martes, mayo 28, 2019

Sobre derechos


Una sociedad con más derechos reales es, sin dudas, una sociedad con mejores recursos para la equidad. No vamos a discutir eso. Cuanta más gente accede a derechos universales, aún mejor. Acceder como algo “natural”, hace que la sociedad esté en un ámbito de equidad mayor. Sobre esto podemos consensuar fácilmente. El problema no sería allí. Es más, podemos aceptar más fácilmente, como sociedad que privar de derechos elementales a alguien es algo que no podemos aceptar sin más. Podemos agregar que sumar derechos a los elementales desarrolla un concepto más sublime de sociedad, de comunidad, de humanidad.
Pero los derechos llevan como contraparte algunas obligaciones. No directamente, pero si como entramado social. Un recién nacido tiene derechos y pocas –o ninguna- obligación, para entenderlo. El problema principal aparece cuando un derecho compite con otro. ¿Cómo se privilegia? Descartando la fuerza como el criterio de elección, el razonamiento se debería imponer. Pero, para ello, también debería haber criterios de razonamiento. Cada uno los tiene y los ejecuta. No como razonamiento perfecto, sino como un avanzar cotidianamente.
En general utilizamos una premisa general en el día a día: tus derechos terminan donde empiezan los míos. Esta premisa parte de un equivoco, que los límites están determinados. En realidad se enuncia la frase cuando uno siente, cree, vive o dice que con las pretensiones del otro se está avallando mis derechos.
En la Facultad de medicina de la UNT, se está dando una situación particular en relación al ingreso. De un lado, está el derecho elemental de poder estudiar que todas las personas deben tener. Pero para estudiar, por más que sea un principio innegociable, hacen faltan condiciones, criterios, algunos elementos esenciales que garanticen que no juguemos a estudiar, sino que se realice el real proceso pedagógico con un fin, con un propósito real y con una ambición de futuro pragmática.
El derecho de estudiar implica el tener lugar, espacio, recursos materiales y recursos humanos que se deben concretar para que ese derecho sea posible. De nada sirve un derecho a la salud si no hay un profesional de la salud que pueda brindar lo necesario, pero si el profesional está y los medicamentos, por ejemplo, no están disponibles el problema es otro. O sea, tener derecho no alcanza, alguien debe velar porque ese derecho se concrete.
Le sumemos el derecho que tiene el otro para poder elegir libremente ejercer sus derechos sin coacción.
Concretamente: El derecho a estudiar es un derecho elemental. Un argentino tiene derecho a estudiar una carrera de medicina. Pero estudiar en una universidad implica otros elementos y no sólo “dejar entrar de manera irrestricta a la facultad”, en el caso que nos atañe, a la facultad de medicina de la UNT.
Para que el derecho a estudiar se ejerza hace falta condiciones previas.
1-      Espacio físico acorde para la cantidad de personas;
2-      Docentes que puedan realizar el “hecho educativo” (¿preparados?, ¿bien pagados?);
3-      Una relación docente alumno acorde con los mínimos estándares imprescindibles para que el hecho educativo se concrete. O si no puede ser acorde por lo menos que no sea tal que impida que se concrete el derecho a la educación.
4-      Tranquilidad o gestión de la tranquilidad para poder hacer que el estudio sea una oportunidad de crecimiento. (pero esto sería mucho pedir en un país en crisis).
5-      Los materiales mínimos necesarios e imprescindibles para efectivizar el estudio como mecanismos de adquisición de conocimientos y habilidades.
Si estos criterios no se encuentran, ¿se puede conceder el derecho a la educación? ¿Restringirlo es realmente negarlo? ¿El docente tiene derecho a ejercer la docencia con la convicción que puede hacerla? Dicho de otro modo, el derecho a la salud es un derecho esencial, humano, indiscutible. Si yo tendría que operarme, el estado, en este caso, debería garantizar que exista un quirófano aséptico, que un bisturí esté disponible y que pueda cortar, que un equipo médico me garantice que la cirugía se concrete con los estándares mínimos necesarios para que tenga la mejor posibilidad de resolver y no generar problemas evitables. Si no existe el quirófano, el equipo médico está saturado por otras cirugías, si el material no está disponible y la cirugía no se puede realizar, ¿es culpa del médico? ¿Puedo obligarlo por mi derecho a operar en la plaza?
El derecho a estudiar no se discute. No debería discutirse. Lo que debería discutirse es la responsabilidad de aquellos legisladores, por ejemplo, que votaron un ingreso irrestricto sin preocuparse en disponer los fondos reales para que el hecho educativo se pueda realizar verazmente. Se debería discutir el papel que le compete al poder judicial que no evalúa la realidad de la comunidad educativa para optar por decisiones que juegan a dar el derecho, pero en definitiva son formas de lavarse las manos frente a la educación.
Que el derecho a la educación sea una realidad. Para eso dejemos de pensar en la ingenuidad que el mismo no se ejerce por culpa de un “ingreso limitado” a las posibilidades de concretar la educación. Quizás, así, tengamos más derechos reales, verdaderos y vividos.
27/5/19

