miércoles, diciembre 31, 2014

Año nuevo

Un año pasa y con ello se van promesas variopintas y sucesos diversos. Durante 365 días hemos logrado hacer algunas cosas y nos quedaron en el tintero, seguramente, otras. Nos enfrentamos a dificultades que hemos superado, ignorado, agrandado, valorizado, combatido y alguna que otra cosa de las que podemos hacer frente a ellas. Hemos entrado, salido, permanecido, negado o, tal vez, no hemos tenido ninguna crisis. Seguramente hemos llorado y, espero, que hemos reído algunas veces y viceversa. Hemos amado –Ojalá- hemos tenido sexo, quizás, con alguno de los sentimientos posibles para hacerlo (espero que nunca desprecio ni menosprecio).
Hemos ganado y hemos perdido, aunque sea simbólicamente. Hemos escrito mensajes, quizás alguno más interesante que otros. Hemos suspirado, tal vez, alguna vez inspiramos, aunque sea paz. Hemos leído, aunque sea una línea que nos produjera certeza, hemos renegado por cosas, tal vez importantes y, por las otras, las cotidianas. Hemos mentido y hemos dicho verdad (aunque sea a nosotros mismos). Nos miramos al espejo un poco y con ánimos diferentes. Hemos dicho buen día con ganas que sea una promesa a cumplir y hemos dicho buenas noches con la satisfacción de haber hecho un día como justos. En ocasiones nos lo privamos.
Hemos deseados y soñado, y, (loado sea el señor si así lo es) hemos conseguido fruto jugosos del deseo y de los sueños. Hemos visto una escena que nos atrapó y, probablemente, alguna que nos emocionó. Bailamos en alguna ocasión, haciéndolo como se debe: libre. Escuchamos una música y, envidio a ellos, las cantaron. Vimos crecer a niños o, tal vez, una niña. Hemos deseados besos y lo repartimos con sutileza gourmet o, tal vez, con la generosidad del bosque justo después de esas lluvias primaverales.
Dormimos solos o acompañados. En una de esas rezamos, o tal vez, simplemente rogamos lo imposible. Nos agarró la nostalgia de lo pasado y la esperanza de lo próximo. Nos excitamos de varias maneras y de algunas de las sanas y necesarias. Nos permitimos compañía y la dimos. Leímos con ganas de sumergirnos en esa página. Dormitamos, dormimos, soñamos.
Caminamos, con apuros y con pausas. Yendo a algún sitio y, a veces, sólo volviendo. Nos quisimos un poco o mucho y, como pasa, a veces nos detestamos otra tanto, nunca mucho, por favor. Recibimos cariño, aún sin notarlo y, ojalá lo hayamos dado como lluvia y como don de forma elegida y aleatoria también.


Todos y cada uno de nosotros hicimos todo esto, seguramente más y espero que no menos. El año se ha cumplido. Que empiece el nuevo para volver a vivirlo a “nuestra manera”.

domingo, diciembre 28, 2014

La duración del sexo



Un estudio del Journal of Sexual Medicine asegura que siete minutos son suficientes para tener relaciones sexuales completamente satisfactorias. Recordemos, también, que el orgasmo promedio dura entre 3 y 12 segundos (el sexo tántrico y demás no es promedio, aclaremos). Sólo 420 segundos y un 1% de ellos para el goce. ¡Diablos! Podemos decir, tan poquito. Un nuevo hecho científico desnudado –que bien esta palabra aquí-. Ya lo sabemos. Pero, lo cierto, es que nadie anda cronometrando en sus relaciones –bueno, algunos pero es otro problema-. Es más podemos agregar que si cronometramos seguramente el placer no aparecerá.
Si uno piensa los encuentros amorosos que tuvo –si queremos ser cuidadosos con el lenguaje- o sexuales, en ocasiones coitales, – si llamamos a las cosas de manera más concreta-, lo que nos queda en la piel, en la retina, en la memoria, o en donde albergamos nuestras sensaciones de placer están asociadas al momento vivido y no al tiempo que se ha utilizado. Así, sea que tuvimos una noche casi perfecta –nunca lo es porque siempre hay una noche más para poder vivirla aún mejor- o si fue un escarceo rápido en un instante fugaz –en algún lugar físicamente incomodo pero suficientemente excitante para intentarlo- lo que resta en nuestras sensaciones escapa al conteo de segundos, se filtra en la piel y ocupa los sentidos donde los placeres se traducen de tantas formas diferentes.
Lo cierto sigue siendo que no importará nunca el tiempo que dure sino la consistencia de esa red en la que nos permitimos abandonarnos. La que nosotros tejemos y, sobre todo, aquella que conseguimos tejer con la compañía con la que nos permitirnos un instante o una vida de placer.
El placer siempre llega cuando nos permitimos el lujo de estar en ese instante donde la intimidad, aunque sea en silencio se construye de una manera tan particular que no se repite más. Tal vez, esas veces, son las que uno siempre recuerda, y queda, como tatuaje, que va recubriendo cada pedazo de esa piel interna que tenemos.
El encuentro permite llegar a esos caminos de la satisfacción y por allí encontramos los senderos que nos pueden conducir al placer. No se trata de caminarlos como turistas, sino descubrirlos como habitantes de ese espacio. Hacerlo es mucho más que dedicarse, es permitirse la locura de ofrecerse, de ser y de estar, aunque sea, pasajeramente, como la vida misma.


viernes, diciembre 26, 2014

Frases

Los grandes escritores tienen la magia de utilizar las palabras para dar el golpe certero. Así uno se encuentra cada tanto con esa cita –que tantas veces no sabe ni sabrá en que libro fueron escritas-  que hacen que parezca que la claridad esta allí. Con pocas palabras y en una línea se transforman en la voz exacta de lo que uno anda rumiando en delirios infumables. Como si ellos, con la sabiduría del andar fuesen capaces de sintetizar un universo y así iluminar sobre lo incomprensible que nos parece algo. Un verso que nos despierta, una imagen que nos permite soñar despiertos o esas frases que tiene el peso de lo cotidiano o de la verdad revelada sobre lo que nos inquieta. Esta perorata –que prueba que no soy de esos escritores- surge por una frase de Mark Twain que me llego por algún lado: "es más fácil engañar a la gente, que convencerla que han sido engañadas”.

