El amor eterno es una de ambiciones que
tenemos los seres humanos. Parte de nuestra cultura se basa en esa posibilidad.
Hacemos rituales donde lo exponemos como un logro adquirido y no solamente como
probable. Luego, en ocasiones cada vez más habituales, los vínculos desaparecen
y no en pocas situaciones lo hacen con comportamientos que muestra todo lo
opuesto al amor que pregonamos. El amor eterno termina durando lo que dura un
idilio romántico, una aventura fugaz o, quizás, un parte importante de la vida
pero lo cierto que la eternidad añorada queda acotado entre un comienzo pleno y
un final de pena.
Frente a ello me pregunto: ¿existe el amor
eterno? Si, muchos afirmarán a boca de jarro que sí. Aun aceptando que sea así,
está claro que no siempre el ser humano acierta cuando dice que es un amor
eterno. La historia general y la cotidiana lo prueban. Entonces, cabe una segunda
pregunta: ¿nos equivocamos, nos mentimos o simplemente somos tan ingenuos?
Es decir, ¿realmente sabemos que un amor,
aun el más profundo y único será eterno o le ponemos el título porque “queda
lindo”? Personalmente creo que un amor puede ser eterno tanto como creo que no
es tan común. Que la mayoría de las personas dicen que un amor es eterno mucho
antes que realmente puedan saberlo. Como también creo que es paradójico pero
real que, en ocasiones, muchas de las
relaciones que duran una vida no incluyen el amor para que dure y que otras
relaciones, aparentemente pasajeras, se mantienen vivas por un amor que no tuvo
oportunidad de demostrar su existencia.
Si, creamos en el amor eterno como una
opción humana pero nos conformemos con el aún vigente verso de Vinicius de Moraes
(1960), en su soneto de la “fidelidade”: Eu possa me dizer do amor (que tive):/ Que não seja
imortal, posto que é chama /Mas que seja infinito enquanto dure.
Si pensamos
así, tal vez, logremos hacer que la magia dure el tiempo suficiente para
disfrutarla cada día, para encenderla muchas noches y para vivirla en tantos
momentos.