jueves, mayo 23, 2019

Generosidad





Hoy, por eso del andar y conversar, me encontré pensando en la generosidad como gesto hacia el otro. Particularmente, el de la generosidad en las relaciones. Sin que sea una ley, si pensé que hay dos tipos de generosidad que es necesario distinguir. La primera la llamaré la “generosidad por disponibilidad”, la otra, “la generosidad por expectativas”. Al escribirla sé que debo aclarar un poco más.
Ya en otras ocasiones he insistido en el valor que tiene la disponibilidad como actitud y aptitud para el encuentro. La disponibilidad es una apertura no sólo mental, sino lo más completa posible que acoge al otro o que ofrece esa posibilidad. Es un lujo que algunas personas tienen y que otras, un grupo más amplio, usufructúa o disfruta. La disponibilidad hace que la generosidad ofrecida genera paz en quien la ofrece, ese dar, implica un acto que produce un efecto muy positivo en quien lo hace. Se da porque el otro es importante, pero sobre todo se da porque al dar sé que es importante.
La otra generosidad, por expectativas, doy, con la intención de dar pero, aunque no lo sé en ese momento o aun sabiendo, es como una inversión para recibir. Es más lo que doy no es lo que me da paz, me llena, sino lo que recibiré a cambio de eso. Obviamente, esto posibilita una mayor posibilidad de frustración si las expectativas no se cumplen.
Debo hacer dos salvedades. Una pareja se realiza porque los dos dan, aunque uno de más o casi todo, el otro debe dar algo. Lo segundo, las dos “generosidades” existen y funcionan. La primera creo que facilitar llegar a la paz interior. La segunda es un camino que tiene mayor riesgo para la persona.
Ser generosos siempre es elogiable pero debemos recordar que la generosidad no es otra cosa que dar lo que se tiene, nunca lo que no se tiene. Así que bueno, eduquemos la generosidad que genera paz, la que promueve las relaciones y la que potencia la felicidad. Hacerlo es una forma de encontrarnos en el camino donde el otro es compañía.

miércoles, mayo 22, 2019

Dispositivo de la política “argentina”




Mi hipótesis es sencilla: existe un dispositivo político en la argentina que favorece un sistema de política centrado principalmente la creación de una casta con beneficios, riquezas e impunidad.
Cuando me refiero a dispositivo estoy hablando desde la concepción de Giorgio Agambem sobre este. Es decir: “cualquier cosa que de algún modo tenga la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes”. Recordando que esta noción el autor la recupera de Foucault y, luego, la redimensiona. Para Foucault el dispositivo es o “un conjunto de estrategias de relaciones de fuerza que condicionan ciertos tipos de saber y son condicionados por él”.
En función de ello sugiero que existe un dispositivo que tendría las siguientes características:
1-      Tiene una fachada basada en “nociones de bien común” con resultados aleatorios con mayor o menor efecto sobre el bien común. Nunca para superar crisis por mucho tiempo, ni apostando a una previsibilidad. O sea, que el dispositivo debe garantizar una dependencia del sistema político. Esto conlleva el punto siguiente
2-      La dosis adecuada de ineficiencia: Generalmente el sistema incluye personas sumamente capaces, completamente idóneas y muy preparadas para las tareas pertinentes. Sin embargo, el sistema lo compensa con cargos políticos ineficaces, “adrede” para que la solución sea siempre reducida a efectos mínimos ya sea por las consecuencias o por la duración de las soluciones.
3-      La creación de dos bandos “irreconciliables”. Para que el dispositivo funcione es necesario crear la idea de dos bandos, como formas de presentación para los beneficiarios pero que nunca llega a oponerse a los beneficios propios del sistema. Dicho de otro modo, podemos discutir sobre las políticas de manera melodramático, pero jamás nos opondremos a consensuar nuestros propios beneficios.
4-      El poder como manifestación: aunque la riqueza, que parece consecuencias inevitables de los cargos políticos aparezca como una noción muy evidente, creo que lo que más sostiene al poder como característica deslumbrante es lo que llamo “la ostentación de la impunidad” como un rasgo culturalmente fundante del poder real.
5-      La exaltación de lo emocional: la noción de grieta, no es nueva como estructura, implica que los “votantes” deben pensar que el otro es “lo peor”. Así la discusión es sobre las figuras y no el dispositivo.
6-      La perpetuación y/o poca renovación. Esto precisa un correlato: el famoso discurso de la “fiesta de la democracia” por la votación. Es llamativo que, a pesar de las críticas generalizadas sobre los mecanismos de votación, del gasto exagerado de las mismas, de lo caprichoso que sean las fechas, nunca se lo discute como un problema sino como una eventualidad.
7-      La protección en red del sistema. El sistema de control utiliza los recursos propios del cada poder para generar un círculo de protección maquillado con una sensación de sanción, en ocasiones.
Este dispositivo que, a mi entender, nace como mecanismo con el advenimiento de Perón al gobierno pero, destaco,  no es el peronismo el único que lo utilizó. Es más sus raíces o antecedentes están claramente en la burguesía anterior y los gobiernos posteriores, de cualquier sino, lo perfeccionaron. Ahora bien, verlo al dispositivo es el primer paso para procurar reemplazarlo, modificarlo o, por lo menos, ser más crítico con este. La solución, quizás, sea una revolución intelectual donde seamos más conscientes con este dispositivo y, por consiguiente, más interesados en pensar alternativas, lo que Saramago, hace tiempo llamó a pensar, diseñar y construir “una nueva democracia”.

