viernes, enero 26, 2024

Las personas

 Me gustan las personas, sin que sea una limitación o criterio, con las que hablar siempre implica caminos diversos, por la inteligencia. Esa que me cubre un poco y me incita a otros andares. La que es capar de crear una lógica que obliga a descubrir senderos y no que solo va por caminos asfaltados. Esas personas que son capaces de elaborar preguntas incómodas, o por lo menos pensarlas, sin generarte mayor incomodidad, sino que van abriendo puentes para que puedas tejer respuestas. Esas personas con las que descubres qué hay otro mundo, más allá de tus narices, aun cuando ella sea grande.

Me gustan esas personas que pueden crear metáforas donde tú todavía no las imaginaste, esas que creen que el verbo aún tiene mucho para esculpir, no sólo lo que ya está descubierto y, por eso, van por la vida utilizando palabras que no conoces con la pulcritud del orfebre y te hacen parte. Me gustan las personas que tienen mundo detrás, por más que no hayan viajado. Y a eso te lo cuentan como un modo te ayudarte a descubrir un universo y te escuchan sabiendo que los mejores universos siempre se crean con otro.


Me gustan esas personas que te pueden contar algún misterio o compartir una música y al hacerlo, te abrazan un poquito y te dan un poquito más de humanidad. Me gustan esas personas que son inteligentes, no por decirlo, sino simplemente por haber vivido y que saben el valor de reír conjuntamente y de acompañar lágrimas de otros, sin sentir que hay competencia de drama, ni debilidad que avergüence. Me gustan esas personas que van por la vida dispuestas a acompañarte un trecho porque el camino lo vale siempre.

Pero, sobre todo, y si no hay tanta inteligencia, priorizo que me gustan esas personas que no miden tamaños, ni formas, ni colores, porque saben que el respeto tiene que ver con mirar de frente, que la vergüenza es parte de nuestro ser, tanto como el pudor, y por ello, no utilizan el juicio como sentencia, ni la razón como privilegio y que procuran que el poder, inevitablemente humano, jamás sea manipulación o imposición. Me gustan las personas que son seres humanos del modo que siempre imaginamos a la humanidad con la fuerza para soportar cosas y la ternura para acompañarlas y que se enorgullecen que seas otro y, al mismo tiempo, que seas tú.

Ahora bien, por qué también soy quién soy, debo agregar, sin desmedro de lo dicho y sosteniendo cada palabra, que cuando pienso eróticamente debo decir que me gustan esas personas que tienen todo eso y, dentro de ellas, sólo las mujeres, que tienen el clítoris. Si, lo digo, porque el clítoris me parece una pieza anatómicamente perfecta, que genera una sensación de esplendor artesanal. Seguramente fue hecha por ese Dios deseable, aquel que imaginó que su creación solo podía hacerse en los caminos del placer, para que así, sean verdad sus sueños de evolución. Hay en esa belleza anatómica y fisiológica, la potencialidad de una conjunción excelsa de todas las posibilidades que se pueden generar cuando la disposición para el encuentro es capaz de crear de la nada un todo. Eso lo creo, firmemente, porque sé que en el encuentro -y la intimidad- se pueden manifestar, con más convicción y certeza, la paradójica sensación de la eternidad efímera, donde el infinito parece un punto y el punto es el universo. Por eso me gusta imaginar que si una mujer, con clítoris, está dispuesta, hay quizás un camino cierto al placer y por más que se comience en cualquier lado, hay una inevitable lógica de pasar por allí en algún instante. Tal vez porque en esas mujeres veo una serenidad que preciso, de una sensualidad que invoca lo mejor que puede haber. Porque al hacerlo, puedo imaginar la sagrada desnudez compartida y con ello, particularmente una espalda de una mujer, donde si quieres, puedes confirmar que el beso es un arte, pero también un aprendizaje. Creo que cuando esa mujer te mira con la intención de mirarte ella y, por eso, media su decisión la caricia le da sentido al braille. Porque los senos no son un desafío sino una suerte de rayuela para tocar el cielo.

Me gusta la mujer. No por ninguna lógica, sino porque ello me autoriza el juego de buscarse
, reencontrarse, de sentirse y, tal vez, porque el tango le dio otra forma a
 la cercanía. Me gusta la mujer, esa mujer, porque hizo que pueda descubrir el otro lenguaje de las caricias el que comienza casi por casualidad y se transforma en un incunable.

