sábado, octubre 21, 2017

Educación sexual integral, nuevamente (II)



Los que estudiamos la educación sexual, tanto como idea, como hecho y como suceso, estamos sensibilizados para ver todos los días, en la realidad cotidiana, como aparece la necesidad imperiosa que esta educación tiene y, por lo tanto, la urgencia de su implementación según la ley que existe en vigencia, por ejemplo, en Argentina y, subrayemos, es de alcance nacional (mi provincia Tucumán está adherida, por lo tanto, desde su sanción en el 2006). Hechos llamativos como lo que pueden suceder, por ejemplo, la exhibición de una opinión personal desacertada (eso visto desde el plano científico, social, cultural, espiritual, legal y psicológico) de una docente de un colegio secundario en mi provincia, ponen de nuevo en evidencia lo que no estamos haciendo: hacer una buena educación sexual integral (según la ley). O sea de la única forma que se debería hacer y exigir: haciéndonos cargo responsablemente de la misma como comunidad educativa. Pero no nos confundamos: este hecho, más allá de lo repudiable, es una prueba más que estamos dejando que la educación sexual sea algo de lo que no nos hacemos cargo como sociedad, como responsables de la educación y, también, como padres y madres.

Todos estaremos de acuerdo que cualquier educación que se base en mitos, en falacias, en opiniones, en errores y en prejuicios esta equivocada. No toleraríamos que eso sea lo que se de en cualquier contenido curricular donde van nuestros hijos. Pues les recuerdo, entonces, que la educación sexual es un contenido curricular que se imparte directa o indirectamente. ¿Nos preguntamos que se da? ¿Hablamos con nuestros hijos y los escuchamos para saber lo que ellos ven, escuchan, leen tanto de manera formal como informal? Vuelvo a insistir, lean la ley de educación sexual y vean los objetivos. Estoy seguro que si esto se realiza la resistencia a la educación sexual será casi nula. Porque se comprenderá que la educación sexual integral implementada como cuestión educativa seria es una de las mejores garantías que tenemos que nuestros hijos e hijas tengan más herramientas para que puedan vivir sin violencia, capaces de vivir la felicidad, con relaciones interpersonales positivas y creativas, en definitiva, ser capaz de desarrollarse integralmente. 

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