jueves, noviembre 17, 2022

Vida y muerte

 

Está siendo habitual, en estas épocas, que algunos activistas vayan a los museos a tirar un producto contra algunas obras de arte famosas, como un modo de llamar la atención sobre el grave problema que existe por el cambio climático. Esta semana le tocó a "Muerte y vida", de Klimt. Esaas personas optaron por este mecanismo para hacer una denuncia que creen –nosotros también la creemos- válida, urgente e imprescindible. Sin embargo, eligieron una de las formas contra las que uno se opone completamente. Efectivamente eligieron el, para nosotros popular e indefendible, escrache.

Veamos la secuencia de datos que podemos disponer: En primer lugar, hay una causa muy sensible y necesaria para la humanidad. Esto es cierto, ya que es indudable que el cambio climático, que nos afecta a toda la humanidad presente y futura, es un problema sobre el que debemos hacer algo con rapidez. Existen cumbres y acciones concretas en varios lugares al respecto. No todas las personas de la humanidad son negligentes y no todos los que tienen poder solo promueven el daño. Ese pensamiento no sólo es negativo, sino erróneo. En su libro “En defensa de la ilustración” el autor Steven Pinker, con datos sólidos, muestra que no sólo se han hecho cosas, sino que hemos avanzado en el buen sentido. Antes que nadie vocifere, avanzar en la dirección no es haber llegado, sino tener claro donde ir. ¿Todos? Claro que no, aún hay gente que prioriza lo propio –sus riquezas y su cuota de poder- más que el bien común. Pero esto es algo inevitablemente humano.


Lo segundo, frente a un problema grave, en este caso el daño que produce el cambio climático, decido hacer algo de mucho impacto para generar conciencia y decirles a los poderosos que hacen daño, remarcarcándoles que lo importante es la humanidad y no la riqueza a cualquier precio. Por eso, por ejemplo, podemos constatar que el ser humano ha demostrado, con mucha persistencia, que es capaz de crear una cultura de paz, una conciencia de belleza, sin destruir lo que ve, lo que los demás aprecian. Entonces los activistas reflotan un principio real: la humanidad conoce ha podido y puede, en tantas ocasiones, alterar el curso de la destrucción. No por nada, el ser humano ha producido arte, como una forma de mostrar no solo su sensibilidad sino de estimularla como uno de los dispositivos para crear un mundo mejor.

Lo tercero, como no me escuchan en mis alegatos, llamo la atención. Para eso, elijo el camino que creo el más productivo para ello, sea por mi objetivo, sea por la publicidad que genero para poder hablar. Así elijo hacer este enchastre en una obra de arte que algún ser humano, con una sensibilidad particularmente exquisita, produjo y que sigue generando que tantas personas crean que la sensibilidad frente a la alteridad (porque el arte sigue siendo eso) es clave para cambiar el mundo. O sea, como camino para denunciar lo justo, lo que hace daño a todos y todas, optó esta gente elige hacer daño y crear injusticia. No eligieron hacer una ronda y cantar canciones ecológicas frente al cuadro, sino procurar poner incomodos a ocasionales visitantes y tomar el riesgo de dañar una obra de arte. O sea, un escrache en todas las reglas, el efecto negativo y vicioso que nace, como vimos, de un reclamo justo. O sea, lo que esta gente hizo no es otra cosa que tomar la justicia por sus manos, sin apelar a ninguna justicia humana como posible solución. No hay forma, para mí, que esto tenga sentido.

El último cuadro “ultrajado” como dije fue “Muerte y vida” de Gustav Klimt. Pues valga como metáfora. Entre la vida y la muerte el ser humano es capaz de todo lo que pueda. Ojalá que nuestra vida sea capaz de pasar defendiendo las causas justas siempre, promoviendo el arte como un recurso imprescindible, concretando acciones para que el mundo sea mejor y haciendo el menor daño posible. Justo lo que estas personas no logran hacer. Ni tampoco en cualquier escrache, valga decirlo.

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