viernes, agosto 31, 2018

Día de la salud sexual

El 4 de septiembre se celebra el día de la salud sexual. En este año el lema es “La salud sexual y los derechos sexuales son fundamentales para el bienestar”. Cada año, desde el 2010 se busca, con este día, reafirmar la necesidad que la salud sexual sea considerada como un elemento axial para las personas y que forme parte de las políticas sanitarias, educativas y sociales. Como ya reivindique en otras cartas esto implica comprender que la sexualidad es mucho más que lo genital y atraviesa a toda la persona. Por ello se insiste con acciones concretas que deben realizarse en pos de obtener lo que básicamente queremos todos: el bienestar de las personas, optimizando su calidad de vida, promoviendo la salud y generando los espacios necesarios para poder responder a inquietudes, problemas y dificultades. La salud sexual es, así, uno de los desafíos más trascendentales que tenemos en nuestra sociedad. Concretamente hay tres puntos que se han puesto en relieve en los debates que nuestra sociedad desarrolló en los últimos tiempos. 1] la necesidad de la educación sexual integral como una de las garantías que tenemos para con el futuro. Que la educación sexual integral se desarrolle de la mejor manera y de un modo real, consistente y de acuerdo a los principios de la ley vigente en todo el país, la 26150; 2] la urgencia de desarrollar aún más las consejerías en salud sexual o de promover que estas consultas encuentren respuestas, orientativas y/o activas para promover calidad de vida (ley 25673) y 3] Potenciar las políticas sociales  que buscan evitar la discriminación, favorecer la inclusión y luchar sin cuartel contra todo tipo de violencia.

La salud sexual es un derecho de las personas, consagrado por tratados internacionales y, también, indirectamente, por la Constitución que busca “promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad”. Por ello, sostenemos que pensar en la salud sexual como esencial para el bienestar es más que un slogan, es una forma de considerarse uno mismo, de considerar a los demás y, en consecuencia, exigir como habitantes de este bendito suelo que las leyes vigentes 26150 (ESI) y 25673 (Salud Sexual y Procreación Responsable) se cumplan sin demoras. Somos tucumanos y, por ello, argentinos y argentinas, tenemos que tener el mismo derecho que tienen otros ciudadanos donde esas leyes se cumplen sin dilación.

lunes, agosto 27, 2018

Impunidad oral

Hablar o escribir implica pocas cosas. Muy pocas habilidades y conocimientos se requieren. Hacerlo de modo que tenga sentido, ya necesita más habilidades. Procurar que tenga sentido y que sea veraz conlleva sumar a las habilidades algún tipo de conocimiento. Si a esto nos obligamos a que sea atinado, implica no sólo conocimientos, sino además necesita lo que podríamos llamar empatía. Si además pretendemos que sume a algo que creemos, con sinceridad y compromiso, como bien común debemos agregarle a esas habilidades, a ese conocimiento y a la empatía generar la posibilidad del debate real que significa poder contrastar con otros argumentos y crear espacios de devolución. Creo, a pesar de mis errores, que esto serviría para mejorar lo que fuera a nivel de relaciones humanas.
En esta época de redes sociales, de poderes con poco control, de un individualismo creciente veo con preocupación la sensación que existe una impunidad oral sin tantos límites. En los foros de los diarios, en las redes sociales, en los grupos de whatsApp con alguna temática en común (defensa de cualquier cosa o grupos de amigos) la impunidad oral crece como una epidemia (me tiento a llamarla plaga). Ahora bien, lo peor aún es que a esa impunidad oral se suman personas públicas (tanto profesionales que ya es llamativo, como los que ocupan espacios políticos) que, con una clara sensación que el fin justifica los medios, liberan su propio delirio. El poder, en cualquiera de sus vertientes, debería ser más cuidadoso con sus dichos. En ellos, para mí, valga el subrayado, la impunidad oral puede ser una forma velada de abuso de poder.
Una aclaración pertinente: es verdad que hay casos donde la “catarsis” como forma de sacarnos de adentro las emociones es un buen recurso. Pero la catarsis también tiene su espacio. Las redes sociales no son el ámbito para ello. La catarsis precisa, luego la reflexión posterior que nos devuelve la serenidad y la autoevaluación sobre lo que decimos. No es una muralla a defender.
Debo señalar la diferencia que existe entre “libertad de expresión” y está “impunidad oral” que me refiero. Creo en la libertad de expresión como sinónimo de una madurez social y personal. El poder expresar las cosas tiene valor sin dudarlo y debe alentarse. Pero no todo lo que se expresa tiene valor y, por lo tanto, no se le debe dar valor. O sea, brindar siempre porque alguien pueda expresarse, pero no por ello hay que darle entidad a lo que creemos afecta lo que sentimos como fundamental para nosotros. Esta diferenciación nos parece clave. Que todos puedan expresarse, aunque lo que digan no tenga valor para nosotros tendrá valía en la medida que ante ciertas cosas se puede señalar el error o ignorarlo sin que implique un desatino.
La pregunta clave, entonces, que quiero sugerir, como una suerte de interpelación, es: ¿la impunidad oral nos ayuda como sociedad? Reformulando: ¿Sirve para construir algo que yo pueda tirar la piedra (la palabra) contra lo que sea y pueda esconder la mano (no hacerme cargo de ninguna manera de lo que digo)?
Que jamás se deba prohibir el hablar. Esto es algo que estoy convencido que se debe tener en cuenta. Lo aclaro para evitar los malentendidos. Mi planteo no pasa por allí. Pasa por otra convicción: la impunidad oral de nuestra época muestra no sólo que, como es normal, muchas veces estamos desnudos de habilidades, desprovistos de conocimientos, carentes de empatía. Esto no sería un problema. Es normal. Lo que veo como un síntoma preocupante es que esto no sólo se extiende a todos y todas, sino que parece que no nos importa y que no debemos hacer nada. 

