lunes, julio 12, 2010

Guerra … las palabras y su peso

Las palabras tienen peso por si mismo. Por más que tengan diferentes significados suelen ser escuchadas y sentidas con uno sólo de aquellos. Guerra no habla, para todos y todas, simplemente de una discordia (como sería su etimología) ni tampoco de la simple “Lucha o combate, aunque sea en sentido moral (cuarta definición del Diccionario Español). Guerra es una palabra que implica, para la mayoría, combate, enemigos, enfrentamiento violento y siempre un tendal de víctimas inocentes. Utilizar guerra para un enfrentamiento de ideas no tan solo es un error, es un desatino, por lo menos. Sí, es una locura. Si eso se hace con cierta claridad intelectual deja de ser un error para convertirse en un acto perverso o, simplemente con malas intenciones.
Nuestra sociedad vive situaciones de muchas complicaciones donde el sustrato de las mismas se hunden en la negligencia –la desidia en este caso es una estrategia de la negligencia- para evitar la corrupción, la constante impunidad del poder de turno –el poder parece ser que se basa en la ostentación de la impunidad-, la evidente característica de ser juez y parte en la clase política –ellos deciden sus propios beneficios: económicos, de prescripción de sus delitos, de los casos en que es válido sus eximiciones de obligaciones -, la constante sumisión de la gente –por sus, a veces, excesivas necesidades- al humor, interés y manipulación de los que están arriba y la falta de independencia –total o parcial- de quienes deben estar a cargo de los controles. Esta lucha contra la desigualdad social, contra todo tipo de abuso es, hoy la madre de todas las luchas Es más, si hay que utilizar alguna vez la palabra guerra sería para el actuar contra esto. Eso sí Nunca jamás esto debe implicar ningún tipo de armas, agresión o violencia. Nunca una guerra en el sentido que entendemos porque es obvio que ello implica castigar a inocentes, débiles y proteger a quienes ostentan el poder.
Por ello digo que el matrimonio homosexual o la unión civil de personas del mismo sexo no es motivo de ninguna guerra sino de una ley que permita que todos y todas tengamos los mismos derechos con deberes ad-hoc (quizás la solución sea llamar a todos y todas uniones civiles y dejar la palabrita matrimonio para los que decidan usar algún culto, que todos y todas tienen derecho a procurar). Esto me recuerda algo fundamental a conseguir: el estado debe ser laico. Es hoy una obligación, una necesidad, un deber. Quizás con gente creyente y con una firmeza de fe, pero laico sin lugar a dudas.
Dejemos nuestros “combates” para las cosas que necesitamos. Dejemos nuestras “guerras” para hacer prosperar nuestra patria chica, que es, quizás la única que es válida
11 de julio de 2010.

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