miércoles, marzo 30, 2011

El circo

Hoy fui al circo. Vi diferentes números de estudiada precisión y elocuente poesía. Sentado en el suelo y en la penumbra inicial me sentí con calma, con una rica sensación de niñez propia. Por ello, cuando comenzó el espectáculo, me dejé sorprender y, de este modo, me sorprendí riéndome a viva voz. 
La alegría siempre es algo simple y energizante. Uno cuando la deja aparecer se deja bañar por sentimientos lindos, por estímulos que nos energizan. No sé que será, pero creo que muchas personas compartirán que dejarse sorprender por esas cosas simples, no sólo habla bien del momento vivido, sino de las raíces donde esa alegría, tan personal, se nutre.
Ser feliz, ya dijimos en varias ocasiones, es un mandato que, a pesar de ser tan claro para todos, no siempre es fácil de llevarlo a cabo. Demasiadas cosas nos pasan, nos atraviesan, nos sacuden. Un universo que   está como empujando al punto contrario. Es lógico, en ese escenario que parezca, en ocasiones, una verdadera quimera ser feliz.  Puede ser, no se trata de contradecir el sentimiento que nos puede invadir en tantas situaciones, a todos y todas. Porque ser feliz es algo que depende, sin dudas, de las percepciones, sensaciones y sensibilidad que tenemos en general y en particular en un momento (un momento, me gusta repetirlo, es el estado maravilloso del encuentro en intimidad con el otro).
Lo que hoy creo es que si somos capaces de exponernos un poco a las cosas simples, quizás nuestra sensibilidad nos permita reírnos a viva voz, más veces de las pocas o muchas que nos permitimos eso. También creo que esa experiencia, tan elemental, quizás nos devuelva el eco de nuestra más antigua felicidad, la que nos permite pensarnos un poco mejores. Ese eco que necesariamente viene de quien nos quiere y a quien queremos.
Ser felices es la sencilla epopeya de lo cotidiano. Esa epopeya que, lo creamos, puede ser renovada cada día y nos hace saborear, un poco, la utopía que anhelamos. 

miércoles, marzo 23, 2011

Japón

Uno escribe para que alguien nos lea. Aun, cuando uno puede esconder la intención, siempre escribimos para ser leídos. Aunque lo guardemos bajo siete llaves y pretendamos que no lo es así. Yo también escribo para ser leído. Hace tiempo lo sé. Este blog es la prueba y con ello uno pretende que alguien escuche lo que digo o alguien reaccione a lo que digo o que alguien entienda algo de lo que pretendo y, también puede ser, que uno guarda la esperanza que algo de lo escrito  pueda ser útil de alguna manera para alguien. Que alguna persona que lea esto escrito se sorprenda positivamente y se sienta bien de algún modo.
Estos días veía las estadísticas del blog. Esas que tienen incorporadas en este sistema. Al hacerlo,  veo que alguien de Japón entra a ver el blog. Justo estos días, en medio de toda la situación que se vive y es conocida por todos. Si, pueden decir que en realidad es probable que no sea alguien que esté en Japón. También, se puede afirmar que, quizás, sea esos errores que surgen al cliquear sobre una página que no interesa particularmente. Todo es posible y no se trata, en realidad de hacernos la película sobre cualquiera efecto causal.
Sin embargo, hay un elemento cierto: no sé si alguien de Japón leyó algo de esto y menos si al hacerlo como reacciono. No lo sé y tampoco puedo saberlo. Es decir que es una de esas información es que nunca se conocen en general. Además, está claro, nunca escribí pensando en Japón. Tampoco sé quien lee esta página ni cuál efecto produjo en general, si lo produjo.
He aquí un detalle anodino y que nos pasa de manera cotidiana a todos. Nunca sabemos, a ciencia cierta, que efecto producimos con tantas cosas que hacemos, algunas de ellas automáticas, simples y sin trascendencia, otras que pretendemos importantes. La colección de gestos, actitudes y cosas concretas que hacemos se desparraman, tantas veces en el universo que nos rodea.
Es bueno pensar que hay una parte que escapa a nuestras previsiones, es bueno pensar que algo bueno podemos producir sin otro esfuerzo que intentarlo. Tal vez en eso consista la parte más importante que tenemos. El permitirnos el lujo de sentirnos que simplemente somos capaces de hacer algo bueno con el simple hecho de hacer con buena intención lo más simple, lo más cotidiano, lo más elemental que podemos hacer.
Si, escribo para que alguien piense, para que alguien se emocione, para que alguien vea, entre estas palabras, la intención de una sensibilidad que se ofrece, desnuda; una sensibilidad que siempre espera. El lograrlo tal vez esté implícito en la intención. Tal vez, eso sea lo bueno de ofrecerse.