En esta época donde uno ve que se deambula entre aciertos y errores, entre denuncias permanente y defensas con diatribas, esta frase impacta porque nos sumerge en un hecho contundente: estamos inmersos tanto en lo cotidiano, tantas veces, que no somos capaces permitirnos uno de los lujos que tiene la humanidad, el de poder equivocarse y ser capaces de aprender del error y hasta de reconocerlo. Si uno lo hace, tal vez, Dios y la patria se lo agradecerán y sino, simplemente aquel, el que importa, el que está al lado, el que está creciendo, el que está por venir.

Displacer


No me gusta sumergirme en agua fría. Me produce displacer. La idea de displacer es, curiosamente muy importante para las personas. Debemos aprender lo que nos disgusta, lo que nos quita placer. Es quizás algo que olvidamos. A ver, me explico, el placer es un camino que es infinito. Puedes quedarte con los placeres conocidos o permitirte, cada tanto el descubrir nuevos senderos. Saborear saberes o experiencias nuevas y en ellas descubrir los placeres que no conocías o, los conocidos, con nuevos matices. Eso es genial. Para hacerlo, creo, es importante saber también lo que te produce displacer. Lo que lo apaga a la satisfacción potencial.
 


Es, sin dudas, el camino de la asertividad real. Aquel que te permite expresar, a partir de tus propias emociones lo que sientes, lo que necesitas, lo que quieres y trasmitirlo sin que eso sea imposición. Valga una aclaración, decir lo que te produce displacer no es la excusa para no conocer lo nuevo, lo diferente, lo que no experimentamos, es saber que caminos nos producen daño, nos afectan, no queremos experimentarlo y poder disponer del derecho de decirlo y que lo respeten. Conocer los limites donde se encuentra nuestro displacer nos permite, curiosamente, adentrarnos más en el espacio desconocido donde todavía hay placeres que no experimentamos y hacerlo con la certeza que el placer que podemos encontrar será siempre positivo, enriquecedor y, como los tréboles de cuatro hojas, a veces, tan únicos que nos dará el éxtasis.

martes, diciembre 23, 2014

Navidad

Más allá de los sentidos religiosos, de los rituales amados y renegados, de las sutilezas de los mitos y de toda esa yerba, la navidad nos sigue permitiendo el lujo del encuentro, del saludo, de la sencilla y contundente imagen del otro como importante, del intento real de compartir comida, compañía y alegría y de permitirse la emoción de lo ya conocido pero que, nuevamente, nos llega.
Si, la navidad, con sus colores, con sus comidas, con sus regalos, con sus saludos, con todo ello, sigue siendo ese momento que nos permitimos tanto de humanidad, con tan poco. Vaya que vale la pena. 

jueves, diciembre 18, 2014

Sonrisas




En la vida uno debería acumular sonrisas. Varias de ellas, las que se expresan en los labios y, sobre todo, las que se hacen con todo uno. Esas sonrisas que toman brillo porque hablan desde adentro. Las personas sensibles pueden verlas y, muchas veces, esa sensibilidad está asociada a un sentimiento puro. Por eso es una experiencia tan pura, tan plena el ver sonreír a la persona que se ama. En eso radica, quizás, una de las comuniones para excelsas que pueda haber y que debemos buscar.

Esas sonrisas son las que siempre quedan como tesoros para quienes las comparten. Algunas veces, cuando las tormentas arrecian en la vida y todo parece un gran naufragio esas sonrisas siguen siendo aquella energía que va más allá de todo. Lo que nos hace sentir que por más que tanto se puede haber perdido, la vida nos permitió más de una vez el placer de esas sonrisas percibidas, vividas, sentidas y comunicadas.

Por ello antes que lleguen las tormentas –que siempre habrá, porque la vida las incluye-, atesóralas, sin cesar, todas las oportunidades que tengas para la contemplación de la sonrisa en las personas amadas; júntalas como si fuesen piedras preciosas, tesoros únicos, invaluables y que sólo tienen tu nombre. Convéncete también que esas sonrisas que ves son los bálsamos que el alma necesita y necesitará. No dejes de hacerlo en cada ocasión y, por supuesto, ofrécelas, para el otro. Quizás eso siempre permita sentir un poco más la certeza de estar vivos.

viernes, diciembre 12, 2014

12 de diciembre de 2014



Hace diez años moría mi padre. Diez años. Mucho tiempo. Yo no estaba cuando pasó. Llegué con el ya enterrado. Me quedan los recuerdos y esos olvidos que la memoria me juega. Entre ellos se acomoda siempre su ausencia. Mis lágrimas, que derramó cada tanto, siempre la nutren. La ausencia es una constante. Está allí hablando de la ausencia y por más que la voz sea queda esta allí, hablándome un poco más de esas cosas compartidas y de aquellas que nunca podré tener. Esa es la ausencia total, aquella que nos deja sin un pequeño universo de cosas cotidianas que son, las que en definitiva, nos permite recrear la vida en cada instante.

