jueves, noviembre 29, 2012

Renunciar


Hace un tiempo me regalaron un libro titulado “1001 películas que hay que ver antes de morir”. Revisándolo encontré películas maravillosas que vi más de una vez, como Casablanca y otras que conocí por título, trama y opiniones pero que nunca miré. Esas películas que están entre las que debo ver “un día de estos, sí o sí” pero que, en ocasiones, realmente creo que ese día no llegará nunca. Como si hubiera renunciado. Me tengo prometido, también, varios libros que debo leer. Esos libros que durante años escuché que “son de lectura imprescindible, esos libros que son la esencia de la literatura”. Están guardados, algunos de ellos, en mi biblioteca esperando que los lea, perdón: que los devore, al decir de algunos.
Sé que habrá algunos que no podré leer y quizás, ciertas películas jamás podré verlas tampoco. Sin embargo, no renuncio a creer que lo haré. Como si con ese artilugio mental me permita garantizar que mi vida irá siempre más lejos de mis posibilidades. Lo cierto que hay muchas cosas que no haremos y decidir no hacerlo es parte normal, saludable y necesaria en la vida de las personas.
Con las personas, ya lo dije muchas veces, también renunciamos, a pesar que no lo hagamos. A veces por buenas razones, a veces por razones malas. A veces con consecuencias positivas, a veces, con lastres negativos. Siempre con dolor. Jamás se renuncia sin dolor, sin un pesar, sin una pena. Porque sólo se renuncia a lo que se quiere realmente hacer. No puedo renunciar a ver el “Nacimiento de una nación de D. W. Griffith” por más que me gustaría verla algún día y es, posible, que nunca podré hacerlo. Como no puedo renunciar a leer “el jugador de Fedor Dostoievski puesto que, por más que sería lindo y enriquecedor leerlo, quizás no lo haga por falta de tiempo, ganas o lo que fuera. Sin embargo, no hay pesar en ello.

La renuncia duele. Aunque sea por las malas razones, por creer que renunciamos a lo bueno, por más que lo justifiquemos en nombre de lo que fuera. Renunciar nos afecta. Nos toca, nos sacude, nos golpea, nos interpela, nos cuestiona, nos duele. Aunque mantengamos la renuncia a pesar de ello, aunque luego de la renuncia nos tranquilice por lo que obtuvimos al hacerlo, por eso que logramos, aquello que “ganamos”. Porque, definitivamente, sólo podemos renunciar a lo que realmente nos importa. Quizás por ello, sólo renunciamos cuando lo que incluimos en nuestra ecuación de opción tiene el peso de lo que sentimos, de lo que amamos, de lo que esperamos. Por eso, también o, mejor dicho, sobre todo no hay renuncia sin esperanza.
Tal vez, por eso, con las personas no renunciamos nunca, por más que tantas veces lo hacemos. Pero, tal vez, no renunciamos a "esos bancos donde confiamos sentarnos, reencontrarnos y hablar o algo más.

martes, noviembre 27, 2012

Pequeña indicación para decir un piropo


Entre las muchas cosas que se puede hacer con otra persona, hoy quiero revindicar la obra artesanal que es decirle a otra persona que esta guapa. Quiero revalorizar, con detención, esa verdadera muestra de precisión, justeza, delicadeza y, sobre todo, espontaneidad. Si, sé que puede parecer paradójico esta mezcla de adjetivos. Sin embargo, creo y defiendo que son esos adjetivos los que hacen que esa frase dicha contenga un elogio a la humanidad toda.Digamos que se puede separar en tres tipos de frases según a quien va destinado. Las que dices con quien estas después de mucho tiempo que puede oscilar entre la obligación que surge del afecto y  el deseo que se nutre del afecto. Tiene cada cosa, tiene solo alguna. Las segundas son la que dices al pasar; por ejemplo, a la mujer que ves en un instante pasajero en la calle, que te transforma en héroe o villano pero que, no obstante, no recibirás casi nada de esa frase, es como dicha solo para sacar tus ganas de adentro. Valga decirlo que está siempre es rayana a la violencia porque, en realidad, te entrometes en una intimidad que no te ofrecen.
Ahora bien, la que es verdaderamente artesanal es la que dices a esa mujer con la que compartes un momento y que puede ser único o no. No lo sabes. Es todo un trabajo de orfebre. Efectivamente, las palabras tienen que ser justas, no sólo por el contenido sino por la sutileza que alberga, a lo que se debe agregar el momento justo cuando se dice y sobre todo por el gesto que las acompaña.

