martes, marzo 31, 2020

Tres poemas


El tacto

Oídos que no escuchan,
ya asumidos de carencia.
Ausencia vital convivida.
Pero el tacto, tan vivido,
¿será duelo su ausencia?




Esperanza

Esperanza hecha pasado,
de caricias dadas en ayer.
Esperanza hecha súplica,
que el beso sea el futuro,
Esperanza hecha sueño,
que los abrazos sean ya.



Deseo

Desear cuando es imposible.
Cuando la distancia es justa,
pero la vemos infinita y aquí.
Desear cuando horada la piel.
Sentir la presencia que no es.
Cubrir con soledad al deseo.
Creer que puede sobrevivir.
Soñar que seremos lo soñado.
Desear, como rezo de mañana.

miércoles, marzo 25, 2020

Soledad


Una sola palabra para una sola cosa es lo lógico. Sin embargo, el ser humano no sigue esa lógica para todo lo importante. Efectivamente, si tomamos la lista de las palabras más esenciales para su vida: amor, amistad, placer, felicidad, soledad, intimidad, compañía, por citar las que se me ocurren, vemos que ellas son definitivamente polisémicas. Sabiéndolo lo mantenemos. Entonces, me pregunto: ¿Estaremos siendo justos llamándolas iguales a quienes no lo son? O peor, ¿Por qué nos guardamos esa coartada con estas palabras?
Hoy tomemos soledad. Todos la vivimos alguna vez. A veces como necesidad, otras como deseo, otras por castigo, también está por imposición, por dolor, por incapacidad, por tiempo, por personalidad, por formas, por antojos, por caprichos –de uno y el otro-, por varias razones, nunca infinitas. Nacemos solos y morimos solos por más que nos rodeen, nos acompañen, nos esperen y nos retengan. Pero nos toca solos la experiencia.
Pero allí andamos con una sola palabra para un pequeño universo de sentires, saberes y haceres. Así, pues, como me decía una amiga, están por elección, forzadas, disfrutadas, padecidas, irremediables, silenciosas, ruidosas y aun se puede seguir. La misma palabra para tantas cosas que no tienen mucho que ver. A veces, hasta son opuestas.
Lo cierto que andamos por la vida desde una soledad hasta la otra y, en el medio la degustamos como nos sale. Algunos, hemos aprendido a disfrutarla más que sufrirla, otros, lo sé, lo contrario exactamente. Frente a ello hacemos lo que podemos. No siempre lo mejor, eso está claro, porque la soledad se termina cuando la compañía se hace verdad y para ello debemos permitir la intimidad, en alguno de sus sentidos (otra palabra polisémica). Eso nos cuesta, porque no es, por naturaleza recíproca, sino artesanal. Porque aparece cuando aparece por más que se edifique con esa disponibilidad y bancabilidad que alguna vez mencioné.
La soledad, sigue siendo una de nuestras formas de estar en el mundo. En sí mismo no es más que la forma de acompañarnos, de compartir o de lo que fuera. Sólo lo hacemos con nosotros, con quien, se supone, conocemos más que nadie. Sabemos -¡Deberíamos!- de nuestros deseos, de nuestros miedos; de nuestras convicciones; de nuestras certezas, nuestras inquietudes y de las dudas que nos sacuden. Quizás por eso, sólo hay una palabra  para llamar a ese instante –dure lo que dure-.  Este instante donde compartimos el todo con nosotros mismos, quizás sea solo soledad y punto.
Pero, ¿entonces? Quizás la repuesta sea aún más fácil, más simple, más elemental. La soledad solo toma importancia en la capacidad que tenemos de gestionar lo que en ella siempre está: el uno mismo y, plagiando, “su circunstancia”.