De todo lo que la ausencia me priva, hoy, me hace falta el cariño, no sólo el que recibía sino el que daba. Porque dar cariño y que alguien lo reciba dándote la sensación de recibir un tesoro eso es la esperanza que nos hace sentir que la suma de todas las cosas es posible.
El resto, que es tanto, hasta es parte de la vida que no esté tanto tiempo. Pero eso, el cariño que se puede dar y recibir y que produzca esa sensación tan íntima que nos cobija, nos exalta, nos estimula, nos enriquece y nos permite el camino interminable a todas las utopías, eso es lo que la ausencia total nos quita.
Si, quedan estos otros cariños que aún damos y recibimos y que, sin dudas, nos permite todo eso que mencioné porque cada cariño expresado y recibido siempre es la síntesis perfecta de la “suma de todos los amaneceres del mundo”. Pero cada cariño digamos tiene nombre y apellido. Se hace a la medida, se adapta con el tiempo a esa persona que le damos y por eso, nos pesa tanto que falte.


Así que si, me falta mi padre y ese cariño y este cariño que se desangra sin parar. 

martes, diciembre 09, 2014

La palabra

A ver, lo digamos claro: los seres humanos tenemos 6-7 emociones y con eso nos damos un festín. Es decir, la expresamos de pocas maneras pero con eso hilvanamos miles de vivencias, momentos y gestos. Hemos sido capaces de estar pasando por el universo y llenar hojas y hojas de historias que algunas parecidas, otras novedosas pero capaces de incentivar en otro alguna emoción. No existe especie conocida con esa capacidad de expresar lo vivido, aún lo mismo con tanta variación. Como si una escala musical de solo 7 notas y un abecedario de veinte y tantas letras fueran el fondo interminable de una galera mágica. Si, la magia fuese tan real. Porque hay realidad en esa formas caprichosas, sistemáticas, irregulares, pensadas, expulsadas, racionales o lo que fuera de encadenar palabras o notas.

Las diferencias entre las personas son constantes. En la sutileza o en lo bruto. Somos diferentes con ese otro que necesitamos y nos necesita, aún cuando no se mencione “en actas”. La diferencia es parte de nuestra genética humana  (como metáfora). Sin embargo, en esa imposibilidad de ser iguales radica la riqueza de todos; porque en ella, en la diferencia esta la fuente potencial de la riqueza. Somos más por que el otro nos puede dar un poco más, un poco diferente (nunca olvidar que somos el otro para los demás). La posibilidad de eso se instala a partir de la palabra que, podríamos decir, son los puentes que nos permiten la cercanía con el abismo que tantas veces nos puede separar. Pero la palabra, como puente imaginario sólo sirve si nos abocamos a la tarea de usarla. Perdón por la evidencia: los puentes nos permiten sortear el rio, pero para hacerlo hay que usarlo. Pues en eso debemos ocupar nuestro esfuerzo. Quizás, en ello, esté la ecuación exacta que nos permita avanzar hacia la paz, hacia la felicidad que siempre será con el otro. Así que, ¿porque no convertirnos en embajadores de la palabra?

lunes, diciembre 08, 2014

Merecer


La vida, se escucha a veces, es injusta. Algo así como que no merecemos esto o aquello que, casualmente, nos toca en suerte. Una suerte de horóscopo que, por una alineación de astros incorrectas, nos hace recibir algo que no debería corresponder con nuestro grado de bondad, simpatía o lo que fuera. Algo así como no merecemos esto o aquello. Sin querer ser ni en un ápice un adepto a estas teorías astrales creo que está claro que las personas nos merecemos algunas cosas y que no nos merecemos otras. Por más que algunas de las primeras las recibamos de carambola –o de suerte- y que de las segundas parezca que algunos se ensañan con uno.
Creo que las personas nos merecemos ser felices. Ergo, no creo que merezcamos la infelicidad. Así de simple y contundente. Si me apuran, como decía un amigo, podemos aclarar un poco más. Creo que las personas nos merecemos utilizar la palabra en ese majestuoso gesto del diálogo. Nos merecemos la sonrisa compartida, aunque sea por lo circunstancial. Nos merecemos la música, la que podemos hacer o simplemente saborear de los otros. Nos merecemos la alegría de compartir momentos que sean pletóricos de satisfacción. Nos merecemos el intercambio amigable de cosas fútiles que sirven para transportar los gestos profundos de reconocer al otro. Nos merecemos, sin más, que el cariño sea una opción que podamos dar y recibir; que alguien se preocupe por nosotros y que vele por nuestra salud, por más que no lo permitamos tan abiertamente; nos merecemos enojarnos y que eso le preocupe a alguien y alegrarnos y que compartirla sea un festín de sabores. Nos merecemos el sencillo placer de comer un plato que nos encante y darnos el lujo de un placer prohibido. Una copa de vino o un helado. Nos merecemos que haya otro que nos busque y que nos guste sentir allí, en la distancia exacta que nos fascina. Nos merecemos la posibilidad cotidiana de sentirnos útiles, capaces, respetados, deseados, amados, dispuestos. Nos merecemos el baile, la osadía de lo diferente, el viaje que nos encanta, el cuento que nos estremece, el libro que nos hace sacudir la cabeza asintiendo o riendo.

