sábado, julio 29, 2017

Excitación y deseo

Pensaba en la siguiente premisa: si la excitación es central para una respuesta sexual óptima, es el deseo el que hace que la vida sexual sea maravillosa. La excitación como tal  (erección en el hombre, exudación en la mujer, simplificando mucho) garantiza que la respuesta sexual se pueda concretar, es más hasta en la misma se puede gozar. Una buena respuesta sexual es formidable e implica una dimensión de la sexualidad que se debería disfrutar siempre mucho más, el sexo en su sentido más conocido. Es decir, que el pene esté erecto y la vagina bien húmeda para que la penetración sea genial y maravillosa. 
Esa mirada “coitocéntrica” es algo que se busca y, obviamente queremos, principalmente los heterosexuales (también simplificando aún mucho más). Aún en la visión amplia de la sexualidad, el coito mencionado ocupa un lugar importante. Esto no conlleva, obviamente ninguna reducción a solo esto.

Pero es el deseo lo que hace que la vida sexual sea una forma constante de descubrir más caminos para que nuestra esencia de seres eróticos se expanda inexorablemente. Es más, diría que lo único que puede mantener una relación sexual intensa durante un periodo largo es el deseo como forma de saber que ese cuerpo de esa persona que está en ese momento contigo sea ideal para recorrerlo con el gozo de hacerlo. 
Es el deseo que empuja a imaginar cómo real lo que podría parecer imposible. Es el deseo que se anima a fantasear y, con ello, cultivar el gozo, por más que sea sexo simple. Es el deseo quien permite que alguien pueda ocupar el tiempo para besar, acariciar y volver a hacerlo sin prisa y sin pausa. No es la excitación. Aunque, esperemos que la excitación aparezca todo lo necesario para poder hacer que la respuesta sexual sea óptima, sabiendo que la respuesta incluye la excitación y otras cosas.
El deseo es quien permite que la previa sea excitante, lo que hace que el camino al gozo sea posible. Es el deseo quien permite que el placer sea una forma constante de encontrarse con el otro, a través de los sentidos, a través de lo palpable y, valga señalarlo, también de lo intangible. La suma de eso hace que el placer sea una forma más de estar luego que la excitación cumplió.
Por ello si quieres una vida sexual plena, cultiva tu deseo siempre. La respuesta sexual no será un problema, pues aun cuando pueda haber algún inconveniente relacionada con ella, de cualquier tipo, tendrás más recursos para resolverlo, superarlos y siempre en el camino disfrutar el gozo de saberte capaz de orgasmear siempre. Así que nos excitemos todo lo que queramos, montados sobre el deseo, así, seguramente, tendremos "más sexo del bueno".

domingo, julio 23, 2017

Abrazar

Los gestos que nos acercan al otro son siempre simples, capaces de ser reproducidos infinitas veces. Son, en realidad pocos gestos, que parecen que se hacen iguales cada vez que lo hagas, con quien lo hagas. Así un beso, dentro de su abanico de posibilidades, tiene una forma, digámosle, anatómica y fisiológica de hacerse que se repite con un margen estrecho de diferencia. También es así con las caricias y con el abrazo. Sin embargo, los que los experimentamos a ello (¡ojalá todos!) sabemos que hay una diferencia esencial. Que ni un beso, ni una caricia, ni un abrazo son los mismos, por más que se repite, inexorablemente, lo que hacemos.
Creo, que todos esos gestos suelen tener una suerte de ADN muy preciso. En el caso del abrazo como una “impresión” muy clara de la abrazada. Será, tal vez, porque siempre implica el dejarse abrazar (de nuevo se puede extrapolar para los besos o las caricias o, en definitiva, para cualquier gesto de sentir.
El “ADN afectivo”, por ponerle un nombre que evoque la especificidad, se arma en este caso por la suma imposible de quien  abraza y de quien se deja abrazar. Quizás es la esencia de lo que Pablo Neruda, como poeta, sintetizara al decir que “En tu abrazo yo abrazo lo que existe”.
Además, señalemos una evidencia, por más que algo se repita casi matemáticamente nunca es lo mismo a nivel afectivo. Algo así como si “nunca te bañas en el mismo rio”, nunca jamás abrazas igual. Así, jugando un poco con los símbolos, digamos que un abrazo es una ecuación casi matemática donde la precisión existe pero obviamente se olvida. Uno abraza a otro y solo puede hacerlo perfecto cuando ese otro se deja abrazar.
Como siempre sostenemos, el sentir nunca tiene como condición la reciprocidad, aunque esta es excelsamente maravillosa y genuinamente estimulante. Pero, no obstante ello, hay gestos que precisan siempre el otro, que recibe, consiente y nos devuelve, sobre todo, su presencia y la fragancia del momento.
Abrazar a alguien, es permitir que ese gesto simple, sea, en ocasiones, un canto al encuentro un poema de vida, que en otros casos, sea la prueba de la certeza de la confianza, que siempre contenga la disposición del espíritu para elevarse y que, en ciertas situaciones, ofrezca la posibilidad de “unir las partes que están rotas”.

