martes, marzo 19, 2024

El buen sexo

 Muchas personas quieren tener buen sexo. Es algo lógico, deseable, hasta podríamos decir envidable. El buen sexo no es más que un encuentro de dos personas que aprovechan las posibilidades que el cuerpo (con su anatomía y fisiología) tiene, apoyándose en los sentidos que se dispone y motorizado por las emociones y, en ocasiones, por los sentimientos que se posee. Todo ello permite recorrer los caminos que generan bienestar y que producen el placer como recorrido y la satisfacción sexual como realidad posible. Tener buen sexo es algo que, los que deseen, deberían aspirar siempre. Curiosamente es algo que está al alcance de quienes quieran.


Dos cosas que debemos señalar, antes que nada, el buen sexo se gesta en la decisión de tenerlo. Es decir, se consiente como condición previa y esencial. Sin consentimiento no hay buen sexo, hay crimen. En segundo lugar, el buen sexo lo hacen las personas, no los cuerpos y su rendimiento anatómico-fisiológico, ni la destreza que es un elemento positivo –de todo se puede aprender a hacerlo mejor- pero que toma dimensión cuando el otro es considerado en la plenitud del ser.

Entonces, ¿Qué hace falta para que el sexo sea del bueno? Disposición en primer lugar. Parece algo ganado, pero en realidad es algo conquistado. Precisa no sólo estar, sino buscar estar. Es permitirse el tiempo para hacer esa travesía que implica el sexo. Básicamente ya estamos diciendo que el sexo –aún el rapidito- no es una maratón, sino una pequeña delicadeza que se muestra en los gestos que prueban que la otra persona está presente. 

Luego de ello vendría una segunda cuestión: el sexo precisa el descubrimiento de uno, no llegamos sabiendo todo, pero si somos los únicos que podemos saber sobre nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestras respuestas. El sexo del bueno conlleva que nuestro cuerpo participe y para ello debemos saber escucharlo. Lo tercero sigue siendo clave: el buen sexo también es comunicación: queres disfrutar del sexo más y mejor: pues desarrolla más la comunicación, sobre lo que deseas, quieres, pides, ofreces y también lo que no. Lo cuarto, comprende que el buen sexo no es sólo el que usa el cuerpo y la función, sino que estimula la imaginación y los sentidos. Profundizar nuestras propias posibilidades eróticas nos garantiza más placer, más disfrute porque nos crea sensaciones positivas y mayores estímulos. O sea, ¿hacerlo con alguien con quien tenemos cierta constancia es mejor? Es lo que sugiere Sue Johnson. Esta psicóloga clínica desarrolló la Terapia de Pareja Centrada en las Emociones con el fin de ayudar a que las parejas puedan reconectarse. Esta autora dice: “Las parejas que se aman desde hace mucho tiempo tienen más y mejor sexo”. 

Al fin de cuentas terminas siendo lo mismo que cualquier actividad humana. Quieres hacerla bien, pues dedícate, piénsala como importante, sé lo suficientemente activo para que la rutina no aparezca, concéntrate en quien está presente, sé consciente de tus límites, de tus posibilidades y de lo que aun quieres mejorar. Luego de todo eso, desmelénate. El sexo es una aventura posible, un juego necesario, un compromiso vital, una necesidad maravillosa, una decisión activa y una actitud que enaltece. Hacerlo es más que algo anatómico, es una posibilidad cierta de hacer que lo efímero parezca eterno.

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