No creas nunca que puedes dejar caer esas frases siempre, en cualquier momento, y que de todos modos hay que decirlas. Craso error. Esa frase es una muestra de sutilezas y valentías  es el juego de la indiscreción, del deseo y, también, la maravillosa entrega a lo desconocido. Es superar los miedos, vencer la timidez y sin embargo saberse en terreno desconocido.
Primero debes buscar el lugar justo y el momento adecuado. El lugar puede ser cualquiera, lo único que importa es que tengas la suficiente visión para poder darte el gusto de saborear con tus ojos todo el cuerpo de esa mujer, sin detenerte demasiado pero tampoco como negándolo: ella debe  percibir claramente que no es una frase que se disocia de su persona. No, eso no. Ella debe sentir que es una frase que la envuelve como un guante. Es una frase que nace de haberla visto, en definitiva que sabes de lo que estas hablando.
 Lo segundo es decirlo como algo que te sale de los labios simplemente porque te explota en el deseo. Y allí comienza la sincronizacion perfecta: por ello debe interrumpir una frase que ella este diciendo, y después que la digas ella, seguramente, reaccionara. No esperes mucho, quizás sólo que sus parpados bajen un instante, o, tal vez, que la sonrisa aparezca o, si tienes suerte, el lujo que sus ojos te busquen de manera cómplice, buscando los tuyos.
He allí donde la frase puede alcanzar su perfección, en esos segundos que demora ella en realizar esos tres gestos con los parpados, la boca y la mirada. Allí es donde la sinfonía del tiempo debe ser perfecta, en esos instantes tu debes recorrer su cuerpo, ver su forma, percibir los contornos con la mirada e intuirlos con las sensaciones, guardar cada detalle. Todo eso mientras ella baja los parpados y sonríe para que, cuando ella decida buscar tus ojos, ellos estén llegando justo a los suyos. He aquí, el secreto, en esa perfecta armonía de lo espontaneo, cuando la mirada no está, sino que se encuentra. Una mirada que no se busca, sino que se percibe.
No creas que siempre es algo bueno, pues una frase como esa, produce el miedo terrenal de la sinceridad. No solo tocas el orgullo sino la inquietud; No solo alabas el cuerpo, sino que la pones a la defensiva....y todo allí es parte de otra historia.
Solo recuerda que si logras ese ballet perfecto, sabrás que esa noche tendrá un poco de magia. Después de todo, que una mujer que realmente consideras guapa te sonría en un momento compartido siempre puede ser el comienzo de una noche mágica.

lunes, noviembre 26, 2012

26 de noviembre


 Hoy es 26 de noviembre. Ayer fue, por lo tanto, 25 de noviembre. Un día después del otro. Si, parece una estupidez. Ayer fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Hoy no. Ayer, tal vez, por la presión de los medios, alguna mujer no haya sido golpeada, violada o asesinada. Hoy, ya es otro día común. Un día donde se golpea, viola y mata a seres humanos porque son mujeres. Eso sí, ayer también se humilló a mujeres como se hace hoy. Eso no tiene marcas para mostrar, ni noticias para contar. Son la vivencia cruda y real de tantas personas.


La violencia sigue presente. Lo sabemos, lo sentimos, lo sufrimos. Sigue estando allí y, a pesar de lo mucho que avanzamos, de lo mucho que logramos intentar contrarrestarla sigue allí. A pesar de todo, tantos siguen permitiéndola, estimulándola, aceptándola, dejándola que pase. Algún día, tal vez, cuando avancemos realmente –que no tiene nada que ver con los avances tecnológicos y de esas cosas- nos daremos cuenta que como sociedad hacemos, en el tema de la violencia, “una de cal y otra de arena” y tal vez por allí pasen los problemas más graves que tenemos.
Mientras como sociedad no nos demos cuenta que la violencia reina porque la permitimos al hacer que la impunidad, en cualquiera de sus formas, se presente como una opción posible de cualquier poder. Cuando nos empeñamos en preocuparnos solamente en la justicia de lo que ya pasó y no en una justicia también de lo que está pasando.  Cuando utilizamos dos varas para el amigo, para el funcional, para el poderoso y otra para el que no puede defenderse. Cuando tomemos conciencia que nuestra tolerancia es arbitraria, tantas veces y discriminada según el color de algo. Cuando hagamos algo de eso, quizás, avancemos un poco más en evitar todo tipo de violencia y esa en particular, la que va contra lo femenino simplemente porque parece “lógica y necesaria a aquellos que la ejercen.
Ayer  fue un día para recordar lo hecho, pensar en lo que es importante hacer y reconocer que hemos avanzado. Hoy, los demás días, es el momento para hacer lo cotidiano, poniendo un límite más concreto contra esa violencia que no para.

