viernes, enero 03, 2014

Disentir

Disentir debería ser habitual, aunque sea molesto. Disentir debería ser una forma cotidiana de intercambiar –obviamente acompañada de innúmeros consensos, que hacen todo vivible-. Pero al disentir nos desafiamos, internamente, a las destrezas esenciales de ser humano. Efectivamente, el disenso, el verdadero nos debe invitar, impulsar a repensar las cosas, a ser creativos en la búsqueda de formas de decir las cosas, de procurar imágenes, emociones, verbo y sentidos. En modo de pretender convencer y, sobre todo, de preguntarnos si lo que el otro, la otra plantea no tiene un asidero en la realidad más contundente que lo nosotros planeamos.
Si, disentir nos permite la oportunidad divina de elegir, de proponer, de pensar, de imaginar y, porque no decirlo de soñar. Pero también, nos da la opción de mantener el disenso y al hacerlo, de tomar posición sobre el conflicto que se genera y de ser gestores de nuestra agresividad latente y, con ello, de ser promotores de paz. Un desafío para todos y todas, pero que pocos logran manejar con la sutileza de la eficacia.
El arte de disentir sería esa sencilla capacidad de transformar lo cotidiano en espacios de una intimidad pacífica, constructiva y de encuentro. Esto, sin dudas, es la epopeya máxime de un ser humano. Encontrarse con el otro y a pesar de los disensos construir futuro.

¿Cómo hacerlo? Ojalá lo supiera. Creo que asertividad e independencia, son dos herramientas útiles. El resto, es la simple práctica y la introspección permanente. Algo que parece muy caro para estas épocas. Pero, vale la pena intentarlo, aunque, en el camino, no lo consigamos tanto como queremos.

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