lunes, julio 06, 2020

Decisiones

En la vida, mucho pasa por decisiones, quizás todo. Algunas decisiones completamente intrascendentes y otras que tienen el peso de nuestro universo mismo. Básicamente, elegir siempre implica una acción que se realiza y otra opción que descartamos. Una obviedad. Sin embargo, no son pocas veces que imaginamos que hubiese pasado si hubiésemos tomado la otra opción. Generalmente lo hacemos cuando lo optado tiene sus bemoles. Así, cuando nos inquieta lo que estamos viviendo pensamos en aquel punto donde había otra opción posible para avanzar hasta este momento que nos hace interpelar. Aunque lo sabemos, siempre nos genera una ilusión rara y un peso descomunal el imaginar esa opción que, finalmente sólo es una conjetura del pasado, como hipótesis real. Así, generalmente, nos pesa porque la imaginamos ideal. Entonces pensamos que la opción diferente nos ahorraría lo que estamos viviendo. Un pensamiento mágico nos envuelve y creemos en eso, generalmente para torturarnos un poco.

Pero, lo sabemos, no es verdad. Las decisiones se toman en presente, nunca en pasado, jamás en futuro. Por más que con la experiencia podamos mejorar lo que elegimos y que intentemos, y a veces lo logremos, planificar para lo segundo. Elegimos aquí y ahora y, luego lo volvemos a hacer otras tantas veces. Así somos. Así somos realmente.

No hablo solamente de decisiones que marcan una vida, sino de aquellas que uno toma en un día y que, obviamente, definen alguna cosa, a veces intrascendente. Sin embargo, decidimos desde ver una película que nos motivará, hasta ignorar alguien porque estamos “enojados” o, también, abrir la boca diciendo lo que creemos sentir en ese momento, para bien o para mal. Y, por definición, toda decisión implica una consecuencia.

La vida son decisiones, contando entre ellas las que implican nuestra omisión también. Es nuestra fortaleza como humanidad y, con su contraparte, que también es humana. Por eso, debemos pensar un poco mejor para nuestro próximo presente. Veamos las cosas que importan cuando tomamos las decisiones. Si pensamos nos pesa un poco más ciertas cosas, eso creo. Así, creo que nos pesa demasiado las palabras que no dijimos, los besos que no pedimos, los que no ofrecimos, las charlas que nos privamos. Estoy seguro que también son duro sentir los abrazos que nos sobran para alguien y que se decidió no darlo o no pedirlos (porque los abrazos, estoy seguro, tienen nombre y apellido siempre. Por su parte, creo que los besos no siempre y las caricias siempre son una decisión en presente, pero esto es sólo una teoría y, seguramente, un texto futuro). Básicamente los momentos que elegimos vivir y aquellos que, con las razones e/o excusas que fueran optamos por no tomar.

Esta es la regla esencial de la vida que nos toca. Así que a asumir que las decisiones son nuestras para lo que toca y que cada momento que se nos presenta es lo que elegimos que sea, aunque después no salga como uno cree, sienta o espera.


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