás, pienso, si las posiciones son estáticas el amor es una ficción. El amado y el amante deben intercambiar en algún momento los lugares, aunque sea un instante. Si no lo hacen el amor no existe, afirmo en mi disquisición.
Creo que dado que es, insisto, mi disquisición, la cualidad que es imprescindible que exista es la disponibilidad. El amor no sólo la implica, sino que se edifica sobre ella. La disponibilidad es más que estar para el otro, es una forma de estar presente, aún en la distancia. Sin que eso sea esotérico. Es una dedicación para dejar las puertas abiertas a la intimidad del otro. En el sentido que el otro comprende, siente, vive y confía que puede ofrecer sin tapujos su intimidad de modo integral e integra.
La disponibilidad no sólo es de espíritu sino se manifiesta en una disponibilidad de tiempo, espacio y acogida. En esto claramente siempre hay alguien que tiene la mayor disponibilidad, la que permite el encuentro que, sin dudas, necesita que el otro lo siga de algún modo. Pero, alguien lo empieza. Alguien está para alguien cuando el otro precisa, pide, ansia, busca. Lo lógico es que esto sea no pendular pero si que sea en movimiento. La pareja donde uno solo es quien aporta la disponibilidad necesariamente será nociva. Pero eso lo sabemos: una pareja se hace porque los dos hacen. Exagerando, uno de los integrantes puede hacer hasta el 99% pero si el otro no hace ese 1 % la pareja no se constituye, aunque se pueda representar.
El otro debe siempre aportar un mínimo necesario de disponibilidad real y completa para que eso pueda implicar que la pareja tiene espacio y posibilidades de crecer. Aquí debo subrayar la sutileza: la disponibilidad implica tiempo pero no es por dedicar tiempo que esta existe, necesita espacio pero no es por el espacio que está. Lo que necesita esencialmente es intimidad en su sentido más amplio y real: sentir que la desnudez está salvaguardada.

Tal vez, por eso, diagnosticar la disponibilidad de dos personas es lo que permite que cualquier posibilidad terapéutica pueda ser exitosa. ¿Cómo trabajarla? Pues como orfebrería: con dedicación, tiempo y entrega. 

lunes, abril 15, 2019

El discurso político como coartada

Desde hace un tiempo a la fecha, siempre basándome sobre la vivencia de la política en la república Argentina, creo que los cargos políticos de los poderes del estado se han transformado en una casta especial. Una casta que se puede acceder por diferentes vías pero que no necesariamente son las más equitativas, adecuadas y específicas para que lleguen aquellos que tengan los mejores méritos para la función. Aún en el poder judicial que, teóricamente es por calidad personal de las personas, se puede estar libre que su acceso sea por vías no claras, no adecuadas, no justas con las funciones y con el pueblo.
El acceso a estos poderes ofrece a las personas un trípode bastante interesante en la práctica, aunque en el papel se pueda decir otra cosa: riquezas (salarios, beneficios, lujos y demás), impunidad (para lo que fuera) y la exención de la responsabilidad.
Ahora bien, mi hipótesis, en esa ocasión es que esta casta utiliza como recurso para su mantención diferentes discursos que son una coartada: ya sea desde el “social”, o el de “los humildes”, o también el de la “eficacia capitalista”, entre otros. Es una coartada porque su accionar personal no conlleva decisiones prácticas a favor de “los oprimidos”, del “Pueblo”, de “los necesitados” de la niñez. Aclaro, si, hacen acciones que pueden favorecerlos pero nunca en desmedro de ninguno de sus privilegios desatinados, de sus errores.
El caso patente para mí es el de la corrupción. Sostengo, como algunos, que en una democracia la corrupción pública que nutre a la privada según mi lectura, es lo que afecta a los Derechos Humanos. La corrupción implica el uso discriminatorio del dinero que debería ser usado solo para garantizar los derechos básicos de todos: educación, salud, vivienda, calidad de vida. Si ese dinero es utilizado para enriquecimiento personal de algún integrante del estado, con la consecuencia inequívoca del enriquecimiento privado que genera mayor inequidad social y económica, es un delito de lesa humanidad para mí. Pero para que eso sea considerado así debe ser decidido por la casta política que se aprovecha que la misma no tenga control, ni límites precisos.
Así es lógico que las leyes contra la corrupción no salgan, que los juicios contra los corruptos se demoren hasta la prescripción y que el control de gestión “aquí y ahora” no pueda ser transparente, constante, independiente de los colores políticos que gobiernan y activo.

