lunes, julio 11, 2011

Congruencia

Uno ambiciona, generalmente, la congruencia. Muchas veces cree que la tiene ya conquistada. Casi siempre, se la exige con mano férrea al otro. Cuando nos afecta lo que el otro hace o deja de hacer somos, en ocasiones, más duros e inclementes con el pedido, léase la exigencia, de congruencia. Pero, ¿qué es ser congruente? El diccionario nos refiere tres ideas para congruencia: conveniencia, coherencia, relación lógica.
Conveniencia es un término que nos resulta duro de escuchar, pero que marca el comportamiento de las personas desde siempre. Hacemos las cosas por conveniencia. Esto no implica hacerlo interesado por sacar provecho ocultos, no implica mentir al otro. Implica pensar que el otro también nos ofrece cosas, nos da y que eso puede ser positivo para uno. Buscar lo que nos conviene no implica hacer daño, sino ser asertivos y procurar decir de forma clara lo que nos conviene y estar abiertos para otras opciones.
Sabemos, sin embargo, que muchas veces las personas a quienes queremos o que nos quieren nos pueden hacer daños o generar molestias por circunstancias y contextos. Sabemos que todos y todas tenemos defectos y que, tantas veces, debemos soportarlos, por la conveniencia de estar con esa persona y porque, en el fondo, hay cosas que esa persona nos ofrece y que son altamente positivas.
Coherencia. ¡Qué palabrita! Cuesta mucho mantenerla y encima, los demás, tantas veces, nos juzgan como se juzga tantas veces: implacables para algunos  y permisivos para otros. El doble rasero es una constante humana, aunque no lo aceptemos. Ser coherente implica reconocer que el ser humano peregrina por la vida con muchas andares que, a veces, incluye zigzag y, siempre, algunas crisis que nos hacen rectificar rumbos. Ser coherentes implicaría, entonces, reconocer nuestros pasos en el famoso: “caminante, no hay caminos, se hace caminos al andar”, como Machado escribió y Serrat nos lo cantó.
Relación lógica. ¡Joder! (en español en el original). ¡Qué simple que parece y que complicado que termina siendo! (pero bueno, complicado es el ser humano, aunque pensemos que no es así). Cuando hablamos de relación lógica, ¿qué entendemos? Es la pregunta fundamental a hacerse. Tenemos varias opciones, no lo olvidemos: la lógica que nosotros tenemos; la que nosotros pensamos que es sentido común; la que surge por tomar la parte por el todo; la que valoriza una parte de la historia que pensamos que es la esencial; la que llena los silencios del otro con nuestras palabras; la que desconoce que el otro puede actuar de otro modo, aún con la misma motivación que nosotros; la que valoriza en la frase del otro una palabra secundaria y desprecia la que el otro considera importante en su vivencia y un largo etcétera. Como pueden ver, la relación lógica surge de un conjunto de elementos que no siempre tenemos en cuenta, que implica no sólo decir que están, sino darle valor. Por eso, pensemos con delicadeza: ¿qué entendemos cuando pedimos lógica?
Ser congruente, es el deseo que tenemos siempre. Es lo que intentamos tantas veces y es lo que, ojalá, podamos concretarlo algunas veces. Lo que importa, en el fondo, es recordar que la congruencia surge de conocernos, en primer lugar; luego hacer el esfuerzo –constante y dedicado- por conocer al otro, dejándole el espacio para que se muestre y en intentar ofrecer lo mejor que tenemos en cada momento. En definitiva, me pregunto, si ser congruente ¿es ofrecer u ofrecerse? Si es lo primero, vale exigir algo rígido, si es lo segundo, bien vale saber que somos humanos. 

jueves, julio 07, 2011

Espejos


Los seres humanos funcionamos, en ocasiones, como espejos para los demás. Espejos especiales, como mágicos. Así, algunos reflejan, por ejemplo, lo que deseamos. Vemos a esas personas y nos repercuten positivamente, como si fuesen un motor. Por supuesto allí entramos nosotros para recibir el estímulo de la imagen y reaccionar con nuestros recursos: desde la ternura hasta la bronca. El deseo, sabemos, nos genera muchas cosas. Pero recordemos, la ambición de tenerlo, de conseguirlo puede potenciar nuestras virtudes o dejar salir nuestros demonios.
Otras personas son el reflejo de nuestras limitaciones. Ellos, sin la menor intención, nos muestran lo que nos falta, lo que nos hace ruido, lo que nos deberíamos cuestionar y no lo hacemos. Son personas que, lejos de ser perfectas -esto es importante- nos ponen en evidencia. Personas que son, vale decirlo,  incomodas a tratar. 
Personas que parece ser que sacan lo peor que tenemos. Personas que preferimos detestar, despreciar, alejar. Lo digamos, a veces, esas personas sufren nuestra violencia por el simple hecho de estar frente a nosotros, con su cortejo de “imprudencias”. Como si, en este caso particular, fuese válido -léase ético e imprescindible- matar al mensajero por lo que nos viene a decir.
En realidad no es que sean un oráculo, simplemente son como superficies que reflejan, a veces sin intención, esa imperfección que nos cuesta aceptar como propia. Esas personas, en ocasiones, suman la capacidad –por llamarla de alguna forma- de encontrarnos, sin pretender hacerlo, los puntos débiles; son quienes hacen las preguntas inadecuadas o utilizan la entonación desacertada o mencionan el recuerdo que pretendemos olvidar; o aquellas que hacen el comentario serio en medio de la broma o la broma en medio de lo más fuerte de nuestra vivencia, sin ningún “timing”.
Esas personas incomodas, no siempre, pueden ser nuestros mejores aliados. Muchas de ellas son las que, también, pueden ser las que necesitan mucho más de nuestra tolerancia que, en definitiva, sería que asumamos que es verdad lo que solemos decir: no importa la imagen, sino la esencia de la persona.  

Días como esos....

Hay días que uno se siente pleno de vida, capaz y alegre. Días en que siente que las cosas salen bien, que el orden de los elementos funcionan de la manera que nos favorece. Como si todo se tratase de una coreografía ensayada; con un ritmo sabroso, una química entre los que participan y unas imágenes que cautivan a quienes la ven. Hay días que parece que todo es un maravilloso concierto: armonioso, poético, intenso y motivador. Hay días como esos y otros que son lo contrario.
Lo cierto, es que después de estos últimos días siempre pueden volver los primeros. Eso no depende de otra cosa que el día comience de nuevo, que uno lo intente con la misma fuerza, que realinee los planetas y que los demás, porque siempre intervienen los demás, también hagan su parte, como uno debe hacerla para con los demás.
Si, hay días como esos y como los otros. En definitiva, esa es la vida, la vida que siempre ofrece un poco de todo: invita, divierte, lastima, motiva, cuestiona, maravilla, aburre y más. Aunque lo sabemos, la vida es la forma que tenemos para hablar de los demás, esas personas que nos rodean, nos cruzan, nos callan, nos hablan, nos desprecian, nos violentan, nos apagan, nos excitan, nos estimulan, nos aman y mucho más y algo menos, en ocasiones.


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