miércoles, noviembre 25, 2020

STOP la violencia. La pandemia que no siempre vemos

  Siempre en memoria de las Mirabal


 El 25 de noviembre es el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por las Naciones Unidas desde 1999. Se eligió ese día para recordar a las hermanas dominicanas Mirabal, Patria, María Teresa y Minerva, que fueron asesinadas brutalmente el 25 de noviembre de 1960 por órdenes del dictador de la República Dominicana. 

No existe ninguna ideología, creencia, saber respetable que considere que la violencia como actitud ante el otro sea positiva. Aun no compartiendo alguna idea con el otro, en general, aceptamos que la violencia no es el camino. Por ello, la humanidad no deja de pensar estrategias y decisiones para evitar, disminuir y erradicar la violencia. Pensando en soluciones, creo que para eliminar la violencia hay tres áreas sobre las que debemos trabajar de forma consciente e ineludible:

1-La educación sexual integral: no debería existir dudas de su necesidad, urgencia e irrevocable premura en realizarla. Es más, voy a sostener que no hacerla, o interferir en ello, es una de las formas que tenemos de evitar dotar a las personas de herramientas útiles para hacer frente a muchos problemas concretos que nos afectan, incluido la violencia. Lo diré: la Educación sexual integral si sigue una “ideología”. Aquella que toda la humanidad, a través de los siglos y de muchas manifestaciones espirituales y sociales, ha puesto como norte real: el otro es importante porque es otro. La alteridad y la diversidad como valor incuestionable de la humanidad. La Educación sexual integral realizada correctamente, compréndalo, sirve para dar conocimientos válidos, habilidades fundamentales y valores concretos para hacer frente a los problemas que el vivir nos plantea.

2- El desarrollo sistemático del acceso universal y completo a la salud como una de las formas esenciales de prevenir, resolver, tratar y promover cuestiones tan complejas como es la violencia, no solo por sus efectos visibles sino, también, aquellos que parecen intangibles pero que son reales y producen daño. Esto incluye la salud sexual como derecho postergado, pero imprescindible.

3- Un sistema socio-jurídico: que garantice que el acceso a la justica, pase por la noción de equidad y que no haya razón alguna para que la discriminación no sea una forma arcaica y que, utopía mediante, debe ser suprimida como comportamiento de nuestra sociedad. Esto incluye una lucha también contra la corrupción, que atenta, en democracia, principalmente, a los Derechos Humanos.

Combatir la violencia activamente, promover la paz, aún más efectivamente. Las Naciones Unidades han planteado desde hace unos años y, hasta el 2030, una campaña de los 16 días de activismo contra la violencia de género. Desde el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se extiende hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. La campaña de esta organización internacional está bajo el nombre ÚNETE y el slogan general es “Pinta el mundo de naranja”. Cada año desarrolla un tema global, el del 2020 es: ¡Financiar, responder, prevenir, recopilar!”

Si lo pensamos, esta campaña se orienta a lo que más deseamos como seres humanos y como sociedad: Sumar para la paz, que incluye eliminar toda violencia; Crecer en la solidaridad, que precisa aceptar la diferencia y respetarla; Desarrolla la inclusión que exige la equidad y la justicia No puedo entender que alguien crea, en nuestro país, que esto va en contra de valores que todos deseamos para nuestro país.

Contra la violencia, hoy 25 de noviembre y siempre

La violencia contra la mujer, contra las niñas, contra las adolescentes son acciones que nos degrada como seres humanos. Pero también es un delito. Por cosas como éstas, entre otras, nos preguntamos, muchas veces, ¿Cómo una especie que es capaz de la belleza, del placer y del amor en todas sus dimensiones, sigo recurriendo a la violencia que mata, que destruye, que afecta al otro? 
Pero, lo resaltemos, hay una parte de la humanidad, una parte enorme, que cree que la violencia no es el camino, que no es la condición inevitable, que no es el destino. Así, por ejemplo, en 1991, un grupo de hombres canadienses, sacudidos por la llamada Masacre de Montreal, crearon una campaña que se llamó del Lazo Blanco (White Ribbon Campaing). Señalemos que adoptaron como símbolo ese color por ser el de la paz y, en este caso, “representa el compromiso público de los hombres que lo portan de no ejercer violencia contra las mujeres, no permitir que otros lo hagan y de no permanecer en silencio frente al problema”.