martes, marzo 24, 2020

Cariño


La vida enseña tantas cosas y, la mayoría, la descubrimos con detalles y la construimos sin darnos cuenta, al principio. Casi como un reflejo. Luego hay que pulirla. Así respiramos y, yoga por medio, años después nos damos cuenta que hay una mejor manera de hacerlo. Sin embargo, hasta que el yoga nos llega, seguimos respirando. La necesidad, o la naturaleza, nos impulsa a ese gesto vital.
Simplemente somos humanos porque ejercemos esa condición desde la cuna y la vamos perfeccionando (no siempre, lamentablemente) desde que van apareciendo los estímulos para ello. Desde hablar, hasta relacionarnos. Desde el cariño hasta el sexo (cuando se puede). A veces con más información previa, otras, simplemente porque sale así.
No por nada, casi todos los humanos, en algún momento se hacen preguntas, reflexionan y escarban recuerdos, desarrollan deseos, intentan proyectos, se aíslan, se buscan y todo ello que hacemos en el día a día (ojalá) o cada tanto.
Buscamos presencia, la ofrecemos. Aún queriendo pasar desapercibido. Algunas de ellas las notamos, otras las ignoramos o no la vemos, solamente. Pero allí está la humanidad en sus reflejos hechos acciones para el otro, con el otro, por el otro.
Entre ello, el cariño, como la forma elemental de encuentro que el ser humano recibe (déjenme escribir el “siempre”, sabiendo que la tragedia también es una opción humana) desde que nace. Pero luego lo aprendemos con desigual enseñanza y con laxa certeza. Vamos tentando formas de recibirlo y de ofrecerlo. Lo aceptamos con singular y diversa prestancia. El cariño está allí y vamos a su encuentro o lo eludimos con abnegada dedicación.
El cariño nos identifica como especie, aunque no lo hagamos nunca. Forma parte de nuestro ADN real. Podemos ser discapacitados para ello, para darlo o recibirlo; podemos hacer el titánico esfuerzo –luego del hábito, la simple rutina- de ignorarlo. Podemos hasta incluso confundirlo y usarlo como moneda de cambio, como manipulación o como retorcida estrategia de encuentro. Pero, sea de un modo u otro, allí está, omnipresente en nosotros. Su presencia y su ausencia denota que es nuestro, como especie.
En esta cuarentena que tanto nos genera, sugiero que el cariño forme parte de nuestra forma de estar, pensar y sentir. Pensemos un poco más en ese cariño que nos privamos sin sentido, de ese cariño que ansiamos sin saberlo, de ese cariño que se multiplica al darlo, de ese cariño que no hace daño, sino, nos enaltece. Hasta hagamos una lista a quien le debemos –lo necesitamos- un abrazo, un beso, una caricia, una ofrenda de cercanía, un ofrecer intimidad, un fluir de nuestro ser.
Quizás así, cuando la cuarentena termine, cuando la rutina nos vuelva de nuevo seres abocados al instante que vivimos, quizás el reflejo sea acción y entonces, el cariño sea la verdadera forma de ser humanos que nos merecemos.

domingo, marzo 22, 2020

Pandemia


Real. No de ficción. Pero, en la mayoría, aún sin que toque nuestra puerta. Cerramos la puerta y está allí afuera. Esperamos, con el sentido exacto de esperanza. Esa que va contra la probabilidad, porque se basa en el deseo que algo pase contra la lógica real y si con la lógica de lo que queremos. Esperanza que como nunca construimos con ese poco de nada que tenemos y que es tanto: nuestros deseos mezclados con el recuerdo de lo mejor y la promesa de aún ser mejores. En medio de ello estamos, con nada, a veces aislados, solos pero comunicados, otras, solos de estar solos.
Así estamos, haciendo lo que se puede, pensando lo mejor que nos sale y creyendo en lo que sea que ya vendrán mejores épocas. 
En eso, el WhatsApp omnipresente pero no ocupando todo, porque el todo lo ocupa la preocupación por esas personas que sólo queremos que estén bien; lo ocupa nuestras propias carencias, necesidades, proyectos o lo que fuera. Pero el WhatsApp está allí, mostrando aspectos de los demás. Sobre todo, en grupos, donde se exhibe lo que hay, en ocasiones, varias, muestran detalles donde leer un poco entrelineas lo que les pasa en la cabeza y en el comportamiento.
Cuanto todo esto termine, alguna normalidad volverá. Pero ¿Cuál? Es una pregunta. ¿Seguiremos viendo iguales al otro? ¿Demoraremos poco en intentar que nada paso? ¿Qué cicatriz nos quedará de aquellos que mostraron su violencia en las redes, su desatino, sus miedos?
Pero, sobre todo, quiero pensar, ¿Qué efecto nos producirá todo lo que nos estamos privando?: esos abrazos, esas caricias, ese sentir que no puede hacerse piel, esa ausencia, esta soledad. 
¿Cuándo todo pase, volveremos a olvidarnos que somos seres que precisamos al otro? Nuevamente trataremos de eludir una máxima que sale con obsesión: el cariño se lo muestra, se lo ofrece, se lo da, se lo recibe, se lo busca, se lo pide, se lo entrega. El cariño nos hace ser humanos.
Si no lo creemos así no podrá ser realidad cuando la pandemia sea ayer. Por ello, aprovecha y haz tu lista de todo lo que quieres hacer con alguien. Cosas simples, cosas cotidianas, cosas que sólo merecen lo que hoy tenemos y aquello que no podemos hacer: tiempo y cercanía.

