Está siendo habitual, en estas épocas, que algunos
activistas vayan a los museos a tirar un producto contra algunas obras de arte
famosas, como un modo de llamar la atención sobre el grave problema que existe
por el cambio climático. Esta semana le tocó a "Muerte y vida", de
Klimt. Esaas personas optaron por este mecanismo para hacer una denuncia que
creen –nosotros también la creemos- válida, urgente e imprescindible. Sin
embargo, eligieron una de las formas contra las que uno se opone completamente.
Efectivamente eligieron el, para nosotros popular e indefendible, escrache.
Veamos
la secuencia de datos que podemos disponer: En primer lugar, hay una causa muy
sensible y necesaria para la humanidad. Esto es cierto, ya que es indudable que
el cambio climático, que nos afecta a toda la humanidad presente y futura, es
un problema sobre el que debemos hacer algo con rapidez. Existen cumbres y
acciones concretas en varios lugares al respecto. No todas las personas de la
humanidad son negligentes y no todos los que tienen poder solo promueven el
daño. Ese pensamiento no sólo es negativo, sino erróneo. En su libro “En defensa
de la ilustración” el autor Steven Pinker, con datos sólidos, muestra que no
sólo se han hecho cosas, sino que hemos avanzado en el buen sentido. Antes que
nadie vocifere, avanzar en la dirección no es haber llegado, sino tener claro
donde ir. ¿Todos? Claro que no, aún hay gente que prioriza lo propio –sus
riquezas y su cuota de poder- más que el bien común. Pero esto es algo inevitablemente
humano.
Lo segundo, frente a un problema grave, en este caso el daño que produce el cambio climático, decido hacer algo de mucho impacto para generar conciencia y decirles a los poderosos que hacen daño, remarcarcándoles que lo importante es la humanidad y no la riqueza a cualquier precio. Por eso, por ejemplo, podemos constatar que el ser humano ha demostrado, con mucha persistencia, que es capaz de crear una cultura de paz, una conciencia de belleza, sin destruir lo que ve, lo que los demás aprecian. Entonces los activistas reflotan un principio real: la humanidad conoce ha podido y puede, en tantas ocasiones, alterar el curso de la destrucción. No por nada, el ser humano ha producido arte, como una forma de mostrar no solo su sensibilidad sino de estimularla como uno de los dispositivos para crear un mundo mejor.
El
último cuadro “ultrajado” como dije fue “Muerte y vida” de Gustav Klimt. Pues
valga como metáfora. Entre la vida y la muerte el ser humano es capaz de todo
lo que pueda. Ojalá que nuestra vida sea capaz de pasar defendiendo las causas
justas siempre, promoviendo el arte como un recurso imprescindible, concretando
acciones para que el mundo sea mejor y haciendo el menor daño posible. Justo lo
que estas personas no logran hacer. Ni tampoco en cualquier escrache, valga
decirlo.