El 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aprobado por las Naciones Unidas en 1999. Así, este organismo desarrolla campañas que están bajo el lema, desde hace unos años, de 16 días de activismo contra la violencia (desde el 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre, día de los DDHH). El slogan es #pinta tu mundo de naranja.
En esta ocasión quiero revindicar que existen hombres que hacemos nuestra la lucha para eliminar este tipo de violencia. Lo hacemos convencidos que nuestra humanidad nos exige comprender que este tipo de violencia –y las otras también- son  algo que debemos enfrentar para lograr el cambio que alguna vez llamaron objetivos del milenio pero que, para la gente común siempre será la necesidad cotidiana de lograr la paz, la equidad y el bien común, para estar mejor, para sentirnos mejor, para vivir mejor.

Por ello, debemos ser más activos en esta época. Ya lo mencioné otras veces. Es hora de exigir una educación sexual integral ya que ofrece, entre otras cosas, herramientas para hacer frente a esto que, mucho antes que la pandemia de COVID-19 aparezca, ya se mostraba como una verdadera pandemia que no podíamos controlar. Si, la violencia contra la mujer es una pandemia, también es hora de de actuar frente a ella. Es hora de ser más activos en la construcción de una red de trabajo para que cada uno pueda ofrecer una parte de la solución a quienes sufren la violencia; ser sensibles para verla, dispuestos para acompañar a quien la sufre, equilibrados para apoyarlas y conscientes que el esfuerzo debe ser cotidiano, permanente y desafiante. Esforzarnos en erradicar este tipo de violencia seguramente, nos permitirá avanzar aún hacia lo mejor que tenemos como humanidad: la capacidad de crear belleza, de disfrutar del placer y de encontramos en el sentimiento.

martes, noviembre 24, 2020

Consentimiento

Consentir es uno de los actos humanos más desarrollados que existe. Su aparente simplicidad dada por el decir “si”, incluye la noción de complejidad que E. Morin puso en evidencia. Creer que es un instante es una ignorancia que desconoce la increíble articulación que está en el proceso del consentimiento. Consentir implica alteridad en su esencia más humana, conocimiento en la certeza del descubrimiento personal, comunicación como derecho inalienable de toda persona y el deseo como norma estricta para la satisfacción. Creer que el consentimiento que se debe manifestar por un “sí” sea simple y superficial habla de nuestra incapacidad de comprender el hecho humano, de desconocer la dignidad del ser humano y ser incapaz de ver lo obvio: el otro es tan importante por ser otro (no me canso de repetirlo, y yo soy el otro también).

Entonces, consentir no es simple, pero es imprescindible. No es innato, sino que es una construcción basada en una pedagogía que aliente el conocimiento, el autoconocimiento, las habilidades para la vida (concepto de la Organización Mundial para la salud) y los valores más concretos para este siglo XXI: el paradigma de los Derechos Humanos.

Consentir es, estoy convencido, la piedra angular para construir relaciones de cualquier tipo. Como tal precisa de varios elementos no se consigue solo porque querer, se debe no sólo desear, pensar, intentar, sentir, decir, revisar, expresarse, preguntar, responderse, aceptar, establecer, reconocer, percibir, disfrutar, satisfacer, satisfacerse, amigarse, disponerse, entregar, entregarse, recibir, recibirse. Una lista larga pero también inacabada.

Si, consentir será decir “si” o decir “no”, sin otro límite que la convicción y sin otra razón que la convicción o la duda. Pero llegar a hacerlo de modo que el consentimiento sea lo que nos permita estar, sentir y compartir de la mejor manera posible y que redunde en beneficios para uno y, por ende, para los demás, es una artesanía que se debe aprender, se debe realizar, se debe perfeccionar y se debe respetar.

