jueves, mayo 16, 2024

Compromiso

 Las relaciones, sean cual sean -aún las mínimas o circunstanciales- precisan algún tipo de
compromiso, porque siempre conllevan a personas que se vinculan de algún modo. Pero, todas, aún aquellas que se terminan cuando se acaba el sexo pasajero. No solamente esas que se planifican con la utopía de la eternidad, sino –insisto- todas. Porque las dos tienen en común que son dos personas procurando algo de alguien. Por supuesto, podrán poner mucho foco en la otra persona o casi nada; pueden ser muy entregadas o egoístas o indiferentes, pero siempre habrá algo que se da y otra cosa que se recibe, sea material, simbólico, sentimental, imaginado, etc. En definitiva, lo que señalo es que en toda relación la palabra compromiso está presente. Obviamente no del mismo modo en todas las relaciones.

Compromiso es una palabra que percibo que, actualmente, puede generar, algún resquemor o hasta cierta “alergia”, pero no deja de ser realidad. Hay una relación, es inevitable que exista un compromiso. Valga una aclaración: me refiero a compromiso como una suerte de potencial obligación que tenemos cuando hay otro, aunque no siempre se respete y se ejecute. Valga una aclaración complementaria: el compromiso puede ser con el otro (algo debemos hacer) o con uno mismo (alguien debemos ser). Lo que quiero decir que todo intercambio se pretende, sintéticamente, recíproco. No por lo que se da sea lo mismo, sino porque se da y se recibe, aunque no lo creamos.

Lo ideal es que ese intercambio siempre esté funcionando a partir de una necesidad de equidad es decir que las necesidades que uno tenga sean razonablemente provistas y consideradas si es posible, pero nunca jamás despreciadas o ignoradas. Pero lo sabemos, no es ni de cerca una regla aceptada y cumplida.

La noción de compromiso puede llegar a comprenderse como exclusiva de los vínculos más sólidos, estables, con pretensión de ser permanentes, pero, también existe en ese intercambio casual o único. Porque el compromiso se establece desde que yo reconozco al otro como persona, pero también, previamente, cuando yo me reconozco como persona. Una aclaración fundamental, una persona es, simplificando, alguien que cumple un rol, tiene funciones, posee intenciones y sentimientos y acumula vivencias. Es decir, tiene una historia, expectativas y deseos. Esto significa que cuando reconocemos al otro alguna condición o entidad estamos definiendo lo que queremos poner en el medio, lo que queremos ofrecer y, curiosamente, lo que esperamos, básicamente lo que consentimos. Tal vez por eso, saber nuestras expectativas y pensarlas realistas son una carta ganadora. Recordemos, siempre tenemos expectativas, no siempre dichas o reconocidas. La otra persona y uno mismo las tenemos, aunque no siempre se digan, se piensan, reconozcan o se acepten.


Pero, me preguntarás ¿qué pasa en las relaciones casuales? Pues entra en juego lo que llamo la persona del espejo: uno mismo. ¿qué queremos, qué sentimos, cómo nos reconocemos, cómo nos asumimos, qué buscamos, cómo comunicamos, cómo deseamos, cómo sentimos placer, qué nos da paz? ¿Eso es importante saberlo para una noche loca de placer o para un intercambio administrativo? (pensando en un abanico de situaciones completamente circunstanciales). Pues cada uno puede responder como quiera. Pero, una larga lista de autores sostiene la idea que cuando más fieles somos a nosotros mismos mayores posibilidades hay de ser feliz.

Personalmente creo que conocerse y quererse y, como consecuencia, expresarse y actuar en función de ello, estoy seguro, nos ofrece más posibilidades de llegar a la felicidad. 

jueves, mayo 09, 2024

Sobre el amor, contra el odio

 
El amor es una palabra que nos encanta representa, generalmente, todo lo bueno, en todos sus sentidos. Básicamente hemos comprendido que en la dualidad contrapuesta "amor o guerra" sólo hay una palabra válida, compartida, deseable. Hemos enseñado, aprendido y buscado        que el amor es la vacuna ideal para que el mundo funcione positivamente. Estoy seguro que todos podríamos suscribir la idea de que si hay amor no hay ni violencia,  hay menos problemas sin solución, hay menos conflictos donde medie la agresión y, claramente, menos daño. 
Pero, sabemos que del dicho al hecho hay un buen trecho, porque todos tenemos ejemplos, cotidianos personales o no, que bajo la palabra de amor se han hecho muchas cosas negativas. Por amor no garantizamos nada se puede pensar, pero lo cierto que el problema es cómo definimos ese paraguas espectacular que es el amor y qué cosas ponemos adentro y cuáles serían indicadores que existe el amor y cuáles serían aquellos que probarían que no existe.

Es claro que el amor tiene que ver con lo que hace que dos personas se expresen a través de gestos de afecto, que se digan cosas lindas, que se acarician, que se besen que no tengan problemas en manifestarlo, sea en la intimidad o públicamente. Que cuando se miren, puedan percibir que hay un puente que los hace sentirse bien, seguros, acompañados. Que puedan crear proyectos y generar esa intimidad que humanamente necesitamos.  Esa intimidad Sagrada que el amor genera. Aún si a algún lector esa imagen les parecería demasiado edulcorada, podrían también compartir que esa idea de amor está muy extendida y que nunca es mala, porque permite que dos personas sean más felices y, con ello, más saludables y proclives a generar antídotos esenciales contra la violencia, la guerra, el odio. En definitiva, creemos fehacientemente que el amor, difícil de definir, sigue siendo una convicción y certeza que evita la violencia, que no hace daño intencionalmente, evita activamente la crueldad y que, sobre todo, es la antítesis total del odio.