Así que cuando abracemos, dejemos lo mecánico, eso es lo fácil, y procuremos  la orfebrería de lo que nos hace humanos, encontrarnos con el otro, que a su vez, nos deja ser “otro”.

viernes, julio 14, 2017

Fetiches

En el sexo estar desnudo es parte del escenario posible, como lo es adorar la desnudez, puesto que ella es la forma de sentir que la intimidad es un lujo que construimos artesanalmente. Es la desnudez máxima la forma de establecer vínculos que el sexo lo puedo confirmar. Uno mismo y cada pareja precisa aprender que la desnudez compartida es la simple y profunda elocuencia que puede ser la portavoz en lo que se refiere a encuentro, a sentimientos, a pasión, a interés y a la seguridad que da la fragilidad protegida. 
Sin embargo, somos seres que disfrutamos –o deberíamos disfrutar- todos los sentidos y con ello ser capaces de sumergirnos en esos estímulos que son capaces de hacer la desnudez que llegará tenga un camino que nos haga sentir que todo es parte de un lujo de poder compartir.
En ese camino obviamente los fetiches tienen un lugar preponderante. Aclaro fetiches es una forma de incluir cosas (detalles, vestimentas, accesorios) que no son juguetes sexuales sino que estimulan el deseo desde el atractivo visual, principalmente, aunque no el único sentido en juego.
Entre los fetiches que siguen teniendo un peso enorme en la relación heterosexual (en este lugar me posicionó y lo hago desde el lado masculino, valga aclararlo) anoto -sin pretender ni ser exhaustivo, ni ordenado- lo siguiente: los tacos agujas (sandalias o botas indistintamente, pero estas últimas mejor bucaneras), la lencería provocativa, las tobilleras, las transparencias y las faldas cortas -aún más cortas de esas que te imaginas- y las largas que tienen ese tajo imposible, las prendas que muestran un hombro, los colores vivos, salvo el cuero que puede ser cualquier color, el látex  (con limitación puesto que es más para otras fantasías), las medias negras de seda (¡cómo pude olvidarme!). Comprendo claramente que es una concesión de la otra persona y por ello parte de tres cuestiones muy concretas. Esas son las cosas que debemos tener en cuenta antes que nada:
1-      Es un ofrecimiento que hace una persona porque hemos sido capaces de decir que lo deseábamos o que lo usará si es que lo mencionamos. Es decir, hay que hablar, hay que comunicar. Todo aquello que mejora la comunicación mejora el sexo. La comunicación es el uno de los caminos que acrecienta el compromiso.
2-      Puede ser que la otra persona no le guste en particular algo de esto o le resulta incómodo, si así lo fuera, le demos valor cuando decide hacer esa concesión. El sexo es mejor cuando pensamos un poco más en el otro y en su placer. Esto implica la contraparte, que el otro también lo haga. Esto es quizás la llave para que la pasión sea una forma constante de encontrarse.
3-      Esto nos da el tercer elemento. Debemos pensar que al pedir (sea con palabras, con sugerencias o con la disposición del otro para saberlo) también debemos estar dispuestos a hacer lo mismo. O sea, también hagamos concesiones. Esto es lo que se da cuando la intimidad es una forma de estar con el otro, de buscarse y de permitirse ser.

Pues en esa lógica, quizás el gozo del sexo, sea algo tan lógico como obvio cada vez que lo hagamos.

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