El discurso sirve para crear las trincheras donde juegan a pelearse ellos y fomentan la peleia de los que no están en su círculo,  mientras luego del juego de “intercambios de chicanas” puedan sentarse en un cómodo “spa” a dividir ganancias y demás.

viernes, abril 05, 2019

Trinchera política

En la Argentina de los últimos años la idea de “grieta” apareció como una realidad que se impone como inevitable. Esta sensación inevitable era lógica ya que se establecía que había un dilema de carácter político, social, moral, ético. La dicotomía era fundada y no había forma de resolverla. O la respuesta era “si estoy con esto” o “no estoy con esto”. Confieso, sin pudor, que fui atrapado por ese pensamiento durante un tiempo. Un pensamiento comprensible dado el carácter del ser humano. Su razonamiento ético suele ser dicotómico: lo que está bien no puede estar mal al mismo tiempo. Salvo en los dilemas pero ese es otro cantar, la vida cotidiana, la urgencia del vivir hace que nuestra mente, en ocasiones, “nuestro cuerpo”, como refiere Borges, actúe en función de posturas morales encarnadas y opté rápidamente por lo que crea bueno. No por nada, nadie –o casi- acelera el auto cuando una persona mayor está cruzando con dificultad la calle.
Tengo dos hipótesis: 1] la famosa grieta es un sistema que la política ha utilizado para mantener sus privilegios y que la misma es, casi en todo, sólo para “la platea”. O sea, el dilema se mantiene cuando no hay intereses y beneficios internos a resolver. En esta situación; 2] a nivel público no es grieta, sino “trinchera”. Veamos un poco.
La política como se lleva a cabo en la república argentina (en otros lados también, valga decirlo pero nos detengamos en nuestro pequeño cosmos) es un sistema de poderes que ha creado una casta de privilegios rotativos, semirotativos, hereditarios y circunstanciales. En la mayoría de los casos con una clara intención de ser tipo “monárquicos”, por eso que sólo se terminan con la muerte. Los privilegios han tomado dos elementos distintivos: impunidad (de diferente nivel pero impunidad, llamada generalmente fueros) y un sistema aceitado de riqueza personal y/o familiar  (según la pirámide social argentina la clase alta es la que tiene un ingreso mensual mayor de 130.000 pesos. De allí hacia arriba, van los sueldos del poder legislativo, judicial y algunos del ejecutivo). Para acceder a él se depende de diferentes variables, obviamente. Saquemos el judicial para este razonamiento pues es el “único”, hasta el momento o como regla general, que exige condiciones intrínsecas a la persona: estudios de derecho y una suerte de evaluación de los pares. No alcanza con “quiero impartir justicia” hace falta, título de abogado y concurso.
Lo segundo es lo que llamo “trinchera”. La trinchera a diferencia de la grieta, es un espacio creado para el enfrentamiento. Desde aquí defiendo mi posición contra quienes están del otro lado (el fuego amigo surge por esto que yo disparo al otro lado no siempre viendo). Desde la otra trinchera hacen lo mismo. No existe posibilidad que nos sentemos a hablar con la otra trinchera. Eso lo hace o no los que están arriba de este problema creado por la política, basado, como siempre, en la defensa de un poder, un sistema de beneficios y, hoy, más que nunca, débilmente fundado en ideologías o proyectos. Estos muy difusos, se reducen a “somos mejores que los otros”, “cambiemos”, “pensando en el futuro”, “revolución del corazón” o “buen día Tucumán”.
La trinchera, como modelo de defensa y ataque conlleva que los proyectiles que tiramos hacia el otro bando no tienen que ser “los mejores”, son válidos simplemente con la intención de hacer daño a los demás. Así, es normal ver en las “trincheras” razonamientos insostenibles según la lógica, como también, encontrar contradicciones epistemológicas. A esto se suma la invariable sucesión de insultos fundados en el rumor y la inagotable muestra de sesgos permanentes.
Esta “trinchera”, insisto, se mantiene para abajo para el ruedo, sostenida por una pirámide de dependencia que la misma política mantiene. Con diferentes recursos (principalmente económicos, con una variedad de escalas de remuneración, obviamente), con las promesas que “tú puedes ser el próximo elegido para llegar a la casta de, por ejemplo, parlamentario” y con creencias ideológicas reales de algunos que, como si fuese una guerra, es ahora o nunca donde deben imponerse con la promesa vana de la esperanza que luego de la guerra el sistema será justo, equitativo y deseado.
¿Qué hacer? Es la pregunta del millón. Si uno no la responde parece ser que es culpable de haberlo dicho. Un razonamiento típico de los que se benefician del sistema o de los que están muy adentro sosteniéndolo. No se trata de “hacer un partido y ganar las elecciones”. Eso no es ni una solución ni una opción para este tema. No sé bien la solución, sé que el comienzo de la misma está en poder hacer un diagnóstico correcto. Ese es el primer paso. Una revolución intelectual que supere la trinchera y que permita comprender también que la dicotomía es una sola: de un lado una casta política enriquecida, impune, estructurada en privilegios y consolidada en su propia defensa interior, la del otro lado la de una población que necesita equidad, previsibilidad, calidad de vida no como promesas de campaña, no como premio a los que mantienen la trinchera, sino como un imperativo moral, social y real.