Es más, como sociedad intentamos desarrollar eso. Ya sea por lo que llamamos “una educación para el amor”, pero, sobre todo, con lo que se conoce como educación sexual integral, que es lo más eficaz para brindad herramientas para que las personas sean capaces de poder amar mejor cuando quieras. Algo tan simple y deseable, pero en un mundo imperfecto como el que vivimos nos deberíamos alertar cuando algo se aleja demasiado de la intención de que el amor reine como mecanismo protector. 


Hace pocos días en Buenos Aires un hombre agredió salvajemente a mujeres porque no coincidía con su forma de ver el mundo. Ese hombre pensaba que la idea que el amor entre dos personas del mismo sexo era un problema. Agredió para generar daño, uso la crueldad para atacar y, como consecuencia, hay seres humanos muertos. El odio como motor, la violencia como herramienta. Las personas agredidas sólo tenían en común ser mujeres y que querían manifestarse erótica y afectivamente con otras mujeres. En este caso, espero que el criminal sea condenado por lo que hizo y lo sea con los argumentos precisos de crímenes de odio. Pero, también espero que como sociedad nos preguntemos como podemos evitar esto. Que este crimen deplorable obligue a pensar que el estado debe hacerse cargo no solo del castigo, sino de desarrollar la prevención para hacer que esto no vuelva a pasar: o sea, brindar herramientas firmes para que la gente comprenda que siempre esto estará mal, que no se puede justificar jamás. La respuesta es y será, la saben educación sexual integral para comprender que la diversidad es riqueza, que la violencia es más que un error de la comunicación, que los derechos adquiridos y protegidos son un salvo
 conducto para llegar a la verdadera tierra prometida, aquella que se menciona de muchas maneras, pero que hoy quiero evocar en el discurso de Martin Luther King “Yo tengo un sueño” y en hermosa canción de John Lennon: Imagina. Porque dice simple lo que queremos: que seamos capaces no solamente de vivir en paz sino de crear esa paz cada día un poco más.

Cuando el odio se hace presente, debemos decir claramente que la humanidad sólo se puede salvar si los seres humanos entienden que la violencia y los crímenes de odio atenta contra todos y todas siempre.

sábado, mayo 04, 2024

Sobre la belleza

 No hay concepto tan necesario como la belleza, al mismo tiempo, que sea tan increíblemente diverso. Como la humanidad podemos decir. Más allá de la estética que estudia la teoría filosófica de la belleza formal y del sentimiento que ella despierta en el ser humano, la belleza siempre nos genera una atracción particular. Podríamos decir que es una cualidad presente en una cosa, objeto o persona que produce un placer intenso a la mente, y proviene de manifestaciones sensoriales. Algo tremendamente subjetivo, son mis sentidos lo que le dan sentido, valga la redundancia, a lo que percibo. Pero sabemos que eso ha evolucionado a lo largo de la historia y de la geografía. La belleza no se mantiene estable, sino que se va descubriendo, describiendo, produciendo según épocas, estímulos y contextos. Aunque creamos que los cánones de belleza corporal son los mismos siempre. La belleza muta, pero, no siempre, nuestra capacidad de percibirla y disfrutarla.

La belleza sigue siendo algo que nos estimula nos genera sensaciones positivas y, por lo tanto,
nos permite acercarnos de otro modo al erotismo que, valga señalarlo, es una condición humana maravillosa que no solo es saludable, sino que deseable y, por lo tanto, que debemos estimular. Simplificando el erotismo tiene que ver con lo que nos estimula el deseo sensual utilizando la imaginación, la fantasía y la estimulación sensorial. Es algo que se asocia con el placer, un valor y una aptitud humana magnifica. Siempre, valga insistir sin miedo, que debe asociarse al consentimiento.

Ahora bien, si la belleza es un valor relativo y muy subjetivo es algo que nos permite asumir la verdad que está detrás de eso, la percepción de la belleza es algo no sólo educable, sino que se puede transformar positivamente. Es decir, somos seres capaces de asumir la belleza de muchas maneras y en muchas formas. Lo que nos permite comprender que toda persona tiene una belleza inevitablemente como don. Aunque parezca una frase de una galleta de la fortuna, es una realidad innegable. La belleza es lo que es capaz de estimular sensorialmente a otra persona y eso está asociado no sólo con la capacidad personal de nuestros sentidos, sino también con el factor clave, la autoestima y el autoconocimiento. Las personas debemos comprender que descubrir nuestras propias virtudes, morales y estéticas –que no están en carriles diferentes- nos permite potenciar nuestras relaciones. A ese autodescubrimiento, siempre debemos sumarle el ser generosamente afectivos con uno mismo. Es decir, hacer crecer la autoestima como un recurso real para transitar la vida con la tranquilidad de sabernos valiosos para el encuentro.

Raymond Carver en el "último fragmento" (Late Fragment) escribe esto:

¿Y conseguiste lo que querías de esta vida?

Lo conseguí.

Y ¿qué querías?

Considerarme amado, sentirme amado en la tierra.

En definitiva, se trata de comprender que esa la aspiración natural del ser humano, amar y ser amado. Pues bien, como hacer eso y estimularla para que sea un plan de acción para las personas. La respuesta ya la mencioné muchas veces: una educación sexual integral como la pregona la ley, o sea, sembrar autoestima, autoconocimiento para que el futuro sea siempre mejor. Todo camino largo y que parece complicado, comienza con decisiones y pequeños pasos. He aquí donde entra en juego nuestra decisión de hacer el camino.

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