existencia de problemas en relación a las personas mayores, situación que fue nombrado como “edadismo” y que, según esa institución, “se produce cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas provocando daños, desventajas e injusticias. Puede adoptar muchas formas, como prejuicios, discriminación y políticas y prácticas institucionales que perpetúan creencias estereotipadas”. Esto genera diferentes problemas y afecta seriamente a la salud de las personas entendida esta como asociada al bienestar.
Dentro de los estereotipos que están presentes figura los que usamos en relación al sexo. Según este estereotipo, parece que existiese una edad en que el sexo no es deseable o no sea realizable o no es buscado. Pues lo que hemos aprendido es que esa idea no sólo es falsa, sino también que ha hecho mucho daño. La vida sexual activa no tiene edad, por más que con los años aparezcan algunas limitaciones, algo que no debemos negar, menospreciar o desconsiderar. Lo bueno es que esas limitaciones, aun las complejas, no son imposibles de resolver o contornear.
Sin pretender
dar un manual, hay algunas sugerencias a hacer para que las personas mayores
tengan una vida sexual activa, basada en el disfrute de la intimidad y en el
placer. Lo más importante, quizás, es comenzar con un principio general y lo
podemos decir como una suerte de slogan: Tenemos derecho a seguir viviendo el
sexo a cualquier edad. Algo tan obvio pero que la sociedad –a veces los grupos
más cercanos- nos quieren hacer creer que no es así. La vida sexual es de uno, y
debe surgir de dos cosas principalmente: el deseo de tenerla y el consentir a
buscarla.
La segunda
sugerencia, también muy importante, para quienes tienen una pareja, es que es
necesario hablar con la pareja sobre estos deseos. Si, decirlo es más fácil que
hacerlo, sobre todo a cierta edad. Pero es, sin dudas, un primer paso
necesario. Hablar de necesidades, deseos y preocupaciones habilita la
posibilidad de avanzar. Es importante comprender que nos podemos sentir
vulnerables frente a la posibilidad, pero debemos saber que también la otra
persona quizás sienta eso, como también puede coincidir en los deseos. Hablar
es, curiosamente, el supuesto problema que habilita posibles soluciones.
El punto
siguiente es un doble desafío. Porque muchas veces nos sentimos inseguros en
relación a nuestra salud en general como para tener sexo. Pues aquí viene el
gran desafío hablar con nuestros médico/a, quien, valga decirlo no siempre está
preparado para este tipo de consultas, pero que, en estas épocas sabe que
existen no sólo estas inquietudes, sino que también pueden aportar soluciones.
Una consulta con las preguntas, las inquietudes y las necesidades que se tiene
podría abrir una puerta para que la vida sexual sea una realidad.
El punto
siguiente es de cierta complejidad para muchas personas: se debe expandir la
idea del sexo. Esto, sin pretender que sea sumergirse en ese universo que cada
uno calificaría de “extremista” según su percepción, significa, básicamente, en
primer lugar, reconocer que, por ejemplo, tocar,
besar y otros contactos íntimos pueden ser gratificantes para uno y para la
pareja. Eso tiene que ver con estar abiertos para encontrar nuevas formas de disfrutar
del contacto sexual y la intimidad.
Los otros consejos que se
suelen dar para que la vida sexual sea una nueva forma de conectarse con la
satisfacción y el deseo de vivir, siempre incluyen la idea de cambios, pequeños
o mayores. Los cambios que van: desde mudar la rutina hasta buscar nuevas
formas de conexión con tu pareja. Para ello es esencial buscar dos tipos de
actividades conjuntas: las que producen alguna diversión y las que permiten
reírse juntos. La risa sigue siendo el mejor antídoto para casi todos los
males, particularmente para hacer frente al stress que pensar en sexo, con las
pocas o muchas limitaciones que uno tiene por la edad produce.
Básicamente se trata de lo
simple: el sexo, como actividad humana es, desde siempre, y por toda la vida un
espacio que podemos aprovechar para crecer, para disfrutar, para acompañar,
para volar, para gozar, para estimularse, para compartir, para cada una de esas
cosas o todas asociadas y aún para más. Como también, recordad que el sexo
sigue siendo consecuencia de lo mismo que nos pasa cuando jóvenes: esa mezcla
de deseo que nos empuja y de esa decisión de intentarlo hacer, con la mejor
intención de ser felices. Por allí se podría comenzar.
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