5/4/19

martes, abril 02, 2019

Manifiesto personal sobre "no votar a legisladores"

Breve introducción para argentinos “pseudo anti-fachistas”
Aunque lo considero innecesario (y comprendiendo que –lo espero fervientemente- la mayoría considere que es un “insulto” a su inteligencia), debo aclarar lo siguiente para los ocasionales lectores de este micro-manifiesto:
Creo que tanto la dictadura y la tiranía son intrínsecamente malas y por lo tanto afectan a los derechos humanos y no deben ser defendidas ni aceptadas. Es más no creo que existan argumentos para ser defendidas seriamente. Sean estas de cualquiera grupo político. Creo, también, que las monarquías–aunque sean más aceptadas- deberían tener el mismo concepto: afecta a los derechos humanos y, con ello alcanza, para ser desterradas como forma de gobierno aunque perduren como material para generar revistas y esas cosas. O sea, afirmo que en el siglo XXI el concepto de rey confronta directamente con la noción que todos somos iguales. Por ello, alego categóricamente que jamás, ninguno de mis argumentos, va a la defensa de la existencia de ninguna de estas tres formas de gobierno. Si así lo lees, definitivamente estás leyendo mal.

Va, entonces, mi manifiesto
Yo, como ciudadano argentino mayor de edad y legalmente autorizado (y obligado por ley) a ir a elecciones para optar por un ciudadano argentino como parlamentario o concejal, que no es otra cosa que una persona que “como dicen ellos mismos” son “empleados del “famoso” pueblo. Aclaro que, a pesar ser aún de clase media, o sea un trabajador común, sigo siendo parte de ese pueblo aunque algunos discursillos, que no acepto, me quieran dejar afuera o, curiosidad, por el simple hecho de no aceptar sus discursos. Lo que voy es que mi voto es para elegir un empleado que, además será pagado, por medio de los impuestos. En principio un simple trabajador del pueblo.
Dicho esto no puedo elegir jamás a un empleado para un empleo que permita criterios que no se consentirían en ningún empleo que se pretenda serio y necesario para el bienestar del pueblo. Es decir, que no quiero que un ciudadano reciba mi “voto” para acceder a un cargo donde lo siguiente  dependiendo únicamente de la conciencia del elegido o sea que está autorizado “legalmente”:
1-      No asistir nunca al trabajo. El único trabajador público que puede ir al laburo y decidir no asistir porque el “clima de la votación” no le conviene al partido, porque decide que tiene que hacer un viaje para ver un partido de futbol o simplemente porque hay mucho sol, lluvia, nieve, brisa, viento o lo que fuera, es el legislador.
2-      A ser testimonial si le surge una opción mejor. Aun diciendo en campaña que no lo hará. Es decir, puede mentir públicamente sobre el cargo que va a ocupar y eso no le implica ningún tipo de dificultad ni personal, ni partidaria, ni patrimonial. Incluyo en testimonial no cumplir un mandato de diputado/a, por ejemplo, para en la elección siguiente ser candidato/a a senador/a y saltar de cargo en cargo.
3-      Formar parte de una lista sábana, ocultando sus antecedentes, capacidades, historial policial o lo que fuera bajo un lema o un slogan “in-creíble” no por magnifico sino porque nadie lo cree actualmente.
4-      Presentar durante todo su periodo laboral (los cuatro años) la suma impresionante de “cero” proyecto de ley que sirva para la comunidad o para alguien.
5-      Acceder al cargo sin tener ningún conocimiento de ningún tipo sobre nada, aunque puedan ser premio nobel. El conocimiento no es ninguna exigencia. Ni saber datos mínimos de su provincia.
6-      Ser juez y parte sobre todo de sus beneficios Ellos pueden  decidir cuánto van a cobrar y como lo harán y no alcanza como defensa que muestren en que lo gastan, ni las personas que ayudan.