Así que nuevamente, pidamos educación sexual para que haya más posibilidades que la violencia no sea tan fácil, para que la satisfacción sea un cotidiano y para que los encuentros sean lo que siempre deben ser: la certeza de algo bueno.

domingo, noviembre 22, 2020

El dolor del feminicidio

Duele Argentina, duele mi Tucumán, Duele Santiago. En este caso, por el mismo dolor: mujeres asesinadas por ser mujeres. El feminicidio como consecuencia de la violencia que no se puede controlar, limitar, eliminar. Nos debe doler, como tantas otras cosas que sentimos que, en este siglo XXI, deberíamos haber controlado mejor. Pero allí están, mostrando que, como alguna vez un profesor de historia me dijo: la humanidad no ha avanzado como creemos, aún sigue siendo el asesinato un recurso que tiene el ser humano frente al otro, por el simple hecho de ser otro. Alguien, en este caso, un varón, decide que ella debe morir amparándose en un código arcaico, en una noción perimida, asumiendo lo que es imposible: que otro ser humano sea una posesión.

El dolor no podrá evitarse, pero se tapará. La tristeza, la desesperanza, el peso de lo sucedido ocupara nuestros sentidos y muchas conversaciones. Cada cual lo procesará del modo que pueda. Se clamará por lo terrible que es. Lo que se hizo, lo que no se hizo, lo que se destruyó. Luego, poco a poco, por la “maldita” resiliencia, la “inevitable” adaptación, la “cuestionable” sobrevivencia se seguirá adelante, hasta la próxima violencia.

Pero, quizás, sea el momento para volver a pensar sobre lo que más dolor puede causar y lo que es lo más difícil de hacer: es momento de analizar y comprender que hemos hecho mal. Analizar la suma de factores que permiten que lleguemos a eso, para luego, darle un orden de prioridad para resolver. Allí radica la única y real esperanza que como sociedad seamos capaces de mejorar.

Pero, hoy, vuelvo a creer que es difícil. Porque, en definitiva, parece que es momento de repensar en cómo se da el poder, se lo controla y se lo canaliza. Como establecemos contratos sociales que sean mejores para todos y todas y que su control cotidiano sea un ejercicio de ciudadanía real y no de circunstancias. Básicamente es pensar que, dado que el ejercicio del poder es inevitable en el ser humano en general, el control del mismo debe ser una condición sine qua non para que el ser humano pueda aspirar a lo mejor que puede aspirar.

 La muerte de una mujer por ser mujer, llámese Paola, en Tucumán o Marisol en Santiago (por citar dos casos de una lista demasiado larga en nuestro país), debería implicar, como sociedad, un punto bisagra en la historia. Lo evitable pasó. Nos hace daño. Nos hiere mal. Pero también ya es parte del pasado. Del ayer. Ahora, con el dolor por lo vivido, por todo nos queda en pensar que hacemos para cambiar el camino que nos hundió. Hoy estamos con la tristeza sacudiéndonos, con el duelo inevitable y necesario para hacer, con las lágrimas que laceran el interior, aunque no se muestren omnipresentes. Pero también hoy es urgente que pensemos, de algún modo, como hacemos lo que realmente una urgencia: crear una sociedad que nunca jamás permita, acepte o pueda pasar esto que pasó.

Duele eso, nos debe doler como sociedad, sin distinción. Una muerte que se podría haber evitado nos debe doler. Porque en ese dolor, también radica la posibilidad de la esperanza, de multiplicar nuestros esfuerzos, de gritar, de exigir, de trabajar por lo que es una declaración de principios: NI UNA MENOS. Aun podemos ser mejores como sociedad, como grupo humano que se precie de pretender que la humanidad es mejor, mucho mejor, de lo que algunos se esmeran en denostar: no más violencia es quizás una utopía, el ser humano aún debe aprender tanto, pero no por ello debemos dejar de caminar hacia ella, porque como bien decían, la utopía sirve para seguir caminando hacia donde queremos. Entonces, a hacerlo, vamos hacia donde soñamos, pensamos y deseamos. El futuro siempre debe ser conjugado en presente.

martes, noviembre 17, 2020

Un cumple

 De repente una pausa. Como para ver lo que hay detrás. No hay forma de ordenar los recuerdos, de pensar rápida y claramente en todo lo que nos permitió llegar hasta aquí y lo que nos impidió, aunque no lo consiguieran. La vida son tantas cosas que o se resumen en “logros y fracasos”, como para decir alguna cosa o se saborea con lo vivido que fluye de diferentes formas. Además, como pensar, si todo sigue, que de ello todavía nos impulsará a buscar otras cosas y cincelar nuevos recuerdos y que será lo que intentaremos, esperando con suerte, esquivar en la próxima vez que esas mismas “piedras” aparezcan.

