jueves, mayo 18, 2023

Sexualidad y vejez

Los seres humanos tenemos la capacidad de envejecer. Está en nuestra naturaleza. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) define a envejecer como el "proceso fisiológico que comienza en la concepción y ocasiona cambios en las características de las especies durante todo el ciclo de la vida; esos cambios producen una limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con el medio. Los ritmos a que estos cambios se producen en los diversos órganos de un mismo individuo o en distintos individuos no son iguales”. Es decir que hay dos cosas que señalemos como claves: cada cual envejece de modo diferentes y lo más importante, envejecer no nos quita esencia, sino, lo máximo que puede hacer es generar limitaciones y, muchas veces adaptaciones a lo nuevo. Agreguemos como dato que según las Naciones Unidad
en 2030 habrá más mayores de 60 años que menores de 15 en América Latina.

Ahora bien, en relación a lo que nos toca, la vida sexual, el ser humano cuando envejece también debe, en ocasiones, adaptar su ritmo a la edad. Pero, no hay razón para que la vida sexual no continúe si uno tiene la intención. Valga decir una obviedad más: esto implica que los seres humanos viejos también desean, hacen y disfrutan la vida sexual o, siendo correctos, pueden hacerlo e idealmente, deberían hacerlo por sus múltiples beneficios, porque, sin importar la edad, las personas podemos desear tener sexo y disfrutarlo. Esa maravillosa cualidad humana es permanente: ¡qué maravilla la máquina humana! Podemos afirmar, aunque parezca reduccionista.

Sin embargo, hay varios factores que pueden afectar la vida sexual con la edad: cambios físicos obvios que muchas personas tienen por la edad. Además, nuestros cuerpos cambian y la mayoría de las veces no se asocian con la imagen que la sociedad dice de cómo deben lucir los cuerpos para ser deseables. Esta
distorsión afecta la autoimagen y, por ende, la autoestima, lo que puede limitar los contactos. Además, hay cambios metabólicos que pueden perjudicar el rendimiento sexual. La buena nueva es que hoy existen propuestas terapéuticas que pueden contribuir a que eso mejore. Pero tiene el potencial limitante clave, se debe consultar. Eso significa que la persona adulta debe asumir que desea tener actividad sexual, en una sociedad que solapadamente decimos que esas personas son “asexuadas”. ¡Minga que lo son!, no poder decir que uno es sexuado y deseante no es no serlo ni tampoco no desear. También, señalemos hay situaciones médicas que dificultan la vida sexual, sea patologías (como artritis y artrosis, el dolor crónico, prolapsos vaginales, hipotiroidismo entre otras. Como también la necesaria ingesta de varios medicamentos que pueden afectar la respuesta humana. Pero para ello, la solución sigue siendo la misma, asumir que se quiere tener la vida sexual, consultar sobre ello y ver las posibilidades reales que tenemos para, dentro de un abanico muy grande de opciones, disfrutar.

Lo otro que es un limitante es lo social que, muchos lo saben, nos cuesta ver, reconocer y actuar. Eso nace, sin dudas de la creencia, ya mencionada, de la a-sexualidad de los adultos mayores. Pero comprendamos que esa simplicidad conceptual la hacemos porque nos resuelve la vida, pero se opone totalmente a la realidad y por más que lo digamos y lo repitamos, no es así. Las personas somos sexuadas siempre y por lo tanto siempre podemos desear y vivir la vida sexual.

Esta perogrullada es importante porque genera una evidencia esencial, el envejecimiento mejora en la medida que desarrollamos los recursos en la vida para poder vivir mejor cada vez, sea en lo más tangible (la jubilación, el estado de salud, por citar ejemplos) como también en lo que parece menos tangible pero que es más importante: lo vincular, la intimidad y el placer. No aprendemos a ser viejos, aprendemos a adaptarnos porque identificamos núcleos esenciales de vital importancia, como también la importancia vital que tiene las actividades lúdicas, la intimidad y el placer. El camino sigue siendo el mismo siempre: autoconocimiento, priorizar lo importante, aceptar las posibles limitaciones, adaptarse y apoyarse en lo necesario y zambullirse en el lujo humano del placer. Entonces, como diría el viejo Tato: ¡Good show!, hasta que la muerte nos separe del placer.

 

 

 

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