martes, mayo 21, 2019

Pensar en arte....





Pensar en arte es una forma de ver y encontrarse con el mundo. Conlleva el saber que el arte es, en definitiva, una forma de expresar un interior rico de sensaciones que es estimulado, en ocasiones, por lo que está afuera. Pero estimular quiere decir que se genera una respuesta. No se la crea.
El arte, al ser expresión, varía según cada uno, Así, lo ideal es que adaptemos lo que queremos expresar a la forma artística que esté a nuestro alcance. Sea por recursos, por capacidad, por identidad, por “equivocación”. Con esto último me refiero a elegir un arte que no siempre sea el mejor para uno.
Pensando en esto, del arte como expresión, como necesidad individual, como recurso humano esencial, traté de señalar elementos que me aparecen como esenciales para concretar esto de la mejor manera. Señalo tres. No por definitivos, no por exactos, no por análisis sesudos y completos. Señalo tres por razones personales y, por algo de deformación profesional y otro poco por capricho. Quizás, como diría Borges: “por recuerdos, temores y previsiones”.
1. Romper el corsé: De un modo u otro todos tenemos un corsé que nos limita. Otros le llaman zona de confort. Aquel espacio donde nos acostumbramos a ver el mundo, a reaccionar, a hacer las cosas. El arte es arte porque nos permite desestabilizar lo que se ve, se siente, se cree y, al hacerlo, permite reversionar los sentires, los saberes, los decires.
2. Asumir las oscilaciones: El arte surge de la propia vida, donde aún en la estabilidad mayor, nuestro propio cotidiano nos mece un poco. A veces, de forma sincopada, otras con inconfesables vaivenes. Vivir es moverse y moverse implica encontrarse con lo nuevo, con lo que nos estimula, con lo que rechazamos. Las emociones se deben movilizar.
3. Dimensionar nuestro erotismo: El erotismo adquiere, en este caso, ese trípode que todos debemos asumir mejor: la sensualidad como una forma de explayar los sentidos,  el deseo como un motor incombustible y el placer como una opción humana por excelencia. Permitirnos descubrirlo, expandirlo, dejarlo ser encuentro que abre caminos de expresión maravillosos, aun manteniendo un comportamiento sin estridencias, ni nada lejano a nuestro propio pudor.
Pensar  en arte, es pensar que nuestra humanidad siempre puede redimirse y crecer.


lunes, mayo 20, 2019

Renunciar


Hace un tiempo me regalaron un libro titulado “1001 películas que hay que ver antes de morir”. Revisándolo encontré películas maravillosas que vi más de una vez, como Casablanca y otras que conocí por título, trama y opiniones pero que nunca miré. Esas películas que están entre las que debo ver “un día de estos, sí o sí” pero que, en ocasiones, realmente creo que ese día no llegará nunca. Como si hubiera renunciado. Me tengo prometido, también, varios libros que debo leer. Esos libros que durante años escuché que “son de lectura imprescindible, esos libros que son la esencia de la literatura”. Están guardados, algunos de ellos, en mi biblioteca esperando que los lea, perdón: que los devore, al decir de algunos.