Dado a elegir el origen del mundo, lo elijo como Courbet sabiendo que, después, de eso solo hay universos a crear.

 

23/1/2024

jueves, enero 18, 2024

¿Socialismo o libertad? (really?)


La propuesta es simple: el socialismo fracasó. Simple y contundente. Sin
concesiones ni excusas que puedan mostrar una sutileza. En cambio, el libre mercado funciona si lo dejan actuar con libertad. Es decir, si no funcionó hasta el momento es porque no fue un verdadero libre mercado. La premisa sigue siendo la misma que gobierna la humanidad. Lo que pienso es bueno porque lo digo y cuando no funciona es porque no me permiten, pero lo que creo que es malo no funciona porque es malo y si no lo dejan es normal porque la gente no lo quiere. No debe sorprendernos, como humanidad siempre hemos tenido doble vara. La que mide a los demás y la nuestra. A veces, por cuestiones de baja estima, podemos invertir las varas, pero siempre son dos. Una para medir lo que creemos mejor y otra para lo que detestamos. No podemos ser objetivos, simplemente porque somos personas. 

Entonces, ¿cómo se resuelve? Como siempre, el que tiene el poder actúa, con mayor o menos tolerancia, con mayor apertura o menor, pero siempre estableciendo límites de normalidad. O sea, siempre la libertad adelante, en la medida que sea uno quien la defina. Cíclicamente caemos en lo mismo. ¿Hay solución? Cómo siempre la hubo, creer en alguna utopía y permitir que los intersticios sean habitables. Comprender que, si bien el poder es inevitable, la diversidad también y, lo obvio, más allá de los limites, es en el encuentro cara a cara con alguien, donde realmente somos capaces de crear los universos perfectos. El resto, sólo son palabras que no duran más que lo que duran el poder que nos apropiamos. Al final, creo, solo importará cuan habitable hicimos el mundo para el otro. 


Francisco Viola

Elucubraciones nómadas (inédito)

martes, enero 16, 2024

Tener sexo


 Es el verano: el sol, las vacaciones, quizás lo imprevisto, lo fuera de lo rutinario nos expone un poco más a pensar disfrutar las cosas de otro modo, con otro ritmo, otra energía, otra entrega. Dentro de eso, también está el sexo. Porque, lo cierto, es que pocas actividades humanas juntan en la acción –o por lo menos en la expectativa- tantas sensaciones diversas y únicamente humanas como el sexo. Efectivamente, en esa expresión de la sexualidad se manifiestan: lo lúdico, lo transitorio, lo perenne, la intimidad, el placer, el deseo, tal vez el sentimiento, la intención, la disposición. Por eso señalamos que es una de las actividades humanas más humanas, porque puede ser no sólo plena, sino nos puede, en ocasiones, mostrar el camino de la paz: no por nada el slogan popular lo sintetiza pour la galerie: haz el amor, no la guerra.

Pero más allá de lo situacional de las vacaciones, sugiero que habría que tener en cuenta que tener sexo en el verano podría (sería bueno) que sea una forma de prepararse para tener un año con una vida sexual saludable. ¡Claramente!, Ya que estamos relajados, los que puedan estarlo, sería ideal de aprovechar esa instancia para desarrollar con la pareja una serie de comportamientos que nos pueden ayudar en el transcurso del año. Señalemos lo obvio: cada cual le dará al sexo el valor que quiera, eso está claro, pero las parejas que consiguen desarrollar una buena comunicación e interacción sexual poseen otras herramientas más para desarrollar la intimidad, la compañía y la fortaleza en el vínculo.

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Sí, me estoy refiriendo al sexo en las personas que tienen una pareja estable, y para ellas el tener
sexo son buscar relaciones sexuales estables durante todo el año que, valga señalarlo, son el fruto de una construcción cotidiana, de una intimidad, de una comunicación, de una complicidad en la búsqueda de la cercanía, del placer y, obviamente, de una relación mucho más saludable. Por eso recordemos que, en el sexo, también es necesario el buen trato. Que vendría a ser el conjunto de conductas de cuidado de uno y del otro en relación a lo erótico. El buen trato, siempre nace de una empatía hacia la otra persona, o sea estar dispuesto a responder las señales que nos manda nuestro partenaire. Contestar, aunque sea diciendo soy consciente de lo que dices, pero ahora prefiero no, pero lo hablamos luego, porque yo también lo quiero. Por eso es diferente la disposición de la disponibilidad. No siempre se puede, pero siempre se toma consciencia del deseo del otro.