viernes, marzo 20, 2020

Tareas escolares en cuarentena



A veces nos pasa que creemos que algo es importante por la idea que tenemos y, con ello empezamos a renegar porque parece una carga. Nos desesperamos. Eso parece que es en relación a las tareas escolares que mandan los docentes para nuestros hijos en esta cuarentena. Como que nos desesperamos por ello, cuando en realidad es una oportunidad increíble. En un mundo donde todo está alterado, donde las rutinas desaparecieron de una noche a la mañana siguiente,
nos encontramos todos en una situación que no esperábamos. Así los niños, nuestros niños también. No terminan de dimensionar lo que pasa y eso es algo positivo, porque da tranquilidad. 

En este escenario, las tareas son una forma de darles una rutina mínima, de mostrarles que el mundo aún está en su orden y que las circunstancias no cambian todo: Hay que seguir haciendo las cosas. Nuestra estupidez es creer que la tarea es fundamental en sí misma y que el resto, es secundario. Es al revés, aprovechemos la tarea para que mantengan una rutina, una forma de estar tranquilos y, en segundo lugar, que bueno si aprenden algo en el trayecto. Siempre decimos que todos los días se aprende, lo pongamos en acción, entonces.
No se trata de un castigo que nos impusieron, se trata de una oportunidad de hacer que nuestros niños puedan seguir saboreando una porción de normalidad, de la maldita rutina que nos hace renegar, pero también, crecer de modo positivo. Obviamente no creamos que la tarea es lo más importante, pero no la menospreciemos, es un lujo poder tenerla y que nuestros hijos la puedan hacer, porque así, luego, pueden interrumpirla para jugar, descansar y todo ello.
Si, está claro que cada realidad es diferente, que cada uno sabe dónde le aprieta el zapato. En eso no entro ni salgo. No me compete. Sólo creo que es bueno recordar que nuestros hijos pueden ser más felices en la medida que saben que el mundo que les toca tiene un orden, una lógica, un sentido y que crecer es una forma de recorrer la vida misma.
Así que benditas tareas que nos dan un poco de rutina en este caos. Quizás, sea una de las formas de hacer que ellos mantengan el entusiasmo, porque luego de toda rutina, el juego imprescindible, tiene un sabor maravilloso. Todos los que hemos sido niños lo sabemos.

martes, marzo 17, 2020

Besar

Es más que los labios sobre donde decidas y te acepten. Es una forma posible de diálogo. Un gesto que oscila entre esa pequeña nada y una gran intimidad. Porque el beso es la amplitud de los sentidos condensada en un gesto que es lo pasajero que puede ser o la puerta que abre donde estar un momento de eternidad efímera.
Besar es más que los mucosa, músculos y saliva. Es comunicación que podemos hacer, descubrir, perfeccionar. Tiene los múltiples sentidos que podemos crear y, con ello, imaginar universos y, valga decirlo, crearlos.
Besar es animarse. La intencionalidad puesta a prueba. El consentimiento como norma, la disponibilidad como energía, la intimidad como intuición. El otro como necesario, imprescindible, importante. Uno como participe presente, activo y dispuesto. Siendo, siempre, el otro y uno casi al mismo tiempo.
Besar es una prueba más que la humanidad tiene las herramientas para ser mejor. Para ser, definitivamente, superiores. No como dioses, sino como humanos que comprenden que el otro es nuestra salvación.
Besar con cariño, con deseo, con respeto, con decisión, con intimidad, con dedicación. Besar presente, besar con seriedad, besar con gentileza, besar con humor, besar casi al pasar, besar decidiendo estar. Besar con los límites del otro, sin límites propios.
  