7-      Que puedan acceder y ser protegidos por sus pares ante delitos y procesamientos, algo que sus electores no tienen como beneficios.
8-      Que puedan nombrar con sueldos onerosos a quienes quieran como asesor/a sin que deba mediar alguna capacidad real de esas personas. Los asesores no deben mostrar ninguna condición especial, pueden acceder sólo por ser “militante”.
9-      Que nombren como funcionarios a familiares directos e indirectos o amantes o amigos, tengan o no alguna condición para el cargo, esto gracias a la magia del poder legislativo.
10-  Recibir beneficios de “vacaciones”, “traslado” y “otros” sin ningún mérito específico y sin límites de cuantía, todo bajo la consigna es el pueblo el que paga y yo soy el que decide que es importante o mis pares.
11-  Que a pesar de su ineficacia legislativa, su banca se renueve sólo porque el que arma la lista lo ponga en un puesto accesible o porque los que están encima renuncien para tomar un segundo cargo.
12-  Que puedan nombrar como sucesores a familiares, lo que depende sólo de su posición partidaria.
13-  Que tengan vacaciones durante tres meses por un anacronismo constitucional de 1853. Las sesiones extraordinarias en un mundo tan activo es un anacronismo que estaba relacionado directamente con el tiempo que demoraba el regreso a sus pagos en la época de las carretas.
Además queda claro que es el único trabajo donde:
14-  Si su trabajo repercute negativamente sobre la sociedad no tiene ninguna responsabilidad directa por ello.
15-  El cargo legislativo es una escalera para ser empresario o nuevos cargos de buen salario, cero responsabilidades y muchos beneficios.
16-  Cada legislador posee una cantidad de empleados que pueden hacer su trabajo y el de varios legislados que serán pagados por el estado. O sea, el prácticamente puede ser un inútil total para el cargo y ser mantenido durante años y renovarse el mismo por decisión totalmente funcional a algún tipo de poder.

Dado que todo eso es posible, es decir no existe impedimento real para que todo lo dicho se pueda concretar es que decido no ser participe que uno de mis con-ciudadanos reciba mi voto.
Además hoy no puedo elegir a una persona específica y no a una lista.
Sé, por otro lado, que eso no impedirá en nuestro sistema electoral ningún problema para que alguno sea elegido y pueda hacer, punto por punto, cada uno de estos elementos.
Comprendo, también, que mi voto impugnado o no presentado favorece que los que se aprovechan del sistema se beneficien. Pero estoy convencido que la responsabilidad absoluta que eso no pase pasa por el mismo poder legislativo que tiene que mostrar transparencia, “ética” y respeto por las instituciones en la práctica. Además que el sistema judicial debería dejar de razonar a favor del poder y ser más ejecutivo en buscar las formas de acotar realmente el uso y abuso de las instituciones.
Por ello sostengo, enfáticamente, que más allá de los valores morales que mis con-ciudadanos puedan tener y que lo mantengan en su cargo electivo es deber del sistema que el control sea quien impida que estos abusos existan. La moral y la honestidad están buenísimas que estén presentes pero, quiero que cuando ellas no estén alguien real, concreto, rápido y eficaz actúe en el marco de la ley. Todo esto con una premisa esencial a comprender: la corrupción mata, la corrupción afecta a los DDHH y a eso hay que hacer algo AHORA, no en dos, cuatro o cien años. Porque la defensa, promoción y ejercicio de los DDHH siempre debe ser en presente efectivo.
Que la corrupción tenga condena, castigo y devolución lo más rápido posible. Eso es lo que necesitamos, el resto son chicanas del poder para mantener el uso y abuso del mismo. No, ya no alcanza con “leyes opcionales” de transparencia y honestidad.

Quiero, en definitiva la misma moneda para todos. 