Sí, creo que todo nos merecemos un poco de eso y más, pero un mínimo de eso seguro. Pero, yo, tú y el del lado sabemos que no todos los tienen. Algo no estamos haciendo bien. 

sábado, diciembre 06, 2014

DDHH y democracia


Cuando pensamos en democracia como forma de gobierno muchos piensan en un sistema que garantice los derechos humanos como criterio excluyente de toda política del estado. Algo así como un esfuerzo sistemático para que estos sean defendidos, estimulados, promovidos, respetados y efectivizados. Al mismo tiempo, se piensa, que existirá un estado de alerta permanente contra todo aquello que los afecte, los ofenda, los limite o los anule. En nuestro país, de acuerdo a la decisión jurídica que se tomó los crímenes del estado contra los derechos humanos son imprescriptibles por su gravedad y por el poder que ostenta el estado contra el individuo.
En democracia, a mi entender, el crimen que más afecta a los DDHH es la corrupción y, por decisión de nuestro país, la corrupción del estado es más grave y es una cuestión que debe ser considerada particularmente. Esto, sin desconocer la importancia que tiene la corrupción que se realiza entre particulares como un problema, pero allí le caben las generales de la ley. También es un delito. Pero que en el caso del estado es más grave porque afecta el bien común y directamente afecta a los DDHH.
No podemos imaginar, ingenuamente, que un estado será ascético de toda corrupción y menos pensar que toda denuncia de la oposición es válida por solo decirlo. Esa discusión no debe negar una verdad: que el estado democrático debe garantizar un sistema de control aceitado, eficaz, rápido y contundente que no permita que el ciudadano común crea que la corrupción es una mancha de petróleo en un mar, siempre incapaz de controlarse. Algo que queda sólo sujeto a la simpatía o antipatía contras los gobernantes de turno.
Es decir, Lo que si debe garantizar la democracia es el escuchar la voz de las personas que viven bajo esa forma de gobierno. Esto implica que cuando la percepción de corrupción se manifiesta como una constante podemos afirmar que el estado no está haciendo algo por ello. En este punto donde quiero resaltar que ese no hacer contra la corrupción implica una violación flagrante de los DDHH. Podemos con retórica llevar la discusión a otro lado pero no se puede negar que la corrupción del estado perjudica directamente a la posibilidad que los ciudadanos gocen –en mayor o menos medida- de toda la amplitud de sus DDHH. Negarlo es negar la evidencia. No en vano las Naciones Unidad establecieron el 9 de diciembre, el día anterior de los DDHH, como el día Internacional contra la Corrupción. La corrupción en el estado de una democracia que se escuda con políticas públicas de necesidad por situaciones de pobreza económica y que, al mismo tiempo, muestra un enriquecimiento de la clase política sin importar su signo político, es una ecuación que responde directamente a esa sentencia de Platón: “la obra mayor de la injusticia es parecer justo sin serlo”.

Trabajar por los DDHH debe asociarse directamente al hecho incuestionable de fomentar la democracia como forma de gobierno positiva. Hoy, Saramago tiene razón cuando decía: “La democracia se ha convertido en un  instrumento de dominio del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder”. Antes de poner el grito en el cielo por la sentencia del escritor, cayendo en lugares comunes como: “que no es así” o que “otras formas de gobierno son peores”, trabajemos sobre la cuestión, para luego decir que está equivocado el escritor portugués. Si lo hacemos podremos celebrar que la democracia que construimos nunca podrá ser aniquilada por ningún poder militar y, sobre todo, prostituida por políticos vulgares, ineptos y corruptos que sólo buscan el poder para enriquecerse a costa del pueblo que está condenado a recibir sólo sus dádivas y no los derechos que le pertenecen. 

domingo, noviembre 30, 2014

Contra la violencia: educación sexual integral

El 25 de noviembre se fijó como el día internacional de la lucha contra la violencia contra la mujer. Los datos de este tipo de violencia, que podemos constatar en cualquier diario, son alarmantes. El daño que produce genera todo tipo de problemas y, sobre todo, una clara inequidad social que, sin dudas, tiene un correlato en la posibilidad que tenemos como tejido social como el que merecemos y deseamos.
Particularmente quiero remarcar una cuestión esencial que no siempre se considera. Entre las formas más eficaces de prevenir la violencia contra la mujer existe una que tiene un efecto tan grande que no sólo sirve para hacer la prevención sino que, además, ofrece el desarrollo de habilidades específicas para poder sentirnos mejor y construir una sociedad más equitativa en todo sentido. Una medida que garantizaría, si la hacemos bien, una transformación positiva de nuestra sociedad. Me estoy refiriendo a la implementación real, completa y activa de la educación sexual integral, tal como la recomienda la ley de educación sexual integral de nuestro país.
Sé que hay diferencias de percepción sobre la misma y que, a veces, podemos disentir sobre contenidos y modalidades. Sin embargo, no podemos negar algunas evidencias que establecen que cuando un programa de educación sexual integral se ejecuta de una manera activa, constante, sistemática e integrada los beneficiarios directos (estudiantes) e indirectos (familias, escuela, sociedad) avanzan positivamente. ¿Por qué? Porque aprenden a gestionar el conflicto de una manera no violenta, aumentan la autoestima, desarrollan la asertividad, estimulan la comunicación de una cultura de la paz, aprenden a manejar información adecuada y, entre otras cosas más, respetan la diversidad. 
Si, creo que si apostamos a una educación sexual integral, estaremos trabajando seriamente para evitar la violencia y permitirnos una sociedad justa, equitativa, solidaria y feliz.

Publicado en el diario La Gaceta
http://www.lagaceta.com.ar/nota/618421/opinion/-cartas-lectores.html

lunes, noviembre 24, 2014

25 de noviembre


Hoy es 25 de noviembre. Hoy es el día de Día Internacional de la Eliminación de laViolencia contra la Mujer. Así de simple, específico, necesario. Hoy no es día para grandes discursos sino para pensar que cosas aún no estamos haciendo para evitar que este tipo de violencia siga presente. Al hacerlo, seguramente, reforzaremos la certeza sobre aquello que si estamos haciendo, porque vamos haciendo cosas y eso es lo que hace el ser humano desde que existe. Con mayor o menor rapidez pero lo hace, a pesar de otros seres humanos que resisten los cambios y perpetúan las injusticias. A pesar de ello, siempre habrá seres humanos que ven la inequidad, que reconocen la violencia, que creen que ningún ser humano merece ser violentado y que para que eso pase es necesario hacer algo. 
Así que si, en este día lo intentemos nuevamente, lo hagamos con ese deseo real de lograr que día a día podamos o reducir un poco la violencia o, quizás, ayudar a generar anticuerpos para que ella, esa nefasta y cotidiana violencia, haga siempre un poco menos de daño. Es claro que deseamos que no haya más violencia pero mientras eso llegue -como expresión de deseo o de esperanza- nuestra misión está bien definida: hagamos que hay un poco de paz en el cotidiano que nos toca vivir. 