Por ello no podemos cansarnos de recordar, señalar y puntualizar la vital importancia de la escucha que no es solo de palabras, sino de una forma más amplia de captar la expresión de las emociones y, de ese modo, percibir la sensibilidad del momento y de la compañía. Es más fácil abrirse a la posibilidad del placer, tanto de recibirlo como de darlo, cuando uno percibe que es bien tratado. Pero, además, cuando uno además de percibirlo, lo puede vivenciar seguramente el sexo será más placentero. Lo que nos interesa también comprender que una pareja que tenga un sexo más placentero que, además, surge de una comunicación más fluida, seguramente podrá realizar acciones más positivas en relación a su estructura como pareja. Una aclaración más, cuando hablamos del sexo estoy hablando de la suma de acciones que podemos hacer para que el placer sensual esté presente en nuestras vidas.

Por eso, el verano, sin las rutinas del cotidiano, con la relajación de las pausas es ideal para pensar que podemos dedicarnos al otro a escuchar, a hablar, a imaginar, a compartir, a conocernos más y, claramente a disfrutar mucho más. El tener sexo es una de las oportunidades que tenemos para hacerlo. Es bueno, barato y bonito. En estas épocas es una ganga a aprovechar.

 

miércoles, enero 10, 2024

Declaraciones de autoayuda

En la genial canción “La bicicleta blanca”, de Piazzola y Ferrer, el personaje dice: “Y él mismo se animaba, gritando al pedalear/ ¡Dale, Dios! ¡dale, Dios!/¡Meté, flaquito corazón!/Vos sabés que ganar /No está en llegar sino en seguir/”. Más allá de lo maravilloso del tema en cuestión, cito este recuerdo porque me quiero referir hoy a la proliferación, en estas épocas, de enormes declaraciones de autos elogios y de tantas frases de autoayuda. Personalmente, me llama mucho la atención cuando en las redes sociales la gente postea muchos principios que después cuesta sostener, declaraciones rimbombantes terminantes y frases que no crean que sean analizadas antes de ponerlas como verdades (me refiero a las publicaciones en estados del WhatsApp, que implica dejarlo disponible, generalmente, a toda la agenda de personas, muchos que ni siquiera todos conocemos, como también el antiguo, pero vigente, Facebook y el Instagram que se moderniza pero que tiene el mismo trasfondo en esto pero con música. Hasta aquí llegan mi amplitud tecnológica).

Veo esas publicaciones como una necesitad que tienen algunas personas de decirle al mundo cómo son y creer que los demás lo deben aceptar, sin esperar una prueba concreta de eso. Aunque en verdad, no creo que les importe. Opino que la mayoría de las veces –no seamos tajantes, pero valga para la ocasión- esas publicaciones son para convencerse de eso o crear una imagen que pueda ayudarlos a pasar un momento complicado al cual no se dedican realmente. Es decir, es una apuesta a lo que se conoce en medicina como soluciones mágico-religioso (en este caso sería tecnológico-mágico). Lo que me inquieta, por llamarlo de algún modo, es que pienso que, en ocasiones, tal vez la mayoría, es un signo de alerta, una suerte de bandera roja, para pensar el tema de la Salud mental. Usar las redes sociales como una declaración de principios, conlleva decir con letras mayúsculas, tengo necesidades, hasta una urgencia escondida bajo esas edulcoradas, vacías y/o pretenciosas frases, que pretendiendo ser un estímulo, al ser tan obvias y tan en contramano de la realidad, literalmente nos hace creer que somos superhéroes y no seres humanos que tenemos nuestros idas y vueltas, haciéndonos olvidar que sólo somos personas que, como tales, tenemos derecho de estar tristes o no tener ganas, en algún momento. Esas declaraciones en una pantalla no es la realidad. Si somos la mitad de lo que pretendemos ser o sentir, según esos posteos, deberíamos hacer que nuestro comportamiento efectivo sea sí. Un comportamiento que, precisamente, no precisa de pantallas de desconocidos, sino sólo de un espejo y de personas reales. Por todo ello, estoy persuadido que, a veces, todo eso termina siendo un ancla. No nos permite comprender nuestro estado de ánimo real, nuestras propias debilidades, nuestras necesidades y nos hace ver como autosuficientes. Eso, finalmente, genera, un clásico efecto rebote. Lo que decimos tener, nos falta aún más y nos resulta más complejo conseguirlo.