Paradoja del plan social



Un plan social es una ayuda que el estado da a grupos de personas por la convicción que es necesario para que esas personas tengan sus necesidades mínimas satisfechas. Es, obviamente, una decisión de carácter político social. Implica asumir que existen contingencias, sociales, económicas u otras, que exigen que el estado se haga cargo de algo para permitir que los ciudadanos en estado de vulnerabilidad estén un poco mejor. No tiene sentido negar estar situación. Dar porque el otro necesita previendo con esto una tranquilidad y una mejor idea de nación. Esos planes sociales salen del presupuesto establecido y/o de algunas cuestiones secundarias, aunque esos fondos necesariamente provienen, al fin y cabo, de los impuestos que los ciudadanos pagan. Más allá de las discusiones que puede haber sobre la validez de esta ayuda, está claro que la misma es imprescindible en muchos casos.
Ahora bien, el plan social es un plan precario de contingencia. Si se transforma en un hábito político ya lo que está en juego es otra cosa: es el fracaso social, económico, político y humano de un estado. Salvo aquellos planes que surgen de la necesidad de una fragilidad social inherente a la persona (discapacidad limitante, ancianidad y otros) o por situaciones externas graves (inundaciones, terremotos, guerras, etc.).
Entonces, tenemos, de un lado, un plan social que es una necesidad innegable en casos de urgencia de las personas, para paliar una situación indeseable por situaciones externas y, por otro lado, una prueba hiriente de la falla de una política socio-educativa-económica adecuada para una población. El mismo plan como solución y como prueba de un delito gubernamental (o por lo menos debería serlo).
En esta lectura que pretendo sugerir, creo que se debe pensar que no se puede estar en contra del plan social si lo tomamos como un plan de contingencia y debería oponerse cuando el plan social es una prueba de errores estructurales o de la corrupción. En ninguno de los dos casos debería evitarse el plan social si el mismo persigue como objetivo paliar una situación de pobreza o fragilidad.
¿Entonces? Pues de nuevo, el problema debe ser ubicado en su justa medida. El problema del plan social serían tres:
  • 1   Es siempre un paliativo. Una “sensación” de limosna que al ser tan poco se percibe como un regalo y no como una consecuencia de un error de políticas públicas. Por ello un plan social como norma que dure mucho tiempo es la prueba de un error político que nunca se evalúa y, por lo tanto, se sanciona.
  • 2-      Es visto como un te pago para hacer nada y no expresado como lo que: es la incapacidad del estado en generar una mejor calidad de vida, lo cual, valga decirlo es su función real.
  • 3-      Es incontrolado, pero no me refiero al control del plan social sino a las fuentes de este. Es decir, controlar quien lo da.
  • Estos problemas son la cuestión que debemos analizar con más detalle para evitar:
  • a-      La coartada que usan los defensores de dar “ayudas sociales” o sea que mantienen ingresos infinitos sin control por la necesidad de ayudar a la gente que necesita.
  • b-      El esfuerzo que sea visto como algo negativo que potencia la sensación que es una lucha de pobres y ricos y los dadores, siempre ricos de la clase política, son los jueves y defensores de los “humildes”.
  • c-      La imposibilidad pragmática que alguien deje el plan social porque su calidad de vida mejore. Dinero escaso sin plan de cómo superar la contingencia que genera la necesidad de plan social.

El escenario, por esto, ¿favorece a la gente que precisa la ayuda sin dilaciones? NO. Parecen condenados a ser esclavos de la clase política de turno, estigmatizados por los ciudadanos que “aportan” para pagar los planes sociales y sumidos en un mundo sin ley.
Por ello, creo, que habría que tener tres cosas:
1-      Plan social real para quien necesita (=acorde con las necesidades de quien lo recibe).
2-      Plan social establecido por ley (aquella que deben hacer los legisladores y no usar su tiempo e ingenio para dar planes sociales, esto debe ser responsabilidad única del ejecutivo a través de su ministerio de desarrollo social)
3-      Una justicia que acelere toda demanda por corrupción que haya afectado a la población imponiéndole un estado de necesidad para que esté obligada a necesitar un plan social y con la consiguiente recuperación del dinero para verterlo solo en planes sociales o la solución de base de lo que lo ocasione.

La pregunta es simple: ¿queremos un país con un mínimo de planes sociales? Pues sería un país más justo, con mejor calidad de vida para todos o, como debería ser, para la inmensa mayoría. Pues dejemos de pregonar eso y revisemos el porque es inevitable que en esta Argentina el plan social sea una necesidad de los últimos 20 años donde la dirigencia política, en su mayoría, solo se ha enriquecido.

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