lunes, noviembre 17, 2014

Cumpleaños

Un día cumplimos años. 365 días después –o 366 en ocasiones- del último aniversario. Como suele pasar, a veces, cae lunes. Lunes con todo lo que implica. Así, se celebra de alguna forma y como se puede. Se deja, en ocasiones, la fiesta para otra ocasión o, se aprovecha, y no se hace nada dado que es lunes. Las razones siempre encuentran buenas excusas en el cotidiano.
Lo que es indudable que en ese día de cumple aparecen lo saludos; los deseados, los deseables, los indeseables –ojalá que sean pocos, aquellos que son de compromiso como quien dice buen día a la pared- y, están, también, aquellos que uno añora. Esos saludos de quienes no están por que se fueron, porque están lejos, porque se olvidaron de uno –no del día, eso no tiene ninguna importancia- o porque el antiguo cariño, amor o lo que fuera ya fue.
Un buen saludo de cumpleaños debe tener sólo un par de cosas. No más. Una sonrisa plena, aunque sea del corazón, capaz de agasajar por el simple hecho de sentirse compartiendo una alegría. De ofrecerle al que cumple años la disponibilidad del espíritu y la cercanía del encuentro. Independiente del vínculo es hacer una apuesta real por el encuentro, aunque sea tan efímero como un saludo. Lo segundo, el regalar un deseo como un intento de creer que aún podemos pensar que todo puede ser mejor, que aún vale la pena sentirnos vivos y confiantes que toda persona debería tener alguien que se alegra con uno.

El resto, la fiesta, la alegría, los regalos o lo que fuera son lindos pero secundarios siempre. Porque un cumpleaños es la prueba que tenemos que nuestra vida siempre está en relación con los demás, con aquellos que ya pasaron, que ya se fueron, que están lejos o distantes y esos otros que están cerca, sea en la proximidad del espacio, del tiempo, del sentir. En definitiva, que podemos festejar porque no estamos solos y eso, vaya que siempre es un regalo.

lunes, noviembre 10, 2014

Proezas sexuales



Todos hemos escuchado proezas sexuales en alguna conversación. Hasta, quizás, alguien las haya vivido también. Las proezas sexuales siempre entran en el territorio de la competencia, por eso de ser proeza. Cuatro modelos despampanantes, cinco adonis de abdomen perfecto, 3 sin sacarla, por todos lados, hasta orgías imposibles o una dinastía familiar como haber de coito. Entre muchas proezas que se dicen por todos lados y no están todas las posibles. Las proezas se cuentan como verdad, independiente que las mismas sean un resabio de imaginación, mucho de deseo, alguna expectativa, el relato visto o escuchado o, lo aceptemos, en algunos pocos casos, experiencias reales. Tienen el morbo de lo imposible –para los demás-  una suerte de performance espectacular que, insisto, en ocasiones hasta puede ser verdad. Lo cierto es que solo es proeza porque es excepcional, porque escapa del cotidiano para sumergirse en el espacio sagrado del mito. No necesita ser verdad, necesita ser contado como una experiencia que mezcla la historia con la leyenda. Es más se cuentan casi ignorando al partenaire que la vivió –o la sufrió- que sólo se completa con los atributos que realzan el relato. Como tal, son válidas no por haberse vivido, sino por contarse y producen un efecto en los demás que se asocia más al contador que a lo contado.
 Los comunes de los mortales, en el sexo, tienen otras actividades más comunes y no por ello menos fascinantes. Para los seres mortales comunes y corrientes, como tú y yo, las proezas sexuales son esas que se hacen en el cotidiano, con la disponibilidad del cuerpo y la entrega de los gestos, donde el placer del otro es parte de nuestro placer y el camino hacia él es la tarea que surge de la paciencia concreta en el aquí y ahora. Son las que surgen de la comunicación, de la disponibilidad, del estar atento al otro.

Así que sí, seguramente todos hemos vivido proezas sexuales. Esas que no tenemos mucho para contar pero que se inscriben como tatuajes en nuestra historia. Como el mapa secreto que nos puede conducir siempre al placer compartido.

martes, octubre 28, 2014

Poesía

La poesía siempre nos acompaña. ¡Vieron! La pueden reconocer en tantos lugares que sólo se necesita uno detenerse un instante y, allí está. Omnipresente cuando la vemos, disimulada el resto del tiempo. Atraviesa cada instante de nuestro cotidiano envueltas en sus múltiples ropajes. Un rostro, una sonrisa, una palabra, una flor, un aroma, una melodía, un recuerdo, una caricia, un deseo, un dolor, una expectativa de encuentro, un encuentro, un viaje, ese pequeño, y así podríamos agregar el sinnúmero de razones y de fuentes donde la poesía se inscribe. No, no somos poetas porque vivimos, pero, claramente, hay poesía en este mundo porque lo hacemos. 
Si, tal vez algún dolor me pueda hacerla olvidar. claro que si, la humanidad se ha empeñado en destruir la poesía, olvidarla, enterrarla, negarla, despreciarla y hasta desterrarla. Pero, aún si yo no pudiese verla más, aquel, el que me sigue, ¿porque no puede encontrarla y en ella escuchar sus voces íntimas?
La poesía siempre estará. Es parte de ese aire que necesitamos para respirar, no el los pulmones, sino aquel que nos permite el lujo de sentirnos vivos.