Sé que habrá algunos que no podré leer y quizás, ciertas películas jamás podré verlas tampoco. Sin embargo, no renuncio a creer que lo haré. Como si con ese artilugio mental me permita garantizar que mi vida irá siempre más lejos de mis posibilidades. Lo cierto que hay muchas cosas que no haremos y decidir no hacerlo es parte normal, saludable y necesaria en la vida de las personas.
Con las personas, ya lo dije muchas veces, también renunciamos, a pesar que no lo hagamos. A veces por buenas razones, a veces por razones malas. A veces con consecuencias positivas, a veces, con lastres negativos. Siempre con dolor. Jamás se renuncia sin dolor, sin un pesar, sin una pena. Porque sólo se renuncia a lo que se quiere realmente hacer. No puedo renunciar a ver el “Nacimiento de una nación de D. W. Griffith” por más que me gustaría verla algún día y es, posible, que nunca podré hacerlo. Como no puedo renunciar a leer “el jugador de Fedor Dostoievski puesto que, por más que sería lindo y enriquecedor leerlo, quizás no lo haga por falta de tiempo, ganas o lo que fuera. Sin embargo, no hay pesar en ello.
La renuncia duele. Aunque sea por las malas razones, por creer que renunciamos a lo bueno, por más que lo justifiquemos en nombre de lo que fuera. Renunciar nos afecta. Nos toca, nos sacude, nos golpea, nos interpela, nos cuestiona, nos duele. Aunque mantengamos la renuncia a pesar de ello, aunque luego de la renuncia nos tranquilice por lo que obtuvimos al hacerlo, por eso que logramos, aquello que “ganamos”. Porque, definitivamente, sólo podemos renunciar a lo que realmente nos importa. Quizás por ello, sólo renunciamos cuando lo que incluimos en nuestra ecuación de opción tiene el peso de lo que sentimos, de lo que amamos, de lo que esperamos. Por eso, también o, mejor dicho, sobre todo no hay renuncia sin esperanza.
Tal vez, por eso, con las personas no renunciamos nunca, por más que tantas veces lo hacemos.





miércoles, mayo 01, 2019

Día del trabajador

 
Cada tanto es bueno hacer una pausa en el camino y ver lo que se recorrió. Es bueno, cada tanto, celebrar lo vivido. Y, valga decirlo, hacer el balance, reconocer errores y asumir, o volver a asumir, los caminos que están delante de nosotros. Cada tanto, aceptamos y vivimos el hecho sustancial que somos importantes. Eso es humanidad.
Cada tanto, el calendario nos propone un día que nos ofrece colectivamente la posibilidad de pensar eso un poco. Sin embargo, es común que pasen dos cosas. La primera que olvidemos la razón inicial que lo funda y, en segundo lugar, creer que es universal. El día del trabajador también responde a eso. El día del trabajador se decidió en “París en 1889, durante un congreso de la Segunda Internacional (asociación de partidos socialistas, laboristas y anarquistas de todo el mundo), que se estableció el 1 de Mayo como Día del Trabajador para conmemorar a los Mártires de Chicago” y lo segundo, no todos lo celebran el 1º de mayo.
Estas dos cuestiones me parece importante anotarlas. Porque creo que olvidamos con frecuencia eso y cometemos los errores inevitables de ese olvido. Olvidarse las fuentes facilita que nos vendan gato por liebre, como bien dice la sabiduría popular. Creer que algo es universal, facilita que nos olvidemos que aún hay derechos y deberes que no se cumplen, que no se dan.
Hoy en mi país se celebra el día del trabajador. Allí el género resiste y no es un tema muy hablado. Quizás porque cuesta más. Nadie se extraña aún que haya tan pocas “gremialistas”, nadie se extraña que en este día de festejos “el trabajo no remunerado” de todos los días, por lo general “femenino” se siga haciendo sin pausa.
Si, está buenísimo festejar, nunca hay que estar en contra, porque la vida es breve y sólo nos queda el aprovecharla lo mejor posible. Pero, en algún momento de la pausa, volvamos a evocar a los mártires de Chicago, aquellos que pedían por derechos que faltaban, que se enfrentaban a quienes no ofrecían lo justo, quienes afectaban la equidad. En definitiva una lucha contra lo que quita dignidad, menosprecia el valor de lo dado, simplifica la importancia del esfuerzo ofrecido, minimiza las labores que el otro hace y usa lo popular para enriquecerse a costas de los que sufren. O sea aún la lucha continua, contra “patrones”, contra “políticos” (que incluye gremialistas), contra “jueces” que aun retardan decisiones, contra mediocres y contra esas personas que en cualquier sitio creen que la violencia es el recurso para imponer y decidir.
Feliz día del trabajador, feliz día de la trabajadora. Feliz día del trabajo que no es otra cosa que la capacidad humana de empeñarse en construir un futuro mejor.

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