sábado, septiembre 26, 2020

Las mil cosas a hacer


 Hay gente muy ocupada. Que realmente tiene muchas obligaciones. Esas personas que son capaces de ordenar un día para que puedan caber todas las actividades que han diagramado. Sin embargo, nunca son mil cosas. Las que dicen esto me llamaron siempre la atención. Esa pequeña obsesión que tienen por aumentar actividades y darle a todo el mismo peso. Así casi es un acto heroico su vida. Como si todo lo que hacen es tan importante que no pueden no hacerlo ya. Y, si tienen un espacio libre de tiempo o lo llenan con cualquier cosa que inmediatamente adquieren el rol de “imprescindible” para la vida. En algunos casos cuando no consiguen hacerlo no hacen nada, pero sólo si se convencen que sólo es un descanso por haber hecho tanto, tantísimo y sabiendo que es algo merecido y al mismo tiempo pequeño, porque ya está la lista de lo que es infinito y a cumplir. Leyendo a Steven Pinker encontré que se le podía poner un nombre a estas personas. Textualmente, el psicólogo americano dice: “ la gente se queja cada vez más de lo ocupadísima que está (“quejas de yuppies”, según la expresión utilizada por un equipo de economistas)”.

De allí, me pregunté porque se vive ese calvario. ¿Porque esas personas sufren el “mil cosas a hacer” que siempre “es la ilusión de las mil cosas”? Pero nunca jamás hay mil cosas en un día. O sea, usan una imagen exagerada que genera una mayor exigencia, no es una imagen benévola para con uno mismo. Lo dicen como una suerte de letanía que deben repetirse y repetir. No para que sean vistas como víctimas, sino para que puedan ser disculpadas porque no se debe exigir mucho a esas personas, porque, como insisten, están todos tan ocupadas y todo con un nivel de importancia que uno no debería ser tan egoísta de distraer “al reloj que hace girar al mundo”.

Pero lo sabemos, no pueden con su genio. Es más, si uno les dice, no se sienten ofendidos, sino dolidos, incomprendidos y, sobre todo, abandonados. Porque uno está para ayudar porque están desbordados. Hasta tal punto que uno procura no pedirle algo porque es como agregarle una tarea más.

Es verdad, no lo dudo, que hay gente muy ocupada y que tiene plazos perentorios. No hablo de esas personas, hablo los que hablan mucho sobre ese tiempo siempre pleno de actividades. En algunos casos, una simple ficción en otros, la consecuencia de hacer algo no muy bueno, creer que todo es ahora o nunca y por lo tanto contener todo lo que surja y un poco más. Pero, lo sabemos por la sabiduría popular: “quien mucho abarca, poco aprieta”.

Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato, para seguir con esos refranes que sintetizan verdades. Pero también cada cual debe aprender cómo hacer que la vida cotidiana, la que se comparte no sea una sucesión de mil cosas a hacer, sino de unos cuantos momentos a compartir, el lugar donde radica la esencia de la felicidad y de lo mejor que tenemos.

1 comentario:

  1. Jajjaa siii! Es tal cual describes.
    Y a mi compartir me hace muy muy bien!!

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