Tal vez, lo ideal sería volver a lo que insistimos en “las frases edulcoradas”, pero haciéndolo
realmente efectivo: no decir, sino hacer; no escribir, sin demostrarlo. Si los demás, particularmente, los que te conocen un poco más, no te ven como una persona resiliente, positiva, energizada, que sigue creyendo en ti mismo, posiblemente hay un riesgo concreto que no lo seas o no estés pasando por ese momento, sino lo contrario. Lo bueno es que si podrías serlo, o sea si quieres ser como no eres, aunque nos pese, el camino no es la publicación de los estados, sino la terapia, por ejemplo.

7/1/2024

viernes, enero 05, 2024

Día de reyes

Ayer fue la festividad de los Reyes Magos. Pocos días evocan a la niñez  como ese día. Además
sienta tan bien. Ser niños como reyes, podríamos decir. Cuando habla de niños, lamentablemente vale aclararlo en este mundo bastante cruel, uno se refiere a quienes deberían serlo siempre. Porque es importante decirlo, no todos los niños de este mundo pueden vivir su infancia como lo dice Dios –el que creas-, las leyes – las que conozcas- y el sentido común, tan raro últimamente.

Pero, en una idea utópica, cuando uno habla de niños se imagina muchas cosas, pero voy a detenerme en tres que son imprescindibles que ellos tengan: ternura, juegos y relaciones saludables.


La ternura tiene que ver con el trato, con la forma en que uno se relaciona con el otro a través de la delicadeza con que ofrecemos el cotidiano. Es decir, no son sólo gestos aislados, sino una forma constante de estar y ofrecer. La ternura siempre es una mezcla, casi de alquimista, de un sentimiento positivo (el cariño), de una disposición hacia el otro y de gestos concretos que hacemos en cualquiera de las actividades que realizamos día a día. Hay personas a las cuales eso le sale naturalmente, pero, lo curioso, es que también se puede descubrir y aprender y, por lo tanto, se puede generar. Para ello, es necesario cierta disposición a ver y escuchar al otro cómo reacciona como responde ante lo que hacemos y ante lo que quiere.

Lo segundo es el juego. Este es una actividad que nos reconcilia con algo que tiene que ver con
cierta inocencia, pero no porque seamos ingenuos, sino porque nos permitimos aceptar que el otro no es un competidor, sino un compañero. Así comprendemos que la diversión es en sí mismo una meta. Pero, también, es parte del camino hacia esa parte lúdica que nos autorizamos, ya que, al hacerlo, en ese instante en que decidimos jugar, de repente hay mucho más que el reírnos, ya que la competencia deja de ser el vencer o derrotar. Simplemente es el compartir un instante y somos capaces de hacer que el juego tenga una dimensión dialógica esencial para sentirnos cómodos, para sentirnos en confianza, para sentir que la vulnerabilidad no es un problema, si está dentro de esa intimidad que nos merecemos, donde uno se siente protegido. da la intimidad donde nos sentimos protegidos.

Lo tercero, es algo obvio. Recordemos que el ser humano, por definición, es relacional. Las relaciones son formas de intercambio. Cuando estas son saludables nos sentimos en ellas en una condición particular, porque el otro no domina. Con el otro estamos en igualdad en la dignidad y sobre todo una igualdad total en la capacidad de consentir. O sea, hacemos lo que queremos, hacemos lo que deseamos y permitimos también eso en el otro. Eso a través de una comunicación sana.

Sería bueno pensar que cuando hablamos de ser niño nos imaginamos volver a recuperar esos tres elementos que nos cuestan tanto, muchas veces. Sigo pensando, utópicamente, que no debería ser tan difícil, ya que está en nuestro ADN. Pero la verdad es que somos humanos y también está en nuestro ADN algunas cosas no tan buenas. Pero, si insistimos, cada día en ser un poco más humano –en cuanto a las virtudes de nuestra especie- podemos permitir ser cada día un poco más como soñamos ser. Creo, personalmente, que ese logro sólo pasará cuando no haya niños que no puedan disfrutar a pleno, por ejemplo, un día de reyes, independiente de como se llame en cualquier credo, lugar o circunstancia. Tal vez el camino a ello sea, apostar por volcarnos, aunque sea un día y sin miedo, a ser niños y disfrutarlos sin límites. 

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