Real. No de ficción. Pero, en la mayoría, aún sin que toque nuestra puerta. Cerramos la puerta y está allí afuera. Esperamos, con el sentido exacto
de esperanza. Esa que va contra la probabilidad, porque se basa en el deseo que
algo pase contra la lógica real y si con la lógica de lo que queremos. Esperanza
que como nunca construimos con ese poco de nada que tenemos y que es tanto:
nuestros deseos mezclados con el recuerdo de lo mejor y la promesa de aún ser
mejores. En medio de ello estamos, con nada, a veces aislados, solos pero
comunicados, otras, solos de estar solos.
Así estamos, haciendo lo que se puede,
pensando lo mejor que nos sale y creyendo en lo que sea que ya vendrán mejores
épocas.
En eso, el WhatsApp omnipresente pero no ocupando todo, porque el todo
lo ocupa la preocupación por esas personas que sólo queremos que estén bien; lo
ocupa nuestras propias carencias, necesidades, proyectos o lo que fuera. Pero el
WhatsApp está allí, mostrando aspectos de los demás. Sobre todo, en grupos,
donde se exhibe lo que hay, en ocasiones, varias, muestran detalles donde leer un
poco entrelineas lo que les pasa en la cabeza y en el comportamiento.
Cuanto todo esto termine, alguna normalidad volverá.
Pero ¿Cuál? Es una pregunta. ¿Seguiremos viendo iguales al otro? ¿Demoraremos
poco en intentar que nada paso? ¿Qué cicatriz nos quedará de aquellos que
mostraron su violencia en las redes, su desatino, sus miedos?
Pero, sobre todo, quiero pensar, ¿Qué efecto
nos producirá todo lo que nos estamos privando?: esos abrazos, esas caricias,
ese sentir que no puede hacerse piel, esa ausencia, esta soledad.
¿Cuándo todo
pase, volveremos a olvidarnos que somos seres que precisamos al otro? Nuevamente
trataremos de eludir una máxima que sale con obsesión: el cariño se lo muestra,
se lo ofrece, se lo da, se lo recibe, se lo busca, se lo pide, se lo entrega. El cariño nos hace ser humanos.
Si no lo creemos así no podrá ser realidad cuando la pandemia sea ayer. Por ello, aprovecha y haz tu lista
de todo lo que quieres hacer con alguien. Cosas simples, cosas cotidianas,
cosas que sólo merecen lo que hoy tenemos y aquello que no podemos hacer:
tiempo y cercanía.