Pero, si bien no se puede ver todo, la vida en cierto momento, son un manojo de historias que tienen el valor exacto que uno le da, sabiendo que no será justo sino simplemente emotivo. Tantos recuerdos insignificantes que forjan el cotidiano no se puede enumerar sin caer en aquel mapa de Borges que eran tan igual al territorio que era infinito. Así que contar una vida con detalles sería eterno.

Así que vamos por los mojones que andan por allí y que sólo vamos a recordar unos cuantos porque estamos en esta onda. Una vida siempre conlleva un primer amor, una primera sonrisa cómplice, un primer beso deseado, un primer sexo maquillado en romance, una primera lágrima, sentida en la piel, una primera desnudez vestida de amor. Pero luego, todo con nuevos tonos, sentidos o vivencias, pero todo allí.

También podemos anotar un baile obligado, uno deseado, uno sentido, uno divertido. Una canción que ansiamos, una que nos dio lágrimas, una que permite el presente continuo. Una poesía que dice, una poesía que habla, una poesía que se envidia, una poesía que se escribe, una que se lee y una que se desea vivir. Un beso que resume ternura, uno que se sueña tantas veces, uno que se sabe el primero, uno que se sabe el eterno, uno que se sabe presente, uno que se necesita y uno que se desea repetir mil veces más aún. Muchas conversaciones de esas personas que comparten momentos en una historia de andares y estares. Esas personas por las que uno se preocupa y “soporta” que es una preocupación, porque esa sensación humana de preocuparnos viene incluida en el saber, sentir y vivir con la verdad que hay alguien importante para uno.

La lista puede ser tan largo como hemos vivido, pero lo que importa, no es tanto la lista que nos permite sentirnos de pie aquí y ahora y evocar lo que bueno que hay en lo vivido, en lo compartido, en lo sentido, en todo lo que nos toca.

Siempre y, sobre todo, las personas, porque no hay forma de vivir que si no es porque hay otros que importan: mi hijo, mi madre y mi familia, mis amigos, mis amigas, mis amores, mis amantes, los que no están, mis estímulos, mis metáforas, mis desvaríos, mis inciertas certezas que cobijo entre líneas.

Pero la vida es, sobre todo, lo que viene. Lo vivido nos da calma e inquietud, certezas y dudas, delicadezas y lo áspero, soluciones y problemas, remansos y tormentas. Un poco de todo y mucho de nada, pero con tanto valor que uno sabe que la vida no es otra cosa que ese andar que hacemos desde que alguien decidió darnos la vida hasta que el camino se termine. En el medio a hacerlo de la mejor manera que uno puede. Así que nuevamente, por más momentos, en el aquí y ahora, donde la vida no se cuenta, se vive.

lunes, noviembre 16, 2020

Pregunta de épocas de pandemia

¿Por qué debería privarme de una buena paella si mi pareja es alérgica a los mariscos? Si no me privo de ella y la como con gusto, ¿soy realmente una mala persona? Esta pregunta es la que empecé a hacerme frente a la cantidad de jóvenes que están en la calle sin distancia, ni protección o quienes van a fiestas “clandestinas” o, mejor llamarlas, “no publicitadas por los canales oficiales”, o simplemente reunirse como si nada a tomar una cerveza. A ver, veamos: una persona joven que sabe, a ciencia cierta, que si se infecta será, casi siempre, asintomática o como hecho terrible una “suerte de gripe fuerte”, ¿Por qué debe privarse de vivir su juventud?

La primera respuesta seria “el ser solidaria”. Pero no es un crimen no serlo o serlo de otro modo, aunque no nos guste la idea. Por ejemplo, quienes comparten la navidad en la plaza, no dejan de ser solidarios por no ir al Hospital de niños el día de la infancia. O sea, el ser solidarios es una opción genial. Pero no conocemos la historia detrás de los supuestos “no solidarios”.