martes, marzo 08, 2011

Reencuentro con lo femenino


VALGA POR ESTE 19 DE OCTUBRE DE 2016. NI UNA MENOS

Hay una canción que me gusta mucho que dice algo así como: “y si estuve en otra vida fui mujer … cuando me miro las manos”.  Es, tal vez, la mano una maravilla síntesis de nuestras opciones como ser humano. Nuestras manos son, por ejemplo, el salto cualitativo de nuestra humanidad por la famosa oposición del pulgar; Pero también, es un bello ejemplo de la mítica esencia mágica que nos rodea a todos y todas en la muy conocida expresión “déjame que te lea la mano”, con ambición de futuro o de seducción –dos cualidades inevitablemente humanas-. Es la mano la que construye y es la mano que empuña el arma. Es la mano quien recibe y es la mano quien rechaza. Es la mano que vota, es la mano quien impide. Es la mano la  que acaricia y la que golpea.
Miro mis manos y encuentro en ella lo femenino que me acompaña, que me invita. Es la mano la que trasmite ternura y es la mano, la que logra, a veces, bailar. Son estas manos las que escriben estas líneas y las que, no en pocas ocasiones, reflejan amor, exasperación, impotencia, dolor, esperanza, entre otras cosas. Manos, manos capaces de todo y al mismo tiempo con tantas limitaciones.
¿A qué viene este cuento en este día tan específico? –día de la mujer, recuerdo- Sería la pregunta obligada. ¿Un simple delirio? Ojala los tenga seguido, pero no, no es en este caso; las manos son la metáfora que manifiesta la necesidad infinita de recordar en que parte de la distancia de nuestra humanidad están nuestras manos. Un 8 de marzo manos masculinas cerraron un galpón para luego quemar a manos femeninas. Este hecho histórico es una síntesis de tantos otros vejámenes y violencias vividas a lo largo de toda la historia.
Manos de un lado y manos de otro lado Sin embargo, entre ellas una distancia sideral que implica dos opciones de vida. Es decir, entre la distancia entre quien utilizan las manos para agredir y las manos para acoger; entre aquellas que son usadas para construir y aquellas que sirven para destruir; entre quienes utilizan las manos para la brutalidad y los que la utilizan para bailar; entre los que la utilizan para oprimir y para liberar; entre los que la utilizan para la fuerza bruta y los que la utilizan para el amor. Entre esas distancias, ¿dónde ponemos nuestras manos?
En este 8 de marzo, y también en este 19 de octubre, como recuerdo, imagina las manos que fueron siempre femeninas, es decir que ofrecieron un poco de calidez, de confianza, de cariño, de compañía, de placer, de alegría y procura sentirlas nuevamente, no como un recuerdo sino como una inspiración. Quizás, si lo hacemos, seamos capaces de hacer un paso más, hacia lo mejor de nosotros mismos, eso que nos espera, muchas veces, en alguna parte de nuestra esencia.


Hoy, levantemos nuestras manos, como un deseo y una convicción que seremos capaces de intentar que nuestras manos bailen la alegría de estar vivos y defiendan lo necesario para evitar nuevos 8 de marzos. Quizás así, estemos homenajeando mejor a ese femenino que queremos y, también, a nuestra propia humanidad.

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