Besar, imaginar haciéndolo, intentar hacerlo –siempre con el consentimiento – descubrir sensaciones, desear besar, aunque parezca imposible, intentarlo con las ansias de ver los sentidos, ofrecerlo con la generosidad de saberlo importante. Besar, porque nos hace humanos y porque al hacerlo, quizás, seamos, muchas veces, un poco más humano, un poco más evolucionado.

sábado, marzo 14, 2020

Opinar



Necesidad de opinar. Necesidad de decir cosas. Necesidad de tener la posta. Necesidad de ser la voz triunfante. Necesidad de aliviar la conciencia. Necesidad de ser reconocido. Necesidad de hablar. Necesidad de ser quien no miente. Necesidad de mostrar la visión integral. Necesidad de imaginar que uno puede ser todo.
De repente el WhatsApp, una manera increíble de comunicación que surgió y que nos permite la magia de estar conectado a pesar de la distancia. De poder ver ya mismo lo maravilloso. Pero también esa capacidad de hacer circular lo que sea. Una herramienta increíble que es manejada por seres humanos, por ello, como cualquier cosa que este maneja, es útil, eficaz, genial, capaz de hacer el mundo mejor, pero, aunque no nos guste, inútil, ineficaz, desastrosa y capaz de producir daño.
Así, sin que nos quepa responsabilidad alguna, transferimos noticias, enviamos audios, chiste de dudosa percepción social, frases apócrifas de sutil ignorancia supina, enunciados políticos construidos con una vulgar capacidad de razonar, reenviamos lo que nos llega sin cotejar casi nada (ni siquiera si en el grupo otro ya lo envío), emojis que pretenden darle fuerza a lo que no lo tiene y podemos seguir. Compartimos no lo que es necesario, muchas veces, sino lo que nos sale, por nuestro propio ego o por nuestra propios límites.
Esta nueva situación del coronavirus abre otra vez el juego del “¿yo quiero ser protagonista y usted?”. Así, como herramienta más de distribución se reciben videos, audios, opiniones potenciales, pedidos y amenazas de personas que se presentan como cultas, instruidas y con gran saber que siempre tienen la justa, siempre pretenden dar razones válidas para todo, diciendo lo que nadie más sabe, contando su pequeña, a veces pobre experiencia, como un mandato divino que nos protege o extrapolando datos sin más. O, en ocasiones, nos alarman a partir de lo que es tan contextual que no nos puede pasar, por más que nos pasen cosas graves.
En el medio de todo eso adultos, que se dicen responsables pero que, en demasiados casos,  sólo atinan a invadir con preguntas y respuestas que únicamente apuntan a los convencidos. ¿Es que nadie se dio cuenta como se nutre, en los grupos de WhatsApp a los mensajes absurdos que no construyen y desfilan con una locura insana?
Pero, bueno, la pregunta importante sigue siendo: ¿Por qué creemos que la nueva generación hará diferente sino le enseñamos la cordura frente a la mala información o desinformación, a gestionar las emociones, a mejorar el pensamiento crítico y a desarrollar la comunicación del modo más eficaz?

domingo, marzo 08, 2020

Mujeres. Humanas.



 Porque no hay una, sino muchas. Porque no es porque pueden ser únicas, sino porque son diversas y eso, es para celebrar. Porque estoy convencido y necesitado que sus derechos sean siempre más derechos. Porque creo que la equidad es urgente y que ellas son el sello de certeza sobre esa necesidad.
Si, la revolución femenina es la revolución que la humanidad siempre precisó. Una revolución que sólo la puede engendrar, como siempre, la esencia de la mujer únicamente. No, no es que la otra parte de la humanidad, donde estoy incluido, no sean capaces de tanto y de mucho. Estoy convencido que lo femenino es algo distintivo de nuestra especie y que, en ello, radica el espíritu de la revolución inevitable que podemos situarla en cualquier gesto que tuvo una mujer en pos de esa equidad.
No, no comparto todo lo que puedan decir, pero en eso mi opinión ni importa. Sólo es una opinión y punto. Pero si comparto la lucha por los derechos, porque esos derechos son los que pueden hacer que todo sea mejor para el mundo. Derechos a la equidad, derechos a la salud, derecho a decidir, derecho a estar y hablar, derecho a recibir y dar. Derecho a guiar, a dirigir. Derecho a todo lo que sea necesario para un mundo justo, equitativo, libre. Un mundo que no podrá llegar, valga señalarlo, nuevamente, si no hacemos tantas cosas. una de ellas sigue siendo la urgente necesidad de una Educación sexual integral.
Este día de la mujer, donde los derechos se siguen buscando, encontrando, defendiendo, consolidando, pero también, discutiéndolos limitándolos, negándolos, afectándolos, ignorándolos, quiero sumar mi pequeña voz y mi pequeño esfuerzo a esa voz enorme de mujeres que los pide, los exige, los hace realidad contra viento y marea. La humanidad toda lo necesita.







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