jueves, septiembre 25, 2014

Amores incondicionales





Hablamos de amores incondicionales con mucha libertad. En ocasiones sin medir el peso que tiene. Así, vamos por la vida declarando nuestro amor incondicional. Lo bueno es que los seres humanos los tenemos a ese tipo de amores. Lo malo, que no siempre son todos los que creemos, los que pensamos, los que decimos. A ver, que somos capaces de amar es una cuestión definitivamente probada en los seres humanos y que nos permite soñar con una humanidad mejor siempre. Algunos amarán más, otros menos, pero podemos amar. Algunos constantes, otros en una época precisa y circunstancia determinada. Pero podemos amar. Nacimos con esa capacidad. Por supuesto, que entendemos amor de maneras tan diversas que, muchas veces, incluimos sentimientos que no son tan parecidos para todos. Pero, sea como sea que lo definamos, los seres humanos amamos. Casi como una constante de nuestra vida. Dentro de esa “actitud” permanente –sí, hay un poco de expresión de deseo y esperanza en esta sentencia-, a veces, somos capaces de amar incondicionalmente.
¿Cómo lo sabemos? En realidad, lo deseable sería que nunca lo probemos. Sí, claro, porque cuando hablamos de “incondicionalmente”, estamos hablamos de sacrificio. De condiciones que serían inaceptables en la mayoría de las veces. Pero que, si entra en juego ese amor, no dudamos un instante en asumirlas. Como un hecho innegable, inevitable y sobre todo lógico para ese amor. Allí, el problema implica que no medimos siempre bien esto y así, es común, que las personas hagan sacrificios estúpidos en nombre del amor incondicional o, en ocasiones que juremos amor incondicional por esa simpatía que tenemos.
¡Diablos! Ya tenemos varios problemas. El primero que no siempre sabemos que amamos puesto que es una amplitud de cosas lo que decir esto incluye. Luego, que no siempre ese amor es incondicional –por más que lo digamos varias veces- puesto que no todos los merecen y nosotros, sobre todo, no nos podemos dar el lujo de ofrecerlo a todos y/o todas. Si esto no fuera poco, la mayoría de las veces, ¡qué suerte!, no deberemos probarlo. Puesto que lo incondicional, insisto, exige el sacrifico –de cualquier tipo pero sobre todo de aquello que nos lacera, nos mutila, nos produce una agonía, un llanto que se muestre o no, nos vacía un poco el alma-.

Si, amores incondicionales tenemos siempre. Espero que ellos nunca necesiten ser probados. Por su parte, ojalá, simplemente nos debamos contentar toda nuestra vida con mostrar en las cosas cotidianas, esas que tejen el día a día, que el amor que se siente está allí, tratando de estar cerca, con los detalles que hacen que el otro lo perciba como real, como especial y, seguramente, como incondicional.

lunes, septiembre 22, 2014

Simpatía




No soy, lo que se dice, una persona simpática. A pesar mío –algunas veces, seamos sinceros, gracias a mí- caigo más antipático que otra cosa. Será una cuestión de piel o simplemente un mambo personal. Lo cierto que no produzco de “prima facie” simpatía. ¡Vale! En ocasiones sí, lo acepto. Pero creo que mi media de interrelación cae en el lado de “soy antipático” o “no caigo simpático” que no es lo mismo, pero se entiende. Es verdad que, por mi parte, también hay gente que me cae antipático o no-simpáticos con cierta constancia. Sería, algo que podemos decir “c´est la vie”. Que es la forma sofisticada de marcar que es normal y punto. Pero, dado mi afinidad por hablar sobre estas cosas, pensé al respecto y me permito la reflexión que, que por otro lado es bien propia de los seres humanos: le damos vuelta a las cosas que nos interesa y a otras. Por ello valga la reflexión para los demás y, mucho más para mí.
La antipatía que hablamos es aquella que se define por la “portación de rostro” o “por cuestión de química” o cualquier cuestión semejante que se basa en una supuesta intuición –que tiene alguna precisión porque hemos trabajado en esa habilidad- y no como manera simple de eliminar a quienes nos caen mal o, sobre todo, a quienes nos muestran la limitación personal que podemos tener y nos impide descubrir lo que no es diferente, extraño, desconocido. Es obvio esto, generalmente, los seres humanos no somos un “Marco Polo” de las relaciones (algunos sí, gracias a Dios –como expresión). La mayoría, no nos acercamos a las personas que desconocemos. Esta falta de iniciativa, en este punto, se construye y no es espontanea. Las razones para que eso pase se esconden en nuestro cerebro (suma de experiencias olvidadas pero incrustadas, educación sesgada o centralizada en algo).

Por ello, creo, que nos merecemos, como seres humanos que precisamos al otro, hacer el training. Que no es más que ejercicios para desarrollar algo: músculos, memoria o la diversidad. No me malinterpreten –o háganlo pero háganlo sabiéndolo-, no pretendo que degustemos todo. Cada cual va aprendiendo que hay personas con las que preferimos no entablar conversación, ni contacto, ni nada. Es parte de lo hasta “saludable”. Lo que digo que sepamos porque lo hacemos. No vaya a ser cosa que por no saberlo nos privemos, necesariamente, de lo que nos produce alguna riqueza, algún cambio necesario, algún descubrimiento que estábamos necesitando, o quizás, un simple momento donde podemos hablar un rato sobre algo divertido. 