Una segunda respuesta podría ser “porque tienen familiares cercanos” que si pueden ser un grupo de riesgo y podrían contagiarlos. Suena a una respuesta suficientemente intensa y concreta. Pero, al final, todos creemos que hacemos todos los cuidados, cuando estamos con esos familiares. Mientras no sea intencional el contagio, no estamos librados de ello y no podemos cargar con culpas a nadie.

Entonces, volvemos a la cuestión central: a pesar de todo, la argumentación no es válida, puesto que cada cual hace lo que quiere o puede en esta historia de la pandemia. Aunque parezca terrible, es un hecho humano, universal y atemporal que no todos ni todas se comportan como debiéramos siempre, sino cuanto se puede y oscilando entre el famoso y multi-usado “depende”.

Frente a ello, debí aprender a qué no me moleste tanto que la gente haga lo que no puedo o decido no hacer. No será la primera vez que alguien hace algo así, contrario a lo que creo, siento o pienso. Y, seguramente, yo alguna vez hice algo contrario a lo que “se esperaba” por un bien mayor. Al final, uno también forma parte de esa humanidad, tan caótica, paradojal, inconsciente y personal que podemos ver, en uno u otro caso.

Ahora bien, una vez establecido eso como una cuestión asociada a la “libertad” individual y a los derechos personales veamos otro punto. Una aclaración previa: si creo que hay momentos que una sociedad puede determinar comportamientos compulsorios para defender un bien superior. Así la imposición de una cuarentena estricta, en algún momento, como decisión gubernamental es lógica y atinada. Pero en eso ya no estamos, estamos en una libertad general o cuasi general y con el pedido que cada cual se cuide según corresponde, acorde al conocimiento científico disponible: distancia social, uso de tapaboca y lavado de manos.

Vamos al punto que quería subrayar y que, realmente me jode: es que la gente quiera justificar su comportamiento racional, libre, soberano y anti-protección con un falso y mediocre gesto de empatía. Porque lo hace cuando intenta justificarse de hacer lo que dice que no hay que hacer. Cómo para justificar su comportamiento. Esto me molesta un poco. Porque allí suelen mentir, lo que siempre es un poco peor para uno. En esos casos, el principio debería ser simple:  que cada cual haga lo que les salga, lo que crean mejor, lo que necesitan hacer. Compórtense como quieran, hagan la vida que desean. Cada cual sabe sus límites. (estoy excluyendo a los que no tienen opción de hacer otra cosa, por obligaciones, obviamente). Pero los que tienen opción y optan por hacer lo que iría en contra de las supuestas medidas sanitarias, simplemente porque no se sienten tocados por ellas, esas personas hagan, literalmente lo que les salga, pero, por favor, asuman su decisión y nunca jamás, lo cambien con discursitos sin valor. Tal vez así, seamos capaces de seguir construyendo una sociedad más sincera y que nos permita ver con más claridad cómo nos comportamos y, porque, ciertas cosas, sólo son utopías.

martes, noviembre 10, 2020

No es magia


 Nos gusta las relaciones donde hay magia. Sin embargo, las relaciones buenas, es curioso, no usan magia. Entonces, ¿a qué llamamos magia? A una sintesis no detallada de lo 
que permite que las cosas funcionen más aceitadamente. Magia es una palabra linda, porque nos permite sorprendernos que lo cotidiano parezcan sólo espacios donde es posible sentirse a gusto con poco y, a eso, darle sentido de plenitud. Así, por citar algunos ejemplos, podemos decir: una sonrisa que sale de la nada, construida sin que se perciba el cómo, pero que emerge con la sinceridad del gesto; el hacer que una tormenta perfecta se transforme en una brisa que refresca; cuando el dolor de algún fracaso se pueda convertir, en un segundo, en el lugar donde se construye un futuro que parece prometedor; hacer que lo aburrido y tedioso sea, de repente, un momento de esos que se atesoran. Son, ejemplos de cosas que pasan en algunas relaciones. Las podemos llamar “la magia de la relación”, pero estamos utilizando una palabra que sintetiza un montón de actividades más concretas, mas trabajadas, mas dedicadas y más reproducibles.