jueves, agosto 23, 2018

Tucumán y la ESI



Soy tucumano. Pero también soy argentino, una obviedad dirán. Pero la remarco para poder argumentar sobre un hecho que me parece evidente en relación a la ley de Educación sexual integral (26150). Esta ley fue sancionada por el parlamento argentino en 2006. Daba derechos a los argentinos a recibir esta formación de manera sistemática, actualizada, científica, desarrollando habilidades y promoviendo valores que quiero ver como universales y que voy a sintetizar asociándolos directamente a los Derechos Humanos. En su momento fui referente del programa de Educación sexual en Tucumán, o sea que el mismo estaba presente y sigue presente en nuestra provincia. Ahora, se sigue discutiendo la adhesión a la ley mencionada. Una ley vigente en Argentina para, como reza, el preámbulo de nuestra constitución: “…para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”. Pensar que ese derecho expresado, taxativamente, de la siguiente manera: “Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal” (art. 1º de la ley), no corresponde a alguien de Tucumán porque uno de los poderes no se adhiere a esta ley, no lo puedo aceptar. No puedo consentir que los tucumanos, o todos quienes viven en esta provincia, sean habitantes de segunda categoría, al no gozar de los derechos que tienen otros argentinos. Por ello, dejemos que los legisladores eviten discutir este tema o den vueltas semánticas para retrasarlo. Los demás, los que viven el día a día, desafiando la realidad con los recursos que puedan, comprendamos que dar educación sexual integral con responsabilidad y con decisión no depende de una “adhesión”, depende del coraje de ser educador, de la convicción de buscar el bien común y de la constante vocación de saber que la educación sexual es una de las formas certeras de garantizar un Tucumán mucho mejor para nosotros y para nuestra posteridad. Sigamos haciendo educación sexual, algo inevitable, y empecemos, de una vez, a asumir que la misma debe ser con nuestra mayor responsabilidad. El futuro no puede esperar tanto. Nuestra provincia, juró la independencia, no podemos ser menos que aquellos que lo hicieron: ser activo en la lucha y promoción de los derechos de todos y todas los que viven en este suelo.

jueves, agosto 09, 2018

Salvar las dos vidas….si se puede

Eso sólo sería posible si el aborto sería legal. Pero no, se perdió esa oportunidad. Se perdió la oportunidad al no legalizarlo. Es curioso que no se den cuenta de eso, los que creen luchar por la mejor causa. Si el aborto es legal la consulta médica se hace, donde si el quehacer médico funciona se escucha adecuadamente a la paciente, se escucha claramente lo que está pidiendo y se le ofrece soluciones posibles y juntos con ella se construye la mejor opción. Así, se deriva cuando la solución escapa de nuestras manos (por especialización o por “objeción de conciencia” – ¡qué expresión justa que puede llegar a ser patética en ocasiones!). Pero también a nivel social se esfuerzan por resolver temas como la adopción con rapidez y apoyo socio-emocional y económico. Además se esfuerzan en que el programa de educación sexual integral sea una forma contundente de acción sostenida, sistemática, científica, humana, activa y con un esfuerzo real.
Si, salvar las dos vidas cuando se puede, implica no prohibir lo que se hace, con ley o sin ley, sino generar cambios a partir de la realidad. Cada cual con sus convicciones. Cada cual con lo que quiera poner, pero después de todo, lo que importa es que el otro –ni uno- sufra porque alguien sentadito en un lugar de poder lo decida.
Vamos, carajo, esta oportunidad pasó….pero la próxima está a la vuelta de la esquina. Se puede. El objetivo es claro: que la sexualidad cumpla su función: contar la historia de cada uno hecha en el cotidiano con la libertad que se consigue a cada paso. Con la sensación hermosa de descubrir la suma de nuestras capacidades y de poder,  decidir, con autonomía como podemos crecer mejor, disfrutar más y ser más nosotros mismos, cada instante. 

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