viernes, septiembre 19, 2014

Historias



Todos tenemos historias. Cosas que nos han pasado, que hemos vivido en este andar por donde andamos. Algunas de ellas son bellas otras, tal vez, no tanto. Si lo pensamos, aún en esta época de redes sociales, las historias las vivimos como podemos y las contamos como la sentimos o como queremos. Detrás de todo ello siempre están las personas que la han vivido y que, en ocasiones, hasta pueden compartir lo vivido de la misma manera. Sin embargo, cada uno es su propio biógrafo. Cada uno sabe bien qué cosas incluye en sus historias, cuales calla, cuales son una constante, cuales evitamos siempre. Pero, la mayoría de las veces no somos nuestros mejores intérpretes ya que es inevitable que no siempre seamos justos con nosotros mismos. 
Exageramos, minimizamos, deformamos, pimentamos y otras cosas sobre lo vivido. De alguna manera nos permitimos el lujo de intentar la felicidad que siempre uno espera que sea una ambición. Pero más allá de todo, de cada cosa, de cada historia, de la forma de contarlo o de decirlo, detrás hay una certeza: somos los protagonistas y con ello, nuestros pequeños o grandes miedos, nuestros diversos errores, nuestras inseguridades, nuestras preocupaciones y, también, lo contrario: la inevitable tentación de creernos dioses, la infalible convicción de aspirar a ser felices, la inocultable certeza de acertar, aunque sea algunas veces y el deseo, contenible o irrefrenable, de necesitar al otro para poder sentirnos más humanos.

Si, tenemos historias que no terminan porque somos nómades en esta vida. ¡Celebremos esto!

jueves, septiembre 04, 2014

Día de la salud sexual

El 04 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Salud Sexual con el lema: el bienestar de la sexualidad. Día que invita, esencialmente, a reconocer y validar los derechos sexuales de las personas y contribuir a lo necesario para tener salud sexual y disfrutarla. Para que esta se consiga es axial trabajar en cuatro áreas: 1] educativa: que tanto a nivel formal como no formal estimulemos, promovamos y nos comprometamos con una educación sexual integral que estimule, por ejemplo, el poder adquirir conocimientos, fomentar valores y estimular comportamientos saludables relacionados con la sexualidad; siempre partiendo del aprecio y respeto por el propio cuerpo y de promover la expresión de sentimientos como parte de los derechos. 2] Interpersonal: para favorecer que las personas puedan desarrollar y mantener relaciones significativas durante toda la vida; así, que puedan participar en relaciones sexuales consensuales, libres de explotación, honestas, agradables y protegidas; lo que implica que puedan comportamientos sexuales que sean perjudiciales para sí mismo y/u otras personas. 3] Social: que como grupo social podamos generar condiciones para que toda persona pueda afirmar su propia orientación sexual, identidad y expresión de género y defendamos el respeto a las orientaciones sexuales, identidad y expresión de otros géneros, lo que implica rechazar los estereotipos sobre la sexualidad de diferentes poblaciones y, más importante, demostrar respeto por personas con diferentes valores sexuales. 4] Sanitario: garantizar que se pueda consultar libremente sobre la salud sexual en los centros de atención de la salud.

El bienestar de la sexualidad contribuye al desarrollo de las personas y, por consiguiente, para que una comunidad sea más saludable. La salud sexual, por ello, es un derecho que tenemos. Lo exijamos, nos lo merecemos.
Artículo publicado en La Gaceta 4/9/2014 

miércoles, septiembre 03, 2014

Nuevas notas sobre los celos




Están allí, en la lectura errónea de algo. Siempre están en ese lugar. No son intuitivos, ni creativos, ni eficaces. Son violentos, son perjudiciales, son mutilantes. Es verdad, algunos lo sienten y otros no. Pero no quita, siguen siendo eso que afecta, surge como un dolor profundo que uno se hace o hace al otro. Son así. Se tiene celos por lo que uno se imagina, nunca por los hechos.  No se tiene nunca celos por una posibilidad, sino por la probabilidad. Esta diferencia no es rebuscada. Posibilidad tenemos todos de encontrarnos alguien que sea más simpático, sensual, alegre o lo quesea que nos atrajese. Esto es la vida. Probabilidad es lo azaroso. Lo primero es lo que la vida misma nos ofrece que, me gusta decirlo, de este modo: la vida siempre nos da la posibilidad de ser felices. La probabilidad es algo más de lotería. Quizás pase, quizás no y aún con muy bajas probabilidades actuamos.
Los celos están allí, en el camino a cualquier cosa que nos puede producir el placer que se perfecciona, el diálogo que construye, el intercambio que nos mejora, la franqueza que nos hace maravillosamente cómplices. Los celos nos alejan de una manera que no permite nunca que se acerque el otro porque los celos torpedean los recursos para que la intimidad pueda desplegar todos sus recursos.

Si, tenemos celos. Es bastante habitual. Pero, no aceptemos nunca que ellos son parte de lo necesario, de lo inevitable para el encuentro, para el amor, para la intimidad, para estar con el otro. Nos rebelemos todas las veces necesarias contra ellos para así poder permitirnos, indefectiblemente, la posibilidad real de la felicidad, del encuentro que permite sentirnos testigos y protagonistas de la intimidad.

martes, septiembre 02, 2014

Historia


Todos tenemos una historia. Vos, yo y ella. Todos nosotros. Una historia en la que juntamos lo que vivimos siempre contado como creemos que lo hemos vivido. En ella, y para nuestra tranquilidad tenemos testigos, muchas veces, que nos acompañan en nuestro relato, sosteniendo nuestra historia y permitiendo que ella nos pueda producir el placer de haberla vivido. En ocasiones, aceptemos, lo contrario. 
Estos testigos que forman parte de la red que construimos, ora consciente, otras casi sin querer. La que se arma con los vínculos saludables que podemos tener. Una red que, sin dudas, contempla esos momentos vitales que nos definen, en ocasiones, u, en otras, sostiene nuestra idea de felicidad.
Estos testigos que tenemos son quienes nos ayudan a velar por aquellos recuerdos que hemos atesorado por las razones que sean. 
Sin embargo, lo sabemos porque lo hemos vivido muchas veces, los testigos, por razones diferentes, se pierden o sufren amnesia o nos contradicen en los recuerdos perennes que tenemos; o simplemente se olvidan de todo para castigarnos o perdonarnos. O, quizás, nos engañamos.  Sea de un modo u otro, nos obliga a renunciar de algo que pensábamos constante.  Con ello a cuesta nuestra historia sigue y, seguramente, a pensar de ese testigo que ya no recuerda, nuestra piel -como síntesis- aún recuerda. La inevitable que nos acompaña, ruega testigos pero está siempre en nosotros a pesar de ellos, de ellas.