Las relaciones no son buenas porque hay magia, sino porque hay intentos serios de mejorar la comunicación, esfuerzos sistemáticos por conocer los pequeños detalles que construyen el día a día de la otra persona, una convicción en que la percepción de las asperezas y fragilidades que todos posseemos nos ofrece un mapa para acompañar, una certeza que el placer no se descubre de la nada, sino que se recorre por las sendas que la otra persona menciona quedamente, muchas veces sin palabras.

Tal vez, cuando uno se da cuenta que la magia es dedicación, trabajo, entrega, disposición, presencia, escucha, confianza y serenidad, uno empieza a sentir que uno navega donde va descubirendo, conociendo y sintiendo. Allí, cuando uno sabe lo que sabe, la magia, sólo es una palabra para sintetizar lo que ya se descubrió: que el otro, no es un enigma, sino encuentro que deseamos de tal modo que la intimidad no es más que una forma especial de comunicación.

Ojalá que la magia nos espere en todo camino que hagamos.

domingo, noviembre 01, 2020

Heridas y cicatrices

La vida son tantas cosas que nos pasan que uno va escogiendo como medirla sin caer en la simplicidad de cronos. Siempre pensé que la vida se mide realmente por momentos. Encuentro en ese instante de vida la síntesis elocuente de la existencia. Un momento, decía hace tiempo, es un espacio de intimidad compartida. Pues cuando pasa, uno puede condensar en alguna arista, en algún instante, en alguna actividad o pensamiento, un poco mucho de lo que somos y nos permitimos ser. Un momento no como una cuestión trascendente, sino puede ser como una sonrisa compartida al pasar. Esos momentos se van juntando como si fueran perlas que condensan la belleza y la pureza que nos habla de nosotros. Así pensé que la vida es un conjunto que de perlas con las que hacemos collares de perlas y que con diferentes hilos vamos juntando las perlas.

Pero, también la vida, es importante recordar, heridas y cicatrices que vamos teniendo. Las heridas son parte de la vida, algunas sólo son golpes, otras son corte, donde fluye sangre y dolor. La vida es andar y al hacerlo, pasan cosas. Sería bueno creer, desear y aspirar que no habrá esas heridas, pero lo sabemos, no está en el menú del ser mortal. Por lo tanto, es inevitable que las cicatrices formen parte de nuestro propio mapa vital. No hablo de las que se hacen en la piel y algunas recuerdan algún trance que se resolvió con el amplio abanico que existe: desde una anécdota ya motivo de alegría hasta la que nos hace doler en la noche. Estoy hablando de las cicatrices que se hacen en el interior. Aquellas que no dejan marcas en la piel sino del lado de adentro, metafóricamente. También son inevitables. Las cicatrices son consecuencias del poder sentir, del poder compartir, del poder andar, del poder vivir.

Lo que cambia siempre será que hacemos con esas cicatrices. Que hacemos con ese dolor que nos interpela tantas veces. Es allí donde está la diferencia, pues sobre eso es que nos edificamos.

No existe receta tan conocida, pero hay, sin dudas formas que tenemos de hacer frente a eso. La resiliencia aparece como un bien preciado para estas cuestiones. Cultivarla, parece una apuesta segura a la vida, al futuro, a lo mejor que podemos dar.

Lo segundo, saber que toda cicatriz, de las que hablo, precisa el paliativo del testigo. Porque tener un testigo siempre es una forma de sentir que el dolor se disipa un poco. Un testigo no es más que alguien con quien podemos hablar libremente de lo que sentimos para poder sentir que no sólo nos comprende, sino que podría hablar a favor nuestro. Porque, a veces, es necesario saber que alguien puede defendernos de nosotros mismos.

A la noche, porque siempre es a la noche cuando pasan estas cosas, nuestras cicatrices son el recuerdo tallado en nosotros que algo hicimos. Ojalá, no mucho de lo cual nos arrepentimos y bastante de aquello donde fuimos un poco más nosotros, un poco mejor.