viernes, noviembre 23, 2012

Saborear al otro



Saborear significa, según el diccionario, “percibir detenidamente y con deleite el sabor de lo que se come o se bebe”. Es, además, una de las metáforas más intensas que podemos utilizar para el encuentro sexual con el otro.
Debo, antes que nada hacer unas aclaraciones. La primera es que una metáfora es una imagen que nos permite, imaginación mediante, sumergirnos en sentidos a los que le agregamos un valor personal. Eso significa que no es una ley, ni una norma, ni una sugerencia. La segunda es que digo intensa porque implica un compromiso con los sentidos. Recordemos, por ello, que todos tenemos sentidos pero que su uso, umbral de percepción, educación y capacidad de uso es diversa. En tercer lugar, aclaro que al hablar de encuentro sexual con el otro estamos delimitando a esos encuentros donde el deseo, la búsqueda del placer y la intención de procurarlo están presentes como espacio y brújula, lo que conlleva una clara sensación de intimidad.
En ese contexto, el “saborear al otro” es algo realmente mágico, potente y único. Pero no siempre podemos hacerlo. Hace falta no sólo tiempo y lugar, sino mucho más. Necesita condiciones que exceden lo que podemos preparar, lo que podemos planificar. Curiosamente nos excede y excede al otro. No tiene que ver con el amor, pero amando se saborea aún mejor. No prueba el amor, porque se puede amar sin saborear jamás. NO implica conocer al otro pero al conocerlo se saborea con una certeza más completa. Saborear al otro nos lleva a conocer no mucho más que el universo finito del encuentro infinito que lo alberga. Para saborear al otro el pudor se desvanece sin dejar, por ello de reconocer el pudor del otro. El saborear al otro lleva implícito los límites de un territorio que nos invita, nos rodea, nos acoge y nos sorprende
Digamos, también, que nunca se repite, valga decirlo y al mismo tiempo, una vez hecho, procuramos repetirlo. Saborear al otro es, por ello y más, sin lugar a duda esa maravillosa conjunción de opuestos es donde radica la esencia sustancial del erotismo como cualidad y calidad humana.

sábado, noviembre 17, 2012

Cumpleaños, aniversarios y esas gestas

Una de las terribles ofensas que algunos seres humanos creen recibir de su prójimo es el olvido del cumpleaños. De pronto, el gesto de no recordar el inicio oficial de una vida parece ser que conjuga el olvido, la indiferencia y el desatino como prueba irrefutable del sentimiento que ya dejó de ser. Algunos hasta llegan a pensar que ese olvido es la prueba suficiente del quiebre definitivo de una relación de cualquier tipo. Tanta importancia le dan que desactivan parte de su alegría para poder regodearse con la existencia del olvido como prueba irrefutable del oprobio.

Sé que, a veces, el olvido es realmente una opción, una realidad, un hecho irrefutable. Pero bueno la vida es así. Llena de cosas que pasan, de recuerdos que alimentamos, de experiencias nuevas y de esas pocas joyas que atesoramos para uno: momentos reales. Pero no me desvío mucho, hoy, volvamos al olvido.
Yo, particularmente, he asumido que los cumple son fechas circunstanciales que permiten que algunos se acuerden y que tengan una buena excusa para hacer lo que les gusta hacer, compartir contigo un momento, acordarse seriamente de lo bueno compartido y darse el gusto de celebrarte con algún festejo, con algún presente, con un definitivo, sincero y elocuente gesto de cariño que nace del fondo mismo del ser. Es como un pase para permitirse la elocuencia de los gestos y la prueba sincera de un sentimiento que se arraiga en momentos compartidos.
Por ello, para mi, los olvidos pueden tener un encanto también particular. Porque el olvido circunstancial puede permitir que la alegría de ese momento pueda ser exteriorizado en otro momento, es como hacer extensivo la alegría para otro momento. Después de todo, esa gente que en el día del calendario se olvidó, de repente se acuerda y al autorizarse, con disculpa o no incluida, a celebrarte en otro momento con la misma alegría tiene que ser visto como una verdadera maravilla.
Tal vez, los olvidos sean la única forma que tengamos de cumplir años más de una vez por cada 365 días.

Domingo, 20 de Noviembre de 2005

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