sábado, agosto 23, 2014

Sincronía

Hacer las cosas al mismo tiempo, es una maravilla. Lo que se llama sincronía. No tiene que ser la misma cosa sino cosas que se complementan, como un ballet, o una danza. Algo que nos magnetiza. Cuando vemos que dos personas se acompañan como complementándose uno ve en ello la magia de lo profundo. Como si el cosmos estuviese ordenado. Será por eso, quizás, que llamamos química cuando el otro –cualquier otro- parece que anticipa nuestros movimientos y nos permite una suerte de escena de patinaje sobre hielo: precisa, bella, activa y plena de riquezas.
¡Así debería ser la vida! Tonterías. La vida es lo cotidiano como constante. Lo que hacemos en cada momento, los errores y los aciertos, las alegrías y enojos. Los zigzags inevitables; los encontronazos, las molestias, los disensos y todo lo otro, o sea lo contrario a todo eso. La vida es el andar por un tiempo y espacio que nos va tocando en suerte procurando disfrutar, sentir, creer, vivir, comunicar, amar y más cosas.

En esa vida, la que vamos andando, vale la pena procurar la sincronía. ¡Of, course! Lo digamos, pero eso implica comprender que, como comunes mortales que muchos somos, hay que “laburar” para ello. La sincronía no es una cuestión de ilusión, es trabajo constante para el otro, con el otro, por el otro. Así, no haremos alquimia, sino encuentro, no haremos engaños, sino certezas y así, seguramente, el andar por la vida será la aventura por el camino que dicen lleva a la felicidad. 

viernes, agosto 22, 2014

La síntesis



Mi padre decía que la síntesis era una actividad maravillosa. Porque hilaba las partes de algo para formar un todo  pero, para él, se realizaba con tal creatividad que surgía, inexorablemente con una marca de identidad. Algo así como cada uno tiene sus propias síntesis. Que no es lo mismo, valga aclarar, que cada uno tiene su propia versión. Veamos, una síntesis es un esfuerzo para reflejar algo de manera que el otro lo perciba con la suficiente claridad, contundencia y comprensión. Es decir, uno cuenta lo que ha percibido, procurando que ello se acerque a lo que todos han podido percibir. Pero la síntesis, como hecho creativo, introduce ese trazo personal, una suerte de firma intelectual, que, en pocos casos, es irrepetible.
La síntesis es el esfuerzo interior por el otro, sintetizamos porque el otro está allí y lo reconocemos. Es la apología del diálogo puesto que una síntesis muestra algo y por más que está cerrado se abre a lo nuevo, a quien la recibe. Es más, podemos decir que una buena síntesis es la que permite que el camino, en este caso intelectual, siga. Algo así, como en bioquímica, que definen la síntesis como “proceso de obtención de un compuesto a partir de sustancias más sencillas”.
Si, es la síntesis algo maravilloso que no surge por querer hacerlo sino por empeñarse en intentarlo. Esto implica procurar que el otro, ese otro necesario, fundamental, ineludible, nos acompañe y al hacerlo nos permita hacerlo, y, luego, otros más. No por nada la poesía, la creatividad como intento mágico de síntesis, se basa en poder hacer que todos percibamos algo que nos evoca lo que nos compromete.

Procurar la síntesis, no implica, claro está, ser sintéticos. Buscar la síntesis es explorar en nuestra mente la alquimia para trasmitir un todo desde nosotros mismos a otro. Un “otro” que, ojalá, reciba el esfuerzo como un presente.

jueves, agosto 21, 2014

Día a día


Día a día que pasa somos un poco más viejos. Así es la vida misma. Nacemos y comenzamos a utilizar todos los días que “están en nuestro calendario”.  Y, como hecho curioso, sabemos los que nos quedan atrás  y nunca los que nos quedan delante. Pero para adelante programamos, soñamos y deseamos. Para atrás, la memoria nos permite añorar, recordar y demás. Pero uno y lo otro lo hacemos hoy, aquí y ahora. Si, la vida es presente y envejecer es, solamente, haber utilizado el día de hoy como sea.
Luego, con el tiempo, vamos viendo en detalles que ya no somos tan jóvenes. Es tan normal que no tiene ningún sentido no reconocerlo. Como tampoco es correcto pensar que ya paso lo mejor, aun habiendo pasado lo magnifico y excelso. La vida, o sea lo que nos queda para adelante, siempre tiene la capacidad real de producir fiesta, júbilo, éxtasis y así catalizar cualquier cosa en nuestra felicidad. Así de simple.

Una capacidad efectiva de suplir nuestras carencias –muchas reales, concretas y ciertas- por un abanico de cosas que nos permiten que la vida misma siga siendo la posibilidad magnífica del encuentro con el otro, de la comunicación en sus opciones, de las emociones como prueba de estar. En definitiva de sabernos aquí y ahora con la felicidad, o sus opciones, a nuestro lado. 
Así, la vida misma que se tejen en nuestras vivencias vividas -muchas de ellas añoradas, que nos da fuerzas en nuestros momentos vitales, nos garantiza, como debe hacerlo la esperanza, que el futuro aún podemos escribirlos un poco mejor, independiente de lo que ya hemos vivido. Por ello, hoy, será nuevamente un buen día.

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