La vida sexual

Con vida sexual me quiero referir a todo el tiempo que usamos para disfrutar la actividad sexual y lo relacionado. Esta vida incluye, por ejemplo, el orgasmo, pero es menester tener en cuenta que es mucho más que eso. Para que lo tengamos en cuenta, una relación sexual coital promedio, según los estudios realizados, dura entre 3-7 minutos y sería deseable, según esa referencia, que dure 7 a 13 minutos. Pero todos sabemos que el placer y la intimidad no se miden en minutos sino en otros elementos que se perciben, se viven y se expresan. Pero si tomamos esa lógica, aún limitada, deberíamos ser justos e incluir más “minutos” en esa vida sexual. Por ejemplo: el tiempo que imaginamos lo que va a pasar, el tiempo que invertimos en preparar “el evento coital”, el tiempo que, luego, hablamos sobre ello, el tiempo que utilizamos para recordarlo y, quizás, así estimularnos, el tiempo empleamos para retozar luego de esa actividad, el tiempo que logramos sonreír por haberlo hecho. Hasta aquí, sólo diciendo que la actividad sexual es el coito.

Ahora bien, si vamos a la vida real y, sobre todo a la saludable, comprendemos que la vida sexual es mucho más que eso. Implica una paleta de opciones que hace que lo sexual pueda ser una de las actividades más maravillosas que integran el cotidiano de nuestra vida de modo, lo que daría como resultado que la misma nos enriquecería mucho más de lo que nos permitimos. Pensemos, para ello, que el acto sexual incluye el pensarlo, el imaginarlo y el decirlo. Tres verbos, tres acciones diferentes que, a su vez, cada cual incluye múltiples posibilidades de gozo, placer, satisfacción y encuentro. Agreguemos que, al avanzar en esa dirección incluye, por lo menos, tres verbos más, por lo menos, preparar, buscar y hacer el momento. Tres acciones más, tres posibilidades más, tres pequeños conjuntos de opciones. Ya en escena, las acciones son muchísimas más: acercarse, acariciar, hablar, besar, tocar, desvestir, respirar, susurrar, pedir, ofrecer, rogar, jugar, por decir algunas que aparecen espontáneamente. Esas, y las otras acciones que pueden aparecer, en el orden que uno quiera y repitiéndose del modo que se les antoje. Muchos verbos, que son muchas acciones y, aún, no agregamos, ni sentidos, ni sentires. O sea, estamos al inicio de lo que la actividad sexual pueda ocupar en tu vida.

Pero para acotar un poco, nos quedemos con estas acciones mencionadas. Falta agregarle ahora el factor. Sí, claro, toda “actividad humana” tiene siempre un factor que la modifica. Su presencia o ausencia le agrega o le quita amplitud o dimensiones. Al factor lo llamaremos “factor no coito-céntrico”. Si el factor está ausente, la suma de las acciones se multiplica por 0. O sea sólo ocupa el tiempo disponible. Si el factor está presente, el factor toma un valor inmenso y entonces todo se multiplica por sí mismo.

Pero aclaremos un poco esto. El factor no coito-céntrico implica que la actividad sexual se expande en todos los sentidos y con varias actividades diversas entre las cuales, una de ellas, puede ser el coito (pero no con carácter de imprescindible). Lo que cambia cuando está ausente este factor es el lugar que toma el coito: si es central y todo orientado a ello, obviamente la actividad sexual está restringida. Si el coito es una de las tantas opciones que hay para disfrutar, satisfacerse y gozar, la actividad sexual puede tomar mayores dimensiones.  Entonces, la actividad sexual pasa a ser multidimensional, con una posibilidad –y una ambición- de percibir los estímulos en el cotidiano. Así, el placer, el gozo, la satisfacción encuentra nuevos senderos para crear momentos, donde, todos deberíamos saber, la intimidad se hace fortaleza, deseo, alegría y la tranquilidad que genera la paz interior.

Si, la vida sexual es una de las posibilidades más increíbles que tiene el ser humano para poder hacer que la humanidad sea lo que se imaginó, encuentro, diversidad, paz y placer, orientados para sacar lo mejor que tenemos para el otro el mayor tiempo posible. Definitivamente, creo que la vida sexual es uno de los caminos hacia el futuro que anhelamos, sin dudas.


Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...